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Miranda Jacobs movió con cuidado las pertenencias que llevaba dentro de su mochila estilo mensajero y de colores negros y rosados, intentando hacer espacio para que cupiera su libro de Lengua. Una vez logrado, cerró ésta y se la puso en el hombro. Antes de cerrar la puerta de su casillero, se acomodó el cabello y el moño morado que lo adornaba. Luego echó a andar por el pasillo.
La chica hizo todo esto ignorante a que Felix Flynn la observaba detenidamente, escondido detrás de otra fila de casilleros.
Miranda continuó andando, por lo que Felix se vio obligado a dejar su escondite y seguirla por el pasillo. Intentó andar tras ella con toda naturalidad y sin llamar en absoluto su atención. La chica escuchó de inmediato su caminar, así que giró su cabeza y le estudió por completo con una mirada helada... y luego continuó su camino.
—Vamos, F, sólo necesitas tocarla y ya. ¿Un descuidado tropiezo, tal vez? ¿O un amigable saludo?[7i]
Felix se aclaró la garganta y aceleró el paso. Aún no lo tenía decidido, pero pensó que lo que debiera hacer saldría naturalmente al final. Podría saludarla y... No, mejor simplemente “chocaría” con ella. Sí, además así se ahorraba la vergüenza por intentar romper el hielo.
—¡Eeeeeeeee...!
—[i]Oh, no... ¿Pero qué demonios?
—¡...eeeeeeeeee...!
—“Qué. Demonios.”
—¡...eeeeeeeeee...!
—¡Mike! ¡Cállate! —cortó Felix, girándose de golpe hacia su amigo, que venía por el ya no tan solitario pasillo. El siempre entusiasmado joven caminaba campante con una sonrisa de oreja a oreja, con una mano sosteniendo su mochila, del mismo estilo que la de Miranda, y con la otra jugueteando con un bolígrafo.
—...ef. —terminó el chico, a la par que llegaba junto a su amigo. Sin dejar de sonreír, inquirió—: ¿Por qué el mal rollo, hermano?
Felix dirigió su mirada hacia Miranda. Mike lo notó rápidamente y le imitó. Ambos muchachos notaron que la chica, curiosa, había girado la cabeza para ver qué era lo que pasaba, sólo para encontrarse de nuevo con su acosador de antes y su amigo friki.
—Ah, perdón, él sólo estaba... —Felix intentaba excusarse, haciendo lo posible para que por lo menos Mike fuera el único en quedar en ridículo. No obstante, Miranda le detuvo con un par de ojos tan gélidos como el mismísimo Ártico.
—Ajá. —cortó la chica. Acto seguido, se giró una vez más (maravillando a los chicos con el movimiento de su cabello, cabe decir) y se perdió tras dar vuelta en otro pasillo.
Sin decir nada o mover su cuerpo un centímetro, Felix le dio un fuerte puñetazo a Mike en el hombro.
—¡Eh! ¿Y eso por qué ha sido? —reclamó, apartándose y frotándose allí donde Felix le había golpeado, intentando amainar el dolor.
—Por ser un perfecto idiota. —respondió su amigo, a la par que comenzaba a caminar en dirección hacia el lugar donde Miranda había dado la vuelta. Mike le siguió de inmediato.
—Ah, ya veo... —rió—. Tienes gustos muy refinados, ¿no?
—¿Mmm? —murmuró el otro chico, dirigiendo su atención hacia su amigo, pero sin dejar de caminar.
—Digo, ¿realmente tenías que fijarte justo en ella? —continuó Mike.
—¿De qué...?
—¡Pero está bien! Claro: Bonita, inteligente, rica... ¿A quién no le gustaría una chica como ella? Toda la escuela la conoce, como si fuera poco.
Felix se detuvo de golpe, a unos pasos para dar la vuelta en el pasillo, y giró la cabeza. Mike le imitó de inmediato.
—¿Pero de qué estás hablando? —preguntó el primero, ignorando lo que Mike quería decir en realidad.
—De que te gusta Miranda, por supuesto —continuó Mike—. ¿Por qué estarías acosándola, entonces?
—¡No la estoy acosando! —se defendió Felix. Mike alzó una ceja, por lo que el chico se corrigió—: Bueno, tal vez sí la estoy acosando, ¡pero no es por eso!
—¿Por qué, pues? —cuestionó el joven, sin creerse ninguna palabra que Felix decía.
—No puedo decirlo —dijo, aunque, después de pensarlo un segundo, añadió—: No hasta la comida, por lo menos. Supongo que comerás aquí hoy, ¿no?
—Es costumbre, sí. ¡Pero vamos! ¿Por qué no me dices? Soy tu mejor amigo, ¿no?
Felix levantó una ceja, imitando el gesto que Mike había hecho hacía unos segundos, y sonrió de manera burlona. Dejando la pregunta en el aire, el chico continuó caminando por el pasillo. Su amigo refunfuñó y caminó tras de él.
—¡Viejo, vamos! ¿Si no soy tu mejor amigo, entonces quién?
—No sé. ¿Ethan? —respondió, encogiéndose de hombro
—Sí, claro —concordó Mike, de manera claramente sarcástica. Felix coincidió con él de nuevo al asentir con la cabeza, sin girarse o detener su caminar. Tras llegar a las escaleras hacia la segunda planta, el par de chicos pudo ver una bolsa de mensajero de tonos rosados desaparecer en una de las aulas: la de Miranda.
—¿Viste eso? —preguntó Mike, señalando la puerta abierta. Felix asintió en silencio con un simple gesto con la mano. Ambos bajaron la escalera intentando hacer el menor ruido posible. Sigilosamente, se colocaron a un lado de la puerta. Después de otro gesto por parte de Felix, el par irrumpió súbitamente en el aula.
No había nadie.
—¿Qué? —soltó Felix, extrañado y alarmado a la vez—. ¡Estaba justo aquí! ¿Cómo es posible?
—¿Por qué la estás acosando, de todos modos? —inquirió Mike, curioso, mientras cerraba la puerta detrás suya. Felix le ignoró y se apresuró a comprobar la segunda entrada del aula, en la parte trasera.
—Cerrada. —señaló, acompañado por el click-click de la perilla bloqueada. Rápidamente corrió hasta donde estaban las tres ventanas, protegidas por persianas, y se sorprendió sobremanera al notar que también estaban cerradas. Recorrió el salón de un lado a otro, siempre observado por el extrañado Mike. Nada, no había nada por ningún lado.
—Pero, sin importar que fuera la niña Jacobs, había alguien aquí... Y eso me preocupa —apuntó Mike, separándose de la puerta—. Déjame sólo...
Mike guardó silencio. Alzó su mano, que comenzó a brillar con la usual tonalidad azul celeste.
—¿Qué haces...? —le cuestionó Felix, viendo cómo examinaba toda la habitación, seguramente con su segundo párpado cerrado.
—Un truco —respondió—. Me lo enseñó James hace unos días. Supuestamente sólo él e Ethan pueden hacerlo.... —Mike continuó alumbrando el aula con su mano, a manera de linterna.
—¿De qué se trata? —inquirió Felix, cerrando su segundo párpado también, aquel tejido transparente que cubría su pupila y le permitía ver otros tipos de luz, incluida la que pasaba por la zona. No hubo ningún cambio en la habitación.
—Rastros —continuó Mike—. Según James, cada olor o mancha que esté en la zona reacciona con tu Psique, siempre y cuando estén compuestos por materia terrestre, y se vuelve visible a tu segundo párpado. Creo que requiere que tu tejido se desarrolle aún más, o algo. Yo no veo nada, por ejemplo.
—Déjame intentarlo. —pidió Felix. Mike cubrió su mano con su saco a manera de respuesta, dándole el “sí” a su compañero.
—Alumbra tu mano. Como si fueras a sacar tu Psique, pero a un nivel más bajo.
Al primer intento, Felix disparó una pequeña ráfaga que movió las persianas. Su marca se iluminó, pero era la tenue luz que aparecía siempre que emergía su Psique o tocaba a un poseedor, por lo que (según Mike) requería de más potencia para hacer reaccionar la materia terrestre.
—Tal vez necesitas más concentración, novato. —se burló Mike, mientras observaba divertido a su amigo. Felix lo intentó de nuevo, pero falló de nuevo; no obstante, la corriente de aire fue mucho más leve, y no movió nada salvo el cabello y saco del muchacho. Por tercera vez, el muchacho lo intentó, concentrándose fuertemente en el nivel justo de energía que era necesario expulsar.
De pronto, la mano de Felix comenzó a brillar con más potencia con la que había brillado jamás. Superaba por mucho a la de Mike, que proporcionaba la misma luz que una bombilla pequeña; la de Felix, por otro lado, iluminaba tanto como uno de las farolas de un auto. Al instante comenzaron a surgir manchas en el piso del aula.
—¡Hecho! —exclamó Felix, victorioso.
—¡Perra! ¿Cómo hiciste eso? —le preguntó Mike, acercándose a él, sin ocultar la envidia que emanaba de él. Felix se encogió de hombros y levantó aún más la mano, iluminando casi la totalidad del aula—. ¡Viejo, apaga eso! —añadió el chico, cubriéndose los ojos para que el brillo no le cegara. Su amigo negó con la cabeza y comenzó a caminar por todo el aula.
Luego de haberle dado la vuelta a la mesa del profesor y haber rondado varias veces entre las filas de bancos, Felix se recargó en la puerta cerrada del aula. Bajó la cabeza y se frotó la frente, como queriendo aclarar sus pensamientos. Mike se sentó en una silla y esperó pacientemente, sin interrumpirle en ningún momento.
—Creo que... —empezó Felix, pero se detuvo casi de inmediato. Tragó saliva y agitó su cabeza mientras gemía, en un intento para despejar su mente y ordenar lo que tenía que decir. Tras dejar escapar un audible suspiro, continuó—: Podemos asumir que Miranda utilizó la zona para escapar. Mira estas nubes de color lila —Felix señaló varios trozos del suelo con su índice—. Perfume.
—Y muy aniñado, por lo que dices. —coincidió Mike, para después dejarle que continuara.
—Estamos prácticamente seguros de que la vimos entrar a esta aula —tras disminuir la potencia de la luz de su marca, Felix comenzó a caminar en círculos mientras se frotaba el mentón—. A los pocos segundos entramos por la única puerta, pero no había nadie. No hay salida alguna. A menos claro, que la chica tenga una llave y haya escapado por aquélla —señaló la segunda salida— y después la haya cerrado por fuera; algo que, además de ridículo, veo poco probable.
Mike se levantó de la silla y se colocó junto a su amigo, que en ningún momento había detenido su andar.
—Así que... —apremió.
—Si decimos por un momento que ella es la poseedora, entonces estoy seguro que escapó usando la zona. —finalizó Felix, quedándose quieto y cruzándose de brazos, esperando alguna respuesta por parte de Mike.
—¿”Si decimos que ella es la poseedora”? —repitió Mike, mirándole extrañado. Felix recordó de pronto que aún no le había contado a su amigo sobre el nuevo poseedor de Psique de la escuela, que bien podría ser Miranda Jacobs, que se les acababa de escapar, o Leo Anderson.
—Lo explicaré después. —contestó Felix, indispuesto a decir una palabra más.
—¿Entramos a la zona, pues? —sugirió su amigo.
—No lo creo —cortó Felix de inmediato—. Además de que ya ha pasado bastante tiempo desde que vimos a Miranda, esta mañana gastamos un buen monto de tiempo. ¿Recuerdas?
Mike se quedó cabizbajo y en silencio al recordar el incidente que había ocasionado horas atrás. Tras haber robado tecnología en desarrollo y haber arrastrado a sus amigos a la zona, había hecho enfadar a Vince y, aunque ésta no lo mencionara, a Michelle.
—Viejo, sabes que... —iba a decir, pero se interrumpió y cambió súbitamente de tema, al igual que de expresión—: De todas formas, ¿cómo eres capaz de ver los rastros? Dices nubes moradas, pero yo sólo veo manchas blancas.
—No sé —respondió simplemente Felix, sacándose una guanteleta negra del bolsillo y colocándosela en la mano derecha, donde su marca aún brillaba de manera tenue. Tras abrir de nuevo la puerta, añadió—: Tal vez necesitas más concentración, novato.
Felix le guiñó un ojo mientras salía al pasillo. Mike, murmurando algo como “suerte de principiante” y “perra” varias veces, se metió la mano, también brillante, en el bolsillo de su saco antes de acompañar a su amigo.
El pasillo estaba tan vacío como un pueblo fantasma, debido a que la campana de fin de clases había sonado hacía ya bastante tiempo. Apenas se escuchaban ecos de ruidos lejanos, como casilleros cerrándose en el último piso o el usual alboroto de los alumnos en los jardines, que era apenas capaz de colarse por las rendijas de puertas y ventanas.
Felix estaba a punto de cambiar su decisión y quitarse la guanteleta para continuar siguiendo el rastro presuntamente dejado atrás por Miranda, cuando escuchó unos pasos acercarse por el pasillo. Rápidamente cerró la puerta del aula que Mike había dejado abierta; por otro lado, éste último se sacó la mano del bolsillo, puesto que la punta de su saco brillaba un poco, y la metió en el del pantalón, donde la luz no era visible en absoluto.
—Pero qué coincidencia... —murmuró Felix, a la par que contemplaba a Leo Anderson acercándose por el pasillo. Aparentemente iba completamente solo, y absorto en sus pensamientos, por lo que podía verse en sus ojos, que bailaban de un lado a otro. Una mano tamborileaba en su pierna, mientras que la otra jugueteaba con su bufanda de color verde.
—¿Uh? —balbuceó el chico, al darse cuenta de que dos alumnos le observaban con interés. Se quedó un momento sosteniéndoles las miradas, para después señalar—: Felix Flynn, ¿no?
Mike miró a su amigo con curiosidad, preguntándose cómo conocería ese chico, que parecía tan perdido como un oso polar en el desierto. Felix le devolvió la mirada y se encogió de hombros; luego se dirigió a Leo.
—Leo, ¿qué tal? No estarás...
—¿Perdido? —interrumpió el chico—. Por desgracia, lo estoy.
—Pero qué pedazo de idiota. —rió Mike por lo bajo, algo que Felix desaprobó con una mirada fulminante. El chico guardó silencio, pero no borró la sonrisa de su cara.
—¿Qué estás buscando? Tal vez podamos ayudarte —dijo Felix—. Ah, por cierto. Éste de aquí es Michael Johnson, aunque prefiere que le llamen Mike.
—Es que así me llamo. —gruñó el mencionado, para después saludar a Leo al agitar la mano.
—Es mi compañero de habitación. —añadió F.
—¡Y su mejor amigo! —apuntó Mike. Felix, apenado, se llevó la palma de la mano a la frente. Leo dejó escapar una risita antes de continuar:
—Sí, bueno, un gusto. Esto... Estaba buscando mi casillero... —Leo llevó su mano al bolsillo de su pantalón. Luego de buscar entre sus contenidos por varios segundos, sacó un trozo de papel de color amarillo. Leyéndolo, Leo continuó—: 440. ¡Pero es que es bastante extraño! ¡Cuando llego al 439...!
—¿Se lo salta? —terminó Felix, sonriente.
—¿Y en su lugar está el 273? —añadió Mike, con una expresión muy parecida a la de su amigo.
—Bueno... Sí.
Felix y Mike dejaron salir un “Aaah” de comprensión al mismo tiempo. Felix le hizo un gesto con la cabeza a su amigo que Leo no llegó a comprender. Mike se encogió de hombros.
—No te preocupes —comenzó Mike—. Es inexplicable por qué les cambiaron las puertas a esos dos casilleros. Pero para el sistema seguirá siendo el 440.
—¿Me quedo con el 273, entonces? —Felix asintió con la cabeza—. ¡Ah! ¡Muchas gracias por vuestra ayuda!
—No fue nada. —contestó F.
—Cuando quieras. —respondió Mike.
—Permitidme compensároslo... mañana —continuó Leo, para después reírse de manera un poco nerviosa—. Sucede que mi presupuesto no está muy flexible hoy. ¿Desayuno el viernes, tal vez?
—Oh, no podríam... —iba a decir Felix, pero un entusiasta Mike, con la voz casi en grito, le interrumpió súbitamente:
—¡Nos encantaría!
Leo soltó una risita antes de continuar:
—Bueno, el viernes entonces —dicho esto, el chico saludó con la mano al par de amigos. Acto seguido, Leo Andersonn se dio media vuelta, se acomodó la bufanda y alzó una mano antes de terminar—: Fue un gusto, Felix y Mike.
Y se alejó por el pasillo.
—Parece buen tío. —señaló Mike.
—Tú, por otro lado... ¿No pudiste ser así de amable cuando nos conocimos? —inquirió Felix, dando media vuelta y comenzando a caminar en dirección a las escaleras hacia la primer planta, que estaban a un lado de las que habían bajado hacía un rato.
—Te estaba evaluando como poseedor, ¿recuerdas? —Mike continuó hablando mientras bajaba las escaleras junto con su amigo—. Al momento que chocamos en la biblioteca, mi marca se iluminó.
—Pues eres muy poco sutil —Felix bajó el resto de los escalones de un salto. Una vez abajo, se quedó allí parado, de brazos cruzados, mientras golpeaba el suelo con la planta del pie, como apremiando a su compañero—. Al momento que me tomaste por la cabeza y casi me rompías el cuello supe que tramabas algo.
—¿Y cómo se suponía que lo hiciera de “manera sutil”? —cuestionó Mike, llegando al lado de Felix, quien respondió quitándose la guanteleta y mostrándole la palma de su mano:
—Justo como lo acabo de hacer —su rostro exhibía una sonrisa de satisfacción—. Leo se despidió de nosotros con la mano, ¿recuerdas?
Algo se iluminó en el rostro de Mike. ¡Era cierto!
—¡Ohmierda! ¿Cómo se me pasó eso por alto? Era estudiante nuevo, ¡era mi deber investigarle!
—Ya no importa más —Felix le mostró ambas manos por los dos lados—. Está en blanco. No marca, no Psique.
—Esto significa que...
—Que si su acto de desaparición no fue suficiente, esto prueba que Miranda Jacobs es el nuevo poseedor de Psique en el colegio.
Era un fresco y nublado día de otoño y Felix Flynn estaba de mal humor.
Y es que cualquiera lo estaría si se encontrara en la situación que él se encontraba: Intentando mantener su perfil como estudiante de décimo grado mientras se esforzaba también por ser un héroe. Sí, un héroe. No había otra forma de llamar a alguien que tiene la capacidad de usar un elemento de la naturaleza como si no fuese más que otra parte de su cuerpo, mientras lucha con criaturas come-almas de otra dimensión para poder salvar a su ciudad.
Sí, intentando mantener su perfil como estudiante de décimo grado mientras se esforzaba por ser un héroe a la par que le acosaba un grupo de alrededor de quince compañeros de algún grado menor, en su mayoría compuesto por mujeres. A él y a su amigo, Mike Johnson, quien aparentemente estaba disfrutando de la situación.
A cualquier persona le gustaría, claro, estar rodeado de semejante atención por un instante. Incluso a Felix, sí. Pero no en ese momento. Era el menos apropiado.
—¿¡De verdad cantas, Mike!? —exclamaba, incrédula, una de las chicas del grupo, quien se portaba demasiado afectiva con el nombrado.
—No es para tanto. —reía Mike a manera de respuesta, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro.
—¡Eso es tan genial! —intervino un joven—. ¿Podrías cantarnos algo?
Era justamente ese tipo de actitud la que le ponía nervioso. Y le molestaba, también. ¿Por qué un grupo de chicos, súbitamente, se convertiría en un grupo de fans de dos desconocidos? Qué hipócritas.
Felix se decidió a acabar con todo aquello cuando sintió cómo una de las muchachas le abrazaba y se frotaba contra su brazo de una manera muy sugerente.
—Mike, suficiente. Es una trampa. —cortó.
—¿Do vrdod? —intentó decir el mencionado, con la boca llena de pastel de chocolate, el cual le era ofrecido por un grupo de estudiantes mujeres.
—Sólo mira a tu alrededor, Mike...
—Mmm, estoy en el paraíso... —expresó Mike después de tragar, mientras se relamía. ¿Cómo podía ignorar a Felix tan fácilmente? ¡Especialmente cuando la farsa estaba frente a sus ojos! ¿¡Cómo podía pasar por alto semejante obviedad!?
—¿No quieres probar un poco, F? —propuso una muchacha, tomando un trozo de pastel y metiéndoselo a la boca. Una vez más, de manera muy sugerente, claro está.
—Es de queso con chocolate, ¿sabes? —apuntó un alumno más.
Felix no pudo evitar bufar. Probablemente fue ese dia cuando F descubrió cuán molesta podía resultarle la hipocresía.
—¿Cuánto os han pagado? —interrogó Felix, liberándose del brazo que lo apresaba. Su tono de voz mostraba seguridad, dejando claro que no preguntaba si les habían pagado, sino que lo afirmaba y sencillamente se cuestionaba la cantidad.
Por un momento, un silencio (bien apreciado por Felix, cabe decir) se apoderó de los presentes. Todos se habían quedado sin palabras, lo cual era una prueba más que contundente de que lo que el chico afirmaba era cierto.
—P-Pero, F... ¿Qué-qué dices... ? —tartamudeó un chico, siendo incapaz de evitar que su nerviosismo se manifestara.
—¿Cuál es mi apellido? —preguntó Felix, cruzándose de brazos y lanzando la más fría mirada que le fue posible. Como era de esperar, nadie pudo responder. Bueno, nadie a excepción de Mike:
—¡Oh, yo sé! ¡Es Flynn, es Flynn!
—Tal y como lo esperaba —espetó Felix—. Vámonos, Mike.
Y sin importar que pareciera el chico más arrogante del mundo, Felix Flynn les dio la espalda a todos y se alejó caminando.
—¿Realmente pasó de esa manera? —inquirió Samantha, con una ceja levantada, después de haber escuchado el relato que Mike acababa de contar (ayudado por su amigo Felix en algunas partes). Felix rió por lo bajo al escuchar la pregunta, cubriéndose la boca como hace uno cuando va a toser.
—¡P-por supuesto! —contestó Mike, haciéndose el ofendido.
—Por supuesto —coincidió Felix, para luego agregar—: Si reduces el número de fans de quince a cinco, te deshaces de las estudiantes mujeres, olvidas el pastel de queso y quitas mi heroica actitud.
—¿Quitarla? ¡Pero si estuviste asombroso! —exclamó su amigo—. ¡Las caras que pusieron no tenían precio!
—Es probable que lo haya estado, pero no a tal grado —continuó Felix, restándole importancia—. Recordemos, además, Mike, que los muchachos no tenían voz de vaquero gay.
—Bah, seguro que no te diste cuenta. Has vivido en tantos lugares que no distingo tu acento.
—¿En qué afecta el acento de Felix con el de otros? —preguntó Michelle.
—En... no reconocer acentos... ¿supongo?
Michelle y Samantha soltaron varias risitas por lo bajo, mientras que Vince, por otro lado, no pudo evitar estallar en carcajadas.
—¿Qué? No he dicho nada gracioso. —dijo Mike, sin poder comprender la situación.
—Es tu rostro —explicó Vince entre risas—. Y dices las estupideces con tanta naturalidad.
—Salen directamente de su alma, no puede evitarlo. —comentó Samantha. Felix se unió a las risas; y estuvo seguro que en el rostro de James se asomó una ligera sonrisa.
El mal humor se había ido. Para Felix, era bueno estar allí, simple y llanamente. Estar rodeado de amigos, riendo de cuando en cuando, sin que el silencio los invadiera ni por un segundo...
Apenas unas horas habían pasado desde que Miranda Jacobs, sospechosa de poseer un Psique, se les había escapado a Felix y a Mike. Bastante abatidos, habían abandonado el edificio escolar y habían emprendido rumbo hacia la cafetería. Una vez allí, Felix envió un mensaje de texto desde su teléfono móvil a cada uno de los miembros del Project Psique, pidiéndoles que se reunieran con él en ese mismo lugar. Poco después, junto a ellos llegó un grupo de estudiantes de un grado menor. Es innecesario explicar qué sucedió después.
Más tarde, Felix y Mike se ocuparon de unir dos mesas en la terraza, para tener suficiente espacio para todos. Se sentaron allí y esperaron pacientemente a que llegaran todos.
Realmente estar con sus amigos era algo bueno, algo hermoso que deseaba jamás terminase. Ese pequeño mundo que habia creado a base de afecto junto con el resto del PP; no deseaba que ese mundo terminara. Pero algún día, cuando el trabajo de su padre le obligara a mudarse, aquel diminuto mundo se vendría abajo.
Felix no pudo evitar suspirar, algo que sin duda pasó desapercibido para los muchachos, pero que las chicas notaron de inmediato. Sin perder tiempo, se levantaron, rodearon la mesa, y se sentaron junto a él: Samantha a su izquierda y Michelle a su derecha (quitando a Mike de su asiento, cabe decir).
—¿Pasa algo? —inquirió Michelle.
—Porque, sabes, puedes confiar en nosotras. —comentó Samantha, guiñándole un ojo.
—No es nada importante... —mintió Felix—. Sólo me preocupaba lo de los fans pagados... ¡Ah, eso me recuerda para qué los cité aquí! —añadió, recordando de pronto lo que quería comunicarles. Ethan se llevó la palma de su mano a la frente, para luego señalar de manera sarcástica:
—¿Ah, entonces no fue para pasar tiempo de calidad? Qué decepción.
—No, pero después podemos jugar a las escondidas si quieres — se defendió Felix, diciéndolo de una manera más fría de la planeada. Samantha rió por lo bajo (y se ganó una mirada fulminante por parte de su hermano, cabe decir), para luego recargarse sobre el hombro de Felix—. Veréis, esta mañana —Mike tosió fuertemente, Vince apartó la mirada y Michelle pareció tensionarse—, una vez llegué a clase, se nos presentó a dos alumnos de nuevo ingreso.
—Mi padre me comentó que los programas de intercambio acababan de comenzar el año pasado, y que este año iban por buen camino. Supongo que ésa es la única razón por la que dejarían a alguien entrar a estas alturas. —comentó James.
—Vamos, el semestre tampoco va tan avanzado —señaló Vince—. Además, yo creo que...
—Pues sí, precisamente es ésa la razón —interrumpió Felix. No había tiempo para rodeos o comentarios al margen—. Dos alumnos de intercambio, un chico y una chica, de Alemania y Francia, respectivamente. No obstante, ambos nacidos aquí. Tras hacer una pequeña investigación, estoy noventa porciento seguro de que la chica posee un Psique.
—¿Nombres? —preguntó James.
— ¿De ambos? —Felix titubeó un poco antes de añadir—: Leo Anderson y Miranda Jacobs.
—¿¡Miranda Jacobs!? —exclamaron Michelle y Samantha al unísono (ésta última, por lo que Felix pudo sentir, incluso dio un pequeño salto en la silla).
—Ah, la hija de la familia Jacobs... —murmuró James, con un asomo de sonrisa.
—¿Qué? ¿Qué tiene? —preguntó Felix.
—¿¡Quieres decir que no has oído de ella!? —soltó Michelle.
—No creo... Mike tampoco la mencionó cuando...
—Tío, ¡claro que la mencioné! Sutilmente, con la parte de “Es rica”. —intervino Mike.
—Asumo que todos en esta mesa saben quién es Miranda Jacobs... salvo yo —dijo Felix, sintiéndose un poco tonto, aunque en el fondo sabía que en realidad no tenía razones para hacerlo.
—Miranda Jacobs es hija de un famoso diseñador de modas y una espectacular modelo francesa —explicó Samantha—. Ella y su hermana han aparecido en revistas varias veces; aunque no son tan importantes como otras celebridades, son bien conocidas en Costa Laguna. Su padre es de aquí, después de todo.
—¿Y entonces qué están haciendo en Costa Laguna? No es que la moda triunfe demasiado en esta ciudad... —comentó Felix.
—Probablemente querían tomar un descanso fuera del alcance de los paparazzis —señaló Ethan—. Aunque es bien sabido que ellos no tienen límites. Seguramente la ciudad estará repleta dentro de nada.
—Parker tiene razón —coincidió James—. Aunque los Jacobs no sean tan importantes como otros, ha habido un cambio en su vida que sí lo es y que llama la atención. Por lo tanto, es probable que la escuela se llene de cámaras en pocos días.
—Esperemos que los guardias no dejen entrar gente sospechosa... —dijo Vince.
—Con los lectores de tarjeta en las entradas es suficiente. Sin embargo, habrán alumnos dispuestos a prestar sus servicios a la farándula, no lo dudo.
—Si lo que dice Felix es cierto y Miranda posee un Psique, es nuestro deber reclutarla.
—Evidentemente, mi primer objetivo será acercarme a ella —continuó Felix—. Haré lo posible por asegurarme de que es una poseedora. Es prioritario, además, saber cuánto conoce sobre el tema.
—Vaya, Felix... Suenas tan profesional. —le halagó Michelle, sin ocultar su sorpresa, para luego soltar una risita. El chico sintió de pronto el rubor en sus mejillas.
—Un poco más de un mes en el PP y ya empiezas a hablar como James. —rió Samantha. El mencionado hizo una mueca que Felix no alcanzó a ver por completo. El chico simplemente dejó salir unas risas.
—Cambiemos de tema —cortó—. La gente comenzará a llenar la terraza dentro de nada. Si continuamos hablando de Miranda de esta manera, la atención se dirigirá al PP, lo cual... no sería bueno.
—Bueno, haciendo caso a lo que ha dicho Felix... —comenzó Michelle, inclinándose hacia adelante—. ¿Conocéis a Julie? ¿Julie Evans?
—No. —respondieron Mike y Felix al mismo tiempo.
—Ash... Bueno... El punto es que se dice que tiene novio. —continuó la chica.
—¿Y...? —volvieron a decir los chicos al mismo tiempo, aunque esta vez Vince se les unió.
—¿Que no os interesa? —intervino Samantha, sorprendida.
Todos los chicos del grupo negaron con la cabeza.
—Ojalá Miranda sí posea un Psique... hace falta otra chica aquí. —suspiró Michelle.
Una vez terminada la comida, el Project Psique regresó al dormitorio. Como era habitual, cada quien regresó a su habitación, a excepción de Michelle y Samantha, quienes decidieron ir juntas al cuarto de ésta última, y de Felix y Mike. Éstos prefirieron permanecer en la recepción, apoderándose de la televisión antes de que lo hiciera alguien más.
—¿Quién soy yo, de nuevo? —preguntó Mike, masacrando los botones de su control inalámbrico con una mueca de concentración. Frente a él, se escuchaban disparos y explosiones, provenientes del videojuego que disfrutaba junto con su amigo.
—Robot mujer. —respondió Felix, sin apartar sus ojos de la pantalla.
—¿No era el robot celeste? —inquirió Mike, haciendo lo imposible para ver a su amigo y al televisor a la vez.
—Ése es el robot mujer. —continuó el otro, con un
—¡Pero el tuyo es color rosa! ¡Rosa es color de niña!
—Es rojo suave, Mike, no rosa. Pero independientemente de eso, mi robot es el robot hombre.
—Robot gay. —gimió Mike, un poco molesto, mientras volvía su atención hacia la pantalla.
—Robot gay. —repitió su amigo como un autómata.
—¡Ah!
Mike dejó caer su control en el sofá mientras la pantalla mostraba “MIKEJ está muerto” con brillantes letras de color rojo. El chico tomó un cojín, lo mordió, y dejó salir un grito que el mullido almohadón se ocupó de ocultar. Felix alzó su puño en señal de victoria, mientras se reía a carcajadas.
—Eso no es justo. No entiendo el radar. —se quejó Mike.
—El punto rojo soy yo. El radar te dice...
—Felix, yo sé lo que hace un radar. ¡Pero siempre que creo que estás delante de mí cuando estás justo detrás!
—Entonces camina hacia atrás o... ¡Yo qué sé!
—¡Ah! —soltó Mike, a la par que se enderezaba de golpe en el sillón—. ¡Hablando de caminar hacia atrás...! ¿Qué harás para acercarte a Miranda?
—Mike... ¿Qué relación tiene acercarse a Miranda con caminar hacia atrás? —cuestionó Felix, alzando una ceja, bastante extrañado. Mike bufó y puso los ojos en blanco, como si su amigo estuviese diciendo ridiculeces.
—¿Eso importa? El punto es... ¿Cómo vas a hacerlo?
—¿Cómo se supone que lo haga? ¡Ella es casi una súper estrella! Si una manada de curiosos no me aparta del camino, ella misma se alejará como lo hizo esta mañana.
—No sé... Podrías... ¡Oh! ¡Invítala a salir! —Mike se levantó súbitamente del sofá, mientras chasqueaba los dedos.
—¿Que haga qué? ¿No me estás escuchando?
—¡Por supuesto que lo estoy! Piensa un poco, F... —el chico comenzó a caminar por la recepción, frotándose el mentón—. Miranda Jacobs, hija de dos famosas celebridades...
—...que no me suenan de nada...
—¡Escucha! Toda su vida ha estado rodeada de lujos... y de cámaras. ¿Tú crees que sus padres la dejarían asistir a una escuela como ésta si aún estuvieran en Francia? ¡Pero por supuesto que no!
—Sigo sin comprender...
—¡Que te calles! —cortó Mike. Felix bufó, aunque luego se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano incitando a su amigo a continuar—. Lo que intento decir es que Miranda Jacobs no ha tenido una vida normal. Seguramente ningún muchacho se le ha acercado... Imagina: “Es demasiado para mí”, “Es famosa”, “Jamás me aceptaría”...
—Al grano.
—¡Apostamos a que jamás ha tenido una cita!
—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Felix, alarmado, levantándose también del sofá.
—¡A esto! —acto seguido, Mike giró sobre sus talones y apuntó a Felix con su dedo índice—. Tú, Felix Flynn, serás la primera cita de Miranda Jacobs.
—¿¡Es que acaso te has vuelto loco!? —vociferó Felix.
—¡¡Sólo piénsalo y...!!
Repentinamente, la discusión de ambos muchachos se vio interrumpida por una voz proveniente de la escalera:
—Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo —dijo James. A Felix se le erizaron los vellos de la nuca con el simple hecho de ver a James. No podía negarse que estaba a punto de estallar del enojo. Incluso se distinguía una niebla oscura a su alrededor, seguramente producto de su Psique.
Luego Felix le vio: Parado detrás de James estaba Vince, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro y un brazalete de metal en la mano.
La chica hizo todo esto ignorante a que Felix Flynn la observaba detenidamente, escondido detrás de otra fila de casilleros.
Miranda continuó andando, por lo que Felix se vio obligado a dejar su escondite y seguirla por el pasillo. Intentó andar tras ella con toda naturalidad y sin llamar en absoluto su atención. La chica escuchó de inmediato su caminar, así que giró su cabeza y le estudió por completo con una mirada helada... y luego continuó su camino.
—Vamos, F, sólo necesitas tocarla y ya. ¿Un descuidado tropiezo, tal vez? ¿O un amigable saludo?[7i]
Felix se aclaró la garganta y aceleró el paso. Aún no lo tenía decidido, pero pensó que lo que debiera hacer saldría naturalmente al final. Podría saludarla y... No, mejor simplemente “chocaría” con ella. Sí, además así se ahorraba la vergüenza por intentar romper el hielo.
—¡Eeeeeeeee...!
—[i]Oh, no... ¿Pero qué demonios?
—¡...eeeeeeeeee...!
—“Qué. Demonios.”
—¡...eeeeeeeeee...!
—¡Mike! ¡Cállate! —cortó Felix, girándose de golpe hacia su amigo, que venía por el ya no tan solitario pasillo. El siempre entusiasmado joven caminaba campante con una sonrisa de oreja a oreja, con una mano sosteniendo su mochila, del mismo estilo que la de Miranda, y con la otra jugueteando con un bolígrafo.
—...ef. —terminó el chico, a la par que llegaba junto a su amigo. Sin dejar de sonreír, inquirió—: ¿Por qué el mal rollo, hermano?
Felix dirigió su mirada hacia Miranda. Mike lo notó rápidamente y le imitó. Ambos muchachos notaron que la chica, curiosa, había girado la cabeza para ver qué era lo que pasaba, sólo para encontrarse de nuevo con su acosador de antes y su amigo friki.
—Ah, perdón, él sólo estaba... —Felix intentaba excusarse, haciendo lo posible para que por lo menos Mike fuera el único en quedar en ridículo. No obstante, Miranda le detuvo con un par de ojos tan gélidos como el mismísimo Ártico.
—Ajá. —cortó la chica. Acto seguido, se giró una vez más (maravillando a los chicos con el movimiento de su cabello, cabe decir) y se perdió tras dar vuelta en otro pasillo.
Sin decir nada o mover su cuerpo un centímetro, Felix le dio un fuerte puñetazo a Mike en el hombro.
—¡Eh! ¿Y eso por qué ha sido? —reclamó, apartándose y frotándose allí donde Felix le había golpeado, intentando amainar el dolor.
—Por ser un perfecto idiota. —respondió su amigo, a la par que comenzaba a caminar en dirección hacia el lugar donde Miranda había dado la vuelta. Mike le siguió de inmediato.
—Ah, ya veo... —rió—. Tienes gustos muy refinados, ¿no?
—¿Mmm? —murmuró el otro chico, dirigiendo su atención hacia su amigo, pero sin dejar de caminar.
—Digo, ¿realmente tenías que fijarte justo en ella? —continuó Mike.
—¿De qué...?
—¡Pero está bien! Claro: Bonita, inteligente, rica... ¿A quién no le gustaría una chica como ella? Toda la escuela la conoce, como si fuera poco.
Felix se detuvo de golpe, a unos pasos para dar la vuelta en el pasillo, y giró la cabeza. Mike le imitó de inmediato.
—¿Pero de qué estás hablando? —preguntó el primero, ignorando lo que Mike quería decir en realidad.
—De que te gusta Miranda, por supuesto —continuó Mike—. ¿Por qué estarías acosándola, entonces?
—¡No la estoy acosando! —se defendió Felix. Mike alzó una ceja, por lo que el chico se corrigió—: Bueno, tal vez sí la estoy acosando, ¡pero no es por eso!
—¿Por qué, pues? —cuestionó el joven, sin creerse ninguna palabra que Felix decía.
—No puedo decirlo —dijo, aunque, después de pensarlo un segundo, añadió—: No hasta la comida, por lo menos. Supongo que comerás aquí hoy, ¿no?
—Es costumbre, sí. ¡Pero vamos! ¿Por qué no me dices? Soy tu mejor amigo, ¿no?
Felix levantó una ceja, imitando el gesto que Mike había hecho hacía unos segundos, y sonrió de manera burlona. Dejando la pregunta en el aire, el chico continuó caminando por el pasillo. Su amigo refunfuñó y caminó tras de él.
—¡Viejo, vamos! ¿Si no soy tu mejor amigo, entonces quién?
—No sé. ¿Ethan? —respondió, encogiéndose de hombro
—Sí, claro —concordó Mike, de manera claramente sarcástica. Felix coincidió con él de nuevo al asentir con la cabeza, sin girarse o detener su caminar. Tras llegar a las escaleras hacia la segunda planta, el par de chicos pudo ver una bolsa de mensajero de tonos rosados desaparecer en una de las aulas: la de Miranda.
—¿Viste eso? —preguntó Mike, señalando la puerta abierta. Felix asintió en silencio con un simple gesto con la mano. Ambos bajaron la escalera intentando hacer el menor ruido posible. Sigilosamente, se colocaron a un lado de la puerta. Después de otro gesto por parte de Felix, el par irrumpió súbitamente en el aula.
No había nadie.
—¿Qué? —soltó Felix, extrañado y alarmado a la vez—. ¡Estaba justo aquí! ¿Cómo es posible?
—¿Por qué la estás acosando, de todos modos? —inquirió Mike, curioso, mientras cerraba la puerta detrás suya. Felix le ignoró y se apresuró a comprobar la segunda entrada del aula, en la parte trasera.
—Cerrada. —señaló, acompañado por el click-click de la perilla bloqueada. Rápidamente corrió hasta donde estaban las tres ventanas, protegidas por persianas, y se sorprendió sobremanera al notar que también estaban cerradas. Recorrió el salón de un lado a otro, siempre observado por el extrañado Mike. Nada, no había nada por ningún lado.
—Pero, sin importar que fuera la niña Jacobs, había alguien aquí... Y eso me preocupa —apuntó Mike, separándose de la puerta—. Déjame sólo...
Mike guardó silencio. Alzó su mano, que comenzó a brillar con la usual tonalidad azul celeste.
—¿Qué haces...? —le cuestionó Felix, viendo cómo examinaba toda la habitación, seguramente con su segundo párpado cerrado.
—Un truco —respondió—. Me lo enseñó James hace unos días. Supuestamente sólo él e Ethan pueden hacerlo.... —Mike continuó alumbrando el aula con su mano, a manera de linterna.
—¿De qué se trata? —inquirió Felix, cerrando su segundo párpado también, aquel tejido transparente que cubría su pupila y le permitía ver otros tipos de luz, incluida la que pasaba por la zona. No hubo ningún cambio en la habitación.
—Rastros —continuó Mike—. Según James, cada olor o mancha que esté en la zona reacciona con tu Psique, siempre y cuando estén compuestos por materia terrestre, y se vuelve visible a tu segundo párpado. Creo que requiere que tu tejido se desarrolle aún más, o algo. Yo no veo nada, por ejemplo.
—Déjame intentarlo. —pidió Felix. Mike cubrió su mano con su saco a manera de respuesta, dándole el “sí” a su compañero.
—Alumbra tu mano. Como si fueras a sacar tu Psique, pero a un nivel más bajo.
Al primer intento, Felix disparó una pequeña ráfaga que movió las persianas. Su marca se iluminó, pero era la tenue luz que aparecía siempre que emergía su Psique o tocaba a un poseedor, por lo que (según Mike) requería de más potencia para hacer reaccionar la materia terrestre.
—Tal vez necesitas más concentración, novato. —se burló Mike, mientras observaba divertido a su amigo. Felix lo intentó de nuevo, pero falló de nuevo; no obstante, la corriente de aire fue mucho más leve, y no movió nada salvo el cabello y saco del muchacho. Por tercera vez, el muchacho lo intentó, concentrándose fuertemente en el nivel justo de energía que era necesario expulsar.
De pronto, la mano de Felix comenzó a brillar con más potencia con la que había brillado jamás. Superaba por mucho a la de Mike, que proporcionaba la misma luz que una bombilla pequeña; la de Felix, por otro lado, iluminaba tanto como uno de las farolas de un auto. Al instante comenzaron a surgir manchas en el piso del aula.
—¡Hecho! —exclamó Felix, victorioso.
—¡Perra! ¿Cómo hiciste eso? —le preguntó Mike, acercándose a él, sin ocultar la envidia que emanaba de él. Felix se encogió de hombros y levantó aún más la mano, iluminando casi la totalidad del aula—. ¡Viejo, apaga eso! —añadió el chico, cubriéndose los ojos para que el brillo no le cegara. Su amigo negó con la cabeza y comenzó a caminar por todo el aula.
Luego de haberle dado la vuelta a la mesa del profesor y haber rondado varias veces entre las filas de bancos, Felix se recargó en la puerta cerrada del aula. Bajó la cabeza y se frotó la frente, como queriendo aclarar sus pensamientos. Mike se sentó en una silla y esperó pacientemente, sin interrumpirle en ningún momento.
—Creo que... —empezó Felix, pero se detuvo casi de inmediato. Tragó saliva y agitó su cabeza mientras gemía, en un intento para despejar su mente y ordenar lo que tenía que decir. Tras dejar escapar un audible suspiro, continuó—: Podemos asumir que Miranda utilizó la zona para escapar. Mira estas nubes de color lila —Felix señaló varios trozos del suelo con su índice—. Perfume.
—Y muy aniñado, por lo que dices. —coincidió Mike, para después dejarle que continuara.
—Estamos prácticamente seguros de que la vimos entrar a esta aula —tras disminuir la potencia de la luz de su marca, Felix comenzó a caminar en círculos mientras se frotaba el mentón—. A los pocos segundos entramos por la única puerta, pero no había nadie. No hay salida alguna. A menos claro, que la chica tenga una llave y haya escapado por aquélla —señaló la segunda salida— y después la haya cerrado por fuera; algo que, además de ridículo, veo poco probable.
Mike se levantó de la silla y se colocó junto a su amigo, que en ningún momento había detenido su andar.
—Así que... —apremió.
—Si decimos por un momento que ella es la poseedora, entonces estoy seguro que escapó usando la zona. —finalizó Felix, quedándose quieto y cruzándose de brazos, esperando alguna respuesta por parte de Mike.
—¿”Si decimos que ella es la poseedora”? —repitió Mike, mirándole extrañado. Felix recordó de pronto que aún no le había contado a su amigo sobre el nuevo poseedor de Psique de la escuela, que bien podría ser Miranda Jacobs, que se les acababa de escapar, o Leo Anderson.
—Lo explicaré después. —contestó Felix, indispuesto a decir una palabra más.
—¿Entramos a la zona, pues? —sugirió su amigo.
—No lo creo —cortó Felix de inmediato—. Además de que ya ha pasado bastante tiempo desde que vimos a Miranda, esta mañana gastamos un buen monto de tiempo. ¿Recuerdas?
Mike se quedó cabizbajo y en silencio al recordar el incidente que había ocasionado horas atrás. Tras haber robado tecnología en desarrollo y haber arrastrado a sus amigos a la zona, había hecho enfadar a Vince y, aunque ésta no lo mencionara, a Michelle.
—Viejo, sabes que... —iba a decir, pero se interrumpió y cambió súbitamente de tema, al igual que de expresión—: De todas formas, ¿cómo eres capaz de ver los rastros? Dices nubes moradas, pero yo sólo veo manchas blancas.
—No sé —respondió simplemente Felix, sacándose una guanteleta negra del bolsillo y colocándosela en la mano derecha, donde su marca aún brillaba de manera tenue. Tras abrir de nuevo la puerta, añadió—: Tal vez necesitas más concentración, novato.
Felix le guiñó un ojo mientras salía al pasillo. Mike, murmurando algo como “suerte de principiante” y “perra” varias veces, se metió la mano, también brillante, en el bolsillo de su saco antes de acompañar a su amigo.
El pasillo estaba tan vacío como un pueblo fantasma, debido a que la campana de fin de clases había sonado hacía ya bastante tiempo. Apenas se escuchaban ecos de ruidos lejanos, como casilleros cerrándose en el último piso o el usual alboroto de los alumnos en los jardines, que era apenas capaz de colarse por las rendijas de puertas y ventanas.
Felix estaba a punto de cambiar su decisión y quitarse la guanteleta para continuar siguiendo el rastro presuntamente dejado atrás por Miranda, cuando escuchó unos pasos acercarse por el pasillo. Rápidamente cerró la puerta del aula que Mike había dejado abierta; por otro lado, éste último se sacó la mano del bolsillo, puesto que la punta de su saco brillaba un poco, y la metió en el del pantalón, donde la luz no era visible en absoluto.
—Pero qué coincidencia... —murmuró Felix, a la par que contemplaba a Leo Anderson acercándose por el pasillo. Aparentemente iba completamente solo, y absorto en sus pensamientos, por lo que podía verse en sus ojos, que bailaban de un lado a otro. Una mano tamborileaba en su pierna, mientras que la otra jugueteaba con su bufanda de color verde.
—¿Uh? —balbuceó el chico, al darse cuenta de que dos alumnos le observaban con interés. Se quedó un momento sosteniéndoles las miradas, para después señalar—: Felix Flynn, ¿no?
Mike miró a su amigo con curiosidad, preguntándose cómo conocería ese chico, que parecía tan perdido como un oso polar en el desierto. Felix le devolvió la mirada y se encogió de hombros; luego se dirigió a Leo.
—Leo, ¿qué tal? No estarás...
—¿Perdido? —interrumpió el chico—. Por desgracia, lo estoy.
—Pero qué pedazo de idiota. —rió Mike por lo bajo, algo que Felix desaprobó con una mirada fulminante. El chico guardó silencio, pero no borró la sonrisa de su cara.
—¿Qué estás buscando? Tal vez podamos ayudarte —dijo Felix—. Ah, por cierto. Éste de aquí es Michael Johnson, aunque prefiere que le llamen Mike.
—Es que así me llamo. —gruñó el mencionado, para después saludar a Leo al agitar la mano.
—Es mi compañero de habitación. —añadió F.
—¡Y su mejor amigo! —apuntó Mike. Felix, apenado, se llevó la palma de la mano a la frente. Leo dejó escapar una risita antes de continuar:
—Sí, bueno, un gusto. Esto... Estaba buscando mi casillero... —Leo llevó su mano al bolsillo de su pantalón. Luego de buscar entre sus contenidos por varios segundos, sacó un trozo de papel de color amarillo. Leyéndolo, Leo continuó—: 440. ¡Pero es que es bastante extraño! ¡Cuando llego al 439...!
—¿Se lo salta? —terminó Felix, sonriente.
—¿Y en su lugar está el 273? —añadió Mike, con una expresión muy parecida a la de su amigo.
—Bueno... Sí.
Felix y Mike dejaron salir un “Aaah” de comprensión al mismo tiempo. Felix le hizo un gesto con la cabeza a su amigo que Leo no llegó a comprender. Mike se encogió de hombros.
—No te preocupes —comenzó Mike—. Es inexplicable por qué les cambiaron las puertas a esos dos casilleros. Pero para el sistema seguirá siendo el 440.
—¿Me quedo con el 273, entonces? —Felix asintió con la cabeza—. ¡Ah! ¡Muchas gracias por vuestra ayuda!
—No fue nada. —contestó F.
—Cuando quieras. —respondió Mike.
—Permitidme compensároslo... mañana —continuó Leo, para después reírse de manera un poco nerviosa—. Sucede que mi presupuesto no está muy flexible hoy. ¿Desayuno el viernes, tal vez?
—Oh, no podríam... —iba a decir Felix, pero un entusiasta Mike, con la voz casi en grito, le interrumpió súbitamente:
—¡Nos encantaría!
Leo soltó una risita antes de continuar:
—Bueno, el viernes entonces —dicho esto, el chico saludó con la mano al par de amigos. Acto seguido, Leo Andersonn se dio media vuelta, se acomodó la bufanda y alzó una mano antes de terminar—: Fue un gusto, Felix y Mike.
Y se alejó por el pasillo.
—Parece buen tío. —señaló Mike.
—Tú, por otro lado... ¿No pudiste ser así de amable cuando nos conocimos? —inquirió Felix, dando media vuelta y comenzando a caminar en dirección a las escaleras hacia la primer planta, que estaban a un lado de las que habían bajado hacía un rato.
—Te estaba evaluando como poseedor, ¿recuerdas? —Mike continuó hablando mientras bajaba las escaleras junto con su amigo—. Al momento que chocamos en la biblioteca, mi marca se iluminó.
—Pues eres muy poco sutil —Felix bajó el resto de los escalones de un salto. Una vez abajo, se quedó allí parado, de brazos cruzados, mientras golpeaba el suelo con la planta del pie, como apremiando a su compañero—. Al momento que me tomaste por la cabeza y casi me rompías el cuello supe que tramabas algo.
—¿Y cómo se suponía que lo hiciera de “manera sutil”? —cuestionó Mike, llegando al lado de Felix, quien respondió quitándose la guanteleta y mostrándole la palma de su mano:
—Justo como lo acabo de hacer —su rostro exhibía una sonrisa de satisfacción—. Leo se despidió de nosotros con la mano, ¿recuerdas?
Algo se iluminó en el rostro de Mike. ¡Era cierto!
—¡Ohmierda! ¿Cómo se me pasó eso por alto? Era estudiante nuevo, ¡era mi deber investigarle!
—Ya no importa más —Felix le mostró ambas manos por los dos lados—. Está en blanco. No marca, no Psique.
—Esto significa que...
—Que si su acto de desaparición no fue suficiente, esto prueba que Miranda Jacobs es el nuevo poseedor de Psique en el colegio.
Era un fresco y nublado día de otoño y Felix Flynn estaba de mal humor.
Y es que cualquiera lo estaría si se encontrara en la situación que él se encontraba: Intentando mantener su perfil como estudiante de décimo grado mientras se esforzaba también por ser un héroe. Sí, un héroe. No había otra forma de llamar a alguien que tiene la capacidad de usar un elemento de la naturaleza como si no fuese más que otra parte de su cuerpo, mientras lucha con criaturas come-almas de otra dimensión para poder salvar a su ciudad.
Sí, intentando mantener su perfil como estudiante de décimo grado mientras se esforzaba por ser un héroe a la par que le acosaba un grupo de alrededor de quince compañeros de algún grado menor, en su mayoría compuesto por mujeres. A él y a su amigo, Mike Johnson, quien aparentemente estaba disfrutando de la situación.
A cualquier persona le gustaría, claro, estar rodeado de semejante atención por un instante. Incluso a Felix, sí. Pero no en ese momento. Era el menos apropiado.
—¿¡De verdad cantas, Mike!? —exclamaba, incrédula, una de las chicas del grupo, quien se portaba demasiado afectiva con el nombrado.
—No es para tanto. —reía Mike a manera de respuesta, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro.
—¡Eso es tan genial! —intervino un joven—. ¿Podrías cantarnos algo?
Era justamente ese tipo de actitud la que le ponía nervioso. Y le molestaba, también. ¿Por qué un grupo de chicos, súbitamente, se convertiría en un grupo de fans de dos desconocidos? Qué hipócritas.
Felix se decidió a acabar con todo aquello cuando sintió cómo una de las muchachas le abrazaba y se frotaba contra su brazo de una manera muy sugerente.
—Mike, suficiente. Es una trampa. —cortó.
—¿Do vrdod? —intentó decir el mencionado, con la boca llena de pastel de chocolate, el cual le era ofrecido por un grupo de estudiantes mujeres.
—Sólo mira a tu alrededor, Mike...
—Mmm, estoy en el paraíso... —expresó Mike después de tragar, mientras se relamía. ¿Cómo podía ignorar a Felix tan fácilmente? ¡Especialmente cuando la farsa estaba frente a sus ojos! ¿¡Cómo podía pasar por alto semejante obviedad!?
—¿No quieres probar un poco, F? —propuso una muchacha, tomando un trozo de pastel y metiéndoselo a la boca. Una vez más, de manera muy sugerente, claro está.
—Es de queso con chocolate, ¿sabes? —apuntó un alumno más.
Felix no pudo evitar bufar. Probablemente fue ese dia cuando F descubrió cuán molesta podía resultarle la hipocresía.
—¿Cuánto os han pagado? —interrogó Felix, liberándose del brazo que lo apresaba. Su tono de voz mostraba seguridad, dejando claro que no preguntaba si les habían pagado, sino que lo afirmaba y sencillamente se cuestionaba la cantidad.
Por un momento, un silencio (bien apreciado por Felix, cabe decir) se apoderó de los presentes. Todos se habían quedado sin palabras, lo cual era una prueba más que contundente de que lo que el chico afirmaba era cierto.
—P-Pero, F... ¿Qué-qué dices... ? —tartamudeó un chico, siendo incapaz de evitar que su nerviosismo se manifestara.
—¿Cuál es mi apellido? —preguntó Felix, cruzándose de brazos y lanzando la más fría mirada que le fue posible. Como era de esperar, nadie pudo responder. Bueno, nadie a excepción de Mike:
—¡Oh, yo sé! ¡Es Flynn, es Flynn!
—Tal y como lo esperaba —espetó Felix—. Vámonos, Mike.
Y sin importar que pareciera el chico más arrogante del mundo, Felix Flynn les dio la espalda a todos y se alejó caminando.
—¿Realmente pasó de esa manera? —inquirió Samantha, con una ceja levantada, después de haber escuchado el relato que Mike acababa de contar (ayudado por su amigo Felix en algunas partes). Felix rió por lo bajo al escuchar la pregunta, cubriéndose la boca como hace uno cuando va a toser.
—¡P-por supuesto! —contestó Mike, haciéndose el ofendido.
—Por supuesto —coincidió Felix, para luego agregar—: Si reduces el número de fans de quince a cinco, te deshaces de las estudiantes mujeres, olvidas el pastel de queso y quitas mi heroica actitud.
—¿Quitarla? ¡Pero si estuviste asombroso! —exclamó su amigo—. ¡Las caras que pusieron no tenían precio!
—Es probable que lo haya estado, pero no a tal grado —continuó Felix, restándole importancia—. Recordemos, además, Mike, que los muchachos no tenían voz de vaquero gay.
—Bah, seguro que no te diste cuenta. Has vivido en tantos lugares que no distingo tu acento.
—¿En qué afecta el acento de Felix con el de otros? —preguntó Michelle.
—En... no reconocer acentos... ¿supongo?
Michelle y Samantha soltaron varias risitas por lo bajo, mientras que Vince, por otro lado, no pudo evitar estallar en carcajadas.
—¿Qué? No he dicho nada gracioso. —dijo Mike, sin poder comprender la situación.
—Es tu rostro —explicó Vince entre risas—. Y dices las estupideces con tanta naturalidad.
—Salen directamente de su alma, no puede evitarlo. —comentó Samantha. Felix se unió a las risas; y estuvo seguro que en el rostro de James se asomó una ligera sonrisa.
El mal humor se había ido. Para Felix, era bueno estar allí, simple y llanamente. Estar rodeado de amigos, riendo de cuando en cuando, sin que el silencio los invadiera ni por un segundo...
Apenas unas horas habían pasado desde que Miranda Jacobs, sospechosa de poseer un Psique, se les había escapado a Felix y a Mike. Bastante abatidos, habían abandonado el edificio escolar y habían emprendido rumbo hacia la cafetería. Una vez allí, Felix envió un mensaje de texto desde su teléfono móvil a cada uno de los miembros del Project Psique, pidiéndoles que se reunieran con él en ese mismo lugar. Poco después, junto a ellos llegó un grupo de estudiantes de un grado menor. Es innecesario explicar qué sucedió después.
Más tarde, Felix y Mike se ocuparon de unir dos mesas en la terraza, para tener suficiente espacio para todos. Se sentaron allí y esperaron pacientemente a que llegaran todos.
Realmente estar con sus amigos era algo bueno, algo hermoso que deseaba jamás terminase. Ese pequeño mundo que habia creado a base de afecto junto con el resto del PP; no deseaba que ese mundo terminara. Pero algún día, cuando el trabajo de su padre le obligara a mudarse, aquel diminuto mundo se vendría abajo.
Felix no pudo evitar suspirar, algo que sin duda pasó desapercibido para los muchachos, pero que las chicas notaron de inmediato. Sin perder tiempo, se levantaron, rodearon la mesa, y se sentaron junto a él: Samantha a su izquierda y Michelle a su derecha (quitando a Mike de su asiento, cabe decir).
—¿Pasa algo? —inquirió Michelle.
—Porque, sabes, puedes confiar en nosotras. —comentó Samantha, guiñándole un ojo.
—No es nada importante... —mintió Felix—. Sólo me preocupaba lo de los fans pagados... ¡Ah, eso me recuerda para qué los cité aquí! —añadió, recordando de pronto lo que quería comunicarles. Ethan se llevó la palma de su mano a la frente, para luego señalar de manera sarcástica:
—¿Ah, entonces no fue para pasar tiempo de calidad? Qué decepción.
—No, pero después podemos jugar a las escondidas si quieres — se defendió Felix, diciéndolo de una manera más fría de la planeada. Samantha rió por lo bajo (y se ganó una mirada fulminante por parte de su hermano, cabe decir), para luego recargarse sobre el hombro de Felix—. Veréis, esta mañana —Mike tosió fuertemente, Vince apartó la mirada y Michelle pareció tensionarse—, una vez llegué a clase, se nos presentó a dos alumnos de nuevo ingreso.
—Mi padre me comentó que los programas de intercambio acababan de comenzar el año pasado, y que este año iban por buen camino. Supongo que ésa es la única razón por la que dejarían a alguien entrar a estas alturas. —comentó James.
—Vamos, el semestre tampoco va tan avanzado —señaló Vince—. Además, yo creo que...
—Pues sí, precisamente es ésa la razón —interrumpió Felix. No había tiempo para rodeos o comentarios al margen—. Dos alumnos de intercambio, un chico y una chica, de Alemania y Francia, respectivamente. No obstante, ambos nacidos aquí. Tras hacer una pequeña investigación, estoy noventa porciento seguro de que la chica posee un Psique.
—¿Nombres? —preguntó James.
— ¿De ambos? —Felix titubeó un poco antes de añadir—: Leo Anderson y Miranda Jacobs.
—¿¡Miranda Jacobs!? —exclamaron Michelle y Samantha al unísono (ésta última, por lo que Felix pudo sentir, incluso dio un pequeño salto en la silla).
—Ah, la hija de la familia Jacobs... —murmuró James, con un asomo de sonrisa.
—¿Qué? ¿Qué tiene? —preguntó Felix.
—¿¡Quieres decir que no has oído de ella!? —soltó Michelle.
—No creo... Mike tampoco la mencionó cuando...
—Tío, ¡claro que la mencioné! Sutilmente, con la parte de “Es rica”. —intervino Mike.
—Asumo que todos en esta mesa saben quién es Miranda Jacobs... salvo yo —dijo Felix, sintiéndose un poco tonto, aunque en el fondo sabía que en realidad no tenía razones para hacerlo.
—Miranda Jacobs es hija de un famoso diseñador de modas y una espectacular modelo francesa —explicó Samantha—. Ella y su hermana han aparecido en revistas varias veces; aunque no son tan importantes como otras celebridades, son bien conocidas en Costa Laguna. Su padre es de aquí, después de todo.
—¿Y entonces qué están haciendo en Costa Laguna? No es que la moda triunfe demasiado en esta ciudad... —comentó Felix.
—Probablemente querían tomar un descanso fuera del alcance de los paparazzis —señaló Ethan—. Aunque es bien sabido que ellos no tienen límites. Seguramente la ciudad estará repleta dentro de nada.
—Parker tiene razón —coincidió James—. Aunque los Jacobs no sean tan importantes como otros, ha habido un cambio en su vida que sí lo es y que llama la atención. Por lo tanto, es probable que la escuela se llene de cámaras en pocos días.
—Esperemos que los guardias no dejen entrar gente sospechosa... —dijo Vince.
—Con los lectores de tarjeta en las entradas es suficiente. Sin embargo, habrán alumnos dispuestos a prestar sus servicios a la farándula, no lo dudo.
—Si lo que dice Felix es cierto y Miranda posee un Psique, es nuestro deber reclutarla.
—Evidentemente, mi primer objetivo será acercarme a ella —continuó Felix—. Haré lo posible por asegurarme de que es una poseedora. Es prioritario, además, saber cuánto conoce sobre el tema.
—Vaya, Felix... Suenas tan profesional. —le halagó Michelle, sin ocultar su sorpresa, para luego soltar una risita. El chico sintió de pronto el rubor en sus mejillas.
—Un poco más de un mes en el PP y ya empiezas a hablar como James. —rió Samantha. El mencionado hizo una mueca que Felix no alcanzó a ver por completo. El chico simplemente dejó salir unas risas.
—Cambiemos de tema —cortó—. La gente comenzará a llenar la terraza dentro de nada. Si continuamos hablando de Miranda de esta manera, la atención se dirigirá al PP, lo cual... no sería bueno.
—Bueno, haciendo caso a lo que ha dicho Felix... —comenzó Michelle, inclinándose hacia adelante—. ¿Conocéis a Julie? ¿Julie Evans?
—No. —respondieron Mike y Felix al mismo tiempo.
—Ash... Bueno... El punto es que se dice que tiene novio. —continuó la chica.
—¿Y...? —volvieron a decir los chicos al mismo tiempo, aunque esta vez Vince se les unió.
—¿Que no os interesa? —intervino Samantha, sorprendida.
Todos los chicos del grupo negaron con la cabeza.
—Ojalá Miranda sí posea un Psique... hace falta otra chica aquí. —suspiró Michelle.
Una vez terminada la comida, el Project Psique regresó al dormitorio. Como era habitual, cada quien regresó a su habitación, a excepción de Michelle y Samantha, quienes decidieron ir juntas al cuarto de ésta última, y de Felix y Mike. Éstos prefirieron permanecer en la recepción, apoderándose de la televisión antes de que lo hiciera alguien más.
—¿Quién soy yo, de nuevo? —preguntó Mike, masacrando los botones de su control inalámbrico con una mueca de concentración. Frente a él, se escuchaban disparos y explosiones, provenientes del videojuego que disfrutaba junto con su amigo.
—Robot mujer. —respondió Felix, sin apartar sus ojos de la pantalla.
—¿No era el robot celeste? —inquirió Mike, haciendo lo imposible para ver a su amigo y al televisor a la vez.
—Ése es el robot mujer. —continuó el otro, con un
—¡Pero el tuyo es color rosa! ¡Rosa es color de niña!
—Es rojo suave, Mike, no rosa. Pero independientemente de eso, mi robot es el robot hombre.
—Robot gay. —gimió Mike, un poco molesto, mientras volvía su atención hacia la pantalla.
—Robot gay. —repitió su amigo como un autómata.
—¡Ah!
Mike dejó caer su control en el sofá mientras la pantalla mostraba “MIKEJ está muerto” con brillantes letras de color rojo. El chico tomó un cojín, lo mordió, y dejó salir un grito que el mullido almohadón se ocupó de ocultar. Felix alzó su puño en señal de victoria, mientras se reía a carcajadas.
—Eso no es justo. No entiendo el radar. —se quejó Mike.
—El punto rojo soy yo. El radar te dice...
—Felix, yo sé lo que hace un radar. ¡Pero siempre que creo que estás delante de mí cuando estás justo detrás!
—Entonces camina hacia atrás o... ¡Yo qué sé!
—¡Ah! —soltó Mike, a la par que se enderezaba de golpe en el sillón—. ¡Hablando de caminar hacia atrás...! ¿Qué harás para acercarte a Miranda?
—Mike... ¿Qué relación tiene acercarse a Miranda con caminar hacia atrás? —cuestionó Felix, alzando una ceja, bastante extrañado. Mike bufó y puso los ojos en blanco, como si su amigo estuviese diciendo ridiculeces.
—¿Eso importa? El punto es... ¿Cómo vas a hacerlo?
—¿Cómo se supone que lo haga? ¡Ella es casi una súper estrella! Si una manada de curiosos no me aparta del camino, ella misma se alejará como lo hizo esta mañana.
—No sé... Podrías... ¡Oh! ¡Invítala a salir! —Mike se levantó súbitamente del sofá, mientras chasqueaba los dedos.
—¿Que haga qué? ¿No me estás escuchando?
—¡Por supuesto que lo estoy! Piensa un poco, F... —el chico comenzó a caminar por la recepción, frotándose el mentón—. Miranda Jacobs, hija de dos famosas celebridades...
—...que no me suenan de nada...
—¡Escucha! Toda su vida ha estado rodeada de lujos... y de cámaras. ¿Tú crees que sus padres la dejarían asistir a una escuela como ésta si aún estuvieran en Francia? ¡Pero por supuesto que no!
—Sigo sin comprender...
—¡Que te calles! —cortó Mike. Felix bufó, aunque luego se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano incitando a su amigo a continuar—. Lo que intento decir es que Miranda Jacobs no ha tenido una vida normal. Seguramente ningún muchacho se le ha acercado... Imagina: “Es demasiado para mí”, “Es famosa”, “Jamás me aceptaría”...
—Al grano.
—¡Apostamos a que jamás ha tenido una cita!
—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Felix, alarmado, levantándose también del sofá.
—¡A esto! —acto seguido, Mike giró sobre sus talones y apuntó a Felix con su dedo índice—. Tú, Felix Flynn, serás la primera cita de Miranda Jacobs.
—¿¡Es que acaso te has vuelto loco!? —vociferó Felix.
—¡¡Sólo piénsalo y...!!
Repentinamente, la discusión de ambos muchachos se vio interrumpida por una voz proveniente de la escalera:
—Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo —dijo James. A Felix se le erizaron los vellos de la nuca con el simple hecho de ver a James. No podía negarse que estaba a punto de estallar del enojo. Incluso se distinguía una niebla oscura a su alrededor, seguramente producto de su Psique.
Luego Felix le vio: Parado detrás de James estaba Vince, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro y un brazalete de metal en la mano.
¿Todo aquél que comente se gana 1.000 platines? Lol, me siento tan solo... xD