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-¡Te lo has buscado!-exclamó una chica, desde el tercer nivel.
El receptor de la frase era Lea. Según parecía, Lea había intentado ligar con ella (por cuarta o quinta vez), se había cansado y lo había empujado, hasta llegar al primer piso de los jardines. Ahora, su pierna estaba en muy mala posición, prácticamente retorcida.
-¡Era mi pierna buena! ¿Lo captas?
-Bueno,-le dije- ahora es la mala.
-¡No tiene gracia! ¿Lo captas?
-Vamos, te llevaré a la enfermería.
-¡Ey, ey! ¡No quiero que una chica me lleve en brazos! ¡Tengo dignidad! ¿Lo captas?
-Creo que después de esto, ya la has agotado definitivamente-anunció Isa, bajando por las escaleras.- Pero te llevaré yo, si insistes tanto.
-Gracias, Isa. Eres un gran amigo, ¿lo captas?
Isa levantó a Lea (según la expresión de su cara, pesaba más de lo aparente), y se encaminó a la enfermería del castillo, con Ienzo y yo detrás. La chica ya se había ido.
Llegamos a la enfermería. Dejamos en una camilla al desdichado Lea y hablamos con la enfermera, alias Zora (o Sol). Mientras Isa y yo le explicábamos lo sucedido, Ienzo se quedó callado, mirándola como un bobo.
-Muy bien. Vamos a mirar esa pierna. ¿Podéis iros? No creo que sea muy agradable mirar cómo le pongo la pierna en su sitio…
Nos dirigimos a la salida. Tuve que volver a por Ienzo y arrastrarlo. <<Adolescentes>>, pensé. Salimos y nos sentamos en la sala de espera. Al rato, Zora salió y dijo:
-¿Lea está bien? ¿No se ha muerto?-pregunté.
-Está bien. Tendrá que ir durante tres meses con muletas, pero creo que podrá soportarlo.
-Qué pena. Otra vez será-inquirió Isa.
Entonces, salió Lea con sus muletas. Llevaba una escayola que le recogía media pierna, y una venda encima que la cubría entera. Tenía la mirada perdida y a la vez brillante.
-Ienzo, ¿podrías traerme un café? Descafeinado y con leche, si puede ser-le pedí.
-Que sean dos-añadió Isa.- Lea, ¿tú quieres algo?
Él sacudió la cabeza. Ienzo se fue, y Lea murmuró:
-Creo que me he enamorado.
-¿Qué?-preguntamos Isa y yo, a la vez.
-¡Creo que me he enamorado!-repitió, alzando la voz.- ¡¿Lo captáis?!
-¿De quién? ¿De Zora?
-No es ninguna novedad que Lea babee por alguna chica…-repuso Isa.
-Esta vez es diferente. ¡Me he enamorado de verdad! ¡De verdad de la buena! ¡De corazón! ¿Lo captáis?
Y se fue silbando hacia la salida. Increíble: Lea e Ienzo enamorados de la misma chica, de la hermana de Zor. Era… entre otras cosas, un tanto curioso, dos chicos tan diferentes enamorados de la misma chica.
-No puede ser…-susurré- Debe de estar bromeando…
-¿Por qué? Ya sé que Lea suele ser un cerdo, pero ¿no tiene derecho a enamorarse de verdad?
-No lo entiendes, Isa. Ienzo también se ha enamorado de Zora. Y ella es el ángel de la muerte; es decir, es inmortal.
-¿En…serio? Vaya, parece que nos hemos topado con un triángulo amoroso… Y bastante peculiar, si se me permite decirlo.
Entonces, Ienzo volvió con los dos cafés. Isa cogió el suyo y fue tras Lea. Yo tomé el mío, entré en la clínica y le dije:
-Eje… Zora… Tal vez hayamos empezado con mal pie…
-Sí, tal vez. También estaba nerviosa por el trabajo…
-¿Por qué no hacemos borrón y cuenta nueva?
<<-Ya que mi hermano se ha enamorado, lo menos que puedo hacer es llevarme bien con ella-pensé>>.
-De…acuerdo.
-¿Qué tal si mañana quedamos? En la plaza.
-Vale. Hasta entonces. Espera… ¡Tengo que trabajar! Si vuelvo a fallar me despedirán, y…
-Zora. Tranquilízate. Mañana es domingo, Zora.
-¿De verdad? Vaya, no tenía ni idea, hace ya mucho que perdí la noción del tiempo. Si yo te contara…
El receptor de la frase era Lea. Según parecía, Lea había intentado ligar con ella (por cuarta o quinta vez), se había cansado y lo había empujado, hasta llegar al primer piso de los jardines. Ahora, su pierna estaba en muy mala posición, prácticamente retorcida.
-¡Era mi pierna buena! ¿Lo captas?
-Bueno,-le dije- ahora es la mala.
-¡No tiene gracia! ¿Lo captas?
-Vamos, te llevaré a la enfermería.
-¡Ey, ey! ¡No quiero que una chica me lleve en brazos! ¡Tengo dignidad! ¿Lo captas?
-Creo que después de esto, ya la has agotado definitivamente-anunció Isa, bajando por las escaleras.- Pero te llevaré yo, si insistes tanto.
-Gracias, Isa. Eres un gran amigo, ¿lo captas?
Isa levantó a Lea (según la expresión de su cara, pesaba más de lo aparente), y se encaminó a la enfermería del castillo, con Ienzo y yo detrás. La chica ya se había ido.
Llegamos a la enfermería. Dejamos en una camilla al desdichado Lea y hablamos con la enfermera, alias Zora (o Sol). Mientras Isa y yo le explicábamos lo sucedido, Ienzo se quedó callado, mirándola como un bobo.
-Muy bien. Vamos a mirar esa pierna. ¿Podéis iros? No creo que sea muy agradable mirar cómo le pongo la pierna en su sitio…
Nos dirigimos a la salida. Tuve que volver a por Ienzo y arrastrarlo. <<Adolescentes>>, pensé. Salimos y nos sentamos en la sala de espera. Al rato, Zora salió y dijo:
-¿Lea está bien? ¿No se ha muerto?-pregunté.
-Está bien. Tendrá que ir durante tres meses con muletas, pero creo que podrá soportarlo.
-Qué pena. Otra vez será-inquirió Isa.
Entonces, salió Lea con sus muletas. Llevaba una escayola que le recogía media pierna, y una venda encima que la cubría entera. Tenía la mirada perdida y a la vez brillante.
-Ienzo, ¿podrías traerme un café? Descafeinado y con leche, si puede ser-le pedí.
-Que sean dos-añadió Isa.- Lea, ¿tú quieres algo?
Él sacudió la cabeza. Ienzo se fue, y Lea murmuró:
-Creo que me he enamorado.
-¿Qué?-preguntamos Isa y yo, a la vez.
-¡Creo que me he enamorado!-repitió, alzando la voz.- ¡¿Lo captáis?!
-¿De quién? ¿De Zora?
-No es ninguna novedad que Lea babee por alguna chica…-repuso Isa.
-Esta vez es diferente. ¡Me he enamorado de verdad! ¡De verdad de la buena! ¡De corazón! ¿Lo captáis?
Y se fue silbando hacia la salida. Increíble: Lea e Ienzo enamorados de la misma chica, de la hermana de Zor. Era… entre otras cosas, un tanto curioso, dos chicos tan diferentes enamorados de la misma chica.
-No puede ser…-susurré- Debe de estar bromeando…
-¿Por qué? Ya sé que Lea suele ser un cerdo, pero ¿no tiene derecho a enamorarse de verdad?
-No lo entiendes, Isa. Ienzo también se ha enamorado de Zora. Y ella es el ángel de la muerte; es decir, es inmortal.
-¿En…serio? Vaya, parece que nos hemos topado con un triángulo amoroso… Y bastante peculiar, si se me permite decirlo.
Entonces, Ienzo volvió con los dos cafés. Isa cogió el suyo y fue tras Lea. Yo tomé el mío, entré en la clínica y le dije:
-Eje… Zora… Tal vez hayamos empezado con mal pie…
-Sí, tal vez. También estaba nerviosa por el trabajo…
-¿Por qué no hacemos borrón y cuenta nueva?
<<-Ya que mi hermano se ha enamorado, lo menos que puedo hacer es llevarme bien con ella-pensé>>.
-De…acuerdo.
-¿Qué tal si mañana quedamos? En la plaza.
-Vale. Hasta entonces. Espera… ¡Tengo que trabajar! Si vuelvo a fallar me despedirán, y…
-Zora. Tranquilízate. Mañana es domingo, Zora.
-¿De verdad? Vaya, no tenía ni idea, hace ya mucho que perdí la noción del tiempo. Si yo te contara…
Capítulo 23: La traición.
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-¿Así que se han enamorado? ¿De la misma chica?
-Sí, Nela. ¿No es increíble?
-Más que eso, es alucinante. ¿Lo captáis?
Estaba en el ático de Nela, contándoles a ella y a Ena las últimas noticias. Ambas estaban impresionadas.
La cafetera silbó desde la cocina. Zora había prohibido a Ena y a Lea tomar café, así que Nela había preparado té de hierbas. Mis dos amigas se dirigieron allí, y yo me quedé sentada en el sofá del salón. La puerta se abrió lentamente: Lumaria entró y la cerró detrás de sí. Entró en el salón y me dijo:
-Hola, Luna. No sabía que estuvieras aquí. Mejor, así no tendré que buscarte.
-¿Qué ocurre?-pregunté, levantándome.
-Conoces a un tal Isa, ¿no?
-Sí, es amigo mío. ¿Por?
-Ayudó al Maestro Xehanort cuando nos atacaron.
-¿Qué?
-Alguien tendría que haberlo hecho, ¿no? Las esferas gigantes de oscuridad no aparecen así como así.
-¿Por qué no me lo cuentas desde el principio?-propuse, mientras me sentaba.- Antes que me entre dolor de cabeza.
Lumaria también se sentó y me explicó:
-Un día, Xehanort se presentó en nuestra casa con Isa. Estaba buscando un “corazón de pura luz” o algo así. No teníamos ni idea de a lo que se refería, así que nos explicó su plan de un modo…
-Sí, de la manera que habla las cosas Xehanort: explica la cuarta parte de lo que pasa, y de lo que cuenta la mitad es mentira.
-Exacto. Habríamos conseguido que se marchara, pero entonces Demy y Nela entraron. Al parecer, Nela era un “corazón de pura luz”, y quería llevársela. Conseguimos echarle, pero nos amenazó diciendo que lamentaríamos ese día. Y al parecer, si lo hicimos…
-Es decir, que el Maestro Xehanort e Isa os… ¿arrancaron las alas?
-Sí- Lumaria tardó en responder.
-Nunca dejará de sorprenderme. Quince minutos después de que… eso ocurriera, estaba en su casa tan campante.
Nela y Ena volvieron. Lumaria se fue escaleras arriba, y yo les dije que me iba. No cambié de opinión.
Al salir, me encontré a Isa y a Lea. Sin decir nada, agarré a Isa del brazo, torcí la esquina y le pegué un buen puñetazo en el estómago y una patada en la espinilla.
-¿Pero qué te pasa? Eso duele, ¿sabes?
-¡¿Y sabes también que duele?! ¡Que te arranquen las alas de cuajo, o enterarte que un amigo tuyo es un maldito traidor!
-Tranquilízate, Luna. Veo que ya te has enterado. Yo… tuve que hacerlo, sino lo hacía Xehanort no cumpliría su promesa…
-¡¿Qué promesa?! ¡¿Qué te puede prometer un psicópata como Xehanort?!
-Créeme, me prometió lo que más deseo en el mundo.
-¿Aparte de que Lea desaparezca de la faz de la tierra?
-Sí, aparte.
-¡¿Entonces qué te prometió?!
-Sí te tranquilizas y no se lo dices a nadie, te lo diré.
-De acuerdo, me tranquilizo. Pero no pienso prometerte no decírselo a nadie.
-Prométemelo.
-De acuerdo… Juro que no se lo diré a nadie excepto a la almohada. Y ahora… ¡dímelo, cobarde traidor!
-Lo que más deseo en este mundo es… Vergel Radiante.
-¿En serio? ¿Vergel Radiante?
-¿Qué pasa?
-Pues que ya tiene dueño, ¿recuerdas? Ansem el Sabio.
-Créeme, no dudará mucho más. Xehanort lo dijo.
-¿Qué? ¿Os vais cargar a Ansem?
-Yo… No puedo decir más, lo siento. Él nos está vigilando.
Me di la vuelta. A lo lejos, reconocí unos ojos naranjas. Los ojos de Xehanort.
-¿Pero qué demonios? Isa…
Me di la vuelta. Isa no estaba.
-¡Maldita sea!
-Sí, Nela. ¿No es increíble?
-Más que eso, es alucinante. ¿Lo captáis?
Estaba en el ático de Nela, contándoles a ella y a Ena las últimas noticias. Ambas estaban impresionadas.
La cafetera silbó desde la cocina. Zora había prohibido a Ena y a Lea tomar café, así que Nela había preparado té de hierbas. Mis dos amigas se dirigieron allí, y yo me quedé sentada en el sofá del salón. La puerta se abrió lentamente: Lumaria entró y la cerró detrás de sí. Entró en el salón y me dijo:
-Hola, Luna. No sabía que estuvieras aquí. Mejor, así no tendré que buscarte.
-¿Qué ocurre?-pregunté, levantándome.
-Conoces a un tal Isa, ¿no?
-Sí, es amigo mío. ¿Por?
-Ayudó al Maestro Xehanort cuando nos atacaron.
-¿Qué?
-Alguien tendría que haberlo hecho, ¿no? Las esferas gigantes de oscuridad no aparecen así como así.
-¿Por qué no me lo cuentas desde el principio?-propuse, mientras me sentaba.- Antes que me entre dolor de cabeza.
Lumaria también se sentó y me explicó:
-Un día, Xehanort se presentó en nuestra casa con Isa. Estaba buscando un “corazón de pura luz” o algo así. No teníamos ni idea de a lo que se refería, así que nos explicó su plan de un modo…
-Sí, de la manera que habla las cosas Xehanort: explica la cuarta parte de lo que pasa, y de lo que cuenta la mitad es mentira.
-Exacto. Habríamos conseguido que se marchara, pero entonces Demy y Nela entraron. Al parecer, Nela era un “corazón de pura luz”, y quería llevársela. Conseguimos echarle, pero nos amenazó diciendo que lamentaríamos ese día. Y al parecer, si lo hicimos…
-Es decir, que el Maestro Xehanort e Isa os… ¿arrancaron las alas?
-Sí- Lumaria tardó en responder.
-Nunca dejará de sorprenderme. Quince minutos después de que… eso ocurriera, estaba en su casa tan campante.
Nela y Ena volvieron. Lumaria se fue escaleras arriba, y yo les dije que me iba. No cambié de opinión.
Al salir, me encontré a Isa y a Lea. Sin decir nada, agarré a Isa del brazo, torcí la esquina y le pegué un buen puñetazo en el estómago y una patada en la espinilla.
-¿Pero qué te pasa? Eso duele, ¿sabes?
-¡¿Y sabes también que duele?! ¡Que te arranquen las alas de cuajo, o enterarte que un amigo tuyo es un maldito traidor!
-Tranquilízate, Luna. Veo que ya te has enterado. Yo… tuve que hacerlo, sino lo hacía Xehanort no cumpliría su promesa…
-¡¿Qué promesa?! ¡¿Qué te puede prometer un psicópata como Xehanort?!
-Créeme, me prometió lo que más deseo en el mundo.
-¿Aparte de que Lea desaparezca de la faz de la tierra?
-Sí, aparte.
-¡¿Entonces qué te prometió?!
-Sí te tranquilizas y no se lo dices a nadie, te lo diré.
-De acuerdo, me tranquilizo. Pero no pienso prometerte no decírselo a nadie.
-Prométemelo.
-De acuerdo… Juro que no se lo diré a nadie excepto a la almohada. Y ahora… ¡dímelo, cobarde traidor!
-Lo que más deseo en este mundo es… Vergel Radiante.
-¿En serio? ¿Vergel Radiante?
-¿Qué pasa?
-Pues que ya tiene dueño, ¿recuerdas? Ansem el Sabio.
-Créeme, no dudará mucho más. Xehanort lo dijo.
-¿Qué? ¿Os vais cargar a Ansem?
-Yo… No puedo decir más, lo siento. Él nos está vigilando.
Me di la vuelta. A lo lejos, reconocí unos ojos naranjas. Los ojos de Xehanort.
-¿Pero qué demonios? Isa…
Me di la vuelta. Isa no estaba.
-¡Maldita sea!
Aquí acaba la segunda parte de Nescientes. El año que viene publicaré la tercera.