El ocaso del alba

¿Eres un artista y te gusta dibujar o escribir? Entra aquí y comparte tus dibujos / historias con nosotros.

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Dom Jul 10, 2011 8:21 pm

Respuestas a mis queridos lectores:
Spoiler: Mostrar
Bien, esta es una sección que realizaré cada vez que publique un nuevo capítulo, respondiendo a los comentarios de mis queridos lectores:

- melodia (aunque no estés en el foro, sé que me estás leyendo e.e), Roxas!! y Xion13th:

Por supuesto que me agradan y me gustan los halagos (¿A quién no?) , pero entendereis que valore mucho más los comentarios de Terrbox y Habimaru, principalmente por que me aportan mucho más. Independientemente de ello, creo que exagerais XD!

Ah, y Xion13th, no sé como puedes estar contenta con el argumento cuando, como bien apuntaron Terr y Habi, de momento no se conoce, yo no recuerdo haberte contado mis planes de futuro (¿o si? D:).

- Terrbox (y la primera parte también para Habi):

Tú y Habi habeis criticado la extensión, explicaré el por qué es tan corto el prólogo: básica y sencillamente, porque mi visión de un prólogo es la de un texto corto que dé entrada, en ocasiones de forma misteriosa como era mi intención, a la historia. Al ver vuestras críticas doy por hecho que vuestra concepción de prólogo es similar a la de un capítulo, en ese caso, es simplemente choque de ideas, no hay que hacerle u.u Aunque eso si, reconozco que como carta de presentación es más bien poco extensa, quizás debiera haberme esperado y publicarlo junto con el primer capítulo. De todas formas, espero que no tengais quejas de extensión con el primer capítulo.

Siguiendo con Terr... bueno, sólo has criticado la extensión y... ah, si, la trama, en fin, como tu dices era muy pronto para opinar, espero que te convenza y cautive en los próximos capítulos ;)

- Habimaru:

Primero, pensé que ni tú, ni Zero ni Narrador se pasarían por aquí, así que he de decir que el hecho de que comentaras me sorprendió gratamente.

En cuanto al vocabulario, lo creas o no, es algo que me sale espontáneamente, seguramente fruto de que mis primeras inmersiones en la literaura fueron en la poesía y tarde tiempo en hacer narraciones. De todas formas, si resulta un estorbo para la lectura de la obra o la hace parecer pedante, intentaré rebajar el nivel del léxico en próximos capítulos.

El punto de la extensión ya se lo comenté a Terrbox, y, si tal y cómo dices, para ti el mínimo son 6 páginas en Word, en este caso escribí casi 8, así que espero que no tengas queja xD

En cuanto a la puntuación, si es cierto que tengo problemas con ella (en cambio sé distinguir perfectamente un atributo de un complemento directo, maldita programación de lengua castellana >.<), así que revisé mis antiguos libros de lengua y eché un ojo a wikilengua, así que espero en este capítulo haber mejorado algo en cuanto a ello, pero me temo que será mi asignatura pendiente durante toda la obra u.u

He de agradecerte las correciones en los diálogos, puesto que en los próximos capítulos tendrán una importante participación, espero que en este encuentres menos fallos en ellos (como curiosidad diré que la falta de acentuación en alas puede deberse a que en gallego se escribe "ás", es posible que eso fuera lo que me indujera a ese error ortográfico ya corregido en el presente capítulo).

He decidio seguir tu consejo y al menos durante Julio, que sé que no tendré problemas para poder conectarme a internet, publicaré semanalmente todos los domingos (de hecho, ya he colgado el calendario de publicación de este mes), así, aunque tenga dos capítulos escritos en una semana, podré aplicar las críticas hechas en uno al otro.

Ah, y me han gustado tus líneas finales, creo que una buena crítica constructiva ha de resaltar los aspectos negativos, pero también los positivos, muchas gracias.

Y hasta aquí la sección de hoy, más y mejor en la siguiente publicación e.e


-----------------------------------

Bien, bien, ha sido una dura semana de nervios y morderse las uñas para ustedes, lo sé, lo sé, pero tranquilos, porque ha llegado el día que tanto han ansiado, el día de la publicación del primer capítulo de la obra magnánima de un servidor: "El ocaso del alba". Un capítulo que da resolución al misterio al que nos introducía el prólogo, y que, aunque no aclara todavía el argumento de la historia, si nos orienta hacía él. No les quiero entretener más, simplemente, disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 1 – Los seres alados
Spoiler: Mostrar
“Monstruo”. Esa dura palabra resonó en la cabeza del joven, que se quedara totalmente quieto, paralizado, ante la situación que estaba viviendo. No hacía mucho que se despertara en aquel tétrico callejón sin salida, uno cualquiera de los cientos que hay en la ciudad, con el suelo encharcado por las lluvias de los últimos días, y apenas iluminado por la tenue luz del Sol que penetraba entre los altos edificios, apuntando a aquella misteriosa mujer que se presentara cual fantasma delante de él. Aquella mujer que, sin molestarse si quiera en saludar, había lanzado aquella terrible acusación: “Monstruo”. Pero no era aquello lo que más desconcertaba al joven, sino las dos alas que de la espalda de la mujer surgieran, alzándose majestuosas y bellas, decoradas por un blanco plumaje celestial. Eso, unido a la blanca piel de la joven y a su rubio cabello, le daba la apariencia de un ángel. “¿Un ángel?” Se preguntó el joven. ¿Un ángel venía a castigarlo?, ¿acaso existían los ángeles? Siempre pensó que eran parte de los cuentos que soltaban los curas en la misa matutina de los domingos. Pero, en ese momento, la única explicación más o menos racional que le encontraba al ser que ante él se erguía, era la de que fuese un ángel, un ángel enviado a castigarle. ¿Tendría algo que ver su castigo con la sangre que lo atormentara minutos antes?

Pero algo no cuadraba, a pesar de que le era imposible moverse, debido a la fuerte impresión que le producía la situación, tenía la certeza de que, a su vera, entre las sombras en las cuáles se encontraba, había alguien más. No podía verle, ni oírle, pero de alguna manera, tenía la seguridad de que allí había alguien más, de la misma forma que pudo percibir antes al ángel.
—Ahora, toda la ira y venganza de aquellos que lo perdieron todo por culpa de un monstruo como tú caerá sobre ti. Tu existencia es el mayor error de este universo, y a mi se me ha concedido en este instante la posibilidad de enmendarlo —murmuró mientras elevaba su brazo derecho hacia delante, abriendo la palma de su mano. En ella, comenzó a formarse una esfera de luz radiante que cegó momentáneamente al muchacho.

“¿Qué es esto?” Pensó mientras, una vez recuperado de la parálisis, cubría sus ojos para evitar que la ceguera fuese mayor. “¿Un sueño?, ¿el castigo divino?, ¿el final de mi existencia?, ¿tan corta será mi existencia? Hay tantas cosas que me hubiera gustado hacer…”

—¡Muere, monstruo! —gritó la mujer, a la vez que agarraba la esfera de luz recién formada y la lanzaba con ira contra el muchacho.

“El fin…” Presentía alicaído. “Esto es el fin…” Lágrimas de nuevo volvieron a brotar de sus ojos. Era lo que había estado haciendo toda su vida: llorar, no iba a ser menos en el momento de su muerte.

Escuchó un leve ruido, súbitamente, la luz se extinguió. Abrió los ojos con la idea de encontrarse muerto en algún lugar de ultratumba, pero lo que vio le sobrecogió aún más de lo que ya estaba. Frente a él, dos grandes alas de negro plumaje cual azabache, emergían de la fornida espalda de un hombre de piel morena, con una oscura y corta cabellera. Dedujo inmediatamente que se debía tratar de la persona que había percibido anteriormente, aquella que se encontraba oculta entre las sombras. Pero ahora si que las cosas no le cuadraban: visto lo visto, se hubiera podido imaginar a un extraño ser deforme, de cornamenta y patas de cabra, con cola terminada en una flecha; a un demonio tal y como lo describía la cultura popular. Pero aquel ser no parecía un demonio, sino un ángel, sólo que un ángel de alas negras. “¿Acaso es un ángel caído? Quizás los demonios no tienen por qué ser tal y como se los imaginan los humanos.” Eso fue lo máximo que llegó a razonar en aquel momento. Pero, incluso en ese caso, se sintió tremendamente confuso: ¿por qué un demonio le había salvado la vida?, ¿qué sentido tenía todo eso?

El ser volteó la cara hacía atrás, mostrando sus marrones ojos, y, con una sonrisa burlona, musitó:

—Por poco no lo cuentas, ¿eh, aberración?

¡¿Aberración?! Ahora si que estaba sumido en el más grande de los desconciertos: el ser que acababa de salvarle la vida le denominaba como aberración, ¿qué demonios estaba pasando?

—Si te aferras por salvar al monstruo, morirás tu también, hijo de la oscuridad —afirmó el ángel blanco.

—Menos lobos, lucecita, no puedo permitir que mates a la aberración. Sabes lo importante que es para nosotros; si necesito mancharme las manos para cumplir con tal misión, no dudaré en hacerlo –respondió el ángel de alas negras.

Hecho el intercambio de amenazas, ambos seres extendieron sus brazos hacia delante, lanzando sendos rayos de luz y oscuridad, respectivamente, que chocaron neutralizándose. Acto seguido, el ángel negro avanzó hacía el blanco, levantando su puño, ahora rodeado de un aura de oscuridad, con intención de asestarle un puñetazo al ser de luz.

—Te vuelves muy lento en la luz —dijo la hija de la luz, al observar que el hijo de la oscuridad se internara en su territorio. En ese mismo instante desapareció para reaparecer poco después detrás del ángel de alas negras.

—Y tú muy lenta en la oscuridad —rebatió el hijo de la oscuridad, señalando el lugar en el que reapareciera el ángel, entre las sombras del callejón. Antes de que esta pudiera reaccionar, lanzó su puño contra su cara, mandándola contra el muro que se encontraba al fondo del callejón—. Veamos cómo gimen los seres de luz cuando se les arranca un ala —mencionó con simiesca sonrisa el ángel de alas oscuras, al mismo tiempo que agarraba el ala izquierda del ángel de alas blancas y lo arrancaba al aplicarle una especie de corriente de oscuridad que se propagó por el ala cuál electricidad que se propaga por el agua.

La mujer gritó dolorida, fue un grito agudo y escalofriante que perfectamente se pudo haber oído en toda la ciudad. Ese mismo grito hizo despertar al muchacho, que se encontraba totalmente petrificado de nuevo, observando la batalla entre los seres alados. Instantáneamente se levantó y corrió hacia afuera del callejón.
—¿A dónde vas? —le reprochó el ser oscuro preocupado. Tiró a un lado el ala blanca que sostenía entre sus manos, y se dispuso a perseguir y dar caza al muchacho.

—¡Hijo de puta! —le cortó furiosa el ángel blanco, ahora uni-alado, que se levantara dolorida, tapándose la herida que su contrincante le había provocado.

El ángel de alas negras se giró inmediatamente con la intención de responder a tal insulto. Mas no pudo, no tuvo tiempo para hacerlo, se había desplazado lo suficiente como para caer en el territorio de los seres de la luz, como para estar bajo esta, y en ese ambiente el ángel de alas blancas resultó ser mucho más rápida, penetrando el corazón del ser de la oscuridad con un fulgurante rayo de luz. El ser cayó de rodillas, escupiendo sangre por la boca, realizó sus últimas exhalaciones, y se desplomó, inerte, ante la maléfica sonrisa de su verdugo.



El muchacho había corrido lo suficientemente lejos como para sentirse seguro y protegido de aquellos extraordinarios seres. Todavía se sentía muy confuso. Se encontraba en una avenida poco transitada, de hecho, en esos instantes, él era el único peatón. Se sentó en el primer banco que encontró e intento tranquilizarse un poco, todavía tenía sus dudas acerca de la realidad de todo lo que acababa de vivir, por lo que cerró los ojos con la esperanza de que al abrirlos se encontrara somnoliento en su cama, con la certeza de que todo estaba como siempre. Nada ocurrió, abrió los ojos y vio de nuevo aquella avenida que se encontraba a unas cuántas manzanas de aquel callejón en el que despertara. Pero el recuerdo de su habitación le hizo ver que en ese instante lo mejor que podía hacer era volver a su casa.

Anduvo a paso ligero por calles poco transitadas procurando no tener que encontrarse con nadie, la soledad era la única compañera que necesitaba en esos instantes. Pudo haber usado el canal de callejones que conectaban todo el centro de la ciudad, pero había desarrollado un auténtico pavor por esos sitios, realmente creía que jamás podría volver a pisar uno. A pesar de encontrarse desorientado en cuanto a la concepción del tiempo, el Sol resplandeciente en lo alto del cielo indicaba que debía ser mediodía. Las calles, más vacías de lo habitual, incluso las grandes avenidas a las cuáles se asomó por curiosidad, confirmaban este hecho A pesar de no ser una ciudad grande, era una ciudad muy severa y rígida en cuanto a los horarios, ya que prácticamente todos sus habitantes trabajaban en la gran central nuclear de las afueras. Estos podían volver al mediodía a sus casas para comer, antes de comenzar el turno de tarde; teniendo en cuenta que los centros escolares e institutos de la zona tenían, prácticamente en su totalidad, únicamente horario de mañana, era entendible el vacío de las calles.

No tardó demasiado en llegar a su casa, situada cerca del centro de la ciudad, en una urbanización de adosados. Tuvo la suerte de no encontrarse con ningún vecino, pero cuando se disponía a abrir la puerta recordó que quizás su abuelo se encontrara en casa, esperándolo para comer. Dudo durante unos instantes en si entrar o no, pero finalmente se dio cuenta de que no tenía otro lugar al que ir. Entró con sigilo y llamó a su abuelo alzando la voz. Nadie contesto, esto produjo en él una mezcla de alivio y preocupación: era extraño que su abuelo no estuviera en casa a la hora de comer. Colgado en el salón que hacía también de vestíbulo, se encontraba aquel reloj de pared de colores tan llamativos: las 16:00 marcaba. Imaginó que posiblemente su abuelo estuviera en algún recoveco de la ciudad buscándolo preocupado al ver su tardanza, pues él siempre llegaba a casa sobre las 14:00.

Finalmente, una vez aclarado aquel pequeño misterio, se dispuso a cerrar la puerta, y, tras hacerlo, el pomo de la puerta adquirió un rojizo color. Asustado, volvió a observar las palmas de sus manos; esto le hizo recordar los sentimientos tormentosos que pulularon por su mente durante los momentos anteriores a la aparición de los seres alados.

—Tranquilízate, tranquilízate —se dijo a si mismo en un intento de conservar la calma—. Hay mil razones que pueden explicar esto, por el momento, sólo olvídalo.

Se dirigió al baño y lavó cuidadosamente manos y cara hasta que desapareció el último rastro de sangre. Como su ropa también estaba manchada por distintos lugares, la echó a lavar y puso la lavadora con presteza, confiaba en que pudiera eliminar aquellas manchas antes de que su abuelo regresara. Aprovechando la situación, decidió darse una ducha con el fin de despejarse definitivamente. Continuando con su aseo personal, se dispuso frente al espejo para secar y peinar, en la medida de lo que podía, sus rebeldes, aunque cortos, rizos pelirrojos. Odiaba aquel color de pelo, era un odio provocado por las constantes burlas hacia él con motivo de su inusual cabellera. Por aquel lugar era muy extraño encontrarse con una persona pelirroja, en esa ciudad tan sólo él y su amiga Sandra portaban tal color, quizás por eso eran amigos. Los pelirrojos eran más abundantes en el norte, de hecho, él mismo había nacido en el norte. Ahora que lo pensaba, nunca le preguntara a su amiga de dónde procedía, quizás también fuera una compatriota. Mirándose al espejo, percibió sus desanimados ojos verdes. “Siempre andas con la mirada triste.” Le decían sus amigos Sandra y Carlos, los únicos que tenía. Él los envidiaba, porque a pesar de no tener unas vidas ni mucho menos más felices que la suya (Sandra vivía con un padre alcohólico y Carlos no tenía ningún familiar vivo), siempre se les veía con una sonrisa en la cara y con los ojos llenos de vida. Los suyos en cambio no parecían reflejar el mínimo resto de esta, cualquiera que mirara a sus ojos dudaría de que él estuviera realmente vivo. “Soy un chico triste sin esperanza ni determinación.” Pensó alicaído mientras observaba aquellos tristes ojos. Salió del baño con la toalla atada a la cintura, subió las escaleras del dúplex y entró a su desordenada habitación. Allí, se puso una ropa más cómoda para estar en casa y se recostó un rato sobre su cama. Inmediatamente un nubarrón de preguntas inundó su cabeza: ¿qué eran aquellos seres?, ¿qué querían de él?, ¿por qué uno intentó matarlo y el otro protegerlo?, ¿qué sentido tenía todo aquello?

Intentando evadirse de los acontecimientos ocurridos durante el día, bajó al salón y encendió la tele, esperando que algún gracioso monigote animado le alegrara la tarde. Falsas esperanzas las suyas: la misma basura de siempre, monigotes, si, de eso no había duda, había monigotes en la tele; pero eran monigotes que daban espectaculares clases de civismo discutiendo entre ellos sobre apasionantes temas como con quién se había casado menganita, o si fulanito le puso los cuernos a fulanita. Viendo que la situación se repetía en todos los canales, apagó la televisión, frustrado. Entonces la recordó, la gran biblioteca que su abuelo tenía en el ático. Sin pensárselo dos veces, subió la escalera de caracol que conducía al lugar; allí se encontró con la gran variedad de libros que en sus estanterías guardaba aquella espléndida estancia, la cual anhelaría poseer cualquier buen amante del conocimiento y la literatura. Él raramente pisaba aquel lugar, única y exclusivamente buscando información para trabajos del instituto, o para paliar el aburrimiento con algún buen libro de fantasía y aventuras. Su abuelo, en cambio, podía tirarse horas y horas en aquel lugar. Sentado en el amable sillón, dispuesto estratégicamente al lado de la chimenea, que se encontraba al fondo de la sala, le había visto devorar y devorar libros, enciclopedias y todo aquel material de lectura que se encontrara en la estancia. Como si de un buen bibliotecario entregado con pasión a su trabajo se tratase, había ordenado y clasificado meticulosamente cada uno de los libros que en la estancia se encontraban, ordenándolos por temática principalmente. El muchacho se dirigió sin vacilar a la estantería adornada con un cartel que indicaba que en ella se encontraban libros acerca de la religión. Allí había libros y libros sobre distintas religiones de todas las partes del mundo, la Biblia o el Corán entre ellos. Debido a lo bien ordenados que se encontraban, le fue fácil hallar rápidamente lo que buscaba: libros sobre demonología y angelología. Cargado con ellos, rechazó la invitación del amable sillón, y bajó al salón, lugar en el que se sentía mucho más cómodo para buscar respuestas a sus preguntas.

Tumbado en el cómodo sofá, aprovisionado de patatas fritas y bollería industrial para saciar el hambre, pasó la práctica totalidad de la tarde leyendo aquellos libros, buscando en ellos alguna pista que le ayudara a comprender mejor la naturaleza de aquellos seres alados que le sorprendieran en aquel amargo despertar, al igual que a conocer sus objetivos. Su investigación dio pocos frutos, aunque el primer ser en aparecer tenía el aspecto de un ángel, sus rasgos femeninos hacían dudar al muchacho, pues a pesar de la constante contradicción entre unos libros y otros, la opinión general era que los ángeles eran seres sin sexo definido. Sobre seres de alas negras no encontró prácticamente nada, los demonios eran descritos como seres mitad animal, mitad hombre, y en caso de poseer alas, estas se asemejaban a las de un murciélago. Lo único parecido al ser de alas negras era el antiguo ángel Luzbel, que posteriormente se alejaría de Dios para convertirse en Satán, es decir, un ángel caído. Sobre los posibles objetivos de aquellos seres, descubrió que una de las misiones de los ángeles era ejecutar el juicio de Dios. “¡¿El juicio de Dios?!” Se preguntó sobresaltado. ¿Qué atentado hiciera él contra Dios como para que uno de sus supuestos ángeles hubiera intentado matarle? De nuevo la sangre con la que se encontrara al despertar volvió a fluirle por el río de sus pensamientos, a hacerle caer de nuevo en aquellas imaginaciones de las que sólo tenía como prueba aquella sangre que quitara de su piel y ropa unas horas antes.

—¡Otra vez no! —se dijo a si mismo—. ¡Tranquilízate joder!

Decidió encender de nuevo la televisión en busca de una distracción. Confiaba en que los monigotes con los que se encontrara anteriormente ya hubieran terminado con su bochornoso espectáculo. Eran las 21:00, así que lo lógico era que estuvieran echando el informativo local. Rápidamente se arrepintió por completo de haber encendido aquel aparato.

—Una tragedia se cierne hoy sobre nuestra ciudad —narraba con voz melancólica la presentadora— los cuerpos de tres jóvenes han sido encontrados mutilados y con los órganos internos desgarrados, en lo que parece haber sido una matanza sin sentido, realizada por algún tipo de psicópata. La identificación de los cuerpos ya ha sido realizada por la policía científica, y las familias de los jóvenes ya han recibido las condolencias del alcalde, quien ha abandonado su campaña electoral para pedir a todos los ciudadanos que vigilen a sus hijos, y prometerles que el autor de tan espantoso crimen será capturado lo más pronto posible. El entierro de los tres jóvenes se realizará en el cementerio de la ciudad pasado mañana.

El muchacho no se lo podía creer, mientras la presentadora hablaba, las fotos de los tres chicos eran mostradas, y los ojos de cada uno de ellos se le clavaban en el cerebro, de tal forma que pensó que la cabeza le iba a estallar. Reconocía perfectamente aquellos rostros, eran chicos de su instituto, precisamente los principales responsables de su baja autoestima y de su miedo diario a pisar la escuela. Ellos le habían maltratado física y psíquicamente desde hacía años. Desde que conoció a Carlos los abusos habían decrecido, y sólo se producían cuando le encontraban sólo, pero eran mucho más brutales que antes. Les odiaba, era cierto que les odiaba, pero, ¿acaso les odiaba tanto como para desear su muerte?, ¿acaso su odio era tan fuerte como para haberles matado? Repentinamente, desde lo profundo de sus recuerdos, las memorias perdidas del día se presentaron como un flash-back ante sus ojos.

Como cualquier otro día de clase, se levantara temprano, desayunara su tazón de leche habitual con su bollería de chocolate, cogiera sus cosas, se despidiera de su abuelo y emprendiera su paseo matinal hacia el instituto. Se reuniría con Carlos y Sandra en la esquina en frente a la estación de autobuses, por ser un punto intermedio para los tres, antes de continuar con su trayecto. Pero antes de llegar a aquella esquina, una mano le agarrara de la capucha de la sudadera violeta que llevaba puesta aquel día, arrastrándole violentamente al interior de un callejón, y tirándolo al suelo con poca delicadeza.

—¿A dónde cree que vas, zanahoria? —preguntara burlonamente el cabecilla del grupo que le atormentaba casi siempre, un gordo chico rapado de maldad equivalente a su gran peso.

—Tu amiguito te salvó el otro día y nos dio una buena tunda, dejándonos quedar muy mal —comentara a su derecha otro chaval, de pelo pincho y pendiente de oro en la oreja izquierda.

—Por lo tanto, tú las pagarás hoy todas juntas —dijera con una maquiavélica sonrisa el que se encontraba a la izquierda del cabecilla, un tipo de abundante melena, que tapaba hasta sus ojos, y vestimenta metalera.

—¿Algo que objetar, zanahoria? —Preguntara irónicamente el líder.

Entonces, recordaba haberse levantado del suelo con lágrimas en los ojos y furia en el corazón, harto de ser siempre víctima de aquellos payasos.

—¡Estoy harto! ¡Os odio! Os odio con toda mi alma, con todo mi corazón. En verdad… ¡En verdad que os odio! Ojala… Ojala estuvierais los tres muertos, ojala sufrierais la peor de las muertes posibles, que todo mi dolor se vertiera sobre vosotros. Y ni aún así creo que pudierais compensarme.

Después, lo último que recordaba era al líder agarrándolo por la sudadera y elevando su puño contra él, airado. Luego, todo era oscuridad, una inmensa y profunda oscuridad parecía haberle tragado desde aquel momento hasta cuando despertó ensangrentado, tiempo después, en un callejón distinto a aquel donde le amenazaran.

Su mente no lo soportó más, aquella noticia y los recuerdos que acababa de recuperar le confirmaron las horribles sospechas de cuando despertara: en efecto él había matado a alguien, él había segado la vida de esos tres muchachos. De nuevo, los acontecimientos de aquella noche trágica de hacía diez años se unieron al desbordante remolino de perturbación y al creciente sentimiento de culpabilidad. Quizás él también hubiera matado a sus padres, no sabía cómo ni por qué, pero la situación era idéntica: en ambas ocasiones despertara amnésico y cubierto de sangre, y en ambas situaciones alguien acabara muerto. Ahora que tenía la certeza de que él matara a esos chicos, también tuvo la certeza de que él matara a sus padres. No siendo quién de resistir el constante embestir de su conciencia, culpándolo y acusándolo de tales crímenes, se dirigió al gimnasio de su abuelo, situado en el sótano de la casa. Bajó las viejas escaleras, más bien movido por algún tipo de fuerza externa a si mismo que por su propia voluntad, y observó con mueca siniestra la colección de espadas de artes marciales que allí se encontraba.

*****


Caminaba de forma altiva, denotando su alto rango, aunque él nunca presumiera de su posición, mostrando elevadas con orgullo sus blancas alas, dejando su huella de luz sobre la árida superficie. Dirigía sus azules pupilas a diestra y a siniestra; el árido paisaje le deprimía, le había estado deprimiendo desde que llegaran a aquel solitario lugar. Inconscientemente, recordó su lugar de nacimiento, recordó el viento que anteriormente azotara su larga melena rubia (hoy recogida en una extensa coleta), recordó las verdes praderas y altas montañas que lo vieran crecer, aquellos lugares en los cuales se entrenara para convertirse en lo que hoy era. La nostalgia le invadió momentáneamente, hasta que recordó la razón por la que estaba allí. Saludó a los guardias que custodiaban a su superior y se dirigió al interior de la estancia iluminada con el objetivo de informarle:

—Mi Supremo Señor…

—¿Cuántas veces he de decirte que no me llames así?¿Acaso ya no somos hermanos, Rafael? —le cortó súbitamente el fornido hombre que ante él se encontraba, sentado en un radiante trono.

—Tienes razón hermano, discúlpame, ya conoces mi gusto por las formalidades —respondió Rafael.

—Desde que éramos niños… Pero no nos entretengamos con banalidades, dime, ¿Qué noticias me traes?

—Pahaliah se ha puesto en contacto con nosotros, afirma haber encontrado al sujeto α —informó Rafael a su superior.

—¿Ha encontrado al sujeto α y no lo ha destruido? —Preguntó airado el Señor Supremo.

—Afirma haberlo intentado, pero me temo que nosotros no somos los únicos que hemos localizado al monstruo. —le hizo saber Rafael.

—¿Te refieres a qué ellos también…? —quiso saber, preocupado, su hermano.

—Si. De hecho Pahaliah afirma haber tenido que quitarle la vida a uno de ellos para evitar comprometer la misión —le afirmó Rafael.

—¿Eres consciente de lo que esto significa, no? —preguntó el Señor Supremo con un tono de pesadumbre, aún sabiendo cual sería la respuesta.

Rafael cerró los ojos, rememorando internamente el pasado. Claro que era consciente de lo qué significaba: la muerte y el dolor caerían de nuevo sobre su raza, pero era algo contra lo que no podía luchar, era el destino.

—Si, lo soy —pronunció alicaído Rafael.

—Entonces lleva las siguientes órdenes a todos los soldados encomendados a esta misión: “Procuren moverse sólo durante las horas diurnas, eviten las sombras lo máximo posible y… —el Señor Supremo hizo una pequeña pausa antes de proseguir, como si estuviera masticando adecuadamente las palabras antes de escupirlas—, si se encuentran con algún hijo de la oscuridad; tienen permiso para matarlo."

—Comprendo —asintió desanimado Rafael. De pronto, recordó la petición de Pahaliah—. Hermano, casi lo olvido, Pahaliah afirma haber perdido un ala y pide la asistencia de algún sanador que pueda reponérsela.

—¡Oh! Por supuesto, ordénale que no se mueva del lugar en el que se encuentra, yo y Mahasiah nos dirigiremos hacia sus coordenadas —respondió el Señor Supremo.

—¿Tú, hermano?¿Tú mismo te dirigirás al campo de batalla? —preguntó Rafael preocupado.

—Es necesario que evalúe por mi propia cuenta la situación —dicho esto, se levantó del trono en el que se aposentaba y, tras despedirse de Rafael, se dirigió hacia la salida de la estancia, allí se paró y giró la cabeza—. Además —dijo—, hay un viejo amigo al que deseo saludar.


¿Qué? ¿Te sabe a poco? ¿Quieres saber más sobre esta intrépida historia? Entonces sé un buen chico y portate bien hasta la publicación de: "El ocaso del alba": Capítulo 2 - Viejos amigos

-----------------------------------

Por último informarles de que he colgado el calendario de publicación del presente mes de Julio, y que prometo que este se cumplirá a rajatabla. También se está trabajando en ir colgando, durante los próximos capítulos, en el post principal, la descripción de los principales personajes según estos vayan apareciendo, y posiblemente vengan acompañados de dibujos originales echos por una amable artista que, siendo apuntada con una pistola en la frente, se ofreció a realizarlos.

Además, si se subscriben a la historia recibirán en su e-mail, el mismo día de la publicación, el capítulo correspondiente junto con un pin con el logo de la historia (?) (Logo que por cierto si algún amable user que entienda de grafix se anima a hacer será agradecido con platines).

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

Atentamente: King Mickey
Última edición por Mickael el Mié Jul 13, 2011 3:30 am, editado 3 veces en total
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor Riku-Heartless » Dom Jul 10, 2011 11:54 pm

OMG! o_O
ni yo supero tu imaginacion...ni tu escritura....en fin, conforme a mi opinion, me habian recomendado este fic ( de todos modos, si no pues ya lo lei xD) y pues me he quedado con una gran impresion, quiero mas xD
Imagen
...Go with me...

Imagen<-------->Imagen

....eh grax Mel por la firma~....
Spoiler: Mostrar
Imagen

otra firma... =O
Spoiler: Mostrar
Imagen
Avatar de Usuario
Riku-Heartless
3. Opera Amarilla
3. Opera Amarilla
 
Mensajes: 71
Registrado: Jue May 12, 2011 6:21 pm
Dinero: 776.82
Ubicación: en tus sueños mas obscuros e_e
Sexo: Femenino
Karma: 0

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Mar Jul 19, 2011 12:16 am

Antes de nada, mis disculpas por el retraso en la publicación, podría dar la disculpa de que estuve todo el fin de semana fuera por un imprevisto, pero lo cierto es que aún terminé hoy de revisar el capítulo, así que no valen excusas, mis disculpas.

Respuestas a mis queridos lectores:
Spoiler: Mostrar
Vaya bajón, de 5 lectores a 2 ._. enfin, espero que el hecho de publicar en otros lugares lo compense.

- Riku-Heartless: Ya lo he dicho, me gustan los halagos, pero no me aportan gran cosa. Así que simplemente te daré las gracias y espero que disfrutes del capítulo de hoy ^^

- Habimaru: Si, vale, no hay ningún comentario de él en el tema, pero eso es porque yo practicamente le obligo personalmente a que me haga las críticas por e-mail. Muchas gracias por los fallos señalados en el anterior capítulo, espero haberlos solventado en este. De nuevo gracias por darme aquella oportunidad en la revista.

Por hoy nada más, espero que la siguiente sección no sea sólo para agradecer a Habi sus críticas e.e


-----------------------------------

Tú que estás al otro lado de la pantalla (¿Hay alguien, no?), que has estado esperando como agua de Mayo el capítulo de hoy, que has sido quien de perdonarme mi retraso. A ti te doy las gracias por ello y te presento el capítulo de hoy. Un capítulo que nos sumerge más en el argumento de la historia, ya casi a punto de resolverse totalmente, y que también apunta hacia los eventos que sucederán en el futuro. No les quiero entretener más, simplemente, disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 2 - Viejos amigos
Spoiler: Mostrar
A paso lento, agarrándose con la mano derecha el vientre todavía dolorido, dejaba a merced de algún vaivén provocado por el viento su larga barba blanca, que, junto con aquella despeinada cabellera digna de un genio, sus antiguos anteojos, su peculiar sombrero y su característico traje, ahora rasgado por la zona dolorida y la espalda, le daban un extravagante aspecto, muy comentado por su vecindad.

Aunque era un hombre ya mayor, muchos le señalaban una cualidad física impropia para su edad. Pero quien lo observara en aquellos momentos dudaría de que fuese el mismo hombre alegre y divertido que saludaba todas las mañanas al vecindario entero con una sonrisa. No, el hombre que prácticamente se arrastraba por aquella vacía avenida mostraba en su rostro una aterradora seriedad, consciente de lo que estaba por venir.

Repentinamente, sintió una presencia a sus espaldas, y se giró a tiempo para parar, con la mano que tenía libre, el puñetazo dirigido directamente a su cara, agarrando el puño de su agresor. El ser que le atacó le observó fijamente, desafiándolo; el anciano respondió con otra mirada igual de desafiante. Ambos contrincantes saltaron con sorprendente rapidez y agilidad hacia lados opuestos. Bajo la luz del ocaso, volvieron a dirigirse miradas furtivas. El anciano musitó:

—Alas blancas, complexión fuerte, rubia barba descuidada, una corta melena recogida en una pequeña cola de caballo, los blancos ropajes reales y la mirada altiva de un soberano. Pero en tu rostro se observa el paso del tiempo. Así que finalmente me has encontrado, Miguel —pronunció con excesiva tranquilidad el anciano. Justo después, de su espalda, por las roturas del traje, emergieron dos majestuosas alas de plumaje blanco, aunque desgastado por el tiempo.

Miguel no respondió a las deducciones de su interlocutor, solamente mostró una sonrisa burlona y se abalanzó sobre su rival. Rápidamente fue quien de ponerse frente a frente con él y se dedicó a lanzar sus puños, cargados de un aura de luz, contra su contrincante a una velocidad inverosímil. El anciano no se quedó atrás, y supo detener con igual rapidez cada uno de los golpes lanzados por su adversario, siendo capaz de pararlos sólo con una mano, mientras que con la otra se sujetaba su aún dolorido vientre.

Miguel enfureció al ser incapaz de quebrar la perfecta defensa del anciano. Echándose hacia atrás, desenvaino la espada que portaba en su cintura, una espada distinta a cualquiera que usaran los humanos. Únicamente era similar a estas en el pomo, pues no se podría distinguir el material del que estaba hecho su filo, ya que este irradiaba una deslumbrante luz. Así pues, dirigió la espada hacia su contrario en un desesperado intento por lograr la victoria.

Pero ni por esas el anciano flaqueó, siendo capaz de agarrar el filo de la espada y detener la trayectoria de esta. Con un rápido giro de muñeca desarmó a su rival, y con otro veloz giro de cintura lo envió al suelo al propinarle una acertada patada en el rostro. Agarrando la espada por su pomo, se acercó a su contrincante y le colocó la punta de esta en el pecho.

—Quince años después sigues sin ser quién de derrotarme Miguel. ¿Dónde está tu orgullo de Señor Supremo? —le achacó el anciano.

Miguel se quedó unos segundos en silencio, ofendido por su derrota. Finalmente en su cara se pintó una sonrisa que precedió a una soberana carcajada.

—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Realmente increíble, verdaderamente asombroso! Aún herido, eres capaz de ser tan ágil y diestro en la lucha. Ni siquiera todo mi entrenamiento de estos últimos años ha servido para vencerte. Nunca dejarás de sorprenderme Alem. Supongo que por algo fuiste mi maestro.

—De verdad que me encantaría recordar viejos tiempos Miguel —dijo con pesadez el anciano—. Pero me temo que el hecho de que estés aquí no son buenas noticias para mí.

—Te lo prometí, maestro —afirmó sonriente Miguel—. Hace 10 años te prometí que volvería. Han sido duros años de búsqueda, fuiste muy inteligente al cambiar tus coordenadas y sellar tu aura para dificultarnos la labor. Pero tu vientre dolorido es prueba de que la bestia ha despertado. Lo que una vez comenzó, debe terminar.

Alem le observó con profundo desprecio.

—Debería matarte aquí mismo —susurró, acercando peligrosamente la espada al pecho de Miguel.

—Sabes perfectamente que no puedes —le informó con tono burlesco el Señor Supremo.

—Quizás no pueda matarte, pero si que puedo detenerte —le corrigió, borrándole su burlona sonrisa.

—¡¿Qué te creías?! —estalló Miguel enfurecido—. ¿Que podrías ocultarlo por siempre de nosotros y de ellos? ¿Que podrías criar y cuidar de ese monstruo por siempre? ¿Darle una vida normal? Despierta Alem, sabes la importancia que tiene en este conflicto, tarde o temprano esto acabaría sucediendo. Estos son los riesgos a los que te has expuesto por empeñarte en salvar a tal engendro.

—¡No hables así de tu sobrino! —le respondió Alem airado. A la vez, hundía la espada de luz en el pecho de Miguel, pero este parecía no sentirlo.

—Tal aberración nunca será de mi misma sangre —contestó rotundamente este—. Toda su familia o está muerta o ya ha renegado de él, ¿porque tú te empeñas en salvarlo? Sabes que es lo que habita en su interior, sabes que ha despertado, sabes porque perdimos nuestro hogar, porque Edén fue destruido, la tremenda suerte que tenemos de que nuestra raza no esté extinguida, el peligro que corremos con esa bestia suelta.

>>Sabes todo eso, ¿y aún así sigues queriendo protegerle? —Miguel esperó a que la impasible mirada de Alem mostrara algún signo de debilidad, de sumisión, pero no fue así, el anciano no cedió—. ¿Acaso ya has olvidado a Lamec?

Los ojos del anciano se abrieron exageradamente cuando Miguel nombró al único hijo que tuvo, y luego se cerraron rememorando como lo perdió. Quiso echarse a llorar, darle la razón a su antiguo pupilo, pero no podía hacerlo, aún le quedaba una misión por cumplir en la vida. “El pasado debe enterrarse para no causar más dolor del necesario”. Reflexionó.

—Les hice una promesa a sus padres, una promesa que cumpliré hasta que exhale el último de mis alientos —le hizo saber a su antiguo alumno, clavando su mirada en sus ojos de la misma manera que clavaba la espada en su pecho.

—¿De que sirve mantenerle una promesa a dos muertos? —replicó Miguel. Después, aprovechando un descuido de Alem, logró rápidamente levantarse y alejarse unos metros de él, con la espada todavía clavada en su pecho—. ¡Por mantener una promesa a dos muertos condenarás a toda tu raza! —exclamó mientras se extraía la espada y la volvía a envainar. Misteriosamente, tras la extracción de la espada, en su pecho no pareció quedar cicatriz ni herida alguna—. Lo sabes, ¿no, maestro? Eres considerado un traidor entre los nuestros.

>> Igual que a ti aún te duele esa herida, yo aún tengo una espina clavada por esta —señaló su ala derecha, la cual estaba cortada por la mitad—. Te dejé escapar hace diez años porque me salvaste la vida, pero eso no significa que te haya perdonado tu traición. —dijo amenazante antes de desaparecer instantáneamente de la escena, como si su cuerpo no fuera material, como si viajara a una velocidad anormal, confundido entre los rayos anaranjados del ocaso.

Alem se quedó un rato parado, quieto en el lugar en el cuál terminara de charlar con Miguel. Después de un rato pensativo, volvió en si, replegó sus alas, que se ocultaron en el interior de su espalda, y siguió con su lento avance hacia su hogar, sin dejar de sujetarse la zona dolorida. “Tal como hace diez años.” Pensó. “La historia tiende a repetirse.” En su cabeza renacieron viejas memorias.

La situación era idéntica, sin ninguna duda, el recuerdo de verse frente a frente con aquel ser sin forma definida, con aquella aglutinación de energía oscura del tamaño de un edificio, se le quedó grabado para el resto de la eternidad. Hoy de nuevo tuviera que medirse a esa bestia, y de nuevo sintiera esa sensación de poderío, de miedo, de estarse enfrentando a un dios.

Milagrosamente, en ambas ocasiones saliera vivo. Pero de nuevo no pudo salvar otras vidas, si en el pasado fueron las decenas de personas que sufrieron la mala suerte de encontrarse con la bestia, en esta ocasión fueran aquellos tres chicos. De nuevo llegara tarde, de nuevo se hizo evidente que la naturaleza de ese ser le instaba a destruir.
Aquella vez se quedara paralizado, hoy, a pesar de estar preparado, no pudo evitar sentir un cierto temblor en sus piernas al principio del enfrentamiento. Esta vez tuviera que hacerlo él sólo, aquella vez tuviera ayuda…

—Así que lo encontraste maestro —le sorprendiera en aquella ocasión la voz de un joven Miguel a sus espaldas, sacándolo de su parálisis.

—¿Qué… qué haces aquí? —tartamudeara el anciano ante su sorpresa.

—Hace tiempo que te seguimos Alem, teniendo cuidado de no expandir demasiado nuestras auras para que no fueras consciente de nuestra presencia —le respondió—. Y veo que hicimos lo correcto. Realmente luce terrorífico, ¿no te parece? —comentó impasible Miguel al observar los penetrantes ojos rojos de la bestia—. Mira todo el caos que ha creado, todas las vidas que ha segado —dijo al ver las decenas de cuerpos desfigurados y mutilados que decoraban el entorno—. ¿Sabes cómo derrotarlo? —quiso saber.

—Si, pero necesitaré vuestra ayuda. Sé que es una tarea complicada, pero si sois quiénes de detenerlo el tiempo suficiente, podremos vencerle —respondió Alem esperanzado.

—Mis hombres fueron entrenados para esta misión, se dejarán la vida en ella si es necesario —alardeó orgulloso Miguel. Levantando una mano, hizo una señal a los cuatro hombres que a sus espaldas esperaban expectantes sus órdenes. Tras recibirlas, desenvainaron sus espadas de luz y agitaron sus alas, emprendiendo el vuelo para detener a la bestia.

Alem juntó sus manos y luego las separó dejando unos centímetros de separación entre ambas. Una bola de luz se empezó a formar en el espacio que ambas delimitaban. En el aire, los guerreros se esmeraban en ganar tiempo, cortando los tentáculos de oscuridad que del monstruo emergían, lanzando rayos y esferas de luz contra él.

Sin embargo, daba la impresión de que, a pesar de todo su esfuerzo, no obtenían resultados, los ataques de luz apenas parecían hacerle daño y los tentáculos seguían emergiendo, como si aquella bestia fuera una fuente inagotable de energía oscura. Aquellos soldados se podían considerar la élite dentro de su raza, pero incluso la élite tiene sus limitaciones. Pronto el cansancio empezó a hacer mella y los ataques de la bestia se volvieron más agresivos. No desistieron, aunque con menor energía que al comienzo, siguieron impasibles, en su afán de entretener al monstruo.

No obstante, el curso del combate cambió cuando el más joven e inexperto de ellos se atrevió a mirar fijamente a aquellos dos focos rojos, a mirarle a los ojos a la destrucción misma, y él, que era un soldado de élite, experimentó la misma parálisis que Alem cuando se encontró con la bestia. Esta no desaprovechó la ocasión, y lo atravesó por el vientre con uno de sus tentáculos.

El soldado profirió un agudo grito, el dolor que sentía era similar al que sufriría si sus órganos internos fueran quemados por las mismas llamas del Sol. El ser de ojos rojos se dedicó entonces con sádica devoción a arrancarle las alas, como un niño que acaba de atrapar a una mosca entre sus manos y se divierte a costa de su sufrimiento.

Alem observó la macabra escena con los ojos desorbitados. Miguel, impasible, le dirigió una severa mirada para que siguiera con su trabajo, y el anciano decidió no dejar que el sacrificio del soldado fuera en vano. Distinta a la reacción de su Señor Supremo, el resto de soldados enfureció al observar la horrible muerte de su compañero, y, guiados por el odio, se abalanzaron, espadas en alto y grito en la garganta, contra el monstruo.

Su destino no fue demasiado diferente: la élite del ejército de Miguel acabó transformándose en unos inertes cuerpos desmembrados, mutilados, desgarrados… Uno a uno los guerreros fueron convirtiéndose en juguetes a merced del sádico ser, que parecía divertirse con tal ocupación. Muertos todos sus guerreros, el Señor Supremo descruzó los brazos, desenvainando su espada de luz.

—¿Te queda mucho? —le preguntó a Alem sin quitar la mirada de la bestia.

—Sólo un poco más —respondió el anciano, que se esforzaba en hacer cada vez más grande la esfera de luz que se formaba entre sus manos, ahora separadas prácticamente por metros.

Miguel asintió y, blandiendo su espada, elevó el vuelo con la misión de evitar que las muertes de sus subordinados no fueran en vano.

—Realmente luces de forma aterradora —le dijo a la bestia alzando la voz—. Pero mi nombre es Miguel, Señor Supremo de los Butzinas. Es mi deber como soberano tomar las decisiones adecuadas para el bienestar de mi raza. Tú representas la mayor amenaza en años para nuestra supervivencia, por lo tanto, la decisión que he tomado es que debes desaparecer de la faz de este universo —afirmó desafiante.

Como si hubiera entendido las palabras amenazadoras de Miguel, la bestia entornó sus ojos rojos y lanzó sus tentáculos con furia contra él. Al no contar con ayuda, el Ser Supremo de los Butzinas se las ingenió para poder ganar tiempo. Viendo que, por más que cortara tentáculos, estos seguían emergiendo y ello sólo contribuía a acelerar su cansancio físico, levantó una barrera esférica de luz a su alrededor, que resistió los constantes ataques del monstruo. Sin embargo, era tal el poder de la bestia, que tras unos cuantos golpes, logró derribar el escudo de luz, partiendo el ala derecha de Miguel, que, desestabilizado, se precipitó contra el suelo.

A pesar del dolor, se levantó rápidamente con intención de reemprender el vuelo y devolverle el golpe. Mas no pudo, se quedó congelado ante la visión que tenía delante: los tentáculos de oscuridad se arremolinaban unos con otros, pareciendo formar una gigantesca garra, una garra que se dirigía hacia él. “No puedo morir aquí.” Pensó. “No pienso morir aquí.” Esgrimiendo su espada, hizo señales a la bestia de que estaba preparado para proseguir con el combate. Esta, aceptando su desafío, alzó la garra de oscuridad con el propósito de aplastar a Miguel.

—¡Listo! —Se oyó gritar a Alem.

El monstruo puso sus enormes ojos rojos entonces en la enorme esfera de luz que el anciano creara, e, intentando detenerle, lanzó su enorme garra hacía él. Alem profirió un grito de dolor cuando la bestia desgarro con excesiva facilidad su vientre, dejando al descubierto sus órganos internos, pero ya era tarde, la bola de luz había sido lanzada contra ella y nada pudo evitar la colisión. La garra de oscuridad fue deshecha por la luz, y la energía oscura que formaba su cuerpo fue apagándose poco a poco. Todo fue iluminado por el gran brillo que despedía aquella esfera. Cuando este se apagó, la bestia se había esfumado del lugar.

No obstante, Miguel observó una pequeña sombra en la lejanía, y rápidamente la siguió. A unas manzanas de allí, encontró, tirado en la acera, a un pequeño niño pelirrojo de no más de 5 o 6 años, ensangrentado y profundamente dormido, más bien inconsciente. Sin pensárselo dos veces, agarró su espada dispuesto a clavársela en el pecho al pequeño.

—¡Detente! —gritó una voz a sus espaldas. A pesar de su lamentable estado, Alem lograra seguirlo hasta allí, agarrándose la zona dañada, de la que emergía sangre a borbotones—. No mates a ese niño, ¡te lo ruego!

—¿Por qué no debería matarlo? Ya has visto al monstruo de su interior, ya has visto de lo que es capaz. Me niego a dejar que mis soldados hayan muerto para nada —explicó molesto el Señor Supremo de los Butzinas—. Lo que me sorprende es que lo dejaras vivo, se suponía que debías matarlo, para eso murieron mis hombres —le acusó.

—Nunca pensé en matarlo —contestó Alem—. Sólo reforcé el sello de luz que le coloqué hace cinco años, para evitar que la bestia lo rompiese totalmente —hizo una breve pausa, haciendo notar lo que le costaba gastar energía para hablar en aquellas condiciones—. Perdónale la vida, por favor. Hazlo por todo lo que te enseñé cuando eras pequeño, hazlo por tu hermana, porque era su deseo… o hazlo porque te acabo de salvar la vida, pero, por favor, hazlo —le suplicó.

Miguel observó la gran herida del vientre del anciano, que dejaba al descubierto su interior, por la cual la sangre no cesaba de fluir. Recordó el código de honor que aprendiera durante su formación como soldado: “La vida es lo más preciado para un guerrero Butzina, sin importar las condiciones de la batalla, todo guerrero debe velar por la seguridad del resto, y todos han de saber agradecer que se les proteja.” Bajando la cabeza, Miguel terminó cediendo a las peticiones del anciano.

—De acuerdo —dijo a regañadientes—, lo dejaré con vida… por ahora —Miguel observó al pequeño ser, que, inconscientemente, era un total desconocedor de los eventos ocurridos en aquel día—. Dime Alem, ¿serás quién de cerrar esa herida? —le preguntó preocupado, observando que la hemorragia no se detenía.

—Por supuesto, ¿quién te crees que soy?—respondió confiado el anciano.

—¿Y que harás con todos los seres de este planeta que han presenciado los eventos de hoy? —quiso saber.

—Les borraré los recuerdos pertinentes. No debería ser complicado, al fin y al cabo sus mentes están mucho menos evolucionadas que las nuestras, deberían ser fáciles de manipular.

—Supongo que por alguna razón fuiste el Supremo Sanador de Edén. De acuerdo, en ese caso yo… —dijo el Señor Supremo mientras se retiraba del lugar, pero antes de terminar la frase dirigió una fulgurante mirada a Alem—. Debes de saber, que lo que hoy se te ha concedido no es más que un aplazamiento de lo que debe suceder. Escúchame bien, me da igual a dónde vayas, dónde te escondas, en este planeta o en otros, no me importa, porque te encontraré Alem, te lo prometo, y sabes que yo jamás falto a una promesa —tras pronunciar aquellas desafiantes palabras, desapareció, confundido entre los rayos del astro rey.

Durante las horas siguientes, Alem se esforzó en parar la hemorragia y cerrar la grave herida, además de tomarse la molestia de modificar cualquier recuerdo que los seres de ese planeta hubieran tenido en cuanto a lo que respectaba a la aparición de la bestia y a la posterior lucha. Al llegar la noche, finalmente, el niño despertó. Asustado al verse lleno de sangre, rápidamente se hizo un ovillo y se puso a llorar. El anciano no supo como actuar, intentó acercarse a aquel pequeño, que en poco se parecía ya a aquel bebé al que en el pasado ayudara a nacer.

“Abraham, mi hijo y nuestro salvador, se llamará Abraham” dijera en aquella ocasión su madre al sostenerlo entre sus brazos. No hizo falta que el anciano dijese o hiciese nada, Abraham alzó la mirada llorosa hacía él, y, como si fuera un conocido de toda la vida, se abrazó a él, aún llorando de forma desconsolada.

—No te preocupes más pequeño, yo cuidaré de ti —susurró Alem—, Abraham, hijo de Adán y Eva.

Sumido aún en sus recuerdos, Alem se encontró de repente en frente a la puerta de su casa.

Al entrar, observó las luces encendidas, por lo que dio por hecho que su nieto estaba allí. La televisión estaba encendida, en el telediario local hablaban sobre el terrible asesinato de tres jóvenes. Alem en seguida lo relacionó con los sucesos vividos en esa misma jornada. De repente, escuchó el sonido del metal siendo desenvainado en el sótano, y en su mente todo se fue relacionando dando lugar a una descabellada teoría.

***


Sumida entre las sombras, oculta en la oscuridad, en su hábitat natural, Lilith meditaba con gesto serio. Su negra piel se erizó y sus marrones pupilas se dilataron cuando la calma de su soledad fue interrumpida por una inesperada visita. Con una fulgurante sonrisa, se levantó del trono en el que se aposentaba, y, apartándose de los ojos el flequillo de su largo, ondulado y hermoso pelo negro que desembocaba en sus caderas, se acercó a recibir a su visitante.

—Mi Supremo Caballero Eblis —dijo sonriente mientras se agarraba a su cuello para posteriormente besarle con pasión—. Os he dicho que no me visitéis de forma tan poco cuidadosa —le recriminó—. ¿Qué pensarían el resto de mis soldados si supieran de nuestros encuentros?

Eblis la observó sin mostrar ninguna reacción en su rostro. ¿Porque se molestaba tanto en guardar las apariencias? Entre todos los Kardinutas era conocida la lujuriosa personalidad de su Suprema Señora Lilith, y sus coqueteos con sus soldados de élite, en especial con él. Todos sabían de las pasiones que suscitaba en ella aquel joven de negra piel con músculos bien definidos, dotado de una larga, lisa y hermosa cabellera negra, que caía sobre su rostro tapando su ojo derecho.

—Mi Señora Suprema —pronunció al recordar la razón de su visita—, me temo que no vengo por lo que creéis.

Lilith pareció mostrar en su cara una mueca de desilusión. Apartándose de Eblis, se acomodó nuevamente en su trono y refunfuñó:

—Entonces, ¿a que habéis venido?

—Recolectando información para nuestros informes, no hemos podido realizar ningún tipo de contacto con Adirael —le hizo saber.

—¿Es con el único con el que ha habido problemas? —preguntó contrariada Lilith.

—Así es —afirmó Eblis—. Creemos que posiblemente haya sido asesinado por los Butzinas.

—¿Acaso se han atrevido a romper el Pacto de paz universal? —quiso saber airada la Señora Suprema—. ¿Cuál podría ser la causa?—preguntó confusa.

Eblis se quedó en silencio, observando fríamente a Lilith. Esta pareció entenderlo todo al instante. Una demoníaca sonrisa se dibujó en su bello rostro.

—Parece que realmente el Boré si está con nosotros —musitó—. Eblis, mi Supremo Caballero, no podemos quedarnos quietos, es el momento que hemos estado esperando durante todo este tiempo. Antes de nada, quiero confirmar estas suposiciones: envía a varios guerreros de élite a las coordenadas en las cuáles se encontraba Adirael. Ordénales que investiguen a fondo el lugar y comuniquen cualquier hallazgo.

—Si, mi Suprema Señora —y tras realizar una reverencia, se retiró de la oscura estancia en la cual Lilith se aposentaba.

—El Rashá… ¡Por fin será nuestro! —susurró sonriente la bella Señora Suprema de los Kardinutas.

***


Cogió una de las katanas que colgaban de las paredes de la estancia, formando junto al resto de armas una gran colección. Desenvainó con cautela el arma y la sujeto orientada hacia él, con el filo apuntando a su vientre, dispuesto a suicidarse, de rodillas, como lo hacían los gloriosos guerreros de un país lejano al que tenía cierto aprecio. “Si yo he cometido esos asesinatos, nunca seré capaz de perdonarme.” Se dijo a si mismo. “Lo siento abuelo. Lo siento Carlos. Lo siento Sandra. Pero ni siquiera vosotros estáis seguros conmigo.” Cerró los ojos y se dispuso a hundir el arma.

Súbitamente, la katana desapareció de sus manos. Al abrir los ojos se encontró con su abuelo frente a frente, que sujetaba el arma con cara de pocos amigos.

—¡Idiota! —gritó enfadado—. ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Qué sería de mí o de tus amigos si tú desaparecieses de la faz de este planeta? ¿Qué tipo de pensamiento egoísta te ha llevado a siquiera plantearte semejante locura?

El muchacho bajo la cabeza para evitar la furtiva mirada de su abuelo, y se mantuvo por unos segundos en silencio.

—Abuelo… —pronunció con dificultad—. Dime la verdad… ¿Yo maté a mis padres? —preguntó mientras elevaba lentamente la cabeza.

Los llorosos ojos del muchacho entraron por la retina del anciano y alcanzaron su corazón. Poniéndose de rodillas, a su altura, y sujetándole por los hombros, le dijo:

—Abraham… Ha llegado el momento de que conozcas la verdad.


¿Qué? ¿No puedes aguantar más? ¿Necesitas saber que es lo que se esconde tras la máscara de esta realidad? Pues me temo que de momento no te lo puedo decir... Pero si te portas bien y aguantas otra semanita te regalaré pan con chocolate y "El ocaso del alba": Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara

-----------------------------------

Nuevas noticias frescas y refrescantes:

- Para empezar, ¡ya tenemos logo!, le doy las gracias a mi ilustradora personal e.e Próximamente también tendremos wallpapers, pins y camisetas (?)

- Actualmente estoy trabajando en un blog en el cuál colgaré toda mi obra, esta y otras muchas historias os aguardarán en él. Próximamente tendréis la dirección en mi firma.

- Y la noticia jugosa de la semana: ya podéis leer "El ocaso del alba" de Mickael Vavrinec (un servidor) en la revista semanal online ¡No lo leas! (pondría el enlace, pero como es spam, lo buscáis en google).

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

Atentamente: King Mickey
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor Naxid » Mar Jul 19, 2011 3:08 pm

Me está gustando mucho la historia Mickael. Y enhorabuena por salir en la revista No lo leas.
Felicidades Mickey, seguiré leyendo esta historia.
Imagen
Avatar de Usuario
Naxid
88. Commantis
88. Commantis
The Unknowns
 
Mensajes: 2638
Registrado: Dom Oct 25, 2009 8:14 pm
Dinero: 322,437.40
Sexo: Mucho, gracias por preguntar
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 33

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Lun Jul 25, 2011 5:32 am

Respuestas a mis queridos lectores
Spoiler: Mostrar
Esta semana sólo tenemos a un lector que dé la cara, ni siquiera tenemos las críticas de Habi, bueno, no le puedo achacar nada porque sus razones tendrá, aún así agradecería alguna crítica de alguien, sino no habrá mejoras notables entre capítulo y capítulo 8[

Naxid: Me alegra haberme ganado a un lector tan fiel como tú ^^
pero si puedes... critícame un poco :_ ]

Nada más por hoy, pero a este ritmo no habrá sección la semana que viene .-.


-----------------------------------

Ahora dirigiéndome a los valientes y aguerridos lectores que me siguen, he de darles algunas noticias, malas o buenas según se miren. Lo primero de todo, referente al capítulo de hoy, es que el capítulo me ha quedado algo larguillo, así que esta semana publicaré la primera parte, y dejo la segunda para la siguiente. De hecho, a partir de ahora, publicaré partes de capítulos semanalmente en vez de capítulos enteros, así la lectura será más amena para el lector. Es algo que ya tenía previsto hacer más adelante con el objetivo de igualar la publicación entre la revista, el blog y el foro. Si empiezo ahora os evito un mes de espera en el que iba a estar fuera sin poder escribir, y lo reduzco a tan sólo una semana antes de encauzar las tres vías de publicación.

En cuánto a lo que acomete a hoy, el capítulo se puede resumir en un monólogo de Alem en el que se nos aclara por fin el trasfondo de la historia. No les quiero entretener más, simplemente disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara – Parte 1
Spoiler: Mostrar
La luz de la luna penetraba a través de la ventana iluminando la pequeña cocina. Pequeña en proporción al resto de habitaciones del hogar, pero suficientemente grande para ellos dos. Abraham se sentía algo mejor estando su abuelo en casa, no obstante, desconocía por completo que era lo que le iba a contar. Había vivido demasiadas cosas en un mismo día. Nervioso, se entretenía removiendo con una cuchara el chocolate en polvo que vertiera sobre su taza de leche.

Alem se preparara un café teniendo en cuenta que, sin lugar a dudas, la charla sería larga. Desde que se comprometió a cuidar del chico fue consciente de que aquel día llegaría, pero le hubiera gustado disfrutar un poco más de la tranquila vida que llevara en los últimos años.

—Tú no mataste a tus padres —dijo el anciano, rompiendo el silencio, antes de darle un sorbo a su café—. Eso es lo primero que debes saber.

El chico se le quedó mirando, parecía predispuesto a dudar de cualquier cosa que le fuera a decir. Iba a abrir la boca para hacer otra pregunta, pero Alem se le adelantó.

—Tampoco mataste a esos chicos —le respondió.

—Pero… Las dos veces… Me desperté ensangrentado, amnésico, confuso… En ambas ocasiones… Alguien murió… No sé si es que tengo una doble personalidad psicópata o qué… Pero me es inevitable pensar que soy un asesino —le rebatió Abraham—. Además, están esos tipos con alas de hoy. Uno de ellos quería matarme por algo que había hecho —añadió.

—¿Tipos con alas? —preguntó con curiosidad Alem.

—Si, ya sé que es difícil de creer. Pero eran un hombre y una mujer con alas, como si fueran ángeles. Yo los ví, me cuesta creer que fueran reales, pero la cuestión es que lo parecían —explicó el chico—. Debes pensar que estoy delirando… —añadió al observar la cara del anciano.

—Así que te encontraste con ellos… —mencionó, provocando una mueca de sorpresa en la cara del muchacho —. Y conseguiste salir vivo… —susurró.

—¡¿Tú también los viste, abuelo?! —preguntó sorprendido.

El anciano sonrió brevemente.

—Bueno, lo cierto es que yo no soy tu abuelo verdadero —Abraham no pareció sorprenderse por esta afirmación. Tampoco la ausencia de una reacción por parte de su nieto adoptivo descolocó a Alem. Era algo acerca de lo cual el muchacho sospechaba desde hacía mucho tiempo.

El antiguo Supremo Sanador de los Butzinas se levantó de la mesa en la que ambos se encontraban y se dirigió hacia la ventana, mirando fríamente a la luna.

—Te voy a contar una leyenda —le informó a Abraham—. Una leyenda que, como cualquier otra leyenda, tiene algo de realidad, y algo de fantasía:

>>Hace muchos miles de millones de años se creó el universo, y las galaxias se fueron formando. En el centro de este, se formó la más bella de las galaxias, la galaxia Maljut de Ein Sof. Esta galaxia estaba presidida por el más precioso de los astros que han habitado el universo, la más bella de las estrellas que lo han iluminado: Shémesh.

>>Dicen que esta estrella dotaba de tal belleza a dicha galaxia, que el ser divino conocido como Boré, de quién se cuenta poseía seis alas: tres blancas y tres negras, se quedo prendado de ella. Entonces el Boré decidió que en aquella galaxia deberían existir las especies más poderosas y evolucionadas del universo, y arrancándose un ala de cada color, plantó dos semillas de vida en los dos planetas que mejor acondicionados estaban para esta.

>>El planeta llamado Edén, recibió el ala blanca, y se convirtió en un hermoso vergel en el cuál los seres de luz crecieron y evolucionaron hasta dar paso a los Butzinas, los seres de alas blancas. El planeta llamado Gehena, por otra parte, recibió el ala negra, y se convirtió en un cavernario lugar en el cuál los seres de oscuridad crecieron y evolucionaron hasta dar paso a los Kardinutas, los seres de alas negras.

El anciano hizo una breve pausa para observar al muchacho, quién le escuchaba atentamente, sumido totalmente en la historia que este le contaba.

—Los Butzinas y los Kardinutas —prosiguió—, llegaron eventualmente a entablar contacto. Y, donde lo más lógico hubiera sido llegar a un mutuo acuerdo y entendimiento por el bien del universo, nacieron el odio y el rencor. Ambas especies se observaron mutuamente con ojos de desprecio, considerando a la otra una amenaza para si mismas e incluso para el universo, proclamándose cada una como la especie que debería regir este. Así fue como nacieron las guerras.

>>Las guerras entre Kardinutas y Butzinas, entre seres de oscuridad y de luz, se prolongaron durante milenios. Fueron largos siglos de dolor y sufrimiento para ambas razas, pero ninguna dio nunca su brazo a torcer, ninguna renegó de su orgullo. Grandes héroes y villanos las aprovecharon para escribir sus nombres en la historia. Padres perdieron hijos e hijos perdieron padres. Hubo ocasiones en las que ambas razas llegaron al límite de la extinción. También se dieron breves períodos de calma, que sólo precedieron a nuevas guerras. Desde que ambas especies se conocieron, sólo supieron darse dolor y sufrimiento la una a la otra.

>>Pareciera que el ciclo sería interminable, que no terminaría la guerra hasta que una de las dos eliminara por completo a la otra, y dado que las fuerzas de ambas eran muy similares, era común el pensamiento de que ese dolor sería eterno. Pero no fue así, en la última de las guerras entre seres de oscuridad y luz, hubo una serie de sucesos que cambiaron por completo el curso de la batalla.

El anciano se volvió a sentar en la mesa para darle un trago a su café, con el fin de humedecer su seca y vieja garganta.

—¿Qué pasó abuelo? —preguntó curioso Abraham—. Por favor, continua.

Alem se limitó a sonreír ante la impaciencia del muchacho. No era de extrañar que esta historia le fascinara dada su afición por todo aquello relacionado con la fantasía.

—Coincidiendo con los recientes cambios de líderes en ambas tribus —siguió el anciano con la historia—, tras la muerte de los antiguos en un duelo personal, se produjo un genocidio Kardinuta. En toda la mitad sur del planeta fue extinguida la vida: plantas, animales, seres de oscuridad en general fueron borrados de la faz de Gehena. El hecho fue rápidamente atribuido a los Butzinas, y, dado que el evento se había producido en un corto período de tiempo y sin que las fuerzas del ejército Kardinuta pudieran reaccionar, se infundió en todo el planeta el temor de que la tribu de la luz poseyera algún tipo de arma capaz de realizar tal masacre de forma tan fácil y veloz.

>>El Señor Supremo de los seres oscuros, Adán, hizo llamar inmediatamente al Supremo Sanador Matus.

—¿Supremo sanador? —interrumpió el muchacho con su curiosidad—. ¿Qué cargo era ese?

No era una pregunta de difícil respuesta para Alem, quien conocía perfectamente el puesto.

—Podría decirse que es como el chamán de una tribu, aquel que tiene los mayores conocimientos acerca de la… “magia”, digamos —respondió el anciano.

—Entiendo —afirmó el chico, e hizo una señal para que siguiera con la historia.

—Anteriormente, Matus le había propuesto al Señor Supremo usar un arma capaz de eliminar a todos los Butzinas de un sólo golpe de forma sencilla, pero Adán, quien había ascendido al trono predispuesto a lograr la paz, se había negado rotundamente. Sin embargo, ahora se encontraba dominado por la ira y el miedo, y, viendo que, si no reaccionaba rápido su raza podría extinguirse, le dio permiso al Sanador Supremo para utilizar aquella arma a la que se le atribuía tales capacidades de destrucción.

>>El resultado fue terrible: la más larga y horrible de las pesadillas se inició aquel día —Alem fijo sus ojos en el muchacho queriéndole transmitir lo espantoso de la historia—. El Rashá fue liberado. Imagínate a la más profunda y tétrica de las oscuridades tomando forma. Aquella bestia era oscuridad pura, una gran masa de oscuridad destructiva. Sus penetrantes ojos rojos, sus grandes garras, sus afilados colmillos, sus gigantescas alas negras, su tamaño planetario.

>>Todo en él producía temor. Imagínate vivir en Edén, ser un Butzina, en un día como otro cualquiera de tu vida, y, de repente, observar a aquel gigantesco monstruo avanzar hacia ti. Lógicamente, el pánico cundió en aquel bello vergel. El ejército salió raudamente a combatirlo, pero sus esfuerzos fueron en vano. Era imposible contener a aquella bestia. Se inició la evacuación de todo el planeta, pero realmente muy pocos se salvaron: los habitantes del palacio real, soldados de élite y algunos civiles.

>>Eva, la Suprema Señora de los Butzinas, tuvo que observar desde otro astro, con estupefacción y espanto, como aquella oscuridad, como la destrucción misma, se agarraba al planeta en el que había habitado su raza desde el comienzo de los tiempos, y en unos segundos, con sorprendente facilidad, lo hacía volar en mil pedazos. Los pocos seres de luz que sobrevivieron lo perdieron prácticamente todo en ese instante. La desesperación y la tristeza inundaron el universo.

>>En medio de todo el caos, aquella bestia parecía estar feliz, disfrutando con lo que acababa de hacer, y la galaxia entera enmudeció cuando de aquel monstruo emergió la más oscura y cruenta risa imaginable, capaz de helar a todo ser que la estuviera escuchando. El mismo Adán, quien había ordenado aquello, sintió terror ante la visión que contempló y miedo de si mismo por haber liberado a aquel monstruo. Por lo que ordenó a Matus, quién pareciera estar feliz por los resultados del experimento, que encerrara para siempre a aquel ser.

>>Durante los siguientes meses, Adán prohibió terminantemente cualquier ataque hacia los Butzinas restantes, aún siendo consciente de que si los dejaba vivos acabarían vengándose. El odio y el rencor entre las razas crecieron más que nunca, y el breve periodo de paz se llenó de una inaguantable tensión. Aprovechando la paz, Gabriel, hermano de Adán, preocupado por el estado de locura en el que cayera este, incluso llegando a intentar suicidarse en varias ocasiones, investigó más a fondo acerca del Rashá… y llegó a un terrible descubrimiento.

>>Aquel genocidio atribuido a los Butzinas, no tuvo nada que ver con estos, pero si con cierto Supremo Sanador y sus macabros experimentos. Gabriel reveló que Matus había usado a la mitad de la población del planeta Gehena como sacrificio para crear a aquel ser. El Rashá fue concebido a partir de la energía obtenida de media población Kardinuta. Aquella masa de oscuridad destructora era en realidad una aglomeración de seres de la oscuridad.

>>Tan terrible noticia aterrorizó al Señor Supremo, quien rápidamente pidió explicaciones a Matus. Este se limitó a contestar que tales sacrificios eran necesarios por el bien de la raza. Airado, Adán ordenó el destierro de este, advirtiéndole de que si volvía a pisar Gehena, sería inmediatamente asesinado sin dudar.

>>Pero la semilla de odio plantada por el antiguo Supremo Sanador Kardinuta crecía incontrolablemente. La peor de las guerras se avecinaba, y el Supremo Señor entristecía al verse impotente. Gabriel, también preocupado por la situación, consiguió concertar una reunión clandestina entre Adán y Eva, en la cuál le explicarían a la Suprema Señora del ahora inexistente Edén sus descubrimientos e intentarían llegar a un acuerdo de paz.

>>Muy superior a las expectativas de los dos hermanos, Eva, cansada de ver sufrir a su gente, se mostró predispuesta a lograr la paz entre ambas razas. Una vez conocidos todos los detalles que les llevaron a la situación actual, el objetivo primordial de ambos Señores Supremos fue el de encontrar una manera de evitar que la bestia pudiera volver a ser usada. Para esta labor dispusieron de la ayuda del Supremo Sanador Butzina, Alem. Este llegó a la conclusión de que, no habiendo posibilidades en ese momento de destruir al monstruo, lo más sensato sería encerrarlo en un receptáculo del cuál le fuera complicado escapar.

>>Se pensó en usar algún objeto, pero por muy oculto que estuviera, siempre cabía la posibilidad de que alguien lo encontrara y lo usara con perversos fines. Se llegó a la conclusión de que la mejor opción era la de utilizar a un ser vivo, pero no podía ser un ser de luz, pues sería destruído por el Rashá. Por otra parte, debía ser alguien con gran fuerza de voluntad e ideales pacifistas, llegando a ser capaz de poder controlar a la bestia, pero sin usarla. Ante la sorpresa de todos, Gabriel se presentó voluntario.

>>Adán se negó instantáneamente a que su hermano albergara a la bestia, pero Gabriel ya había tomado una firme decisión: el portaría al Rashá. Alem se encargaría personalmente de realizar el sello que encerraría al monstruo en su interior. Todo fue predispuesto y preparado para el confinamiento de la bestia. En el día elegido, Adán, Eva, Alem y Gabriel bajaron a las cavernas más oscuras y profundas de Gehena, en las que se hallaba la bestia encarcelada.

>>Una vez todo estuvo preparado y dispuesto, el Rashá fue liberado. Alem atrapó al monstruo en una esfera de luz, y logró introducirlo en el cuerpo de Gabriel, sellándolo en él. En un primer momento, todo pareció salir perfecto. Pero poco después de ser encerrada la bestia, el hermano de Adán empezó a sufrir espasmos y convulsiones. Intentaron auxiliarle, más no se pudo hacer nada, su cuerpo pronto adquirió una oscura forma que poco a poco se fue haciendo más grande. El Rashá había consumido a Gabriel.

>>La bestia fue encarcelada en su mazmorra terrenal de nuevo. La desgracia y la desolación también volvieron a abatir a Adán ante la perdida de su hermano. Si no hubiera tenido a Eva a su lado, nadie sabe que hubiera sido de él. Aún siendo de razas distintas y contrarias, Eva y Adán habían entablado una afectiva relación durante el período de paz, se podría decir que habían llegado a enamorarse el uno del otro.

>>Alem se dio cuenta de esto y les propuso un plan para encerrar definitivamente a la bestia: si ningún ser de luz ni ningún ser de oscuridad era quien de poder albergarla en su interior, la única solución era confinarla en un ser de luz y oscuridad a la vez, en un híbrido. Adán y Eva debían tener un hijo con el fin de que este sirviera de receptáculo. Aunque ninguno de los dos hubiese mostrado sus sentimientos todavía, estaba claro que ambos se amaban, así que finalmente accedieron. Un año después de que Gabriel fuera consumido por el Rashá, nació el hijo de los Señores Supremos… ¡Abraham! —el anciano se levantó de su asiento, y, de su espalda, emergieron sus dos viejas alas blancas que, desplegadas, ocuparon longitudinalmente la práctica totalidad de la estancia.


-----------------------------------

Seguimos con veraniegas noticias:

- El blog ya está en funcionamiento, tenéis la dirección en mi perfil y en mi firma. Allí publico con algo de retraso "El ocaso del alba" (versión corregida) y otras cosas que os pueden interesar. Visitadlo y no os olvidéis de comentar. Tenemos que superar al de Zero (?)

- Por fin tenemos la sipnosis de la historia en este post colgada (ya era hora).

- Y también la versión PDF, para una mejor y más cómoda lectura ~

- Tengo en mi poder los primeros fanarts de "El ocaso del alba", pronto estarán subidos al blog.

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

Atentamente: Mickael Vavrinec
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor Drako » Dom Jul 31, 2011 12:46 am

Bueno Mickael... Realmente no me he leído demasiado de tu historia, solo he leído el prologo y sinceramente esta genial. Escribes muy bien y tal, pero no podría hacerte una gran critica por solo leer un pequeño prologo. A ver si me gustan los siguientes capítulos, sigue escribiendo así de bien ;D

PD: La crítica seguramente será buena, no veo ningún punto que me disguste, al menos de momento e.e
No veo camino mejor que el que he elegido...

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Spoiler: Mostrar
Sublime:

Spoiler: Mostrar
Imagen
Muchas gracias por el pin, melodia ;D

¿Quieres conocer mi fic? ¡Pues abre el spoiler y entra a ver que te parece!
Spoiler: Mostrar
Imagen
Drako
3. Opera Amarilla
3. Opera Amarilla
Lost Hearts
 
Mensajes: 75
Registrado: Vie Feb 04, 2011 12:06 am
Dinero: 40.80
Banco: 0.00
Ubicación: En el ordenador atrapado... O en la cama quizás.
Sexo: Masculino
Estantería de objetos
Karma: 0

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Dom Jul 31, 2011 4:19 am

Respuestas a mis queridos lectores
Spoiler: Mostrar
La soledad se cierne sobre... Ah, no! que tenemos un comentario 8]

Drako: Gracias por leer y comentar. Me alegro de que te guste el prólogo, aunque has de saber que hasta la fecha ha sido la parte en la que más caña me han dado XD Espero que sigas leyendo, te siga gustando y coloques aquí tus críticas constructivas ^^

Y por hoy nada más, comentario a comentario va sobreviviendo esta sección e.e


-----------------------------------

Bien, hablemos un poco acerca de la obra, tengo que avisaros de que a partir de este momento comienza el plan de confluencia de las tres vertientes de publicación. Por lo tanto, a partir de ahora, además de ser episodios fragmentados, serán publicados cada dos semanas en vez de cada una (por eso y porque no estaré durante Agosto y será díficil que me pueda conectar). De todas maneras teneis colocado en el calendario de publicación todas las fechas hasta comienzos de septiembre que es cuando termina el plan y se vuelve a la publicación semanal.

Hablando del capi de hoy, es la terminación del de la semana pasada: tenemos la reacción de Abraham al enterarse sobre su pasado, la parte que falta por contar de este, y a los malos malosos moviendo fichas. Disfruten de los desquicios de mi mente vertidos en su pantalla de ordenador.

Capítulo 3 - Cuando la verdad se quita la máscara – Parte 2
Spoiler: Mostrar
El muchacho reaccionó asustado ante esta visión. Se echó hacia atrás, con tan mala suerte que la silla volcó, haciéndole caer al suelo. Allí se arrastró temeroso hacia la pared, apoyándose contra ella.

—¿Tú… eres uno de ellos? —preguntó con miedo.

—Si —respondió con frialdad el anciano—, pero a diferencia de ellos, yo ni te odio ni quiero matarte, yo quiero protegerte, porque se lo prometí a tus padres.

—¿Como esos tipos de alas negras… los que aparecían en tu historia… los Kardinutas?

—Es un error pensar que ellos quieren protegerte, créeme.

—Entonces… yo soy el Abraham de tu historia, y ella en si misma es realidad… pero parece tan irreal a la vez —reflexionó el joven.

—Te has encontrado con ellos hoy, y además tienes a uno delante tuya, ¿cómo puedes juzgar la realidad de estos acontecimientos? —le hizo ver Alem.

—De la misma manera que dudo de la realidad que observo cuando sueño —rebatió Abraham.
El anciano le miró extrañado, pero se percató de que el muchacho tenía razón.

—En ese caso… —dijo—, al menos escucha todo lo que tengo que contarte, y mañana por la mañana cuando despiertes podrás comprobar si esto es realidad o sueño —el muchacho se mostró conforme y el anciano continuó con la historia—. Mi nombre es Alem, antiguo Supremo Sanador de Edén, y parte de lo que hoy he contado son mis memorias personales.

>>Yo fui quien ayudó a Eva a darte a luz, en cierto modo, yo soy tu comadrona, yo te tuve entre mis brazos el día en que naciste, y predispuse que tú fueras nuestro salvador. Se programó tu futuro, se pensó en darte una educación clandestina y completa. Clandestina, porque la mezcla de sangre entre especies se consideraba una aberración, y completa, para que te convirtieras en un perfecto receptáculo para el Rashá. Pero alguien no nos quiso dar tiempo.

>>Al año de que nacieras, la bestia fue liberada. ¿Quién? o ¿cómo? nunca lo supimos, pero el monstruo emergió de las profundidades de Gehena. Temimos que pudiera terminar con el resto de la población Butzina alojada en los planetas colindantes a donde se encontraba Edén. Tomamos una decisión precipitada, pero era una decisión necesaria para salvaguardar la especie: a pesar de tu corta edad, sellaríamos al Rashá en tu interior.

>>Mas el problema principal era contener a la bestia para que yo pudiera realizar el sello. Adán y Eva, literalmente, se sacrificaron para lograr este objetivo. Tus padres se enfrentaron a la bestia y perecieron en el combate, pero me dieron el tiempo suficiente para poder introducirla en tu interior y sellarla. Las últimas palabras de tu madre fueron muy conmovedoras: “Por favor, prométeme que lo protegerás y cuidarás de él.” ¿Como negarme? Después de todo, yo estaba implicado en todo ese asunto hasta el cuello.

—Pero si mis padres murieron en aquella ocasión, entonces… —reflexionó el chico.

—Los que murieron hace 10 años no eran los verdaderos —le interrumpió el antiguo Supremo Sanador ante su sorpresa—, sólo fueron tus padres adoptivos durante tu estancia en La Tierra.

>>Una vez se produjo el confinamiento del Rashá, supe inmediatamente que me sería imposible protegerte de Kardinutas y de Butzinas: unos querrían utilizarte, otros destruirte. Sellé tu aura y te envié a la región más alejada del universo que estuviera habitada, con la esperanza de que allí estuvieras seguro. En cuánto a mi, vagué durante años por el universo, escapando de ambas razas, sabiendo que yo tenía información valiosa para ellas.

>>Perdido en los confines del cosmos, cuándo me encontraba atravesando la Vía Láctea, presentí una gran cantidad de energía en La Tierra. Curioso, me dirigí hacia el lugar del que procedía. Allí me volví a ver frente a frente con la gran bestia de oscuridad, con el Rashá. Temí que te hubiera consumido, así que luché contra ella y logré reforzar el sello de luz. Poco después me encontré con un pequeñazo pelirrojo llorando, y el resto de la historia ya la conoces.

—Es cierto —comentó el muchacho—. Yo nunca te había visto antes de aquel día, aunque mis memorias anteriores son muy borrosas y confusas, nunca te viera antes. Pero en aquel momento necesitaba a alguien, y tú estabas allí, y me dijiste que eras mi abuelo y cuidarías de mí —recordaba—. De hecho, yo antes tenía otro nombre ahora que lo pienso, pero tú siempre me llamaste Abraham, y yo acepté esa denominación.

—Es sorprendente lo rápido que estás asimilando toda esta información —observó el anciano.

—No te equivoques Alem, aún dudo de que esto no sea un sueño —respondió el chico—. Pero si esto es real y tengo en mi interior a esa bestia, entonces lo que sucedió hoy…

—Fue lo mismo que sucedió hace diez años —terminó la frase Alem—. Con la diferencia de que hace diez años era entendible: el sello estaba muy debilitado, fue lógico que a la mínima oportunidad la bestia intentara dominarte. En cambio, desde que empecé a cuidar de ti, he estado reforzando el sello periódicamente. La única razón que explica lo de hoy es que te vieras sometido a algún tipo de desequilibrio emocional.

—Así fue —le confirmó Abraham.

—Entiendo. Por suerte, aunque no llegué a tiempo de salvarles la vida a esos chicos, pude evitar que los daños fueran mayores. He de decir que esta vez fue más sencillo que en la anterior. En la otra ocasión tuve que enfrentarme a un ser informe de proporciones gigantescas. En este caso, supongo que debido a la fuerza del sello, era tan alto como un humano adulto y poseía forma humanoide.

>>Aunque fue quien de volver a herirme —dijo mientras se agarraba su aún dolorido vientre—. Concluyendo, y respondiendo a tu pregunta: tú no mataste a tus “padres” ni a aquellos chicos, el Rashá lo hizo.
Abraham se levantó del suelo, y observó aún con cierto aire de incredulidad a Alem.

—Si todo eso que dices es verdad, y yo soy un príncipe híbrido… ¿Por qué no tengo alas?

El anciano sonrió.

—Te lo he dicho antes —contestó—. Sellé tu aura para que no pudieras usar tus poderes y no pudieran encontrarte. Pero ya que me pides pruebas… —añadió mientras le miraba fijamente a los ojos.

El chico sintió que algo en su mente se liberaba, e inmediatamente, junto a un gran dolor, tan grande que le hacía dudar de su ensoñación, de su espalda emergieron, rompiendo su ropa, cuatro alas de bellas y majestuosas plumas: dos negras superiores y dos blancas inferiores. El híbrido se quedó petrificado ante tal experiencia.

—¿Qué me dices ahora? —le preguntó Alem.

—Increíble, a la vez que aterrador —contestó estupefacto el muchacho—. Dices que con esto tengo poderes, ¿qué clase de poderes?

—Ha sido un día muy largo, será mejor que descanses y mañana nos pongamos con eso.

—Está bien, pero no voy a poder dormir con estas cosas en mi espalda —mencionó burlonamente Abraham.

—Oh, sólo tienes que guardarlas dentro de ella, piensa en ello y lo conseguirás —respondió el anciano—. ¿Acaso esto no es un sueño? Deberías intentarlo al menos —añadió al ver la expresión desconcertada del chico.

Efectivamente, con tan sólo pensarlo, las alas se replegaron y escondieron en el interior de la espalda del híbrido para su sorpresa, causándole dolor nuevamente.

—Tranquilo por el dolor, acabarás acostumbrándote —comentó sarcástico Alem ante la mueca sufrida del muchacho.

—Bueno, Alem —dijo Abraham—. Ha sido una pesadilla al principio y una fantasía al final, pero me temo que este sueño debe terminar para que pueda proseguir con mi triste y desencantada vida.

—Está bien —contestó el antiguo Supremo Sanador—. Pero si esto no es un sueño, mañana tocará una dura jornada de entrenamiento, sé consciente de ello.

—Si, lo soy. ¡Buenas noches! —se despidió alegre el chico.

—¡Buenas noches! —le respondió sonriente el anciano.

***


—El mismísimo Supremo Sanador en persona ha acudido a curarme, que halagada me siento.

—No sé de que te sorprendes, según Rafael tienes información muy importante para nosotros.

—Es cierto… lo he encontrado.

Bajo la escasa e intermitente luz de algún que otro débil foco que iluminaba aquel callejón, Mahasiah se esforzaba por reimplantarle a Pahaliah su ala izquierda.

—Así que lo mataste… —comentó—. ¿Al menos te deshiciste del cuerpo?

La Butzina asintió con la cabeza a la par que enseñaba las dos alas negras que portaba en su mano derecha, claras pruebas de su delito.

—El muy cabrón me arrancó una de mis Knafáims —recordó airada—, pero yo me quedé las suyas como trofeo.

—¿Qué fue del sujeto α? —quiso saber el Supremo Sanador.

—Escapó mientras me encontraba luchando con el Kardinuta. No pude seguirlo, pues su aura se mantiene sellada, si lo encontré antes fue gracias a un error de Alem.

“Alem.” Recordó Mahasiah. “Supongo que Miguel ya se habrá encontrado con él.”

—La Knafáim ya ha sido reimplantada, ¿puedes probar a mover…? —el Supremo Sanador Butzina cayó repentinamente al suelo al ser su pecho atravesado por un rayo de oscuridad.

Los focos que iluminaban débilmente el callejón fueron destruidos. Una abrumadora oscuridad asoló el lugar. Pahaliah se colocó rápidamente de pie, en guardia.

—Responde ser de luz —se alzó una profunda voz en la oscuridad—. ¿Mataste a Adirael?

La Butzina no respondió, se mantuvo inmóvil, preparada para el combate, a pesar de no estar todavía recuperada.

—Lo repetiré sólo una vez más —volvió a resonar la voz con más fuerza—. ¿Mataste a nuestro querido compañero Adirael?

De nuevo la respuesta fue el silencio. El ser de alas negras a quien pertenecía la voz sonrió levemente y alzó su brazo hacía Pahaliah, dispuesto a hacerle correr la misma suerte que a Mahasiah.

—Un silencio es una afirmación —dijo burlonamente, y después lanzó su rayo de oscuridad hacia la guerrera.

Pero el rayo se estrelló contra el muro del fondo, destruyéndolo parcialmente. Los ojos del Kardinuta, que podían ver perfectamente en la oscuridad, se llenaron de rabia al observar la repentina desaparición de la Butzina.

—¡Imposible! —masculló.

—Padre, creo que está claro que hay un traidor entre los nuestros —comentó otra voz a su derecha—. Un Butzina no puede alcanzar tales velocidades en la oscuridad.

—Lo que si que está claro, hermano —irrumpió una tercera voz—, es que esa Butzina ha encontrado al Rashá, y nuestro compañero Adirael seguramente, al intentar protegerlo, ha sido asesinado por ella. Deberíamos informar a Eblis de esto —dedujo.

—No será necesario —les interrumpió la voz inicial—. Imaginaos si fuéramos capaces de capturar al Rashá por nuestros propios medios, hijos. Nefilin, Olivier, acaso no os gustaría convertiros en soldados de élite, o que vuestro padre se convirtiera en Supremo Caballero, o… —se quedó unos instantes pensativo, en su rostro se reflejó una mueca avariciosa—, que vuestro propio padre se convirtiera en Supremo Señor Kardinuta. Imaginaos tener el control de todo el universo, ¿no os gustaría, hijos?

—Si, padre —respondieron al unísono.

—Supremo Señor Kasbeel… —susurró mientras sonreía a su progenie. Después dirigió su vista hacia el cuerpo inerte de Mahasiah—. Olivier, arranca y destruye sus alas —le ordenó a su hijo—. No deben quedar pruebas.

—¿Qué se supone que debemos hacer ahora, padre? —quiso saber Nefilin.

—Nos quedaremos unos días por esta zona, hemos de averiguar todo lo que podamos acerca de lo sucedido —respondió—. Pronto nuestros sueños se harán realidad.


Adelanto capi 4
Spoiler: Mostrar
El muchacho deberá aprender a controlar sus nuevos poderes. El duro entrenamiento al que será sometido le ayudará a lograr tal tarea.

En el próximo capítulo de "El ocaso del alba":

Capítulo 4 - Entrenamiento

Él se esforzará al máximo por proteger lo que más quiere.


-----------------------------------

Y ahora, el noticiario semanal:

- Próximamente pondré los capítulos en descarga directa, por petición popular, para una lectura más placentera.

- Antes de irme de vacaciones, intentaré colgar las descripciones de los personajes en este topic.

- Hablando de los personajes, no creo que pueda colgar ningún fanart hasta que vuelva de vacaciones, pido disculpas.

Nada más por mi parte, espero sus comentarios.

Atentamente: Mickael Vavrinec
Última edición por Mickael el Lun Oct 24, 2011 4:12 am, editado 1 vez en total
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Lun Ago 15, 2011 8:30 pm

Respuestas a mis queridos lectores

Spoiler: Mostrar
Si hay alguien que me lea, agradeceria que me comentara, a todo escritor le motiva saber que hay gente leyendole :_D


-----------------------------------------------

Capitulo 4 - Entrenamiento - Parte 1
Spoiler: Mostrar
—¿Por qué me salvaste? —Pahaliah se sorprendió al observar a su salvador—. Responde.

El ser de alas negras sonrió levemente.

—Tú posees algo que necesito —respondió.

—¿Algo que poseo? —preguntó curiosa la Butzina.

El anciano levantó su mano derecha, y con el dedo índice señaló a las alas negras que portaba en su mano la guerrera.

—¿Esto? —reaccionó extrañada—. ¿Para qué?

—Dime Butzina —dijo el ser oscuro haciendo caso omiso a su pregunta—, si te prometiera ser quién de terminar con esta guerra milenaria con un resultado favorable para tu raza, instaurando un orden de luz en el universo, bajo el comando del más poderoso de los reyes, ¿te unirías a mi?

—¿Tú, un ser de la oscuridad trabajando a favor de los seres de la luz? —replicó Pahaliah irónicamente—. ¡No me hagas reír! Por otra parte… ¿Qué se supone que ganaría yo? —preguntó con ojos avariciosos.

—Me gusta tu forma de pensar Butzina —dijo sonriente el anciano—.Que te parecería un alto puesto en la jerarquía del cosmos. Podrías llegar a ser Caballera Suprema del universo.

—Eso ya es otra cosa —comentó la Butzina—, pero… ¿De verdad serías quién de traicionar a tu propia raza? —quiso saber, curiosa.

Los marrones ojos del Kardinuta se iluminaron.

—¡Oh! Si, claro que soy capaz —contestó con aviesa sonrisa—. De hecho, disfrutaré haciéndolo.

***

La luz del sol se colaba entre las rendijas de las persianas, iluminando la habitación del muchacho. Abraham se revolvía entre las sábanas, negándose a obedecer al despertador de la naturaleza. Dándose por vencido, se irguió somnoliento.

—¡Qué sueño más extraño he tenido esta noche! —comentó mientras se frotaba los ojos.

Giró la muñeca para comprobar la hora en su reloj y con estupor observó que llegaba tarde a clase. Sin dar demasiados preámbulos, se levantó con rapidez de la cama y prácticamente se vistió a la vez que bajaba velozmente las escaleras en dirección a la pequeña cocina de la casa. Allí se encontró con su abuelo preparándose su café matinal. La tranquilidad que observó en él le desconcertó.

—Abuelo, ¡¿sabes qué hora es?! ¡¿Por qué no me has despertado?! —le recriminó enervado—. ¡Llegaré tarde a clase! Mejor será que no desayune y coja algo en la cafetería. ¡Adiós abuelo! —le informó mientras se disponía a marchar.

—¿A dónde crees que vas? —sonó desde el interior de la cocina la voz del anciano.

—A clase… —al chico le sorprendió la pregunta—. Acabo de decírtelo…

—Pero… —Alem salió de la cocina—, hoy no tienes clase —apuntó sonriente.

Abraham le dirigió una mirada de desconcierto.

—¿No lo recuerdas? —preguntó el Butzina extrañado—. Ayer murieron tres chicos de tu escuela. El instituto cerró por luto hasta el lunes.

Al chico se le desorbitaron los ojos y se le palideció la cara. “¡No puede ser!” Pensó. “Era un sueño, ¿no? Acaso no lo era. Tenía que serlo. ¿Acaso aún estoy soñando? ¡No puede ser!”

—¿Te encuentras bien? —preguntó el anciano preocupado—. Ven, te prepararé un energético desayuno —mencionó alegremente—. Lo necesitarás.

El chico, aún pálido, se dirigió hacia la pequeña estancia. Mas su mente deambulaba aún por los recuerdos que él había juzgado por falsos y que ahora se presentaban como verdaderos.

El almuerzo transcurrió envuelto por un incómodo silencio. Nieto y abuelo, ambos, no dirigieron palabra el uno al otro. No obstante, mientras la cara de Abraham seguía haciéndole parecer un zombie, en la de Alem habitaba una sonrisa imborrable.

—Acompáñame —le dijo al muchacho tras terminar el desayuno, haciéndole señas.

El chico, aún inmerso en su mundo, le acompañó hasta el sótano de la casa, hasta aquel gimnasio en el que el anciano se mantenía a tono mediante la práctica de artes marciales orientales. Una vez los dos se encontraron en el interior de la estancia, Alem se giró, y, poniéndose frente a él, mientras se colocaba en guardia, le dijo:

—Bien, Abraham, ¡Es hora de entrenar!

El muchacho mostró extrañeza en su rostro.

—¿Entrenar? ¡¿Qué?! —respondió confundido.

—Te lo dije ayer… —Alem miró al chico y suspiró exasperado—. ¿Aún sigues con la tontería de que esto es un sueño?

El chico se mantuvo en silencio.

—Bien Abraham —dijo el anciano mientras se quitaba la chaqueta y la camisa de su traje—. ¡Dime si soy un sueño o soy real! —de su espalda emergieron sus viejas alas blancas.

—¡No puede ser! —Abraham cayó de rodillas al suelo, llorando—. Es un sueño, si, aún estoy soñando, aún no he despertado, eso es.

Alem se mostró airado ante la cobarde reacción de su nieto.

—¡Está bien Abraham! —mencionó furioso—. ¡Puedes quedarte ahí lloriqueando esperando a que despiertes y probablemente antes de que eso pase estarás muerto o serás usado cuál marioneta! ¡O puedes levantarte del suelo y enfrentar tu destino! Dime, Abraham, hijo de Adán y Eva, ¿Qué es lo que harás? ¿Qué es lo que quieres? —le preguntó colérico.

—Yo… Yo… —balbuceó el híbrido—. Yo sólo quiero no tener que saber nada de seres alados ni de monstruos sellados… Yo sólo quiero seguir viviendo cómo lo he hecho hasta ahora.

>>Es cierto… siempre me he estado quejando de mi vida y de lo triste que era. Pero… la verdad es que me gustaba… Me daba igual que mis padres estuvieran muertos, me daba igual que me acosaran en la escuela, me daba igual todo lo malo. Porque te tenía a ti, y tenía a mis amigos, y con eso me bastaba.

>>Pero ahora llegan esos seres alados y tú dices que tengo en mi interior un poder capaz de destruir el universo, y de repente todos los muros que decoraban la habitación de mi vida se caen a trozos. No sé cómo he de sentirme, pero lo único que quiero es volver todo a como estaba antes —concluyó el chico alicaído.

Las palabras del joven conmovieron el corazón del anciano, quién se aproximó hacia él.

—Ya nada será como antes Abraham, pero podemos luchar por intentar devolver las cosas a como estaban —le consoló mientras le tendía la mano—. ¿Qué me dices?

El muchacho se limpió los ojos con la manga de la camisa.

—¿Acaso tengo otra opción? —preguntó alicaído.

El anciano le dirigió una mueca de empatía.

—Me temo que no —comentó mientras le ayudaba a levantarse.

Alem le pidió que se quitara la camiseta, alegando que no era necesario romper más ropa, y que intentara sacar sus cuatro alas, simplemente pensando en ello. De nuevo, aquel extraño dolor recorrió la espalda del muchacho a la vez que los dos pares de alas emergían. Fue sumamente sencillo: sólo tuvo que imaginar que las tenía y hacerlas salir. Se sorprendió de la facilidad con la que se realizaba tal acción.

—Eso que tienes en tu espalda son tus Knafáims —explicó el antiguo Supremo Sanador—. Ellas son las encargadas de canalizar toda nuestra Atzmut; nuestro poder. Los Butzinas poseemos dos blancas que canalizan nuestra Atzmut lumínica; los Kardinutas poseen un par negro, que canaliza su Atzmut oscura. Tú, al ser un híbrido, puedes usarlas para canalizar ambas. La aplicación de esta energía con fines bélicos te la explicaré después.

—Entonces, ¿qué me enseñarás primero? —quiso saber el chico.

—A matar —respondió fríamente Alem.

—¡¿Matar!? —reaccionó sobresaltado Abraham—. ¡Yo no quiero matar a nadie!

El anciano le dirigió una severa mirada. Mediante rápidos movimientos desenvainó una de las espadas de su colección y atacó a su nieto. Este, aunque asustado, consiguió esquivar cada uno de los golpes lanzados por su abuelo fácilmente. Había ganado una agilidad inusitada que le sorprendió. Finalmente el chico acabó cayendo al suelo, y Alem le colocó la espada en el cuello.

—¡Escúchame bien Abraham! —le gritó—. A partir de ahora es la ley de la selva: o matas o mueres, y en el mejor de los casos serás capturado y utilizado, lo cuál no es un destino muy agradable. ¿Entiendes?

El chico, aún con el miedo en el cuerpo, asintió. El antiguo Supremo Sanador tiro el arma y ayudó al chico a levantarse.

—Butzinas y Kardinutas —continuó con su explicación—, tan distintos y tan similares al mismo tiempo. Ambos mueren de dos formas: mediante un ataque directo al corazón, o arrancándoles sus Knafáims. Cualquier otra herida, por muy grave que sea, difícilmente les provocará la muerte debido a que prácticamente todos tienen conocimientos acerca de medicina.

>>En otras palabras, saben curar esas heridas —Alem hizo una pausa para comprobar que su pupilo atendía a sus explicaciones—. Sin duda alguna, la más tortuosa de ambas opciones es la de perder nuestras Knafáims. Como te he dicho, estas son las encargadas de canalizar nuestra Atzmut. Nosotros somos seres de energía, a diferencia de los seres humanos, que son seres de materia.

>>La razón de nuestra forma física es que parte de nuestra energía se manifiesta en forma de materia, dándonos este aspecto. Pero si le arrancas las alas a alguno de nosotros, nuestra materia volverá a convertirse en energía, desapareceremos, perderemos nuestra esencia, nuestra alma por decirlo de alguna manera. Volveremos a formar parte del universo. Esa vuelta a nuestra forma más primitiva es una insoportable agonía.

Abraham agarró asustado sus alas, temiendo tener que sufrir algún día aquel horrible destino.

—No temas, no permitiré que tal cosa te pase —le tranquilizó Alem—. Te enseñaré a usar tu Atzmunt mixta. Como has podido observar, has ganado agilidad y velocidad, esa es una de las aplicaciones de tu poder. Los seres de la luz pueden llegar a viajar en ocasiones a la misma velocidad que esta, convertirse en energía lumínica durante un tiempo limitado sin perder su esencia propia.

>>Lo mismo ocurre con los seres de la oscuridad en lo referente a su medio. Si, a pesar de lo que digan tus libros de física —comentó al ver la cara extrañada del chico—, la oscuridad, al igual que la luz también se propaga, y tiene una velocidad imposible de alcanzar para cualquier ser humano, pero no para un Kardinuta. Has de saber que tú al ser un híbrido eres capaz de moverte a ambas velocidades, la de la luz y la de la oscuridad, bajo sus respectivos medios, pero que no debes abusar de ello, o esta ventaja se volverá en tu contra. Debes siempre usar la velocidad adecuada sin ponerte en riesgo.

>>Hablando de ventajas, también convendría nombrar la percepción del aura de ambas especies. El aura sería la energía que libera cada ser de luz u oscuridad por el simple hecho de estar vivo, y que se incrementa según como utilice su Atzmunt.

—Hoy, cuando desperté —le interrumpió el híbrido—, noté la presencia de una Butzina y un Kardinuta antes de verles u oírlos, ¿te refieres a eso?

—Efectivamente —le confirmó—. Al poseer rasgos de ambas especies, eres capaz de detectar ambas auras. Incluso, si eres quién de mantener ambas Atzmunt en equilibrio, tu aura será neutra y serán incapaces de localizarte. Mas si está en desequilibrio con mayor peso de luz, los seres que habitan en esta te detectarán, lo mismo pasará con respecto a los seres de oscuridad en lo referente a un desequilibrio a favor de su Atzmunt. Los seres de una raza sólo son capaces de detectar las auras de los de su misma especie. Juega con esto cuando tengas que combatirlos.

—¿Y también pueden detectar a esa bestia que porto, al Rashá?

—El Rashá es una gran concentración de Atzmunt oscura, por lo tanto, si se libera su aura, ellos te localizarán. Por eso, debes aprender a controlar tus poderes de híbrido, de esa manera te será más fácil controlar a la bestia y evitar que te posea.

—¿Los seres de luz también pueden detectarlo?

—Al ser una bestia de oscuridad no… —el anciano entendió de repente el por qué de la pregunta del chico—. Si te refieres al por qué algún ser de luz te detectó ayer, eso fue culpa mía. Durante mi enfrentamiento contra la bestia, tuve que usar parte de mi Atzmunt para reforzar tu sello. Lo más probable es que te localizaran siguiendo el rastro de esta.

>> Lo cierto es que, por el simple hecho de estar ahora aquí hablando con nuestras Atzmunts activadas, nos estamos poniendo en peligro, por eso me gustaría gastar la mínima energía necesaria, con el fin de evitar ser descubiertos.

—De acuerdo abuelo, ¿qué es lo siguiente que debo saber?

—Debes aprender a emplear tu Atzmunt de cara al combate —afirmó—. Las Knafáims lo canalizan y te permiten usarlo de distintos modos. Por ejemplo, puedes juntar una cierta cantidad de Atzmunt en la palma de tu mano y convertirla en una esfera de energía, tal que así —el anciano extendió su palma y en ella empezó a tomar forma una pequeña esfera lumínica. Abraham no pudo evitar recordar a la Butzina del día anterior cuándo esta intentó matarle—. Prueba a hacerlo tú.

—Pero… ¿Cómo? —le replicó el chico.

—De la misma forma que has hecho salir tus Knafáims, pensando en ello. Acaso cuándo piensas en mover tu brazo y se lo ordenas, ¿este no se mueve? Del mismo modo concentra la Atzmunt que recorre todo tu cuerpo en la palma de tu mano y dótala de forma esférica. Vamos, tan sólo inténtalo por lo menos.

Abraham le hizo caso y extendió la palma de su mano, esforzándose en visualizar una esfera en ella. Para su sorpresa pronto se empezaron a arremolinar dos, una de luz y otra de oscuridad.

—Bien, ahora arrójamelas —le ordenó Alem.

—Pero… Alem…

—No titubees, simplemente arrójamelas.

El muchacho terminó por obedecerle: lanzó las dos esferas hacía él. El anciano envió la que formara antes a chocar con la oscura, neutralizándola, y se dejó impactar por la lumínica. El muchacho puso por un momento cara de horror al pensar que le había herido, pero el anciano permaneció intacto tras que la esfera colisionara con él.

—Otra cosa que debes saber, es que los ataques de luz no hieren a los seres de luz, sólo a los de oscuridad y viceversa. Por eso sería importante e interesante que supieras dominar ambas

Atzmunts para poder utilizar la adecuada en cada momento.

>>Siguiendo con el dominio de esta en combate, otra forma de canalizarla es mediante rayos de energía. Para ello puedes lanzarlos pequeños y precisos desde la yema del dedo, o bien potentes y grandes desde la palma de tu mano. Otra vez de nuevo, sólo tienes que concentrarte y, debido a las grandes capacidades que estoy observando en ti, serás quien de hacerlo.

Abraham volvió a confiar nuevamente en su abuelo y extendió el brazo hacia él, tratando de concentrar esa gran cantidad de energía que empezaba a sentir por todo su cuerpo para que formara un rayo que emergiera de la palma de su mano.

Nuevamente volvió a lograrlo, pero nuevamente no supo controlar su poder: hacia Alem fue enviado un potente rayo de oscuridad pura que hizo temblar al muchacho. El anciano no se movió de su lugar. Antes de colisionar con él, el rayo fue detenido por una barrera de luz. Abraham se quedó muy sorprendido al observar esa habilidad.

—Esto es otra forma de canalizar la Atzmunt, una forma muy avanzada que permite tener una buena defensa en combate. Esta barrera puede disponerse alrededor de tu cuerpo de cualquier forma y sentido, y protegerte de cualquier ataque, resulta muy útil, así que intentaré enseñarte a usarla más adelante.

Durante el resto de la mañana, Alem se esforzó en enseñarle a controlar a su nieto sus nuevos poderes de híbrido, siendo consciente de que debía intentar instruirle lo máximo posible en poco tiempo para que este pudiera valerse por si mismo.


--------------------------------------------

Noticias:

La noticia es que no hay noticias xD Actualmente estoy disfrutando de unas vacaciones de "estudio" en Canada, y todos los dias hago algo o voy a tal sitio, y a la noche siempre estoy charlando con los de mi casa, acabo el dia muy cansado, twitteo un poco y me acuesto a dormir.

Por lo tanto, no tengo tiempo ni para escribir ni leer, ni para nada de lo que estaba haciendo el resto del verano.

Apenas para conectarme a actualizar el blog y publicar el relato en el foro.

Asi que nada mas por mi parte, saludos de esta rata desde cloacas canadienses y enjoy it!

Atentamente: Mickael Vavrinec
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor melodia » Mar Ago 16, 2011 4:46 am

pues .....
Spoiler: Mostrar
SABES QUE ESTOY ESPERANDO ESTO HACE MAS DE 3 SEMANAS MICKAEL D<
( sopórtalo tu eres el que creo este monstruo e.e)

sabes que no se criticar u.u ,pero tratare de hacer un pequeño esfuerzo para ayudarte a mejorar n.n
Spoiler: Mostrar
esta bien no me sale TwT soy muy mala en esto lo siento, pero prometí que te haría una critica pero no me sale x3


pues, lo único que puedo decirte es que este capitulo ( para mi cabeza felina e.e) es un poco menos emocionante que los otros , pero tiene lo suyo (no te preocupes si me gusto x3) al principio creo que ya saque quien era el ser de las alas negras ( estoy segura de eso -w-) el resto del capitulo estuvo bastante interesante

Spoiler: Mostrar
como verán esto se llama una critica de pobres u.u porqué no critique nada (soy muy mala en esto de criticar u.u)


solo lo que queda por decir es que espero con gran alegría la segunda parte del capitulo 4 ,señor mickael :wink:
nos veremos saludos cordialmente desde tu mente
melodia =3ñya
Imagen

Spoiler: Mostrar
Imagen
Gracias drako =3
melodia
13. Invisible
13. Invisible
 
Mensajes: 377
Registrado: Lun Abr 18, 2011 5:47 am
Dinero: 10,464.74
Ubicación: En la mente de MICKAEL x3
Sexo: Femenino
Karma: 0

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Mié Ago 31, 2011 3:16 am

Respuestas a mis queridos lectores

Spoiler: Mostrar
melodia: Gracias por leer y comentar. Si, estoy de acuerdo en que esta parte sea un poco más sosa que otras, pero era un capítulo necesario, en algún lugar tenía que meter las explicaciones sobre las reglas del universo, mas no te preocupes amiga mía, a partir del próximo cap llegan la dosis de acción e interés 8D


---------------------------------------------------

Y si, finalmente he regresado de tierras americanas a mi querida península para traeros, después de haber descansado dos días del viaje, la segunda parte del cap 4, que me gusta más que la primera, espero que a vosotros también. Tenemos el fin del entrenamiento, una bonita reunión de amigos (con guiño a Habimaru incluído e.e) y una sorpresa interesante al final que tendrá especial importancia en los próximos capítulos. No les entretengo más. Disfruten de los desquicios de mi mente vertidos sobre su computadora.

Capítulo 4 - Entrenamiento - Parte 2
Spoiler: Mostrar
Pronto llegó el mediodía, y el anciano decidió detener el entrenamiento con el fin de que recuperaran energías y disfrutaran de una buena comida. Tras dejarle unos minutos de descanso a Abraham para que digiriera los alimentos, le ordenó bajar de nuevo para reanudar el adiestramiento.

—Se me olvidó mencionártelo antes —dijo una vez se volvieron a encontrar en el extenso gimnasio—, pero obviamente, al igual que la energía de un humano se agota según la vaya empleando este, lo mismo ocurre con nuestra Atzmunt, por lo que es conveniente saber racionalizarla para no encontrarnos en una situación de agotamiento en la que estaríamos en desventaja.

—Entendido —respondió Abraham. El joven aún seguía bastante temeroso de la realidad con la que se acababa de topar, pero Alem le prometiera que si le hacía caso podría recuperar su vida, por lo que se estaba esmerando al máximo.

—Otra forma muy interesante de canalizar la Atzmunt —prosiguió el antiguo Supremo Sanador con el entrenamiento—, es mediante la aplicación de esta a la materia. Es decir, yo puedo agarrar esta espada por su mango y pasar la palma de mi otra mano por su filo y… —explicaba el anciano a la vez que realizaba tal acción. Tras hacerlo, el filo cobró una luminosidad intensa—.

>>Esta espada normal y corriente ahora se ha convertido en una espada de luz, capaz de herir a cualquier ser de oscuridad. De la misma forma puedes usar cualquier otra herramienta o material de lucha y conferirle parte de tu Atzmunt. También puedes concentrarla en partes de tu cuerpo como tus puños o pies para golpear directamente al adversario.

>>Pero basta de chácharas —Alem cogió otra de las espadas de su colección y se la lanzó a Abraham. El joven atrapó torpemente el arma al vuelo—. ¡Luchemos! —le desafío.

El muchacho intentó realizar con la espada que había recibido lo mismo que hiciera Alem con la suya, y la dotó de Atzmunt oscura, aunque todavía no fuera quién de controlar perfectamente el cuándo usar cada una.

Las armas chocaron y resonaron por toda la casa. Alem se mostraba muy diestro en el manejo de la suya, a pesar de su avanzada edad. Abraham tampoco se quedaba demasiado atrás, tenía ciertos conocimientos derivados de
algunas clases ocasionales de artes marciales que su abuelo le impartiera.

Eventualmente, ambos contendientes fueron desarmados, y entonces la lucha paso a ser mano a mano. Así avanzó el reloj hasta que sus agujas marcaron las seis de la tarde, y ambos adversarios cayeron exhaustos al suelo.

—No está nada mal para ser el primer día, Abraham —le felicitó el anciano—. Cuándo yo era parte de la corte en Edén, me encargaba de adiestrar a los soldados más prometedores, y te puedo asegurar que ninguno de ellos hizo tantos progresos como tú en tan poco tiempo. Claro que ninguno de ellos poseía tus habilidades —mencionó con una sonrisa.

“Es cierto.” Recordó el muchacho. “Alem fue Supremo Sanador en Edén. Entonces…”

—Oye Alem… ¿Tú no me odias? —preguntó, provocando la sorpresa de su interlocutor.

—No, ¿porque debería odiarte?

—¿Tú no perdiste nada cuándo yo…? Bueno, ¿cuándo eso que habita en mí destruyó Edén?

El anciano se quedó un rato mirando al muchacho, su voz adoptó un tono nostálgico al hablar.

—Se llamaba Lamec. Su madre murió al dar a luz. Fue una suerte para mí haberle tenido. Se parecía a ti, era muy imaginativo y con baja autoestima, pero con una gran fuerza de voluntad para proteger lo que más quería. Yo intenté educarlo para que fuera sanador, pero él se empeñaba en ser soldado, decía que quería defender y luchar por su especie. Entró al ejército cuándo cumplió 18 años.

>>Dos años después fue cuándo se produjo el ataque del Rashá. Él fue enviado junto a un escuadrón de novatos a detenerlo. Miguel, el Supremo Caballero de aquel entonces, se negó a poner en peligro a los soldados de élite, mandando a una muerte segura a los menos experimentados.

Abraham observó la tristeza en la mirada del anciano, y no pudo evitar sentir cierta empatía por él y cierto odio hacía lo que guardaba dentro.

—No te odio, aunque si que es cierto que tengo algún resentimiento hacia lo que portas. Pero que tú lo portes es culpa mía, ¿qué clase de hipócrita sería si odiara algo que yo “cree” voluntariamente? —opinó Alem—. Se lo prometí a tus padres, que te protegería y cuidaría. Eso es lo que he hecho durante todo este tiempo.

El timbre de la casa interrumpió la conversación. Alem, preocupado, le ordenó a Abraham replegar y guardar las Knafáims, a la vez que él hacia lo mismo. Cogió la espada con la que combatiera antes contra su nieto y subió las escaleras. Se acercó sigilosamente hacia la puerta, temiendo haber sido descubierto. Con rápidos movimientos, la abrió con la mano derecha a la vez que lanzaba el arma hacia delante con la izquierda.

La espada quedó a unos milímetros del cuello de un esbelto chico de cabellos de oro y ojos del color del cielo. Asustado, retrocedió inmediatamente hacia atrás.

—¡Abuelo! —vociferó—. ¿Te has vuelto loco? —dijo mientras se agarraba la garganta con ambas manos.

El anciano borró la seriedad de su rostro, cambiándola por una amable sonrisa, a la vez que colocaba la espada en una posición menos agresiva.

—A mi edad, es normal ser atacado a menudo por astutos vendedores de puerta en puerta y otros tipos de molestias que pueden llegar a incomodarte hasta límites insospechados. Así que hay que estar preparado para combatirlos —comentó sonriente, y luego dejo escapar una larga risotada. El rubio chico le observó aún temeroso—. ¿Por qué no pasáis a tomar algo? Abraham estará encantado de veros. Carlos —Alem giró la cabeza hacia su derecha—. Sandra.

La hermosa pelirroja de largos cabellos, a diferencia de su amigo, observara la escena desde una perspectiva más humorística. Ahora no podía evitar dejar escapar una pequeña risa por lo bajo.

El anciano los instó a pasar al interior de la casa. Después de que entraran, cerró la puerta con suavidad.
—¡Abraham! —gritó—. ¡Carlos y Sandra han venido a verte!

El chico escuchó la llamada de su abuelo sorprendido desde el gimnasio. “Sandra y Carlos”. Pensó. “Con todo lo sucedido, olvidé por completo contactar con ellos”. Subió las escaleras raudamente, alegre de poder reunirse con sus amigos.

—¡Hola chicos! —les saludó sonriente.

—¿Vienes del sótano? —preguntó asombrado Carlos—. ¿Qué has estado haciendo?

—Aprovechando el día libre he querido enseñarle un poco de defensa personal —explicó Alem mientras sonreía—. Pasad a la cocina, allí estaréis más cómodos y podréis tomar algo.

Reunidos entorno a la pequeña mesa de la estancia, los tres amigos compartían unos refrescos de cola con gas junto a unos apetitosos bocatas cortesía del amable anciano. Los de Sandra y Carlos eran de jamón, producto muy típico en la zona, mientras que el de Abraham era de chocolate, alimento que encantaba al joven.

—Así que defensa personal… No creo que la necesites ya… —comentó Carlos.

—Eso parece —respondió Abraham.

Un silencio incómodo se apoderó de la sala.

—¿Te duele…? —mencionó la pelirroja—. ¿Te duele algo que hayan muerto?

El muchacho se pensó un poco su respuesta, sorprendido por tal cuestión.

—No lo sé. Desde luego que no les tenía ningún tipo de estima, pero no me creo capaz de desearle la muerte a nadie —sonrió irónicamente al recordar que en cierto modo él era su asesino y que, momentos antes de matarles, tal destino les deseara.

—Mañana es el entierro —apuntó su rubio amigo—. ¿Vendrás?

—Supongo que es lo mínimo que debo hacer.

—Bien, pues deberíamos quedar juntos para coger el bus —propuso Carlos—. Supongo que también irán el director y el resto del instituto, puede que incluso vaya hasta el alcalde.

El silencio se volvió a apoderar del ambiente.

—Deberíamos hacer algo este fin de semana —saltó Sandra—. No volveremos a tener clase hasta el lunes, y ya nos queda poco para comenzar los exámenes finales.

—No me nombres ahora los exámenes —le reprochó Carlos—. ¿No os parece increíble? ya estamos a punto de terminar la secundaria, ya era hora.

—Sobretodo para ti —apuntó Abraham—. Ya eres bastante mayorcito para seguir en el instituto —comentó al recordar la avanzada edad de su amigo, 19 años, frente a los 16 de él y Sandra.

—¡Oye! Es cierto que hasta hace poco no he hecho nada, pero me estoy poniendo las pilas, ¿vale? Pienso estudiar el bachillerato, e incluso sacarme una carrera —contestó indignado.

Sus amigos se limitaron a reír. Aunque a Carlos no le hizo mucha gracia al principio, al final terminó uniéndose a la risotada colectiva.

—Voy al baño un momento si me disculpáis chicos —mencionó la pelirroja mientras abandonaba la estancia.

—Oye Carlos —Abraham comprobó que su amiga se había alejado lo suficiente como para no oírles— ¿Tu crees que él le ha vuelto a…? —preguntó en referencia a las gafas de Sol que portaba la muchacha. Era cierto que hacía un día soleado, impropio de un mes tan lluvioso como era Abril, pero al muchacho no dejaba de inquietarle que ni siquiera en el interior de la casa las quitara.

—¿Que si el viejo volvió a pegarle? —terminó el rubio la frase— ¿Cómo saberlo, Abraham? Bien sabes que cuando intentamos sacar el tema enseguida lo evade, esa parte de su vida está claro que la quiere mantener oculta.

—¡Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados! —replicó furioso.

—¿Y qué haremos? ¿Iremos a dónde su padre y le pegaremos una paliza? Esa noche le pegará el doble. ¿Lo denunciaremos ante la justicia? Ella se negará a reconocerlo, y si no es ella la que lo denuncia no nos harán ni caso. Es horrible, pero no podemos hacer nada por el momento —Abraham apretó su puño fuertemente, lleno de rabia al observar su impotencia—. Pero no me extrañaría que la hubiese maltratado, ella tuvo que pasar toda la tarde de ayer en su casa.

>>¿No lo supiste? —preguntó al ver la sorpresiva reacción de su amigo—. Ayer hubo una especie de toque de queda que se prolongó hasta esta mañana. Tras descubrir los cuerpos lo impusieron como medida preventiva hasta dar con el asesino. De todas maneras hoy ya han sido algo más permisivos y por eso hemos podido venir a visitarte. Por cierto —Carlos cambió su tono— ¿dónde te metiste ayer?

—¿Cómo que dónde me metí ayer? —dijo el pelirrojo para ganar tiempo, en busca de una excusa convincente.

—Si, Sandra y yo estuvimos esperándote un buen rato, pero no apareciste, al final nos tuvimos que ir sin ti.

—¡Ah! Es que… no me encontraba bien —contestó al no encontrar una mejor cuartada.

—De todas maneras, ayer te llamé varias veces y en ninguna ocasión me cogiste el teléfono.

“¡El móvil!” Se dio cuenta alarmado. Seguramente lo hubiera perdido durante el lapso de tiempo que no podía recordar, junto a todas las demás pertenencias que llevaba consigo aquel día.

—Eso… eso seguramente fue que mi abuelo lo debió poner en silencio para evitar que alguien me molestara mientras me recuperaba, debió ser eso —ni siquiera él mismo estaba convencido de sus pobres excusas—. Seguro que cuando le eche un vistazo aparecen todas tus llamadas perdidas.

—Entiendo —Carlos le dio un gran sorbo a su refresco—. ¿Sabes qué? Ayer, cuándo te estábamos esperando, al poco rato, oímos unos fuertes gritos. Asustados, nos largamos inmediatamente hacia el instituto. Luego, cuando apareció en las noticias lo de que habían localizado aquellos tres cuerpos en el callejón, te juro que un escalofrío recorrió mi espalda, y estoy seguro de que a Sandra le ocurrió lo mismo.

>>Por un momento pensé que tu fueras uno de esos cuerpos, y me preocupé muchísimo, por eso intenté localizarte desesperadamente. No fue hasta que se realizó la identificación de los cuerpos, que pude respirar tranquilo al comprobar que se trataba de esos tres bastardos y no de ti.

—¡Hola de nuevo chicos! —la dulce voz de la pelirroja cortó la conversación—. ¿De qué habláis?

—De cosas de hombres —respondió sarcásticamente Carlos.

—¿Ya estamos con secretitos? —contestó molesta—. Creía que no había de eso entre nosotros.

—Compréndenos, hay cosas nuestras que tú no entenderías —puntualizó Abraham.

—Hombres —susurró mientras suspiraba derrotada. Los tres se unieron entonces en una gran carcajada colectiva.

Pasaron el resto de la tarde debatiendo acerca de lo que les depararía el futuro. Del cercano, pensando en planes del verano. Y del lejano, pensando en qué es lo que harían con sus vidas.

—Ya lo he dicho antes —comentó en una ocasión Carlos—. Quiero estudiar una carrera, y ¿sabéis qué? Me encantaría estudiar telecomunicaciones, debe ser muy bonita.

—¡Anda ya! Eso es para auténticos suicidas —le informó Abraham—, uno de los chicos de 1º de bachillerato que conozco tiene un primo en el sur que la está haciendo y no para de quejarse de ello. Y estoy seguro de que es mucho más listo que tú —mencionó con una burlona sonrisita.

—¡Abraham, si te digo que la hago es que la hago! ¡Y además con matrículas de honor! —respondió el rubio enérgicamente.

Pronto se hizo tarde y llegó el momento de ponerle fin a la amable reunión de amigos. Sandra y Carlos se despidieron de Abraham y de Alem, quedando con el joven al día siguiente con el objetivo de ir al entierro. Tras que este cerrase la puerta, el anciano le dirigió una preocupada mirada.

—Quizás… —balbuceó—. Quizás no debieras juntarte mucho con ellos hasta que solucionemos todo esto. No sabemos que puede hacer el enemigo con tal de encontrarte.

—Alem, ellos lo son todo para mí —mencionó el joven con una confianza inusitada en él—. Antes te dije que no quería matar a nadie. Pero, me da igual Kardinuta que Butzina, si alguno de esos seres alados le pone una sola mano encima a mis amigos, juro que lo pagará caro.

***


—¡Adiós Sara!

—¡Hasta mañana Carlos!

Los dos amigos se despidieron en el lugar donde siempre se reunían y separaban: aquella esquina enfrente a la estación de autobuses, aquel borde en el que terminaba la calle del callejón. Aquel callejón en donde se dieran lugar los terribles sucesos del día anterior.

Sobre esos sucesos cavilaba Carlos de camino hacia su casa. Entre los últimos rayos del ocaso, andaba a paso ligero, aunque nadie le esperara, por las vacías calles de la ciudad. De pronto se percató de una sombra que se alzaba sobre la avenida, proveniente de un pequeño callejón. Hizo caso omiso a ello y siguió su camino.

—¿A dónde vas? —dijo la voz proveniente del callejón, cuando Carlos ya lo había sobrepasado.

—A casa —respondió el muchacho.

—Pero tu casa no está aquí —le hizo ver el ser oculto entre las sombras.

—Si te soy sincero, no sé si mi hogar ya está más aquí que allí —le contestó el chico.

—Has pasado demasiado tiempo entre los humanos —le rebatió la voz—. ¿No me digas que les has cogido cariño?
—comentó irónicamente.

—Es posible —apuntó con indiferencia Carlos.

El ser salió de entre las sombras, dejando ver bajo la luz del ocaso su rubia barba y sus blancas alas.

—Tienes trabajo, ¿lo sabes, no? —le informó.

—Lo sé —afirmó el muchacho—. Aquello para lo que me he estado preparando desde hace años. La razón de todo
este duro entrenamiento. Mi única meta en la vida —hizo una pequeña pausa—: La destrucción del Rashá.

—Efectivamente —le confirmó sonriente el Butzina—. Así que no me defraudes.

—No lo haré —Carlos se dio la vuelta, mirando fijamente al Ser Supremo de los seres de la luz—. No te defraudaré, padre.


Adelanto capi 5
Spoiler: Mostrar
Las campanas suenan rotundas desde lo alto de la iglesia.
Pero, ¿acaso suenan por la muerte de los tres chicos o por el fin de la antigua vida del muchacho?
En el próximo capítulo de "El ocaso del alba":

Capítulo 5 - ¿Por quién doblan las campanas?

Todo fin es el principio de algo nuevo.


---------------------------------------------------

International News:

- Lo primero, he de agradecer al blog Viviendo Libros el que le haya dedicado una entrada a esta, mi querida obra, "El ocaso del alba". Mis más sinceros agradecimientos ^^

- Pronto, prometo que muy pronto, estará la obra dispuesta para descargar, en serio que lo prometo.

- He decidido dividir la obra final en dos partes por así decirlo, la que estáis leyendo se titula "Alba", durará sobre 9 capítulos, terminará de publicarse a primeros de Noviembre y tendrá su propio tomo recopilatorio para Navidades.

Nada más por mi parte, disfruten de sus vidas y gracias por dedicar tiempo a la lectura que produce un servidor.

Saludos desde la cloaca.

Atentamente: Mickael Vavrinec
Última edición por Mickael el Lun Oct 24, 2011 4:04 am, editado 1 vez en total
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor melodia » Jue Sep 08, 2011 3:05 am

hola mcikael ,he leído el ultimo capitulo que colocaste en el foro , y la verdad me a agradado mucho , el final me lo esperaba , no se como pero de cierta manera lo esperaba
no tengo mucho que decir acerca de este capitulo solo queda por decirte que
espero con ansias el siguiente .
de ante mano tu historia , es muy interesante y buena
sin mas que decir
me despido cordialmente
una de tus mas grandes lectoras
Mel=3
Imagen

Spoiler: Mostrar
Imagen
Gracias drako =3
melodia
13. Invisible
13. Invisible
 
Mensajes: 377
Registrado: Lun Abr 18, 2011 5:47 am
Dinero: 10,464.74
Ubicación: En la mente de MICKAEL x3
Sexo: Femenino
Karma: 0

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Dom Sep 18, 2011 8:43 pm

Respuestas a mis queridos lectores
Spoiler: Mostrar
melodia: Si, es uno de mis grandes miedos, el que las grandes sorpresas de la historia resulten previsibles o cantadas, esperemos que de aquí en adelante sean mas inesperadas.


----------------------

Mis disculpas, reiteradas por supuesto, por este retraso de una semana. La explicación es sencilla, recientemente me acabo de mudar a mi nuevo piso universitario, y hasta hace poco no me han puesto el internete, que ha furrulado mal hasta hoy, día en el que por fin puedo publicar. Para compensar la semana de retraso, esta os traigo, no uno, sino dos capítulos, para que disfruten sus ojos ávidos de más EODA. Disfruten de los desquicios de mi mente vertidos sobre la pantalla de su computadora.

Capítulo 5 - ¿Por quién doblan las campanas? - Parte 1
Spoiler: Mostrar
Talán, Talán, Talán.

Doblaban las campanas.

Talán, Talán, Talán.

La lluvia caía sobre todos los asistentes al entierro. Desde los familiares y amigos de los fallecidos, que rompían en llanto, que mezclaban sus lágrimas con las gotas de lluvia, hasta las más altas autoridades de la ciudad, que daban su pésame y prometían atrapar al criminal de tan horrible asesinato.

De entre toda la multitud allí reunida, el único que sabía toda la verdad sobre los sucesos que condujeran a la muerte de aquellos tres chicos, era aquel joven pelirrojo oculto bajo un par de paraguas junto a otra chica de su misma tonalidad de cabello y a otro rubio muchacho.

Los tres se reunieran unas horas antes en la esquina de siempre, en frente a la estación de autobuses. Allí cogieron uno hacia el cementerio en el que ahora se encontraban, cuyo emplazamiento se situaba a las afueras de la ciudad. Llegaran al entierro justo a tiempo, pudiendo escuchar la misa completa en honor a los tres fallecidos. No es que Abraham fuera muy católico, de hecho siempre le aburrieran los sermones eclesiásticos, mas sabía que era lo mínimo que debía hacer.

Así pues, allí estaban los tres, amparados bajo los paraguas, resguardándose del imparable aguacero que las nubes vertían sobre ellos. Doblaban las campanas mientras confinaban los tres ataúdes de mármol bajo tierra y el cura erigía su último rezo al cielo. El llanto de los padres de los fallecidos resonaba por toda la zona. Para el híbrido cada lágrima era como una punzada en el corazón.

Cuando llegó el momento de dar el pésame, no fue quien de mirarles a los ojos, avanzó rápidamente delante de cada uno de los familiares, susurrándoles las palabras de empatía características de tal ritual, con la cabeza agachada, sintiéndose culpable de un crimen del que en cierto modo era culpable.

Los presentes al funeral empezaron a abandonar el lugar, las inclemencias meteorológicas del día les animaban a irse antes de lo habitual. Carlos y Sandra intentaron convencer a Abraham de que ya no pintaban nada allí, pero el muchacho pelirrojo sabía que aún tenía algo que hacer. No queriendo obligarles a quedarse, les animó a que se fueran cuanto antes para no perder el autobús, asegurándoles que él cogería el siguiente.

Se separó de ellos, avanzando hacía las sepulturas, colocándose la capucha de su sudadera violeta, la misma que llevara el día del asesinato, ahora ya completamente limpia de cualquier rastro incriminatorio. Una voz reclamó su atención a sus espaldas. Cuando se giró, tuvo que agarrar rápidamente el paraguas que le lanzaron.

—Por lo menos quédatelo. No nos haría ninguna gracia que volvieras a enfermarte —le aconsejó dulcemente la pelirroja—. Ya me lo devolverás otro día.

—Gracias —se limitó a responder Abraham.

—¿Seguro que no quieres volver ya? —preguntó Carlos.

—No. Ahí una última cosa que debo hacer. Por favor, id yendo sin mí.

Observó la mano alzada de sus amigos despidiéndose de él hasta que abandonaron el recinto. Después, volvió su vista
nuevamente a las sepulturas, y hacia ellas se dirigió. Se agacho para poder leer los mensajes inscritos.

<<Aquí yacen los restos de Roberto, joven vecino de nuestra ciudad que falleció trágicamente el 8 de Abril de 2011 a los 16 años de edad. Sus padres, hermanos, familiares y amigos ruegan una oración por su alma>>.
Las otras dos rezaban mensajes parecidos, sólo cambiando el nombre por los de Borja y Rubén. Abraham se colocó enfrente a la que se encontraba en el medio y se arrodilló ante ellas.

—Es cierto, nunca nos llevamos bien. Bueno, quizás eso fuera más culpa vuestra que mía, pues siempre decidisteis tomarla conmigo y hacerme la vida imposible. Siempre me hubiera gustado preguntaros el por qué… Me temo que ya no podré. Pero ese es un tema que no viene a cuento, eso ya no importa, porque la cuestión es que estáis muertos y en parte es por mi culpa.

>>Veréis, aquello que seguramente visteis antes de morir y que debió aterraros profundamente es el Rashá. Es una bestia de oscuridad que fue confinada en mi interior hace 15 años, una maldición que he de portar. Debido a mi incapacidad para controlarla, aquel día fue liberada y causó vuestras muertes. No puedo hacer más que pediros perdón por ello. Lo siento.

>>He decidido que si he de vivir con esto en mi interior, por lo menos haré todo lo que esté en mis manos para evitar que algo como lo vuestro se repita. Aprenderé a controlar mis poderes, me haré más fuerte y dominaré al Rashá. Seguiré con mi vida como hasta ahora, como si nada hubiera pasado, y si los seres de la luz y los seres de la oscuridad tratan de alterarla se tendrán que enfrentar a mí. Siento tanto que hayáis tenido que sufrir este destino como víctimas inocentes de una guerra ajena a vosotros. Me pregunto… ¿Yo podría hacer algo para terminar también con eso?

Se levantó y dirigió una última mirada en señal de perdón hacia las tres tumbas. Antes de que si quiera se diera la vuelta con intención de abandonar el recinto, una extraña presencia se situó a su lado.

—Eres Abraham, ¿me equivoco?

Era un hombre alto, de más de un metro noventa seguramente. Vestía una larga gabardina marrón que lo debía proteger bastante bien del frío. Como resguardo ante la lluvia sólo contaba con un sombrero del mismo color. Bajo él, se distinguían algunos mechones de pelo, unas cuantas arrugas y un grueso bigote negro, estos últimos detalles dejaban entrever su madura edad. El muchacho lo observó extrañado, un tipo así hubiera llamado su atención sin ninguna duda, mas no recordaba haberlo visto durante el entierro.

—Si, lo soy.

—Mi nombre es Ricardo. Soy el inspector jefe de la policía local —comentaba el hombre mientras enseñaba su placa identificativa que lo acreditaba como quien decía ser.

—¿Hay algún problema, agente? —preguntó Abraham confuso.

—Acompáñame al exterior del recinto y te comentaré los detalles.

El híbrido, aún sorprendido, hizo caso al servidor de la ley y le siguió hacia la salida del cementerio, hacia una zona en la cual nadie podría verlos. Allí estaban esperando dos policías uniformados que nada mas ver al chico lo inmovilizaron, colocándole las esposas reglamentarias.

—¿Qué significa todo esto? —preguntó asustado al verse en semejante situación.

—Abraham, estás detenido. Se te acusa de haber cometido el asesinato de los tres jóvenes a los cuales se les ha dado entierro hoy. ¿Supongo que ya sabrás que tienes derecho a un abogado y todas esas cosas?

—¿No estará hablando en serio? —antes de que le pudieran responder fue violentamente arrastrado hacia el coche patrulla.

Su cara palideció de repente. “¿Cómo saben que fui yo? ¿Qué pruebas tienen? ¿Cómo he acabado metido en este lío?”. Se
preguntaba, nervioso y atemorizado ante lo que le estaba sucediendo.

—Mira chico, es muy sencillo, te vamos a llevar a comisaría y te vamos a hacer unas cuantas preguntas. Sé sincero, pórtate bien y todo saldrá como debe —le consolaba el inspector.

El camino hacia la comisaría, situada en el centro de la ciudad, se hizo largo y agotador para el pelirrojo muchacho, que iba sumido en un profundo pánico. “Puedo salir de esta, puedo usar mis poderes de híbrido para escapar. Pero… ¿y si no logro controlarme y les mató? ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer? Soy muy joven como para pasar el resto de mi vida entre el correccional y la cárcel. ¡Tranquilízate, coño!”

Finalmente llegaron a su destino. El chico rezaba para que ningún conocido lo viera entrando a la comisaría. Por suerte, en los alrededores de esta no había nadie. Recordaba Abraham en esos momentos a los asesinos que aparecían por televisión entrando a los juicios, siendo abucheados por toda la gente de la zona. Se preguntaba si él se vería en la misma situación, odiado por los que antes lo querían.

Nuevamente, las formas para llevarlo desde el coche al interior del cuartel no fueron muy corteses. Con rápida brusquedad, el pelirrojo muchacho fue llevado hacia la sala de interrogatorios, situada al fondo de la comisaría. Era una pequeña estancia escasamente iluminada por una lámpara de reducido tamaño que colgaba del techo, y que apenas permitía ver el pobre inmobiliario de la estancia, compuesto por una mesa y una silla. Allí lo obligaron a sentarse.

Los dos policías salieron al exterior de la sala, supuestamente para vigilar el que nadie entrara, cerrando la puerta con brusquedad. Abraham se quedó a solas con el inspector, quien golpeó con fuerza la mesa y le dirigió una furtiva mirada.

—Abraham… cuéntame, ¿de qué conocías a las víctimas?

—Eran compañeros en el instituto.

—¿Sólo compañeros de instituto? —el muchacho permaneció callado— No lo creo, tenemos informaciones que apuntan a que no tenías muy buena relación con ellos… ¿me equivoco?

—No, es cierto. Ellos siempre abusaban de mi y se metían conmigo cuando tenían la oportunidad.

—Por lo que se podría decir que te hacían la vida imposible.

—Efectivamente.

—Suficiente razón como para desearle la muerte de alguien —dijo con tono acusativo.

—Puede —respondió en un tono de indiferencia el pelirrojo.

El inspector Ricardo se encontraba en parte desconcertado; desde que habían entrado a la sala de interrogatorios, la actitud del muchacho había cambiado drásticamente: aquella débil, temblorosa y atemorizada criatura que palidecía al verse sospechosa de asesinato se había convertido en la más dura de las rocas. El chico no vacilaba al contestar, parecía como si todo ese miedo se hubiese convertido en valor. Esto incómodo en sobremanera al agente.

—¿Dónde te encontrabas el día del crimen en el momento en que este se produjo? —continuó con el interrogatorio.

—Enfermo, en casa. Mis amigos y mi abuelo pueden corroborarlo —Añadió ante la mirada desconfiada de su interlocutor.

—¿En serio? Tenemos testigos que afirman haberte visto corriendo por la ciudad, en dirección a tu casa… con la ropa llena de sangre.

El inspector sonrió levemente al observar un pequeño desajuste en el serio rostro del chico, mas en seguida recupero su firme mueca.

—¿Faltan muchas preguntas más, señor agente? —quiso saber.

—Unas cuántas, ¿por qué? ¿Ya te declaras culpable?

—¿Declararme culpable? ¿Yo? —Abraham dejó escapar una sarcástica sonrisa. El inspector Ricardo seguía sin comprender el brusco cambio de comportamiento del muchacho—. Dígame, inspector, ¿a caso es esto realmente para lo que me quiere? ¿Por qué pierde el tiempo de esta forma? ¿Por qué no deja toda esta pantomima ya de una vez?
Ricardo se quedó observándolo pensativo durante unos segundos, después le preguntó:

—¿Por qué piensas eso?

—Porque aquí huele a oscuridad —Abraham desplegó sus Knafáims y con una fuerza inusitada rompió las esposas que lo aprisionaban. Se levantó de su asiento, dedicándole una desafiante mirada al inspector.



Capítulo 5 - ¿Por quién doblan las campanas? – Parte 2
Spoiler: Mostrar
—Si, es cierto que el inspector Jefe de la policía local se llama Ricardo, pero es un hombre mucho más amable que usted, de estatura media y con una característica que no puede imitar: él es calvo —comentó mientras le quitaba el sombrero al inspector, dejando descubierta su negra cabellera. Este respondió sorprendido e indignado al mismo tiempo—. Si, como ve, en una pequeña ciudad como esta las figuras más importantes son conocidas por todos. Además, si la policía hubiera tenido algún sospechoso ya se hubiera filtrado a los medios. Un crimen de estas características, del que se ha hecho eco toda la nación, teniendo en cuenta lo reciente del asunto, es seguido con lupa.

>> Eso, por supuesto, por no mencionar lo casual de elegir un día tan poco luminoso para actuar y los oscuros emplazamientos por los que se mueven usted y sus hombres. ¡Ah! Y ya la pista definitiva es que tengo una especial sensibilidad ante los seres de la luz y de la oscuridad que se acercan a mí. Desde el principio tuve una extraña sensación… lo dicho, aquí huele a oscuridad señor inspector.

Tras unos instantes de silencio absoluto, el inspector comenzó a aplaudir lentamente, aumentando el ritmo paulatinamente, mientras no paraba de reír.

—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Bravo, bravo, bravo! ¡Fantástico! Todos nuestros reportes e informaciones eran correctos.

Efectivamente, tal y como sospechábamos, tú eres Abraham, el príncipe híbrido, el hijo de Adán y Eva, la aberración, el portador del monstruo de oscuridad, aquel a quien se le ha otorgado el Rashá —Abraham se mostró incómodo al recibir aquellos “halagos”. El inspector Ricardo le dirigió una siniestra mueca—.

>>Efectivamente, nos has pillado. Hemos montado todo este tinglado con el único fin de corroborar nuestras sospechas, sólo para comprobar que en efecto tú eras la aberración. Visto lo visto, creo que nos ha salido el plan a pedir de boca.

—¿Qué habéis hecho con el inspector Ricardo?

—Está muerto —el rostro del muchacho palideció momentáneamente—. ¿A qué viene esa cara? No era más que un humano, ¿en serio le das importancia a la vida de un ser tan inferior? Humanos, lo cierto es que me dan bastante asco.

Se creen los reyes de la creación, los señores del universo, y no son más que hormigas que viven orgullosos y absortos en su propia mentira. Los aplastaría a todos si pudiera.

A la mente de Abraham vinieron las imágenes de sus amigos humanos. Enfurecido por las palabras del falso inspector, comenzó a acumular Atzmunt lumínica en la palma de su mano. Nada más percibir sus intenciones, el falso amigo de la ley chasqueó los dedos. Antes de que el pelirrojo pudiese atacarle, la energía que había estado concentrando desapareció.
Se observó preso, siendo sus alas atrapadas por dos seres de alas negras que vestían uniforme policial. En seguida los identifico como los dos policías que con tan poca delicadeza lo trataran durante el trayecto hacia la comisaría.

—Lo siento, pero no tenemos la más mínima intención de luchar, se nos ha ordenado que no se te dañe. Así que pórtate bien y ambas partes saldremos ganando.

—No creo que ningún tipo de trato con vosotros me sea beneficioso —respondió indignado—. Contestadme, ¿quiénes sois y qué queréis de mí?

—¡Oh! Cierto, ¿dónde están nuestros modales, muchachos? Bueno, obviamente, como sabrás, somos Kardinutas, hijos de la oscuridad, pero no creo que eso satisfaga tu cuestión. Mi nombre es Kasbeel, guerrero de la élite Kardinuta durante más de treinta años —alardeó mientras desplegaba sus Knafáims oscuras—. Y estos dos aguerridos caballeros que me acompañan son mis vástagos: Olivier y Nefilím. Por el momento apenas son unos jóvenes soldados novatos, pero algún día se convertirán en parte de la guardia real, tenlo por seguro.

>>Y en cuanto a qué queremos, habría que especificar primero qué es lo que se nos ha ordenado y qué es lo que vamos a hacer. Su Suprema Señora Kardinuta Lilith nos ha ordenado a todos los seres oscuros el dar con el portador del Rashá y entregárselo cuanto antes con el fin de usarlo para aniquilar a los Butzinas y poner fin a la guerra que ambas especies libran desde tiempos inmemoriables. Lo que vamos a hacer es capturarte, bueno, de hecho, ya lo hemos hecho, y valernos de tu ayuda para derrocar a esa vieja furcia y al Adonis que tiene por Caballero Supremo.

—Un ser de oscuridad no puede dañar a otro ser de oscuridad —apuntó el chico.

—¡Eureka muchacho! En verdad eres inteligente, pero como bien he dicho, vamos a valernos de tu ayuda, no sólo como el monstruo que guardas en tu interior, sino como la aberración que eres. He observado que tus poderes de híbrido sobrepasan por mucho a los de cualquier Kardinuta o Butzina, pues están mucho más afinados, de hecho, eres capaz de percibir la presencia de un ser de oscuridad como yo aún cuando su aura está en su mínima manifestación, es decir, con las Knafáims plegadas y guardadas.

>>Nos valdremos de ese tipo de habilidades para consumar la primera parte de nuestro plan. Después, una vez mis hijos y yo controlemos todo el reino Kardinuta, usaremos al Rashá para exterminar a todos los Butzinas, empezando por ese bravucón de Miguel. De ese modo me erigiré como Señor Supremo del Universo —afirmó con un brillo en su mirada.

—¡Menuda locura! —respondió el muchacho al escuchar el plan, provocando una airada mirada por parte de Kasbeel—. Y… ¿por qué crees que iba yo a ayudarte?

—Bueno, he aprendido durante mi vida que todo ser: humano, Kardinuta, Butzina o de cualquier otra especie, guarda en su interior algún deseo de poder y gloria. No creo que tú seas menos.

—Me temo que aún te queda demasiado por aprender —le reprochó.

—En ese caso… ¿qué me dices sobre no extinguir a la raza humana? —respondió con una siniestra sonrisa el guerrero oscuro—. Antes te has ofendido cuando he hablado de ellos como si de insectos se trataran, por lo que entiendo que en cierto modo los valoras. No es de extrañar si, como he podido saber, has vivido como un humano durante todo este tiempo. Seguro que has entablado interesantes relaciones con humanos, hasta el punto de cogerles cierto afecto. ¿No usaste antes la palabra amigos?

Abraham pensó en Sandra y Carlos, y no pudo evitar que la sangre le hirviese ante la posibilidad de que aquel tipo les pusiera la mano encima. Intentó zafarse de sus opresores, mas estos le tenían bien agarrado, y tuvo que contener la ira ante el miedo de despertar al monstruo.

—Este es el trato —le propuso el Kardinuta—, tú nos ayudas a dominar el universo, y yo les perdono la vida a tus seres queridos y a todos los humanos que habitan este planeta. Mas si te niegas, nos dedicaremos a exterminar a todo aquel humano que se mueva sobre él, empezando por los pobladores de esta ciudad.

A cada palabra que pronunciaba, la ira incrementaba en el híbrido.

—¡Cállate! —gritó—. ¡No permitiré que les pongas una mano encima!

—Pues en ese caso ya sabes que es lo que tienes que hacer —apuntó sonriente el oscuro ser.

—Me niego —respondió el pelirrojo—. Es cierto que estimo en sobremanera a los habitantes de este planeta, pero tampoco tengo nada en contra de los Butzinas o los Kardinutas, sólo en contra de aquellos que interfieren en mi vida, y créeme que vosotros estáis metiendo las narices hasta el fondo.

—¡¿Qué no tienes nada en contra de los Butzinas?! —reaccionó gritando Nefilím, quien sujetaba las Knafáims izquierdas del muchacho.

—Dinos pues, ¿quién te convirtió en lo que eres? —añadió su gemelo Olivier, que sujetaba las Knafáims del lado contrario.

—No sé de qué me habláis —se limitó a responder Abraham, aún airado.

—No te hagas el sueco, mi querida aberración —intervino Kasbeel—. ¿De verdad te agrada el tener semejante poder en tu interior? A la mayoría de seres les parecería una bendición, lo usarían para egoístas propósitos y terminarían siendo consumidos por él. Pero tú has afirmado no poseer ese tipo de deseos, no puedo evitar pensar que vives aterrado ante lo que habita dentro de ti, aún más tras la muerte de esos chicos. ¡Oh! ¿He dado en el clavo? —comentó al observar la reacción del chico, en el cual se había extinguido la furia que le acompañaba hace tan solo unos instantes.

—Hemos podido saber que has estado viviendo como un humano durante todo este tiempo, ignorante de todo lo que te rodeaba —continuó Olivier con el juego psicológico—. Tras saberlo, ¿acaso no guardas ningún odio hacia Alem?

—¿Odio contra Alem? —repitió el pelirrojo.

—Aquel al que llamas abuelo —tomó el relevo Nefilím—. Alem fue quien introdujo al Rashá en tu interior, el culpable de que tengas que soportar semejante carga. ¿Cómo no puedes odiar al causante de tu desdicha?

—No puedo odiarle, no fue su culpa… Él ha cuidado de mi todo este tiempo… —explicó Abraham.

—Ha cuidado de ti mientras has vivido como un humano —puntualizó Kasbeel—. No olvides que es un Butzina, no olvides que lo que posees es su enemigo. Quizás creyó que podría contenerlo dentro de ti… pero ahora que ha despertado, lo lógico para él sería enmendar su error… En el momento en que te descuides, te matará.

—¡Él no hará eso! —respondió furioso el híbrido— ¡Hizo una promesa a mis padres!

—Tus padres están muertos —repuso fríamente el guerrero Kardinuta—. Una promesa a los muertos es una promesa vacía. Además, Eva y Adán son hoy por hoy considerados traidores a sus razas. Alem también es considerado un traidor por ayudarles… pero quizás su raza le perdone si borra de la faz del universo el peligro que les amenaza. Lo mires por donde lo mires, la mejor opción es que vengas con nosotros —zanjó el ser oscuro.

—No… no es cierto… —trataba de auto-convencerse Abraham, confuso por las palabras de sus captores—. ¡Nada de lo que decís es cierto! —Sentenció el híbrido, furioso, a la vez que desplegaba todas sus fuerzas para deshacerse de los dos gemelos que bloqueaban sus Knafáims y con ello su Atzmunt—. ¡Yo os haré tragar toda esa sarta de mentiras! —les amenazó una vez consiguió liberarse.

—No lo entiendes aberración, da igual que no seas quien de aceptarlo. Vendrás con nosotros, por las buenas… o por las malas. ¡Olivier! —El oscuro ser se levantó tras ser lanzado por el muchacho, desenvainando una espada cuyo filo rezumaba oscuridad, y se lanzó hacía el híbrido.

En el instante en el que se disponía a herir a Abraham, la pared que se encontraba detrás de este se derrumbó, dejando entrar la claridad del Sol, que ahora se erguía entre la marabunta de nubes. Sin previo aviso, el pecho de Olivier fue atravesado por una impactante, a la vez que rauda luz.

—¡Hermano! —gritó desesperadamente Nefilím al observar caer al suelo a su gemelo moribundo. Antes de que pudiera acudir a socorrerlo, otra luz de igual intensidad le deparó el mismo destino.

—¡¿Qué demonios?! —Kasbeel intentaba encontrar una explicación a la muerte de sus hijos—. No puede ser que nos hayan encontrado —repentinamente tuvo que cubrirse los ojos para no ser deslumbrado por una potente luminosidad que acababa de acceder a la estancia. La luz rebotó por las paredes de esta para finalmente orientarse hacia el guerrero Kardinuta—. Este poder… ¡Imposible! Sólo puede ser… —antes de que pudiese si quiera terminar de hablar la luz le alcanzó, abatiéndolo.

Finalmente, se detuvo al otro lado del cuarto, enfrente a Abraham, que había observado el combate de apenas unos segundos totalmente perplejo. La luz se fue definiendo, dejando ver dos blancas y radiantes Knafáims que sobresalían de la espalda de un larguirucho muchacho de dorada cabellera y ojos marinos. En su mano izquierda portaba una fulgurante espada, manchada por la sangre de sus recientes adversarios, con la hoja inclinada cara el suelo. Su brazo izquierdo se erguía apuntando al híbrido.

Abraham no era quien de asimilar lo que sus ojos contemplaban… Aquel Butzina que con tan pasmosa facilidad se librara de aquellos Kardinutas de alto rango le resultaba demasiado familiar. Cuando la excesiva luminosidad se disipó finalmente, fue quien de corroborar sus más temerosas sospechas: era Carlos.
En la palma izquierda del príncipe comenzó a aglutinarse Atzmunt, dispuesto a eliminar a su objetivo.

—Adiós… amigo… —una lágrima se escapó de su lagrimal, resbalándole por la mejilla.


Adelanto capi 6
Spoiler: Mostrar
Cuando la soledad te inunda, ¿qué camino has de escoger? Cuando las dudas renacen ¿cómo debes actuar? Cuando todo aquello en lo que creías ya no sirve de nada, ¿qué debes hacer?

En el próximo capítulo de "El ocaso del alba"

Capítulo 6 - Sin razón de ser

¿Qué hacer cuando pierdes la fe?


----------------------

Noticias atrasadas:

- Ya está la obra a disposición para descargar, todos los que ponían inconvenientes ya no tienen excusas para leersela muahahahahha

- Ya teneis disponibles en mi blog los primeros fan arts de EODA. Vale, solo son unos bocetos mal hechos, pero son mejor que nada, echénle un vistazo si así lo desean.

- Lo último es decir que ya termino el plan de equiparación de la publicación de la historia, por lo que volvemos a la publicación semanal en el foro 8D

Nada más por mi parte.

Atentamente: Mickael Vavrinec
Última edición por Mickael el Lun Oct 24, 2011 3:54 am, editado 2 veces en total
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Re: El ocaso del alba

Notapor melodia » Vie Sep 23, 2011 8:40 pm

he de admitirlo que esta vez si me dejaste con una gran sorpresa mickael
también he de admitirlo que me has hecho emocionar con la segunda parte en el final
en si el capitulo 5 completo me impresiono , me dejo sin palabra alguna
sobre todo la segunda parte
definitivamente es ta historia , en mi opinión , se merece un premio o algo
pero el mejor premio que puedes tener mickael , es la satisfacción de saber que a la gente le
gusta leer tu historia

no tengo mas que decir así que solo dejo mi comentario positivo
para un gran amigo , me despido hasta pronto
att. Mel
Imagen

Spoiler: Mostrar
Imagen
Gracias drako =3
melodia
13. Invisible
13. Invisible
 
Mensajes: 377
Registrado: Lun Abr 18, 2011 5:47 am
Dinero: 10,464.74
Ubicación: En la mente de MICKAEL x3
Sexo: Femenino
Karma: 0

Re: El ocaso del alba

Notapor MySweetf » Sab Sep 24, 2011 9:07 am

sólo te puedo decir que escribes fenomenal y que me ha encantado. Ya me gustaría a mí escribir así de bien. Sobretodo me gusta la manera en que describes en todo un párrafo que el chico estaba manchando sangre..
MySweetf
1. Sombra
1. Sombra
 
Mensajes: 3
Registrado: Sab Sep 24, 2011 9:02 am
Dinero: 147.05
Sexo: Femenino
Karma: 0

Re: El ocaso del alba

Notapor Mickael » Lun Sep 26, 2011 4:21 am

Respuestas a mis queridos lectores
Spoiler: Mostrar
melodia: Me alegro de haberte sorprendido, aunque no comprendo con qué.
El hecho de que te emocionarás con el final del capi significa que ya estás tan metida en la historia como yo, y para tu información te haré saber que esperan más escenas emotivas en los próximos ^^
Y por último, como bien dices, el mayor premio es que vosotros me leáis.

MySweetf: ¿Has copiado parte del comentario de Roxas!!? Por lo menos currate tu propio comentario. Igualmente, gracias por leer, si es que has leído algo.


--------------------------------------------------------------

Capítulo 6 - Sin razón de ser – Parte 1
Spoiler: Mostrar
Allí estaba, de pie frente a él, alzando sus majestuosas Knafáims, apuntándole con su mano izquierda, dispuesto a matarle. Carlos, el mismo muchacho con el que compartiera tan buenos momentos en el pasado, al que considerara un amigo hasta ese día, ahora demostraba ser otro enemigo.

Abraham había vivido muchos cambios en su vida en los últimos días, soportara el cargar con el poder de su interior, el ser objetivo de dos razas extraterrestres, el tener que luchar para poder conservar su vida. Pero que su mejor amigo se convirtiera en su enemigo era algo que destrozo al pelirrojo, quien se mantuvo inmóvil, no siendo quien de asimilarlo.

—Adiós… amigo… —pronunció el príncipe con seriedad, antes de enviar contra el híbrido, que siguió sin reaccionar, aún en peligro de muerte, un poderoso rayo de luz mientras una lágrima se le escapaba.

Antes de que el rayo alcanzara su objetivo, fue repentinamente detenido por el filo oscuro de una espada.

—Pensé que ya había terminado contigo —reaccionó Carlos.

—Bastante suerte has tenido de ser quien de asesinar a mis hijos, asqueroso Butzina —respondió furioso Kasbeel, mientras blandía su espada, dispuesto para el combate—. Pero a un guerrero de élite de mi experiencia no se le elimina tan fácilmente. Antes de que insertaras tu espada en mi pecho, pude colocar una pequeña, aunque resistente, barrera de oscuridad alrededor de mi corazón. Si, tengo ciertos órganos dañados, pero el motor que me hace vivir permanece intacto.

—Entiendo, muy astuto —reconoció el príncipe—. En ese caso, ¿le protegerás? —preguntó dirigiendo su mirada hacia Abraham.

—Mas bien te mataré —dijo, mientras formaba dos esferas oscuras que lanzó al aire, tiñendo toda la estancia de oscuridad. Raudo, se lanzó hacia su adversario, dispuesto a asestarle un golpe con su espada que fue bien detenido por la del Butzina, a pesar de encontrarse en una situación de desventaja.

Las armas chocaron, rezumando luz y oscuridad por toda la sala. Abraham permanecía aún inmóvil, sin prestar demasiada atención al combate que se desenvolvía ante sus ojos. Él continuaba sumergido en un mar de dudas, pues, ahora que su mejor amigo se había convertido en su enemigo, ¿qué sentido tenía seguir luchando por mantener la vida que llevaba hasta ahora? De estos pensamientos fue obligado a despertar al sentir un rayo de luz rozando sus Knafáims.

—¡Ey, aberración! —escuchó gritar a Kasbeel, quien forcejeaba con Carlos—. Será mejor que te largues por el momento, muerto no me sirves de nada. Pero recuerda, que una vez mate a este hijo de puta, volveré a buscarte. Tómate esto como un pequeño descanso.

No supo por qué, pero en ese momento le hizo caso. El híbrido puso pies en polvorosa, escapando por la salida que se había formado al ser derribado el muro, corriendo por los callejones a los que conducía No pudo evitar sentir una fuerte sensación de dejavú, pues la situación era idéntica al día en el que empezara todo: otra vez atacado por un Butzina, salvado por un Kardinuta, y huyendo de sus problemas, como siempre hacía. Otra vez su vida daba un vuelco, mas esta vez le resultaba mucho más duro, pues aunque la otra vez se le abriera un nuevo mundo, fuera quien de soportarlo; la traición de Carlos era algo que si que no podía soportar, aún mas después de haber jurado protegerlo.

—¿A dónde crees que vas? —escuchó una voz a sus espaldas.

El pelirrojo muchacho hizo caso omiso, siguiendo su camino. De repente se topó de bruces con una esbelta figura portadora de alas blancas y un largo y rubio cabello recogido en una también larga coleta.

—Repito: ¿A dónde crees que vas, monstruo?

***


En el interior de la ruinosa sala de interrogatorios, continuaba la ardua lucha entre Kasbeel y el príncipe Butzina. El choque de las espadas se repetía cada vez con más frecuencia, sin que ninguno de los contendientes cediera ante el otro.

—Enviando a su propio hijo —comentó el Kardinuta—. ¿He de dar por hecho que a ese bastardo de Miguel se le han terminado las cartas tan pronto?

—Mas bien es que mi padre desea terminar con esto cuanto antes —contestó el príncipe.

—Pues ha cometido un grave error, arriesgarlo todo a una sola jugada puede dejarlo sólo y destrozado. Pagaría por verle en ese estado, sufriendo como nunca ha sufrido.

—En verdad me han hablado del odio que sientes hacia mi padre, aunque no soy quien de comprenderlo.

—Ni falta que hace —le respondió—, basta con saber que tus días terminan aquí, Supremo Príncipe Caín —y tomando distancias se dispuso a ensartarle la espada en el vientre.

A Caín le bastó con realizar un leve giro de cintura para esquivar el ataque de su rival y con un rápido movimiento de brazo segarle una de sus negras Knafáims. Kasbeel cayó al suelo, dolorido, profiriendo un agudo grito.

—¡Maldito! —dijo—. No solo es que seas hijo de tu padre, sino que también asesinas a mi descendencia y me humillas de esta forma. ¡Oh, realmente disfrutaré matándote! Es una pena que no esté tu hermano aquí también.

Al oír estas últimas palabras del Kardinuta, la respuesta del príncipe fue breve y clara: con gran rapidez formó una bola lumínica que hizo impactar contra el vientre del guerrero oscuro. La potencia con la que fue dado el golpe arrastró a este hasta el callejón trasero y lo dejo empotrado contra un muro, con un gran agujero bajo el torso. Caín avanzó lentamente hacia el bravo caballero que ahora se retorcía de dolor en el suelo. Cuando llegó a su altura, lo agarró con la mano izquierda por el cuello, volviéndolo a empotrar contra el muro.

—No permitiré que le pongas una sola mano encima a mi hermano —aseguró, mientras clavaba la espada de radiación dorada en su corazón.

***


La reacción de Abraham fue inmediata, lanzando rayos de oscuridad hacia su contrincante, quien se los devolvió demostrando un gran manejo con su espada. El chico logró esquivar a duras penas sus propios ataques, consciente de que aquello que le daba una ventaja, el poder dominar los dos tipos de Atzmunts, también le hacía débil a ambas. Su contrincante se lanzó a la velocidad de la luz sobre él, haciendo descender su espada en vertical contra el muchacho, que pudo detener con sus propias manos todos los golpes. Tras que terminara la acometida, ambos combatientes tomaron distancias. En ese momento, las manos del pelirrojo rezumaron sangre, descubriéndose cortes en varios lugares, causándole un gran dolor.

—Por muy desarrolladas que tengas tus habilidades, no posees el entrenamiento necesario para dominarlas —le informó su contrincante—. Alem es bueno, créeme. Pero no puede conseguir en un par de días contigo lo que logró en 10 años conmigo.

—Así que también fuiste adiestrado por Alem —se interesó el híbrido.

—Efectivamente. Una de las ventajas de conocer a tu madre era el poder recibir entrenamiento por parte del Supremo Sanador Butzina.

—¿A mi madre? —preguntó extrañado el muchacho.

—Si, a Eva, mi querida hermana —respondió, causando la sorpresa en el pelirrojo—. Yo era muy joven cuando ella ascendió al poder, pero fui obligado junto a mis hermanos a protegerla y dar mi vida por ella… y resulta que nos traicionó a todos.

—¡Mi madre no traicionó a nadie! —saltó Abraham indignado—. Solo quería la paz, ¿qué tiene eso de malo?

—La paz… nada más que una mera utopía, un sueño que sólo nos llevará a la extinción. Por eso ya no consideramos a Eva parte de la familia.

El pelirrojo muchacho no aguantó más al oír aquellos insultos a la memoria de su progenitora y salto colerizado dispuesto a agredir al guerrero Butzina. Mas este supo leer bien sus movimientos, llegando a inmovilizarlo fácil y rápidamente para después propinarle un brutal rodillazo en el estómago que hizo a Abraham escupir sangre por la boca y caer dolorido al suelo.

—Cuán irónica es la vida —suspiró el guerrero—. Yo, quien prometí cuidar y proteger a Eva hasta el último de mis alientos, me veo obligado por causas del destino a matar a su hijo —comentó mientras sujetaba la espada, dispuesto a acabar con su objetivo.

—Si crees que es tan sencillo, vas listo —susurró el príncipe híbrido mientras se levantaba del suelo a duras penas—. Mi madre no os traicionó, pero tú… ¡Tú has traicionado a mi madre!

Tras pronunciar estas palabras, el híbrido sintió correr la ira por su cuerpo. El guerrero Butzina pudo observarlo, una aura visible de Atzmunt oscura empezaba a recubrir su cuerpo y un brillo rojizo se captaba en sus ojos. Un cierto temor le recorrió ante la posibilidad de que el chico liberara a la bestia, mas no dio un paso atrás, era su deber acabar con ella.

El pelirrojo se abalanzó hacia él, el guerrero respondió lanzando su espada, con gráciles y efectivos movimientos, provocando varios cortes en la anatomía de su adversario, incluidas sus Knafáims. Pero el muchacho, más bestia que muchacho por momentos, no cesaba en su frenético ataque, que a duras penas conseguía esquivar y parar el Butzina. La transformación avanzaba a ritmo tan vertiginoso que sus manos ya se convirtieran en firmes garras que, de un vertiginoso movimiento, arrancaron el ojo izquierdo del ser de luz, que a pesar del dolor, continúo defendiéndose, hasta tropezar y caer de costado, a merced de su enemigo.

Mas, cuando todo parecía perdido para el valiente guerrero, la bestia profirió un agudo grito de dolor, cayendo hacia él, desplomándose sobre el suelo. La oscuridad comenzó a regresar al lugar del que emanó con anterioridad, devolviéndole su forma antropomórfica al híbrido. El guerrero de la luz dirigió una mirada hacia el alrededor, buscando a quien había inutilizado a la bestia. Sus ojos pronto se toparon con unas viejas y desgastadas pupilas.

—¿Maestro? —preguntó dubitativo—. No, algo no marcha bien…

—¡Rafael! —gritó el anciano—. Ni se te ocurra tocar al muchacho, o lo pagarás caro —aseguró mientras desenvainaba su espada.


--------------------------------------------------------------

Y, no habiendo novedades ni noticias con respecto a la saga, sólo puedo despedirme hasta la semana, esperando que estéis ahí en busca del próximo capítulo.

Saludos desde la cloaca.

Atentamente: Mickael Vavrinec
Evangelio según San Mickael 3, 9-11
Hollow's in his web, all's right with the foro


Imagen

Imagen
Imagen


Imagen
Avatar de Usuario
Mickael
29. Dragón
29. Dragón
Lost Hearts
 
Mensajes: 843
Registrado: Sab Oct 09, 2010 5:08 pm
Dinero: 1,258.02
Banco: 22,513.62
Ubicación: La cloaca
Sexo: Masculino
Clan: Lost Hearts
Karma: 12

Siguiente

Volver a Fan Place

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 2 invitados