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Re: Psique // Prólogo en línea

Notapor Zee » Vie Abr 23, 2010 6:46 am

Primer capítulo listo. También he puesto la versión PDF del prólogo y el primer capítulo en el post principal.

Capítulo 1 - Día 1:
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Aquel chico con gafas rotas y cabello maltratado se levantó de la silla de una manera torpe, tambaléandose un poco y logrando que algunos de los muchachos que se encontraban en el aula soltaran varias risas burlonas.

—Esto… Me llamo Felix (1) Flynn —expresó tímidamente—… Nací aquí en Port Lagune, hace dieciséis años. He vivido en otras ciudades, entre ellas Seattle, Denver, New York, Chicago y Detroit... Soy hijo único y… Me gusta el atletismo. M-Me parece que es todo...

—Muy bien. Gracias, Felix —expresó la anciana mujer que se encontraba sentada frente a los treinta y un alumnos de la clase de Lengua de las 2 pm. Uno de estos alumnos era Felix, el chico que recién se había presentado, y que se disponía a tomar asiento en la última silla de la hilera pegada a la puerta, quedando así en el rincón del aula. Su posición lo había convertido en el último en presentarse, por lo que los ansiosos alumnos, quienes esperaban desesperadamente la campana, no habían dejado de mirarle.


Felix Flynn era un adolescente de 16 años que se había mudado a una ciudad nueva hacía sólo tres días atrás, debido al trabajo de su padre, el cual le obligaba a él y a su familia a cambiar de residencia. Las mudanzas se llevaban a cabo cada año por lo menos. Sus padres lo inscribieron en la escuela más prestigiosa de Port Lagune: ALA, Atlantic Lagune Academy, la cual había iniciado las clases ese mismo día.

En realidad, el nombre de la academia era incorrecto. Port Lagune no colindaba con el mar directamente, sino con una enorme laguna salina, que había sido conectada al Atlántico de manera artificial hacía unas tres décadas. Por lo tanto, la Academia no estaba en una Laguna del Atlántico. O por lo menos, eso pensaba Felix mientras la profesora intentaba repetir los nombres de todos sus alumnos.

Finalmente, el alargado Ring de la campana le puso fin a aquellos 45 minutos que antes parecían interminables. Tras esto, el primer día de clases había terminado finalmente. Los alumnos no tardaron en tomar sus pertenencias y salir del aula; incluso la profesora se apresuró a dejar el lugar. Pero Felix se quedó allí, pues al contrario que sus compañeros, no había guardado sus materiales de antemano.

Cuando tuvo todo listo, el chico salió al pasillo con su mochila en el hombro. El lugar estaba lleno de estudiantes que, o conversaban con otros compañeros, o se encontraban en sus casilleros; incluso ambas. Las conversaciones, los sonidos de puertas abriendo y cerrando, los clicks de las cerraduras, y alguna que otra canción reproducida en un teléfono móvil... Todos esos sonidos por sí solos no eran desesperantes; pero unidos, hicieron que a Felix le rechinaran los dientes de la desesperación. Por lo tanto, el chico se dirigió a los jardines, sin siquiera pasarse por su casillero.



Felix cruzó caminos de concreto y tramos de césped, adornados por verdes árboles, pequeños arbustos y coloridas flores. Les tendría que admirar después, pues ahora tenía que tomar prestado un libro de historia de la biblioteca para sus deberes. Al caminar, se cruzó con algunos estudiantes, pero no les hizo mucho caso, a pesar de que muchos le señalaban y soltaban algunas risas.

Era su aspecto. Y él lo sabía. No era feo, pero tenía unas pintas que atraían muchas miradas. Primero que nada, su cabello castaño estaba completamente alborotado y maltratado de las puntas, haciendo parecer que le crecía hierba seca en lugar de cabello. Por otro lado, sus voluminosos anteojos de color negro resaltaban por la cinta adhesiva que llevaban en el puente, y por la grieta que recorría uno de los cristales; además, tenía una gran bandita en la mejilla, pues se había hecho un enorme rasguño mientras ayudaba en la mudanza. En cuanto a su ropa, Felix llevaba un enorme suéter color verde oscuro cubierto por pelusas y que le ocultaba las manos. Sus pantalones de lino color marrón clarito estaban rasgados de las rodillas y de los tobillos, y una extraña mancha verde nacía de uno de los bolsillos. Su calzado, por otro lado, era tal vez lo único normal que llevaba puesto: unos sencillos deportivos de color blanco con detalles en gris. No obstante, los cordones sucios y desatados rompían la poca armonía que tenían.

—¡Caminando con un nerd! —cantó un alumno que caminaba con un grupo mixto de estudiantes. Se rieron a carcajadas del pobre Felix mientras éste entraba a la biblioteca por la puerta giratoria. Incluso dentro del edificio, podían escucharse las risas de los jóvenes, pero finalmente se hicieron débiles a la par que el grupo se alejaba, hasta que dejaron de oírse.



’Historia de la Europa Moderna’, éste servirá”, pensó Felix, examinando un libro de la sección D de la biblioteca escolar. Lo metió en su mochila y se dirigió a la salida. Pero en cuanto dio la vuelta en uno de los pasillos, sintió un fuerte empujón que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo.

—¡Ay! —exclamó el chico con el cual Felix se había estrellado.

—¡Lo lamento! —se apresuró a disculparse Felix, mientras observaba al desconocido desde el piso de la biblioteca. El chico se frotaba el brazo, mientras hacía una ligera mueca de dolor. El joven se levantó y se sacudió los pantalones más por costumbre que por nada, mientras que el otro muchacho finalmente se dignó a mirarle.

Era unos cuantos centímetros más bajo que Felix, pero un poco más fornido. Tenía los ojos de color miel, casi marrón, al igual que su cabello rizado, el cual llevaba perfectamente peinado hacia atrás, dividido por el centro hacia ambos lados. No llevaba mochila, pero llevaba puesto el uniforme escolar de invierno: saco y pantalones de color azul oscuro, casi negro, una camisa color blanco. Iba muy a su estilo, con el saco sin abrochar y la camisa fuera del pantalón, no llevaba corbata y, además, llevaba zapatillas deportivas de color negro en lugar de calzado formal. A Felix le sorprendió la vestimenta del estudiante, pues recordó que la Academia era muy estricta en cuanto a las reglas de presentación. De hecho, el joven tenía un permiso especial para llevar ropa informal durante una semana, mientras compraba el uniforme.

—Deberías ver por dónde vas —dijo el chico, mirando a Felix con casi repulsión. Sin previo aviso, los ojos le brillaron con picardía. El desconocido se puso la mano en el mentón, como pensando, y comenzó a mirar al joven estudiante desde todos los ángulos accesibles. Cuando parecía que finalmente había terminado, chasqueó los dedos y señaló a Felix mientras decía:

—Novato, ¿no?

Felix se quedó completamente callado. La reacción del chico realmente lo había sorprendido. Había sabido que era nuevo en el colegio con sólo mirarle. ¿Conocería acaso su expediente, o era simple sentido común? Tal vez había notado que no llevaba uniforme. Sí, sería eso.

—Soy Michael, pero puedes llamarme Mike, mucho gusto —expresó el muchacho, con una sonrisa pícara, mientras le tendía la mano a Felix. Éste último le miró con incomprensión, pero finalmente decidió responder a su gesto.

—Me llamo Felix... Felix Flynn...

—¡Ah, doble efe! —exclamó Mike, haciendo el mismo gesto de chasquear—señalar que había hecho unos momentos antes—. ¿Puedo llamarte F (2)?

—S-Supongo... Bueno, me tengo que ir...—respondió Felix, rápidamente, mientras comenzaba a caminar hacia la salida. Sin embargo, una mano le tomó por el hombro, a la par que la voz de Mike decía a sus espaldas:

—¿A dónde crees que vas, F? —inquirió el chico, con un burlón tono de voz, mientras giraba a Felix tomándole de los hombros.

—A mi casa. Ya tengo lo que quería, así que...

—¿Pero quién te crees eres? —sollozó Mike, cubriéndose el rostro con el brazo, fingiendo tristeza—. Yo te diré qué eres: Eres cruel, Felix Flynn. Después de haberme arrollado de una manera tan horrible, ahora te vas como si no hubiese sucedido nada.

—Esperaba ir a comer algo —respondió Felix, haciendo caso omiso a los gestos de Mike.

—¡Ya sé! —Mike volvió a señalarle mientras chasqueaba los dedos, a la par que dejaba atrás su mala actuación de tristeza— Tenemos muy buena comida en la cafetería, ¿te parece quedarte a comer a...?

—No —interrumpió Felix, tajante.

—Hoy tienen pastel de carne con...

—No —volvió a cortar el muchacho.

—Podríamos ir al centro de computación después para...

—Definitivamente no.

Mike se giró, dándole la espalda a Felix. Alzó la cabeza hacia el techo y dijo con un solemnte tono de voz:

—Tienes razón.

Felix le agradeció y le dio una leve palmadita en el hombro. Sin mucho entusiasmo, se despidió de su compañero y se dirigió a la salida. Pensaba que Mike ya no le molestaría; y sin embargo...

—... Creo te verías ridículo al andar por el campus con esas pintas...

Felix ya había tenido suficiente con un día entero de burlas y carcajadas; no soportaría que se burlaran más de él. Pero a pesar de todo, era un chico muy paciente, así que se tragó el orgullo y decidió explicar a Mike las razones de su aspecto.

—Mira, generalmente no luzco así… —dijo Felix—. En cuanto a mi cabello: no lo he cortado desde hace meses, y las puntas se me han maltratado por el poco cuidado que le doy. Y las gafas: eran de mi abuelo. Mis antiguas gafas se rompieron durante el movimiento. Por último, mi ropa: Acabo de mudarme a la ciudad hace tres días. Todas mis cosas están en un camión que vendrá desde Seattle. Sólo encontré estas viejas cosas de mi padre. ¡A mí tampoco me gusta traer esta basura puesta!

Mike se frotó el mentón en señal de meditación. Caminó por uno de los pasillos hasta encontrarse con tres pequeños sillones, en los cuales ambos muchachos tomaron asiento. El primero continuó pensando en lo que fuese que estaba pensando, mientras Felix le observaba, intentando adivinar qué había dentro de su cabeza.

—¡Ya lo tengo! —exclamó Mike, chasqueando los dedos por enésima vez, y ganándose varios Shhh por parte de los lectores. Felix le observó con un poco de entusiasmo, por más que tratara de disimularlo.

—¿Uh? —balbuceó Felix, volviendo a mirar a su compañero con incomprensión. Deseó que no fuese nada tonto o ridículo.

—Tengo una amiga en el club de Teatro... Suelo ir con ella a cortarme el cabello, ¿sabes? —expresó Mike, lanzándole una mirada traviesa.

—¿¡Qué!? ¡Ni lo pienses, no iré a que...!

—¡Venga, sólo las puntas!

—¡No!

—¡Venga, F!

—¡Suelta! ¡Oye, no, mi mochila...! —exclamó Felix, al ver que Mike recogía ésta del suelo, se levantaba del sillón y se metía corriendo por uno de los pasillos.

—¡La quieres, me sigues! — pronunció el joven desde algún lugar no muy lejano.

—¡Mike!



—Me sorprendes, Mike —dijo Felix. Ambos muchachos caminaban por el campus, siguiendo un camino de baldosas irregulares; éste tenía árboles a las orillas, por lo que se formaba una especie de túnel con las entrelazadas copas de los árboles. Según Mike, dicho camino llevaba a la parte no-escolar del instituto. Allí se encontraban las canchas, la cafetería, la piscina, el centro de computación y los dormitorios para estudiantes con privilegios especiales.

—Quiero decir —continuó Felix—, apenas me has conocido y tienes el valor de arrancarme la mochila y hacerme perseguirte. Por tu culpa nos han echado de la biblioteca y no he podido sacar el libro.

—Eres un novato, ¿qué podrías hacerme? —respondió Mike, mientras abría su mochila. Ésta tenía un solo tirante, por lo que se llevaba colgando de un lado, teniendo así su contenido siempre accesible.

—En fin... Supongo que necesitarás esto —expresó Mike, mientras sacaba un libro de entre los contenidos de su mochila.

—“Historia de la Europa Moderna”... —leyó Felix, tomando el ejemplar con su mano derecha. Miró a Mike en silencio, mientras éste le dedicaba una sonrisa pícara.

—Nunca temas, Mike está aquí (3) —expresó, chasqueando los dedos y señalando a Felix, como un gesto de complicidad

—Mike... —susurró Felix.

—No tienes que agradecer, F.

—¿¡Pero qué pollas te pasa!? —gritó Felix, golpeando a Mike con el libro en la cabeza—. ¡Sacando un libro de la biblioteca sin permiso! ¿¡Sabes lo grave que es eso!?

Mike soltó un grito de dolor, a la par que Felix continuaba golpeándole. Intentaba decir algo, pero las palabras se veían ahogadas por la lluvia de golpes.

—Es... Libr... ío...

—¿Qué? —inquirió Felix, parando de golpear a Mike por un momento.

—Ese libro es mío...

Felix se detuvo de inmediato, sin saber que decir. Hubo unos segundos de incómodo silencio, en los cuales los muchachos se miraron a los ojos. Felix con un poco de vergüenza y Mike con algo de rencor.

—Ah... Perdona... —balbuceó Felix, mientras Mike se enderazaba y se frotaba la coronilla.

—No hay cuidado, F...

Aunque Mike era prácticamente un desconocido, Felix le sonrió como si le conociera de toda la vida. Tal vez fuese su amigable personalidad, o tal vez el simple hecho de que era el primero que se acercaba a Felix. Había sido muy amable de su parte en cederle el libro; y finalmente había dejado el tema del corte de cabello de Felix. Desde ese momento, Felix le consideró su amigo.

Tras caminar unos cuantos metros más, el túnel de árboles desapareció para dar paso a una escalinata en su lugar. Descendía unos tres metros, y llegaba a un camino de baldosas, que mediría unos cinco metros de ancho. Éste seguía derecho hasta toparse con un largo edificio de cuatro pisos. Antes de llegar a él, el camino tenía cuatro ramificaciones: tres daban a edificios de variados tamaños, pero que no superaban la primera planta; mientras el último se perdía detrás de una de las dichas estructuras.

Mike saltó los primeros siete escalones, aterrizando en el descanso de la escalinata. Tomó un poco de impulso y saltó los siete restantes, cayendo limpiamente en el ancho camino de baldosas. Mike se giró y le hizo un gesto a Felix, pidiéndole que le siguiera. Felix, al contrario que su nuevo amigo, bajó la escalera completa tranquilamente.

Ambos muchachos continuaron su camino hasta la cuarta división del camino, no sin antes conocer de vista los otros edificios.

—Verás —le había dicho Mike a Felix—, el primero que hemos pasado es la cafetería. Generalmente comen allí los que quieren pasar tiempo con sus amigos o aquellos que viven en los dormitorios. Aunque los últimos no pagan; entra dentro de su beca.
>>Este edificio, el segundo que pasamos, es el gimnasio. Dentro de él hay caminadoras, bicicletas, elípticas, pesas, cuerdas para escalar, tres paredes de rapel, costales de arena, un ring... En fin, todo lo que un buen deportista necesita. Oh, y no tenemos canchas interiores.
>>Este tercero es el centro de computación. Te cobran sólo un dólar la hora. Claro, las impresiones y los programas profesionales cuestan extra. Cabe decir que una vez cierras la sesión de tu ordenador, no se guarda ninguna información. Así que es mejor llevar una USB siempre contigo —el chico se sacó una de éstas del bolsillo y se la mostró a Felix—.
>>Y finalmente, ese edificio alto que ves a lo lejos... Bueno, allí están los dormitorios. Muchas habitaciones están vacías, pues generalmente sólo sirven para los que tienen beca especial o que vienen de intercambio. Puedes solicitar una habitación, pero debes pagar un buen monto y tener una buena razón para pedirlo. Se divide en las secciones B, C, D y E, una por cada piso.

—¿Y la sección A? —preguntó Felix.

—Dormitorio especial —fue lo único que respondió Mike, impasible—. En fin, éste último camino por el que giraremos lleva a...

No hizo falta decirlo. En cuanto el par de muchachos se giró, ante su vista se desplegó un gigantesco campo de pasto artificial. A la derecha de éste, había dos campos de baloncesto; y a la izquierda, dos canchas de tenis, una pista para correr y otro edificio pequeño. Todo rodeado por gradas de color blanco.

—Ya lo ves —expresó Mike, sonriente—. Somos muy flexibles en cuanto a los deportes. Dos canchas de fútbol, que a veces sirven para el soccer; dos de baloncesto, dos de tenis, que muchas veces se usan para el voleyball con simplemente subir la red... Y ese edificio que ves allá... Bueno, es la piscina.

—Tenéis pista —balbuceó Felix, admirando la magnitud del área deportiva.

—Sí, tenemos pista, también —le dijo Mike, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡En fin, F...! —Felix finalmente reaccionó— No sé si recuerdes una desviación que había en el túnel de árboles, pero...

Mike tomó fuertemente a Felix de la coronilla y le miró con unos ojos sombríos, unos ojos que Felix jamás hubiese esperado ver en él. El chico le obligó a regresar por donde habían venido, aún sin soltarle. Miraba a todos lados de una manera sospechosa; Felix notó que miraba con atención algo sobre su cabeza, aunque no sabía qué era. Con una voz fría, Mike finalmente dijo:

—Necesito que me acompañes.

(1) Al desarrollarse la historia en los Estados Unidos de América, el nombre Felix no lleva tilde, a pesar de que su pronunciación señala lo contrario: Félix.
(2) Mike se refiere a Felix como ef, fonéticamente; es decir, el nombre en inglés de la letra F. Sin embargo, el autor ha preferido llamarle simplemente por la letra F a lo largo de la historia.
(3) Forma traducida al español de la rima Never fear, Mike is here.
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Sombra » Vie Abr 23, 2010 9:35 am

Está chula la historía. Espero que continues y no la dejes a medias. Mike....¿Un guiño hacia alguien en concreto?
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor DahmuzaK » Vie Abr 23, 2010 9:53 am

Me gusta tu historia, has hecho muy bien el primer episodio, bien explicado, buen dialogo.
Sombra escribió:Mike....¿Un guiño hacia alguien en concreto?

lol?
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Sorpresa insaid.
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Zee » Vie Abr 23, 2010 2:28 pm

Sombra escribió:Mike....¿Un guiño hacia alguien en concreto?

¿A Mika? ¡Pero por supuesto que sí! ¡Principalmente porque me cae muy bien y somos los mejores amigos! [/sarcasmo]
Igual... Gracias por vuestros comentarios~~

Zero sez: Cya!

PD: Y que sepas que mi Mike se escribe como todo el mundo suele hacerlo, no como la cosa rara Miké.
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Zee » Vie May 07, 2010 6:44 am

Queridos y no-queridos lectores de Psique:
He de decir que el capítulo 2 se retrasará dos semanas más de lo esperado, debido a que me encuentro muy ocupado con los exámenes finales. Para no convertir esto en Flood, doy algunos detalles del siguiente capítulo:
-No, no se revelerán los poderes de Felix todavía.
-Mike tendrá una participación "importante" en el siguiente capítulo. (Las comillas tienen sus razones).
-Desgraciadamente, no traerá detalles ni personajes importantes para la historia, a excepción de unos escasos párrafos del final.

Un saludo.
Última edición por Zee el Lun May 17, 2010 6:10 pm, editado 1 vez en total
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Habimaru » Lun May 10, 2010 9:59 pm

Vale, bien, leído. A pesar del inevitable léxico latinoamericano que me despista en ocasiones y algún fallo que ya te he comentado por privado, veo que me encuentro ante una historia muy correcta y con una gran narrativa.

Huelga decir que espero con impaciencia una desenvoltura de la historia para poder comentar al respecto.
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Sombra » Dom May 16, 2010 11:31 pm

Disculpeme usted Don Zero patatero. ¿Podría postear alguna fecha para saber la aproximacion de cuándo posteara los capitulos?
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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Zee » Lun May 17, 2010 6:20 pm

Primero que nada, tengo que disculparme por la tardanza. Tuve los exámenes finales la semana pasada, y por una suerte del demonio perdí el capítulo no una ni dos, sino cuatro putas veces la semana anterior a ésa.
Finalmente terminé de escribirlo. Lo he escrito estando ya muy desesperado, así que tiene montones de fallos. Aún así, espero que lo disfrutéis, aunque sea un poco.
Espero críticas~~

Versión Escrita (No habrá PDF por ahora):
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Capítulo 2
Cambios radicales


—Necesito que me acompañes —expresó Mike, con una voz amenazante. Tenía tomado a Felix de la coronilla, y le miraba con unos oscuros ojos que reflejaban peligro.

—¡Mike, ¿qué coño haces?! —gritó Felix, intentando liberarse. Como Mike sólo le sostenía con la mano, no fue difícil. En cuanto el chico logró zafarse, se giró y subió los puños, en guardia.

—Oye, oye —dijo Mike, moviendo las manos de un lado a otro—. Sólo estaba jugando, tío, no te pongas así.

Felix bajó los puños, pero sólo un poco. Miró a Mike con desconfianza, pues parecía que iba a decir algo más:

—Además... ¿Qué clase de guardia es ésa, por Dios? Con una simple patada ascendente te rompo por lo menos cuatro dedos.

Felix siguió a su nuevo amigo, Mike, de regreso al túnel de árboles. El par pasó de nuevo frente al centro de computación, el gimnasio y la cafetería. Ésta última tenía ventanas en dos de las paredes, por lo cual se podían ver a las animadas personas disfrutando de sus alimentos. Con lo poco que Félix pudo ver, supuso que cabrían un poco más de 100 personas en el lugar. Aunque el chico no pudo estar completamente seguro, juraría que también había mesas detrás del edificio.

El par de jóvenes subió de nuevo la escalera que llevaba al túnel y caminó unos diez metros antes de detenerse frente a dos columnas que señalaban una división del camino. Dos pinos adornaban los lados de las columnas, y una señal semi-oculta entre las hojas decía “Teatro”. Si girabas por ese camino, podías ver claramente cómo el túnel de árboles era reemplazado por una especie de cerca formada por arbustos.

—¿Cómo es que no lo vi? —pensó en voz alta Felix, admirando los dos árboles que se encontraban al lado de cada columna.

—Estabas bastante ocupado golpeándome con mi libro —respondió Mike, tomándole de los hombros e incitándole a seguir el camino.

Felix observó con sorpresa el lugar donde se alzaba el auditorio de la academia. De ancho, mediría por lo menos setenta metros. No obstante, Felix fue incapaz de calcular el largo del edificio desde su posición.

Pese a que no se podía ver de qué estaban hechos los muros, Felix supuso que eran de concreto sólido, cubiertos por las gigantescas losas de cantera en el exterior, que iban desde el verde césped del suelo hasta la punta del edificio. Lo que más llamó la atención del chico fue que el muro donde se encontraba la puerta no estaba hecho de ningún tipo de piedra. En realidad, estaba constituido por gigantescos trozos de cristal unidos por soportes metálicos, acomodados limpiamente dentro de un marco de la misma piedra que las demás paredes. Hechas de cristal también, cinco puertas dobles estaban abiertas de par en par, como incitando a entrar a cualquiera que pasara por allí.

—Y allí tienes, F, el edificio que más nos enorgullece: El auditorio —expresó Mike, a espaldas del chico. Caminaron los escasos veinte metros que restaban hasta la entrada del teatro, hasta encontrarse dentro del lugar. Felix dejó salir un “Woa...” al ver que el muro de cristal no estaba en una posición de noventa grados, sino que inclinado hacia afuera.

Felix no pudo decidir qué era más impresionante, si el interior o el exterior del teatro. La parte interna estaba hecha, tal y como supuso Felix, de los bloques comúnmente usados para los muros. Sin embargo, lo que lo hacía tan bello era el mural que lucía tanto en las paredes como la cóncava bódeda.

—¿Dionisio? —preguntó Felix, mirando el mural que exhibía al dios griego, montado sobre lo que parecía un burro, con una copa de vino en la mano, y rodeado por decenas de ménades que sostenían racimas de uvas.

—Efectivamente —confirmó Mike, dándole una palmada a Felix en el hombro, e invitándole a continuar. El chico pasó de largo las taquillas y se metió por una de las dos puertas de madera que llevaban a los asientos y al escenario.

Como en la mayoría de los teatros, los asientos se encontraban divididos en tres grupos. Felix supo después que cada grupo estaba constituido por veinte filas de veinte asientos cada una. Los susodichos eran retráctiles y estaban hechos de terciopelo rojo, dándole al lugar una apariencia muy familiar, resaltada por la mullida alfombra del mismo color.

El escenario había sido, lógicamente, construido por madera. Se alzaba dos metros del suelo, sin contar los otros dos de la zanja artificial donde los músicos se alojaban para así tocar durante la función, casi invisibles para el público.

—¿Qué sucede? —inquirió Felix apenas entró al lugar. Había varios grupos de alumnos caminando de un lado al otro, principalmente en el escenario y la parte tras bambalinas.

—Descuida, es cosa de todos los años —comenzó Mike, guiando a Felix, atravesando el teatro, hasta el escenario. Impulsándose con los brazos, el primero subió a la tarima sin usar las escaleras, cosa que el último sí hizo, sin complicarse. Estando ya arriba, Mike continuó—: El club de teatro es uno de los pocos que se reúnen aún sin que las actividades hayan empezado, pese a que comienzan con la escenografía y el vestuario, solamente; el próximo lunes, cuando empiecen las actividades extracurriculares, será cuando comiencen con las audiciones para los papeles de la obra de este semestre.

—¿Sabes de qué irá? —preguntó Felix, interesándose al ver que un chico examinaba con repugnancia unas medias de color negro.

—De una princesa y un sirviente, o algo por el estilo —respondió Mike, a la par que se metía tras bambalinas. Felix le siguió, tropezándose con un par de cables y recibiendo quejas por ello.

El par de chicos le dio la vuelta al lugar, llegando a la parte del teatro que se encontraba tras el telón, donde se encontraban los camerinos, el vestuario y montones de escenografía. Mike se acercó a un chico y le dijo:

—¡Oye, Joseph! —el chico se giró y miró a Mike con un poco de sorpresa. Ambos se saludaron con un entusiasta abrazo, e intercambiaron algunas palabras sobre sus respectivas vacaciones.

—Amigo, ¿no sabrás dónde está Michelle? —preguntó Mike— Verás, necesito su ayuda… Este tío, F, necesita un cambio. ¡F, ven y preséntate!

Felix soltó un “Oh”, antes de caminar en dirección al supuesto Joseph. El chico le ofreció su mano, y recibió una cálida respuesta.

Joseph era un pelín más alto que Felix; y más fornido, además. Como bien se enteró el chico más tarde, solía ir al gimnasio del colegio frecuentemente. Su cabello, de color negro, estaba cortado casi a ras, como suelen llevarlo los militares, lo cual le hacía parecer alguien rudo, contrario a su personalidad. Por otro lado, se encontraban sus ojos vivaces, negros también, que manifestaban lo amigable que era.

—Michelle está en ese camerino de allí —señaló una puerta que estaba detrás de Mike—, haciendo algunas cosas sobre el vestuario. ¿Es él, Michael? —preguntó Joseph, señalando a Felix sin siquiera mirarle, como si simplemente no estuviese allí.
—Mike —corrigió el chico, antes de decir—: Y sí, es él. Sólo mira su cabello —el muchacho tiró de un mechón del cabello de Felix—. Realmente necesita que Michelle le haga algunos cambios.

Fue entonces cuando Felix descubrió a qué se refería Mike: ¡Le iban a cortar el cabello! Mike no había olvidado el asunto, ¡lo había ignorado y había llevado a Felix directamente a la boca del león! Recordó lo que Mike le había dicho sobre su aspecto cuando se encontraban sentados en la biblioteca: “Tengo una amiga en el club de Teatro... Suelo ir con ella a cortarme el cabello, ¿sabes?

—¡Mike, no! —se negó Felix, intentando retirarse del lugar. Pero Mike fue más rápido, poniéndose detrás de él y empujándolo sin reparo alguno al camerino.

—¡Mike, sí! —se burló éste, dándole el último empujón a Felix. Ambos perdieron el equilibrio con el golpe y se precipitaron repentinamente al interior del camerino. Mike se apresuró a cerrar la puerta tras él, sin olvidar poner el pestillo y agradecer a Joseph con un grito:

—¡Muchas gracias, Joseph!

—¡Cuando quieras, Michael!


—¡Michael Johnson! —gritó una voz femenina, que salía desde algún lugar detrás de un largo perchero, del cual colgaban decenas de disfraces para las obras de teatro habidas y por haber. Había ropa moderna, ropa de la edad media, de la revolución francesa… También varios disfraces, como uno de hechicero, uno de caballo y uno que era de un color verde brillante, tanto que Felix consideró la posibilidad de que fuera un disfraz de alguna verdura.

—¿Pero qué crees que estás haciendo? Entrando al camerino sin permiso algu… —la chica que acababa de salir de su escondite se interrumpió al ver a Felix. No era alta, mediría tal vez un metro y sesenta, y tampoco tenía un cuerpo exuberante, aunque seguramente sí atraía bastantes miradas. Se peinó su liso cabello castaño con las manos, pues lo tenía un poco alborotado, y miró apenada a Felix con sus brillantes ojos miel.

—Ah… —balbuceó, al ver al chico que la miraba con incomprensión. Se sonrojó un poco y miró al suelo, frotándose las manos y moviendo su pie izquierdo, manifestando lo apenada que se encontraba.

Mike se acercó a la chica y la rodeó con un brazo cariñosamente. No de una manera íntima, sino tal y como lo hacían los amigos. Le miró sonriente y le dijo:

—Verás, Mi-Mi… —comenzó a decir Mike, pero fue interrumpido inmediatamente por la chica.

—No me llames Mi-Mi si no quieres que te diga Michael —amenazó, apuntándole con el dedo índice. Mike hizo una mueca, se separó de Michelle y se interpuso entre ella y Félix alzando los brazos y dejándolos caer de nuevo, expresando que se daba por vencido. O por lo menos con esa estrategia…

Mike acarició lentamente a Michelle en la barbilla, lo cual provocó que ésta se estremeciera. El chico acercó peligrosamente a los labios de la muchacha, pero se desvió al último momento y le habló en el oído con un susurro un poco sensual, pese a que no era la palabra más adecuada:

—No querrás que lo haga… Y menos frente a él, ¿no…?

Michelle se tapó la boca con la mano, ahogando un grito, a la par que daba varios pasos hacia atrás. Mike se acercó a ella lentamente, acorralándola contra la pared. La chica retrocedió tanto que parecía que estaba sosteniendo el muro con la espalda. Felix, en cambio, aún seguía parado en el mismo lugar desde que había entrado, lleno de curiosidad.

¿Acaso hay algo entre Mike y Michelle?, pensó el muchacho, preguntándose qué era lo que Mike tenía planeado.

—¡Ah, las cosquillas! —exclamó éste entre risas, a la par que comenzaba a picarle a la chica con la punta de los dedos en el abdomen. Ésta comenzó a reír de manera incontrolable, mientras intentaba apartar a Mike por medio de rápidos manotazos.

—¡¡M-Mi-ike!! ¡¡Pa-a-ara yaaaa!! —pedía entre carcajadas, con los ojos cubiertos de lágrimas. Había parado de darle manotazos a Mike, y los había sustituido por puñetazos poco certeros, que el chico podía esquivar fácilmente al agachar la cabeza o arquearse un poco.

Finalmente Felix decidió intervenir. Con una bien calculada zancada, se colocó detrás de Mike y le picó ambos lados del vientre con los índices. Éste dio un respingo e intentó alejarse de su amigo, entre risas; pero al dar el salto hacia atrás, golpeó a Felix en la barbilla con su hombro, y ambos cayeron al suelo con un estruendo.


—¿Estará bien? —preguntó una dulce voz femenina.

—Me parece, no le golpeé tan duro —respondió otra voz, esta vez perteneciente a un chico.

Felix recordó de golpe quién era y qué hacía. Abrió los ojos sólo para encontrarse con el rostro de Mike cercano al suyo. Soltó un grito e intentó moverse, únicamente para darse cuenta de que era incapaz de hacerlo. ¡Lo habían atado a una silla!

—¿¡Qué habéis hecho!? ¿¡Por qué estoy atado!? ¿¡Qué coño pasa!? ¿¡Cuál es el maldito problema!? ¡Desatadme ya! —vociferó desesperado, moviendo la silla de un lado para otro, en un intento de liberarse.

—¡F, tranquilo! ¡F! —intentaba calmarle Mike en vano.

Felix continuaba moviéndose frenéticamente, provocando que la silla se fuese desequilibrando cada vez más. Finalmente, tras un salto extremadamente alto, una de las patas cedió ante el peso y la silla se desplomó, con Felix encima, inevitablemente hacia el frío suelo.

—¿Habéis visto lo que ocasionáis? —reclamó desde su posición— No sé qué coño intentabais al atarme a una silla, pero si no me desatáis…

Felix se interrumpió repentinamente al sentir que se le metía algo a la boca. Al tener las manos atadas, tosió lo más fuerte que sus pulmones le permitían para expulsar lo que se había tragado.

Lo logró. Sintió algo parecido a una pelusa pegado a su lengua. Con un poco de asco, escupió en el suelo.

—¿¡Cabello!? —exclamó, al ver lo que nadaba repugnantemente en su saliva. Y no era sólo ése, había decenas de montones desperdigados por el suelo. Y, peligrosamente, eran del mismo color que el cabello de Felix.

—¡No! ¡¡No!! —vociferó el chico, agitándose de nuevo en la silla— ¡¡No puede ser que sea mi cabello!! ¿¡¡Pero qué habéis hecho!!?

—F, tranquilízate… —intentó decir Michelle, pero se veía interrumpida por los ruidosos gritos de Felix:

—¡¡…haciendo eso sin permiso!! ¡¡Ya quiero saber qué le vais a decir a…!!

Repentinamente, Mike tomó un espejo de mano, se agachó y se lo puso a Felix frente al rostro.

—¡Te ves bien, tío, bien! ¡Así que cálmate! —exclamó, obligándole a mirarse en la superficie reflectora del espejo.

Lo primero que Felix notó fue que tenía sangre seca alrededor de la comisura de la boca, lo cual evidenciaba que Mike le había golpeado fuertemente la mandíbula. También pudo notar que, mientras se encontraba inconsciente, le habían quitado los anteojos y le habían lavado el gran rasguño que tenía en la mejilla, deshaciéndose además de la tirita.

Su cabello estaba cambiadísimo, el volumen había disminuido considerablemente, lo cual también hacía parecer que el color de su pelo era más claro. Apenas le llegaba a las cejas, y lo habían cortado desvanecido, al igual que el cabello que le caía hasta media oreja. También le habían puesto algún líquido brillante, pues su pelo reflejaba la luz como sólo lo hacía cuando se mojaba.

Mike levantó a Felix del suelo, con un poco de esfuerzo, y se ocupó de desatar los nudos que le tenían inmovilizado contra la silla.

—¿Qué... habéis hecho...? —preguntó, incrédulo, una vez que Mike le había liberado. Se puso de pie y se sacudió los restos de cabello de la ropa, especialmente de la parte trasera de la camisa, donde había una alarmante acumulación, pues el pelo cortado había quedado atrapado entre la espalda del chico y la silla.

Fue Michelle la que lo explicó, hablando con una notable emoción en la voz:

—Primero te empapé por completo y me deshice de los nudos con un peine abierto, y luego te cepillé hasta dejártelo completamente liso. Te quité volumen de la coronilla y te corté las puntas con unas tijeras de degrafilado. Finalmente te puse extracto de semilla de uva y te sequé el cabello. El peinado se hizo por sí solo una vez tu pelo estuvo seco.

—¿Qué me dices ahora, F? —intervino Mike— ¿Confías ahora en Michelle?

—No.

—¿Qué?

—Pero aprecio el hecho de que por lo menos lo hizo bien —respondió Felix, tocándose el cabello, aún incrédulo.

Sin previo aviso, el teléfono móvil de Felix comenzó a vibrar en su bolsillo. Tuvo dificultades para sacar el aparato de su bolsillo, pues estaba demasiado apretado. Presionó un botón y la pantalla se iluminó al instante, mostrando la causa del aviso:
23 Llamadas Perdidas

Ver Salir


—¡Veintitrés! —exclamó Felix, atónito. Les dedicó una mirada de disculpa a Mike y a Michelle, y luego expresó—: Tendréis que… perdonarme, pero me parece que mis padres me buscan con desesperación.

—Hasta luego —se despidió Michelle.

—Nos vemos —dijo Mike, agitando la mano.


Felix soltó un gran suspiro una vez se lanzó en su mullida cama. Había tenido mucho para haber sido el primer día.

Había llegado tranquilamente a su casa, después de quince minutos de viaje en autobús, para sólo recibir una regañina por parte de sus padres por haberse cortado el cabello sin permiso y haber perdido sus gafas, además de que no les había respondido las llamadas. Afortunadamente, sus padres prometieron comprarle unas más delgadas o, si lo deseaba, unos lentes de contacto.

La familia de Felix era de lo más normal, excepto por el hecho de que se veían obligados a mudarse cada año. Sus padres rondaban los cuarenta y cinco años; su madre se ocupaba de la casa, mientras su padre trabajaba la mayoría del tiempo, a excepción de las noches y el domingo, además de contar con una pobre hora y media para comer durante el mediodía.

Felix tenía un hermano y una hermana; mayor y menor, respectivamente. Su hermano mayor, Kyle, ya no vivía en casa, pues se había ido a estudiar la universidad. Cuando vivía allí, constantemente competía contra Felix en todo, ya fuesen deportes, resultados académicos, e incluso cosas sin importancia. Por ejemplo, el chico atesoraba un recuerdo de cuando él y Kyle habían competido para ver quién comía más en un buffet. A pesar de todo, los dos hermanos llevaban una buena relación, y sus competencias jamás se convertían en peleas.

Lo contrario sucedía con su hermana menor, Lily, con quien tenía discusiones constantes. La chica, de apenas trece años, pasaba por esa etapa en la que se está en contra de todos. Si no peleaba con sus padres, generalmente por no conseguir lo que quería, se empeñaba en molestar a Felix, a quien solía llamarle “Espécimen”. A Kyle, en cambio, le llamaba simplemente “Neandertal”.

Su casa, por otro lado, no era pequeña, pero tampoco demasiado lujosa. Era perfecta para la familia de cinco personas... excepto por el hecho de que Felix se veía obligado a dormir en una habitación que seguramente había sido construida como una bodega, pues era demasiado pequeña para el chico. Habían tenido que desarmar la cama, meter las piezas y armarla de nuevo en la habitación, pues era imposible maniobrar con ella en el cuarto. Pese a esto, el chico se animaba pensando que, una vez estuviese bien acomodado todo, podría mudarse a la ahora vacía habitación de Kyle.


—Felix, cariño, ¿podrías venir, por favor? —llamó su madre desde otra habitación. El chico solto un bufido, cerró el cuaderno en el cual estaba haciendo sus deberes, y se dirigió a la habitación de sus padres.

—¿Sí? —preguntó una vez que estaba allí. Tanto su padre como su madre le miraron con sus oscuros ojos color marrón, contrariamente a los de Felix, que eran verdes. Toda su familia tenía los ojos del mismo color, incluyendo a Kyle y a Lily. Consideraban a Felix la oveja negra, debido al hecho de que no tenía mucho parecido con sus padres. Muchas veces Lily le decía que era adoptado, pero el chico se consolaba diciendo que era simplemente un gen oculto que se había manifestado sólo en él.

—Hijo... Te tenemos muy malas noticias —expresó su padre. Acompañadas por su serio tono de voz, aquellas palabras no dejaban lugar a otra cosa: algo malo estaba por venir.

—¿Ocurre algo? —preguntó Felix, con un nudo en la garganta que le impedía respirar bien.

—Verás... La mudanza nos ha dicho que...

—...se han perdido varias cajas. Entre ellas tus cosas —terminó su madre.

—¡Qué! —gritó Felix, estupefacto y furioso a la vez— ¿¡Y qué ropa se supone que usaré!?

—La que Kyle no se ha llevado a la universidad —respondió su padre.

—Los de la mudanza nos han dado una compensación, así que este fin de semana, cuando tengamos tiempo, iremos a comprarte la ropa que quieras. ¿Está bien?

—Vale, vale —respondió Felix, enfadado, antes de marcharse a su habitación.


[Nota del Autor: Mientras escribía esta escena, escuchaba ESTE tema. Espero que os ayude a meteros en la historia, tal y como lo hizo conmigo]
—Mi vida es cada vez más desesperante —murmuró Felix para sí, ya más tarde, mientras se preparaba para dormir. Miró por la ventana que estaba al lado de su cama, admirando la tranquilidad de la calle nocturna.

Fue aquella noche cuando les vio por primera vez. Eran negros, negros como la nocturna infinidad que les rodeaba. Y como la misma luna que colgaba en aquella bóveda, decenas de amarillos ojos le miraron. Medirían aproximadamente dos metros y medio, pero debido a que iban encorvados y con las piernas flexionadas, no superaban la altura de un hombre normal.

Le aterraron sus brazos. Eran desiguales al resto de sus cuerpos; los balanceaban como péndulos, de una manera espeluznante y casi asquerosa. El dorso de sus manos rozaba el suelo, y sus oscuras garras al unísono provocaban un chirrido que paralizó a Felix.

Felix observó a las sombras y las sombras observaron a Felix hasta que el chico cayó dormido.

A la mañana siguiente, el joven ya había olvidado todo.


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Carlos Sobera (Habimaru/Reiji).- Estoy muy agradecido contigo por haberlo leído, amigo. Ahora me toca a mí leer Sekai~~
Sombra.- La respuesta está en las preguntas frecuentes.
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Re: Psique // Segundo capítulo en línea

Notapor Sombra » Lun May 17, 2010 9:46 pm

-De una princesa y un sirviente, o algo por el estilo —respondió Mike, a la par que se metía tras bambalinas. Felix le siguió, tropezándose con un par de cables y recibiendo quejas por ello.
Me suena jajaja.

Me gustó el capitulo aunque me da pena que al pobrecillo le pase de todas cosas malas...Es un poco gafe. La única critica es la aparición de aquellas "sombras encorvadas" del final. La acción fué para mi gusto demasiado rapida.
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Re: Psique // Segundo capítulo en línea

Notapor Zee » Mié May 26, 2010 6:58 am

Capítulo 3 - Versión escrita:
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Capítulo 3 – Miedo :

Felix suspiró una vez arrojó su mochila al suelo y se dejó caer en su silla, la cual, como siempre, era la que estaba en la esquina del aula.

Apoyó sus brazos en la mesa de laboratorio, no sin antes hacer a un lado algunos recipientes, y recostó la cabeza entre ellos, intentando descansar un poco. El sonido de los ventiladores de techo le arrulló y le hizo adormecerse.

Aún le quedaban quince hermosos minutos para dormir. El ruido de sus compañeros lo despertaría; y si no lo hacía, seguramente la campana se encargaría de ello. Pero no debía arriesgarse. Sólo descansaría los ojos un momento…


Felix no supo si estaba cayendo o estaba subiendo, pero le agradó la sensación de ingravidez que le rodeaba. Tan envolvente y tan pura, la oscuridad de su alrededor le acogía como los brazos de una madre.

Quería quedarse allí para siempre. No le importaba si se quedaba levitando en la infinita oscuridad eternamente. No saldría jamás.
Un ruido rompió su delgada burbuja de tranquilidad. Enfadado por haber sido arrastrado de su ensimismamiento, Felix se puso de pie. No se dio cuenta de que se había parado sobre una superficie sólida hasta que ya había dado varios pasos; eso le irritó mucho más, pues ahora no podría regresar a su relajante ingravidez.

De nuevo el ruido. Lo primero que se le vino a la mente a Felix cuando lo escuchó fue una piedra de afilar, porque a eso le recordaba el sonido. Era como si alguien estuviese frotando un metal contra otro. Furioso, Felix dio el siguiente paso.

El suelo se resquebrajó. En algún sitio debajo de Felix había algo brillante, pues el chico veía las grietas tan resplandecientes como si fuesen ellas mismas las que emanaban la luz. El joven tuvo miedo de dar el siguiente paso, temeroso de que el piso cedería ante su peso. No obstante, lo hizo, y no hubo resultado alguno.

Soltó un suspiro de alivio. Sin embargo, todavía no había dado el siguiente paso cuando, de la nada, su supuesto suelo se convirtió en líquido, y engulló a Felix por completo. Sorprendentemente, notó que podía respirar bajo la superficie, así que no le importó y se dejó llevar.

Por alguna razón, sintió temor. Intentó ascender, pero por más que agitaba los brazos y las piernas, se veía incapaz. Continuaba descendiendo, lentamente, independientemente de cuánto se moviera.

Soltó un gruñido cuando tocó algo sólido con los pies, perdió el equilibrio y cayó de bruces. Un “Woa” de asombro salió de su boca cuando vio su entorno: Era una cueva; no, una gruta que medía por lo menos cien metros de diámetro. Brillaba con unba fantasmal luz azul que provenía de las paredes, las cuales estaban recubiertas por colonias de hongos que producían bioluminiscencia.

Estaba parado en el borde de una isla de unos cuarenta metros de diámetro, rodeado por el agua más limpia que había visto jamás. Podía ver el fondo, que también estaba cubierto por colonias de hongos, y le llamó la atención una roca del tamaño de la llanta de un auto. Era lo más brillante que se veía en la caverna, a pesar de que no la había tocado ni un solo hongo. La luz venía de su interior y se colaba por diminutos poros de la superficie, se veía refractada por el agua, e iluminaba gran parte del techo de la caverna.

La roca se rompió sin previo aviso. Sin tiempo para poder moverse, Felix vio como una criatura se lanzaba hacia su rostro y…



—Veo que estás cansado, Felix. —le murmuró una chica al oído, a la par que le golpeaba la coronilla con un libro. Felix se sobresaltó y se irguió en su asiento, golpeando fuertemente la mesa con la palma de las manos cuando intentó levantarse.

—¿Una pesadilla? —preguntó la joven. Sin siquiera mirarla, Felix asintió con la cabeza. Respiraba muy agitado, y le temblaban las manos. Se midió el pulso al ponerse dos dedos en el cuello, y notó que estaba bastante acelerado.

Una vez decidió que todo estaba bien, respiró hondo y decidió mirar a quien le había hablado. No se sorprendió mucho cuando vio a una de sus compañeras, Vanessa, sentada en la segunda silla de la mesa.

—Muchas gracias por despertarme. —dijo Felix.

—¿Fue eso sarcasmo? —preguntó Vanessa, un poco ofendida. Felix, apenado, agregó de inmediato:

—¡No, para nada! —desvió la mirada de su compañera, intentando ocultar lo avergonzado que se encontraba. Después de todo, le había encontrado dormido en la mesa del laboratorio—. Te lo agradezco, de verdad. No hubiera sido agradable si la Sra. Jones me hubiera encontrado dormido. —añadió el chico, cuando en realidad le agradecía por haberle sacado de aquella macabra pesadilla.

La Sra. Jones era la maestra de Química de Vanessa y Felix. Era la primera hora de clase de los chicos, a las 7:00 am; una de las particularidades de la academia era que comenzaba las clases una hora más temprano que el resto de las escuelas. Por lo tanto, los alumnos podían salían de clases a las 2:00 pm, dándoles más tiempo para dedicarse a sus actividades extracurriculares.

—A mí tampoco me hubiera gustado. —agregó Vanessa—. Recuerda que compartimos la nota. No me gustaría una “F” en mi tercer día.

Felix se golpeó la frente con la palma de la mano. Había sido irresponsable de su parte el haberse dormido. Si se ganaba una regañina, Vanessa también lo haría, como su compañera de laboratorio.

Desde que los habían puesto en la misma mesa, Vanessa siempre se comportaba amigable con Felix. Tenían las siguientes dos clases, Trigonometría y Gimnasia juntos, además, por lo que su relación estaba muy cerca de convertirse en una fuerte amistad.

—¿Qué hora es? —inquirió el chico, sin esperar ninguna repuesta en realidad, pues miró la hora en su teléfono móvil. No obstante, le llamó más la atención el anuncio que le notificaba de un nuevo mensaje de texto.

—¿Has decidido optativas y clubes? Viernes, último día. Te veo en libre, ahora tengo Sr. Green. Mike —leyó Felix en voz alta.

—Oh, es cierto, yo tampoco me he anotado. —señaló Vanessa—. ¿Te apuntarías conmigo a Arte? —acto seguido, Vanessa se acomodó su lacio cabello de una manera exagerada—. Quién sabe… Tal vez sirva de modelo.

Antes de que Felix pudiese responder al comentario de Vanessa, el alargado Ring de la campana anunció el inicio de las clases. Como si hubiese estado esperando el momento ideal, la Sra. Jones entró al aula justo cuando la campana paró de sonar. Con sumo cuidado, colocó su maletín en su escritorio, se sentó, y tomó un bolígrafo y una hoja de papel.

—Ashwill, John. —llamó la profesora. Una vez obtuvo un “Aquí” por respuesta, hizo una pequeña marca en la lista de asistencia. No tardó mucho en decir el resto de los nombres escritos en la hoja; y en cuanto lo hizo, se puso de pie y dijo simplemente:

—Las instrucciones están en la pizarra. Ya podéis comenzar.


Después de dejar los libros que ya no usaría en el día y de coger los correspondientes para las siguientes clases, Felix cerró su casillero. No lo había abierto en los primeros dos días, pero el creciente peso en su mochila le había obligado a hacerlo.

Apenas iba a dar la vuelta por el pasillo, pues su casillero era el último de la fila y terminaba en el borde del muro, cuando Mike apareció súbitamente detrás de él.

—¿Cómo te va, F? —preguntó, a la par que introducía la combinación en el segundo casillero más cercano a Felix.

—Bien, creo. —respondió, un poco desconcertado por la repentina aparición de Mike—. ¿Tu casillero estaba aquí? —añadió.

—No. Se lo cambié a una chica. —respondió el muchacho, guardando varios libros en la mochila.

—Gracias por reducir mis posibilidades de citas. —expresó Felix, sarcástico. Luego recordó que quería preguntarle algo a Mike, así que agregó—: ¿Por qué no fuiste a Gimnasia? Me parece haberte visto en mi grupo el primer día.

Antes de responder, Mike cerró su casillero y comenzó a caminar por el pasillo. Inseguro, y un poco asustado por quedarse solo, Felix siguió a su compañero.

—Sí, primer día de Gimnasia. En idioma Mike, “último día de Gimnasia”.

—Pero… Eso significa que suspenderás la asignatura.

—Nah. —negó el chico—. Mientras tenga buen desempeño en mi club, Gimnasia es opcional para mí.

De repente, Mike se paró en seco. Chasqueó los dedos y alzó la mano, haciéndole a Felix la señal para que detuviera también.

—Eso me recuerda, F, no te has anotado a nada. Un club y una optativa son necesarios, y si no te apuntas, te inscriben a uno al azar. ¿Conoces a Rick Grisson?

—No, en realidad no.

—Bueno, el punto es que el chico no eligió ningún club, ¿y sabes qué pasó? ¡Lo metieron a Ballet!

—¿Es eso posible?

—Hasta que llegó Rick, no lo era. En fin, vamos a inscribirnos a algo.

El par de muchachos caminó por varios pasillos y bajó dos pisos, hasta llegar donde estaban los tablones de anuncios.

Había una gran multitud de estudiantes, ansiosos por inscribirse, y preocupados por perder la plaza. La gran mayoría se empujaba y gritaba entre ellos, y entre tanto desorden, terminaban por molestar o incluso hacer daño a otras personas que no tenían interés y que sólo pasaban por allí.

Felix y Mike tardaron un poco en llegar al centro, mediante empujones, golpes y codazos. Una vez alcanzaron los bolígrafos, examinaron las decenas de hojas, las cuales se veían sostenidas por solitarias tachuelas.

—El deportivo es obligatorio, F.

—Si el club también lo es, de todos modos, no tengo más elección que entrar a uno deportivo. —acto seguido, el chico escribió, cabe decir que con mucha dificultad, “Felix Flynn” en la lista que leía “Atletismo”.

—Te recomiendo entrar a una optativa simple y de nota fácil de conseguir. Fotografía, por ejemplo. —añadió Mike, viendo con atención una hoja.

—Cocina me llama la atención. —comentó Felix, mirando con curiosidad el pequeño grupo de personas que se había inscrito, compuesto, hasta el momento, únicamente por chicas.

—¿¡Qué!? —exclamó Mike, soltando de golpe su bolígrafo y tomando a Felix por el cuello de la camisa— ¡Cocina es para chicas, gays reprimidos y huérfanos!

Ante este comentario, varias personas miraron a Mike con enfado, otras lo hicieron ofendidas, y algunas con curiosidad, seguramente preguntándose quién era el idiota que había gritado semejante insensatez.

—Tú no tienes respeto... —murmuró Felix, mientras se soltaba de Mike—. Cocina será, pues. —dicho esto, el chico anotó su nombre en la lista.

—¡F!

—Ya, ya, no es para tanto. Ahora... Me gustaría entrar a algo cultural. —pensó Felix en voz alta, mirando las listas en dicha clasificación.

—Con dos clubes no tendrás tiempo de hacer nada. —comentó Mike, mirando con curiosidad también las hojas.

—Me las arreglaré. —tras esto, Felix puso con decisión el bolígrafo sobre la hoja de Teatro. Sin embargo, vio de reojo cómo Mike anotaba algo en una hoja y rápidamente se apartaba de ella. Ante su sospechosa actitud, Felix preguntó¬—: ¿A que te has inscrito?

—¡A nada! —negó Mike, intentando cubrir las hojas con su propio cuerpo. Felix, sin embargo, se las arregló para apartarlo y mirar las listas que intentaba esconder:

—¿Canto? —inquirió Felix, una vez vio el nombre “Michael Johnson” en la hoja correspondiente.

—¡¡No, no, no!! ¡Debí equivocarme de lista! ¡Yo buscaba...! ¡¡Fútbol!!

—Las hojas deportivas están del otro lado, Mike. —señaló Felix, con una sonrisa burlona en el rostro. Mike se ruborizó y desvió la mirada. Felix solamente soltó una risa y se dispuso a anotarse en la hoja que había visto hacía sólo unos segundos.

—Mike, ¿te gustaría entrar a Teatro conmigo?

—No, no creo que se...

—Oh, Michelle está en Teatro, lo había olvidado. —interrumpió Felix, una vez vio su nombre en la lista.

—No dudes en apuntarme.


El par de muchachos apenas se disponía a dejar el lugar cuando Felix, girándose para ver una vez más y comprobar que había elegido bien, notó algo que le llamó la atención, y se detuvo en seco.

Al lado izquierdo del tablón de anuncios más alejado había una vitrina cerrada con llave. Era pequeña, así que no pudo considerarlo un tablero más, pero notó que aún así exhibía una hoja de papel.

Felix, como atraído por semejante curiosidad, volvió a meterse entre la multitud de alumnos y se acercó a la pequeña vitrina. Un estudiante notó a Felix, y se apresuró a decirle:

—Ni lo intentes. Es un club exclusivo, necesitas invitación para unirte.
Y nadie sabe en qué consisten los requisitos, o que se hace en él.

—¿De verdad...? —inquirió Felix. Como supuso, la vitrina estaba cerrada con llave. Moviendo la cabeza un poco para evitar el reflejo de la luz en el cristal, Felix leyó la supuesta lista.

“PP”, era todo lo que decía por título. Tenía muy pocos miembros, pero, al contrario que las demás listas, éstos estaban escritos a computadora, y no con la tinta de un bolígrafo. Felix empezó a leerlos en voz alta:

—James Reynolds, Ethan Parker, Samantha Parker, Vince Miller... ¿¡Michael Johnson!?

Felix se giró de inmediato, sólo para encontrarse con que Mike ya se encontraba detrás de él. Por alguna razón, había cambiado su usual pícara actitud por una increíble serenidad. Una serenidad que Felix ya había presenciado antes, durante la tarde de primer día de clases...

—Ya lo has visto, ese es mi exclusivo club. —expresó Mike, seco. Felix, al no saber cómo reaccionar, se quedó boquiabierto.

—Quién sabe... —comenzó Mike, de nuevo, mirando sospechosamente a todas direcciones—. Puede que seas miembro algún día.

Como si se lo hubiese pensado mejor, Mike volvió a mirar a su alrededor. Súbitamente, tomó a Felix de la coronilla y le obligó a mirarle a los ojos. Felix se asustó de su amigo por segunda vez en los pocos días que llevaban en la academia.

—Pensándolo bien, creo que no lograrías hacerlo —comentó Mike, soltando de golpe a Felix; el cual, de la sorpresa, cayó de sentón al suelo y se quedó allí, mirando atónito a lo que había reemplazado a Mike.

Como si nada hubiese sucedido, Mike chasqueó los dedos, señaló a Felix y le dijo sonriente:

—¿Sabes que hoy en la mañana tuve Química con el Sr. Green? Descubrí las desventajas de no poner atención a las instrucciones... No me pasó nada grave; pero, a mi compañero, Mark, sí.

—Deberías estar un poco arrepentido... —murmuró Felix, poniéndose lentamente de pie, y mirando todavía a Mike con desconfianza.

—Estuve muy arrepentido, pero luego vi cómo funciona el baño químico. ¡Es asombroso! En fin, ¿te apetece ir a la cafetería por algo de comer? Si nos apresuramos, no llegaremos tarde a Idioma... Elegiste Francés, ¿no? Yo entré a Español, sabes...

Felix se frotó la cabeza antes de seguir a Mike. Seguramente a causa del golpe, había empezado a dolerle. Sentía una especie de presión en los oídos, como si estuviese en el fondo de una piscina, o como si alguien le apretara las orejas con fuerza.

También se frotó las pupilas. La luz había comenzado a molestarle en las pupilas y, como si el mundo fuese un caleidoscopio, la iluminación disminuía en algunos lugares y aumentaba en otros, creando así un espectáculo de sombras.

Ignorando la molestia, Felix siguió a Mike hasta la salida del edificio. Ya vería a la enfermera luego.


Tras una reparadora siesta en su casa, Felix tomó un autobús de regreso al colegio, pues tenía la intención de asistir al club de Teatro ese día.

Después de elegir bien su horario extracurricular, Felix había decidido asistir a Teatro los lunes, los miércoles y los viernes, a las cinco. El mismo horario sería para su club de Atletismo, a excepción de que éste sería los martes y los jueves. No obstante, el último iniciaría las prácticas hasta la siguiente semana.

Ahora el chico se encontraba caminando en el túnel de árboles, a punto de girar y caminar por la vereda que lo llevaría al auditorio. Sin embargo, antes de que pudiese hacerlo, la cabeza comenzó a dolerle una vez más.

Se frotó las sienes, en un intento por disminuir la molestia, pero sólo consiguió darse cuenta de lo sensible que se encontraba. Apenas se toco la cabeza, el dolor aumentó tanto que le hizo quejarse en voz alta. No obstante, volvió a disminuir cuando retiró las manos.

Nervioso, el chico emprendió el rumbo hacia el auditorio, que estaba tan activo como lo había estado el primer día. Esperando encontrarse con Mike o con Michelle, abrió una de las puertas de madera y pasó a la zona del escenario.

Se detuvo en seco, pues notó decenas de miradas observándole. Alrededor de cuarenta muchachos, sentados en las primeras filas, se habían girado para ver quién había entrado.

—Emm... —balbuceó el chico, al ver que una mujer de cincuenta y pocos años le miraba a través de unos voluminosos anteojos desde el escenario. Dando por hecho que era la maestra, añadió—: Perdón, ¿llego tarde?

—En absoluto, señor... —dijo la profesora, esperando que Felix terminara la frase por ella.

—Flynn, Felix Flynn. —expresó Felix.

—Tome asiento, señor Flynn. Esperaremos un poco más y comenzaré a darles sus tareas del día, ya que aún no empezamos con las audiciones.

Felix obedeció y caminó hacia las primeras filas, buscando a Michelle con la mirada. Hubiera buscado a Mike, pero después del incidente durante el almuerzo, no tenía muchas ganas de verle. Hubiera ignorado el hecho si hubiese sido la primera vez, pero no lo era; además de que Mike no había dado ninguna explicación, contrariamente a como lo había hecho el lunes.

“Sólo estaba jugando, tío, no te pongas así.”, recordó que había dicho. Sin estar muy convencido de que hubiese sido lo mismo esta vez, tragó saliva y decidió ignorar a Mike. Sólo por ese día.

Finalmente vio a Michelle sentada en la primera fila. Seguramente había sido de las primeras personas en llegar, pues su afición por el teatro era obvia. A sabiendas de que no podría sentarse con ella, ya que no había asientos vacíos, Felix decidió sentarse en el último asiento libre de la segunda fila.

Para su sorpresa, se encontró con Joseph, el chico que había conocido el lunes. Tardó un poco en reconocerle, pero en cuanto lo hizo se apresuró a saludarle.

—Hey, hola, Joseph. —dijo Felix.

—Hola, F. —saludó éste. Felix se sorprendió un poco al darse cuenta que alguien además de Mike y Michelle le llamaba “F”—. Veo que Michelle sí te cortó el cabello, ¿eh?

—Contra mi voluntad, pero sí —rió el muchacho.

—No sabía que te gustara el teatro —opinó Joseph.

—En realidad sólo me llamó la atención cuando vine aquí el lunes. No soy un aficionado, pero sí me gusta un poco...

—Pues te irá “des-gustando”, porque con esta señora...

—Y ahora, veremos qué es lo que mantiene tan viva la conversación entre el Sr. Flynn y el Sr. Robson —expresó la profesora, con un tono de voz bastante alto, lo suficiente para que todos se giraran y miraran con expectación al par de chicos.

Ambos muchachos, apenados, dijeron “Lo siento” al unísono, pero la profesora insistió en que comentaran de que estaban hablando, por lo que no tuvieron más remedio que, o decirlo, o mentir.

—Verá, profesora... —comenzó Joseph— Emm... Estábamos... ¡Felix le dirá!

Felix se sorprendió y dejó salir un fuerte “¿¡Eh!?”. Balbuceó un poco al notar las miradas de todos clavadas en él, pero finalmente pudo decir:

—Estábamos hablando de... de que... me... ¡Me encantaría tener el papel protagónico!

Hubo un incómodo silencio, apenas roto por los susurros, e incluso risillas, de algunos de sus compañeros. Felix no pudo evitar notar la mirada penetrante de su maestra; se había quitado los anteojos para verle mejor, y éstos ahora descansaban sujetos por una delgada cadena que llevaba alrededor del cuello.

—Esto —comenzó la profesora—, esto es lo que quiero de mis alumnos. ¡El Sr. Flynn es, sin duda, un gran ejemplo a seguir! ¡Usted, usted es un estudiante modelo! ¡Sin duda alguna!

El resto del martes transcurrió sin muchos acontecimientos interesantes. Tras la hora del almuerzo, Felix no se volvió a encontrar con Mike. Al igual que en Gimnasia, también estuvo ausente en la segunda hora en la que coincidían, Historia, sin razón aparente. F en el fondo agradecía no habérselo topado, puesto que las cosas se habrían tornado bastante incómodas y difíciles para él. Sospechaba que el extraño comportamiento de “su amigo” tenía algo que ver con el tal Proyecto Psique, pero no podía estar tan seguro. Michael no era aquel tipo de persona que conservaba secretos, sino aquél que los restregaba en la cara para sentirse algo importante.

Felix volvió a casa en autobús a la hora de la comida. Su madre hizo verduras en mantequilla y pollo en salsa de champiñón ese día, algo que sin duda era más apetecible que lo que el cocinero llamaba “Sopa para la resaca”; luego tomó una reparadora siesta de una en el sofá, sin siquiera quitarse el uniforme, para despertar una hora antes de su club de teatro. Sin nada mejor que hacer, el chico pasó el tiempo libre viendo caricaturas en la televisión. De nuevo, recorrió los diez minutos hasta la academia en transporte público.

Después de haber elegido bien su horario extracurricular, Felix había decidido asistir a Teatro los martes y los jueves a las cinco de la tarde y terminar alrededor de las seis y media o siete, para luego volver a casa a cenar y hacer los deberes. El resto de las tardes las dedicaría a su club de atletismo, el cual iniciaría la próxima semana, aunque por un tiempo más corto.

Tras llegar al colegio, el muchacho siguió el camino que lo llevaría al Túnel, sendero que ahora le resultaba extrañamente familiar y cotidiano, a sabiendas de que lo recorrería muy seguido durante todo el año escolar.

Felix se frotó las sienes en un intento por disminuir la pequeña molestia que había tenido desde que había terminado las clases. Pese a que había tomado algo para la cabeza y había dormido una hora y poco más en su casa, el dolor no se había ido por completo. De hecho, ahora que lo advertía, parecía estar más sensible que antes: apenas se frotó la frente, una fuerte punzada lo asaltó, y debido a ello se quejó inadvertidamente en voz alta. Cuando apartó la mano, la molestia disminuyó una vez más.

Intentando restarle importancia al asunto, Felix continuó su rumbo hasta el auditorio, que parecía estar tan activo como lo había estado el día anterior. No tardó mucho en encontrarse en el interior, frente a las puertas de madera. Entusiasmado, mas sin saber por qué, empujó una de ellas y pasó a la zona de butacas.

Se detuvo en seco. Notó decenas de cabezas girarse al mismo tiempo en dirección suya y sus respectivos ojos posarse en él. Alrededor de cuarenta estudiantes, sentados en las primeras filas, se habían volteado, curiosos, para saber quién había entrado.

—Emm... —balbuceó el chico, al ver que una mujer de cincuenta y pocos años le miraba a través de unos voluminosos anteojos desde la parte escenario. Dando por hecho que era la maestra, añadió—: Perdón, ¿llego tarde?

—En absoluto, señor... —negó la profesora, esperando que Felix terminara la frase por ella.

—Flynn, Felix Flynn

—Tome asiento, señor Flynn —ordenó. Luego, como si sencillamente no hubiese ocurrido nada, agregó para los estudiantes—: Esperaremos un poco más y comenzaré a darles sus tareas del día. El resumen y presentación de la obra de éste año será el viernes, y comenzaremos con las audiciones el miércoles.

Felix obedeció a su profesora y caminó hacia las primeras filas, buscando a Michelle con la mirada. Hubiera buscado a Mike, pero después del incidente durante el almuerzo, no tenía muchas ganas de verle. Hubiera ignorado el hecho si hubiese sido la primera vez, pero no lo era; además de que ésta vez el chico no había dado ninguna explicación, contrariamente a como lo había hecho el lunes.

“Sólo estaba... ¡Ay, jugando! No te pongas así...”, recordó que había dicho. Sin estar muy convencido de que hubiese sido lo mismo esta vez, tragó saliva y decidió continuar ignorar a Mike. Sólo por ese día.

Finalmente divisó a Michelle sentada en la primera fila, escuchando atenta a las palabras de la maestra. La chica seguramente había sido de las primeras personas en llegar, pues su afición por el teatro era obvia. Y a sabiendas de que no podría sentarse con ella, a falta de asientos vacíos, Felix decidió sentarse en el último asiento libre de la tercer fila.

Para su sorpresa, terminó sentándose al lado de Joseph, aquél agradable chico que había conocido el día anterior, mientras Mike trataba de cortar su cabello. Felix tardó un poco en asociar su rostro, pero una vez logró reconocerle, decidió ser alguien simpático y saludar:

—Hey, hola, Joseph.

—Hola, F —saludó éste, casi de inmediato y mirándole apensa. Felix se sorprendió un poco al darse cuenta que alguien además de Mike y Michelle le llamaba “F”—. Veo que Mike logró su objetivo, ¿no?

—Contra mi voluntad, pero sí —coincidió el muchacho, advirtiendo que su compañero hablaba del corte de cabello que Michelle le había dado.

—Te queda bien —dijo—. Ah, no sabía que te gustaba el teatro.

—En realidad sólo me llamó la atención cuando vine aquí el lunes —aclaró el otro, ilustrando sus palabras al abanicar con la palma de su mano, abarcando el teatro entero—. No soy un aficionado, pero sí me gusta un poco...

—Pues te irá “des-gustando”, porque con la señora Rivers —Joseph señaló al escenario con su cabeza— vas a tener un semestre memo...

De pronto, el chico se interrumpió y se enderezó en su asiento de golpe como una tabla, mientras miraba al frente con una expresión de terror.

—Y ahora, veremos qué es lo que mantiene tan viva la conversación entre el Sr. Flynn y el Sr. Robson —expresó la profesora, con un tono de voz bastante alto, lo suficiente para que todos se giraran y miraran con expectación al par de chicos.

Ambos muchachos, apenados, dijeron “Lo siento” al unísono, pero la profesora insistió en que comentaran de que estaban hablando, por lo que no tuvieron más remedio que, o decirlo, o mentir.
—Verá, profesora... —comenzó Joseph— Emm... Estábamos... ¡Felix le dirá!

El mencionado se sorprendió y dejó salir un fuerte “¿¡Eh!?” que provocó algunos murmullos entre los presentes. Balbuceó un poco al notar las miradas de todos clavadas en él, pero se las arregló para decir:

—Estábamos hablando de... de que... me... —y a falta de ideas, el chico dijo, estúpidamente, lo primero que se le pasó por la cabeza—: ¿Me encantaría tener el papel protagónico?
Hubo un incómodo silencio, apenas roto por los susurros, e incluso risillas, de algunos de sus compañeros. Felix no pudo evitar notar la mirada penetrante de su maestra; se había quitado los anteojos para verle mejor, y éstos ahora descansaban sujetos por una delgada cadena que llevaba alrededor del cuello.

—Esto —comenzó la profesora—, esto es lo que quiero de mis alumnos. ¡El Sr. Flynn es, sin duda, un gran ejemplo a seguir! ¡Usted, usted es un estudiante modelo! ¡Sin duda alguna!
Felix quiso dejar caer la mandíbula por la sorpresa. ¿Había funcionado? Incrédulo, el ahora comprometido muchacho sólo pudo añadir:

—Confío plenamente en su juicio, madame —aduló. Ahora que tenía la oportunidad, podría por lo menos ganarse a su profesora.

La maestra dejó salir un suspiro antes de continuar:

—Me alegra que queden alumnos comprometidos con el arte. ¡Bien!, debido a que no parece que tendremos más miembros hoy, comencemos con las tareas asignadas.

*

7:18 pm

O al menos eso decía el reloj que el teléfono de Felix tenía integrado. Había salido del club hacía sólo un rato, y esperaba el autobús que pasaba frente a la academia. Tenía muchas ganas de volver a casa; muchas más que el primer día de clases: Estaba a punto de anochecer, estaba cansado, no había hecho los deberes y su malestar no había cesado.

Durante su estadía en el auditorio, el dolor de cabeza y la presión en los oídos no cedió en absoluto. Sus compañeros debieron notar que le sucedía algo, porque la gran mayoría le preguntó si estaba enfermo o si le pasaba algo —y también que no podría conseguir el protagónico en ese estado.

A todos les había respondido que estaba bien. En aquellos momentos se encontraba pintando de color negro lo que se convertiría en una cortina para la obra, por lo que no dijo nada. Realmente disfrutaba el hacer algo para el club, por lo que ignoró sus molestias y siguió trabajando.

Mientras se encontraba sentado solo en la fría banca de aquella marquesina, el juego de luces y sombras comenzó a irritarle de nuevo. Estuvieron allí, molestándole, durante tanto tiempo que el joven empezó a dar forma a las danzantes apariciones: creía ver gente. Se movían sin ritmo ni orden alguno, y caminaban balanceando unos largos brazos.

Felix soltó una carcajada. Su mente le jugaba trucos, eso era todo. Era prácticamente imposible que fueran personas. Después de todo, tenían que ser personas intangibles, invisibles e inaudibles para que realmente existieran.

Tenían que ser monstruos para poder estar allí.

Súbitamente, en su mente hubo un destello de un monstruo negro de brazos largos que lo perseguía durante las noches. Inmediatamente notó cómo su cuerpo se acelaraba por el miedo e inconscientemente se puso de pie y echó a correr, mientras el sol se ponía en el horizonte.
Sentía la presión en sus oídos aumentar y vio a las sombras volverse más nítidas, aunque no dejaban de ser transparentes. Le miraban con sus amarillos ojos y algunas le señalaban con sus desproporcionados brazos.

Eran ellos: los monstruos de sus pesadillas. Y, por alguna razón, lo estaban siguiendo en el mundo físico.

No paró de correr. Recorrió varias calles, oscuras y vacías, en busca de compañía. Le importaba un bledo si se encontraba con un perro, un vagabundo o un drogadicto, y tampoco sabía de qué le serviría estar con alguien en caso de que los seres le atacaran. Pero no le importó, corrió y corrió buscando personas, a quien fuera. Comenzó a sentir una comezón en la mano derecha, que muy pronto se vio convertida en un ardor tremendo. Sin para su carrera, se llevó la otra mano a la palma y empezó a rascarse.

Llegó a un parque, el cual apenas se encontraba iluminado por unas cuantas farolas. Pese a que no podía respirar bien y a que sentía en el corazón en la garganta, Felix continuó corriendo hasta llegar a lo que parecía una piscina sin agua, la cual seguramente muchos jóvenes en patineta o bicicleta usaban para sus beneficios. Sin soltarse la mano, el chico dio un gran salto e intentó caer de pie en el fondo del “tazón”. No obstante, el llevar las manos en otro lugar le hizo perder el equilibrio, por lo que se dobló el tobillo y cayó al suelo sobre su hombro, para luego deslizarse hasta el fondo del tazón por la inclinación de éste.

Con un gruñido, Felix intentó levantarse, pero se detuvo en seco de inmediato. Todas las farolas, absolutamente todas, se habían apagado, convirtiendo al parque en un aterrador bosque nocturno.

F gimió de dolor cuando se hizo una cortada en la mano, resultado de haberse rascado durante un largo tiempo. Se llevó la herida a la boca, en un intento de disminuir el ardor, pero terminó mordiéndose para evitar la comezón.

—No... Largo... ¡Largo! —gritó el chico, mirando con temor hacia todas direcciones y agitando la mano libre al aire. Ya no estaba seguro si las sombras lo habían seguido, pero por precaución, tomó una sucia y húmeda tabla de madera que descansaba sobre un charco de agua negra.
Fue entonces cuando Felix notó que, bajo su herida, la palma de su mano brillaba con un débil resplandor azul. La luz dibujaba una figura, pero debido al miedo y a la sangre impidiéndole ver bien, no supo definirla.

El viento comenzó a soplar, moviendo las hojas y ramas de los árboles, y provocando así un perturbante murmullo. Allá donde el aire era cortado por algo, parecía que alguien aullaba. Mezclado con la impenetrable oscuridad y con la extraña luz que manaba de su mano, aquel sonido aterró a Felix.

Y continuó corriendo.


Capítulo 2 y 3 - Versión PDF:


Que aproveche~~~ :3

Respuestas:
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Sombra: Sí, que la obra te suene es natural... ¡Yo soy el autor! >:D Cabe decir que tengo planeado un capítulo (de aquellos de relleno) en el cual la obra provoca varios problemas entre Felix, Mike, Michelle y un personaje que aún no aparece.


Extra:
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Presentador: ¿Te gusta leer Psique?
Niño: Síiii =DDD
Presentador: ¿Estás harto del relleno?
Niño: Síiii =DDD
Presentador: ¿Estás cansado de ver a Mike joder a Felix en cada cap?
Niño: Síiii =DDD
Presentador: ¿Dudas cuando ves a un hombre desnudo?
Niño: ¿=D?
Presentador: ¡Pues ya no más! ¡Tú! ¡Sí, tú, ese perdedor que no se despega del monitor! ¡La solución está aquí en... Capítulo 4! Por un económico y justo precio, podrás finalmente ver al poder del Psique en acción. ¡Llama ya y recibirás gratis una...! ¡¡CAAAAJAAAA SOOORPREEEESAAAA!!

Se me va la olla :3
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Re: Psique // Tercer capítulo en línea

Notapor Sombra » Mié May 26, 2010 1:37 pm

Buen capitulo (Además de largo) ¿Cuantas paginas de Word te a llevado?
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Re: Psique // Tercer capítulo en línea

Notapor Zee » Mié May 26, 2010 5:05 pm

Sombra escribió:Buen capitulo (Además de largo) ¿Cuantas paginas de Word te a llevado?

Once páginas en Tamaño 12. Aunque yo no lo considero largo, pues la gran mayoría es diálogo.
Gracias por tu comentario~~
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Re: Psique // Tercer capítulo en línea

Notapor Zee » Mar Jun 01, 2010 4:23 am

Y tenemos al capítulo cuatro aquí:


Versión escrita:
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Capítulo 4 - Comienza todo:

Felix cruzó corriendo el pasillo vacío del colegio. Como nunca antes lo había hecho, pues era muy respetuoso con las reglas, resbaló al intentar dar la vuelta, por lo que cayó al suelo de bruces. Sin poder detenerse, se estrelló con la pared y se quemó la rodilla por la fricción de su piel contra la tela de su recién comprado pantalón, parte del uniforme de la academia.

Se levantó y ni se molestó en sacudirse, ya que si había resbalado tan limpiamente, el suelo debería estar más que pulcro. Continuó su carrera, intentando ser indiferente a las sombras que andaban por los pasillos.

Desde el día anterior, sus ojos habían captado algo que estaba más allá de lo que podía ver el humano. Durante algunos momentos, la luz le parecía más brillante, y los objetos en sombra se tornaban oscuros.

En aquel aterrador caleidoscopio de luz se movían unos extraños seres que parecían existir en otro plano espacial. Eran intangibles, inaudibles y, excepto para Felix, también invisibles. El chico apenas era capaz de verlos, pues eran casi transparentes, y se perdían en el laberinto de luces. Y sin embargo, era capaz de localizarlos por sus brillantes ojos amarillos, que resaltaban como un faro en el nocturno océano.


Felix estaba más que susceptible. El día anterior, o más bien noche, había tenido un extraño incidente con dichas sombras. Aterrado, pensó que le seguían, por lo que corrió una considerable distancia antes de buscar refugio en un solitario parque. Extrañamente, todas las luces se apagaron, y Felix fue incapaz de encontrar la luna o estrella alguna.

El chico descubrió que su mano despedía un brillo azul, lo cual le espantó aún más. Por dicho motivo, se había llevado puesta a la escuela una guanteleta que su hermano Kyle solía usar para andar en bicicleta.

Aquella noche Felix se las arregló para llegar corriendo a su casa, sólo para descubrir que la distancia que recorría en quince minutos en autobús la había recorrido en escasos cinco minutos corriendo. No pudo dormir casi nada; el sueño le ganó al miedo alrededor de las dos de la mañana. Para empeorar las cosas, olvidó que los martes y los jueves entraba una hora más tarde a la academia, por lo que perdió otra hora de sueño.


—¡Oye! —llamó un hombre que vio a Felix pasar corriendo por un cruce de pasillos. El muchacho, obediente, regresó sobre sus pasos.

—¿Sí? —preguntó. Luego dejó salir un “oh” de comprensión al notar la banda que decía “Hall Monitor” y que el hombre llevaba alrededor del brazo derecho.

—Tengo pase. —aclaró Felix, sacando la tarjeta de su bolsillo.

En su cara se dibujó una expresión de odio al ver que una sombra iba detrás del hombre.

Como supuse. —pensó el chico—. Por alguna razón, los humanos parecen atraerles... excepto yo.

—Ése no es el problema. —señaló el individuo—. Está estrictamente prohibido correr en los pasillos.

—Iba a la enfermería, llevo un poco de prisa. —respondió Felix, sin apartar sus fulminantes ojos de la sombra.

—Te lo dejaré pasar esta vez, pero que no te vuelva a ver hacerlo. ¡Y no me mires así, sólo hago mi trabajo!

Felix sólo asintió con la cabeza. Se alejó del vigilante y de su fantasmal acompañante, y continuó su camino rumbo a la enfermería, la cual se encontraba justo enfrente de las oficinas de administración, en el primer piso del edificio.

La enfermería era, sin duda alguna, bastante grande. Tenía espacio para diez camas, lo cual algunos veían excesivos, además de tener tres baños y una gran variedad de medicamentos. Como siguiendo una especie de requisito, tanto las paredes como las camas, con sus respectivas sábanas y cortinas, eran de color blanco.

Esto hizo que a Felix le ardieran los ojos. La luz se veía intensificada por la visión del chico, por lo que una habitación blanca no era precisamente sombría.

Felix tocó la puerta abierta, recibiendo un “Adelante” por respuesta, y entró al lugar. Sentados en sus correspondientes escritorios, se encontraban una enfermera y el doctor de la academia.

—Explícame, ¿qué es lo que te molesta? —preguntó el hombre, sin levantar la vista del ordenador de su escritorio, en el cual se encontraba tecleando Dios sabría qué.

—Esto... Me molestan los ojos. Bastante. —dijo Felix. Prefirió dejar de lado la presión en su cabeza, la cual había disminuido tremendamente desde la noche anterior, y apenas era perceptible—. ¿Tendréis gotas o algo...?

—Sí, tenemos. —respondió el médico—. Anne, dale un frasco de gotas de manzanilla al muchacho, por favor.

—En realidad, esperaba que me examinaran primero. No es una molestia común...

—Anne, examina al muchacho, por favor.

Pues vaya médico. —pensó el chico. La enfermera le pidió que le explicara lo que le sucedía.

Felix relató cómo había comenzado su extraña visión, dejando de fuera a los seres fantasmales, y pasando por el hecho de que había cambiado sus gafas por lentes de contacto.

La enfermera le pidió que se sentara en la cama más cercana, y Felix obedeció. Tomó una pequeña linterna y apuntó al ojo del chico. Chasqueó los dientes y dijo:

—Si voy a examinarte los ojos, deberías quitarte los contactos primero.

—No los traigo puestos. —explicó Felix, sin comprender. Acto seguido, sacó el pequeño estuche de uno de sus bolsillos, lo abrió, y mostró el contenido.

—Pues yo puedo vértelos. —señaló la enfermera. Felix notó que el doctor había dejado de escribir en el ordenador y había alzado la cabeza, escuchando con atención.

La enfermera le pasó un espejo de mano. El chico se lo acercó al rostro y miró el interior de su ojo.

La mujer tenía razón. Tal vez no eran sus lentes de contacto, pero allí definitivamente había algo. Una delgada y casi invisible línea delimitaba una especie de membrana que recubría el iris y la pupila.

—Anne, yo me encargaré del chico. —expresó el doctor, levantándose de su asiento—. He tenido casos como estos. ¿Te importaría... dejarnos solos?

La enfermera Anne asintió con la cabeza y desapareció por la puerta.

—Buenos días. Soy el doctor Robinson, mucho gusto. —se presentó el hombre, tendiéndole una mano al muchacho.

Robinson tenía la misma estatura que Felix, y poseía un cabello de color chocolate oscuro que ya empezaba a teñirse de plateado alrededor de las sienes. Le dedicó al chico una sonrisa radiante y amigable, mostrando unos blancos dientes. Tal vez sonreía con la boca, pero sus ojos color miel no manifestaron lo mismo.

Felix dudó un poco al corresponder al gesto de Robinson.

—Soy Felix...

—Flynn, lo sé. —interrumpió Robinson. El chico tragó saliva, nervioso.

—¿Cómo... lo sabe...? —inquirió el chico. Sin embargo, no recibió respuesta alguna, pues Robinson expresó:

—Por lo que has dicho, tu visión se ha hecho más sensible a la luz, intensificando el brillo y tornando las cosas oscuras en... más oscuras, vaya. ¿Estoy bien?

Felix sólo asintió con la cabeza. Robinson tomó la pequeña linterna y le ordenó al muchacho que mirara la luz.

—Mmm... Ya veo... ¡Ah...! Ajá... — era todo lo que el doctor decía mientras continuaba examinando los dos ojos del chico.

El doctor finalmente apagó la linterna. La dejó con sumo cuidado en la mesilla de noche de la cama en la que Felix estaba sentado. Caminó hasta una repisa y tomó una pequeña bolsita de plástico.

—Felix, ¿te importa mostrarme tu mano? —pidió Robinson, una vez se había puesto los guantes que estaban en la bolsa.

¡Lo sabe! —notó de inmediato Felix. Sin embargo, podría ser su única oportunidad de recibir ayuda, por lo que se quitó la guanteleta y obedeció.

Robinson le tomó la mano apenas la tendió.

—Nadie te dijo que me dieras la derecha. —apuntó el médico. Felix simplemente explicó que era diestro—. ¿Qué te has hecho en la mano? —preguntó, una vez notó la sangre seca.

Felix no contestó. El doctor tomó una pequeña toalla, se dirigió al baño, y mojó la punta con el agua del lavabo.

—Son marcas de uñas. —dijo Robinson, una vez había vuelto y le había limpiado la mayoría de la sangre con la toalla húmeda.

Felix notó que estaba sudando. No supo si por nervios o por miedo. Tal vez por ambos.

—Dime, Felix... ¿Has tenido..... alucinaciones?

Felix sintió como si alguien le hubiera arrojado agua fría encima. Ya no había duda alguna: Robinson lo sabía. Muchas preguntas pasaron por la cabeza del chico. ¿Me ayudará? ¿Está en contra mía? ¿Tiene explicaciones? ¿Es uno de ellos disfrazado? ¿Puede ver lo mismo?

Robinson le soltó la mano, a la par que dejaba salir un gemido de comprensión. Caminó hacia su escritorio y tomó una hoja de papel, la cual puso en una tablilla para apoyar.

—Bien, quiero que me expliques to...

Robinson se detuvo. Felix estaba de pie, con las piernas separadas y flexionadas, preparado para escapar. Sin embargo, el doctor se encontraba parado entre los dos escritorios, bloqueando la única salida.

Pero eso no pensó Felix, pues recorrió el pequeño espacio entre la cama y Robinson con una zancada y saltó por encima del escritorio más cercano, utilizando las manos como apoyo. El doctor dejó caer su tablilla e intentó tomar a muchacho por el saco del uniforme, pero Felix se retorció y se liberó de él.

La campana anunció el fin de clases al mismo tiempo que Felix salía por la puerta principal del edificio escolar. Era definitivo. Robinson lo había visto.

Su mano estaba brillando.



Felix recorrió todo el túnel de árboles en su extensión, y saltó la escalinata entera. Al caer, rodó sobre su hombro para reducir el impacto. Se sorprendió ante su logro, pero se puso de pie y continuó corriendo.

Sin importarle las miradas de los curiosos, Felix entró al centro de computación. Pagó dos dólares en la entrada y se apresuró a sentarse en el ordenador más alejado de la puerta.

Una vez la computadora había encendido, Felix inició el navegador, que al instante le mostró un buscador como página de inicio.

Sin dudar, Felix tecleó dos palabras en el buscador: “Universo” y “Paralelo”.

Al instante se mostraron miles, tal vez millones de resultados, en la pantalla del ordenador. Felix entró al que tenía el título y descripción más llamativos para él.


La teoría de las cuerdas, el multiverso, la antimateria... Felix estuvo un par de horas leyendo documentos, pero no estuvo seguro de ser capaz de explicar a aquellas sombras que acechaban en cada momento.

El centro de computación, al estar repleto de personas, estaba también lleno de aquellas criaturas. Muchas de ellas se conformaban con estar sentadas o de pie al lado de su humano correspondiente, otras se subían a las mesas o a las sillas, y algunas parecían flotar por encima de la gente.

Felix se alegró, pues ninguna se acercaba a él.


Finalmente, el chico se ocupó de apagar el ordenador y de guardar sus pertenencias en la mochila. Luego salió del edificio, no sin antes buscar a Robinson con la mirada. Emprendió el rumbo hacia la salida, esperando tomar un autobús a su casa.

Sintió una minúscula gota de agua caer en su mano derecha, que ahora mantenía la mochila en su lugar al agarrar el tirante. Muy pronto le golpearon más gotas, tanto en el rostro, como en los brazos y ropa.

Muy pronto llovía a cántaros. Felix se encontró empapado. Corriendo para no mojarse, lo cual de hecho ya no le servía de nada, el chico buscó refugio bajo las ramas del túnel de árboles. Rezó para que un rayo no se viera atraído hacia él, pues siempre le habían dicho que no se parara bajo un árbol mientras llovía.

De nuevo sintió un ataque. Maldijo en voz alta, pues sintió una vez más la presión en la cabeza, como si le apretaran los oídos con las manos.

Casi sin pensarlo, Felix se miró la mano, esperando verla despedir luz. Pero, para su alivio, continuaba igual que antes.

Pum. Pum. Pum.

Era capaz de escuchar la sangre recorrer su cuerpo y los latidos de su corazón rebotando en sus oídos. Era la peor sensación que había sentido en toda su vida. Sentía que en cualquier momento su cráneo cedería a la presión y aplastaría su cerebro.

Pupum. Pupum. Pupum.

Tanto su ritmo cardíaco como respiratorio se aceleraron. Su vista y su mente comenzaron a nublarse. Las piernas le temblaron y, sin previo aviso, fueron incapaces de sostenerle.

Felix cayó al suelo de costado. Soltó un grito y se hizo un ovillo, en un vano intento de disminuir el dolor.

A la par que las pulsaciones aumentaban de velocidad, Felix sintió como si le estrujaran el corazón. Se apretó el pecho en un acto de desesperación, pero no le sirvió en absoluto.

Algo en su interior se rompió con un chasquido, como si de una minúscula cápsula se tratase. En unas milésimas de segundo, algo frío recorrió su cuerpo entero, como si agua fría se hubiese liberado en su torrente sanguíneo de golpe.

Y Felix perdió la conciencia.


Felix Flynn supo que estaba despierto cuando sintió el fuerte dolor en su cuerpo. Sus músculos tenían ácido láctico acumulado, como si hubiera pasado horas haciendo ejercicio.

Abrió los ojos. La presión en sus oídos ya no era tan fuerte, pero seguía allí. Aún veía un poco nublado, pero se sorprendió al ver que la molestia en sus pupilas ya había cedido considerablemente. La luz ambiental ya no era fulgurante, pero los objetos en sombra seguían siendo oscuros. A pesar de que habían disminuido de tamaño, habían aumentado muchísimo en cuanto a cantidad. Eran pequeñas como alfileres, pero las sombras recorrían todo el espacio desde la nariz de Felix hasta la punta del cielo.

Las criaturas fantasmales habían desaparecido.

Movió un poco la cabeza y descubrió que las sombras y reflejos se movieron de sitio, y algunos cambiaron de intensidad. Un poco curioso, regresó su cabeza a la posición anterior. La luz se movió de nuevo.

Finalmente, el chico decidió ponerse de pie. Levantó la parte superior de su cuerpo, quedando así sentado. Se sorprendió al sentir cómo se mojaba el torso y la cabeza, como si al levantarse hubiese activado una ducha invisible. Temblando de miedo, Felix se puso lentamente de pie, mojándose aún más.

¡Eran gotas de lluvia!

Aquellos reflejos que Felix había tomado por su extraña visión fantasmal eran en realidad producto de la luz solar pasando a través de las inmóviles gotas de agua. La presión en su cabeza, en cambio, no era la que le había molestado los últimos días, sino el charco de agua presionando su oído interno.

Sí, era real. Estaba solo, con un mundo detenido a su alrededor.


Felix movió lentamente el brazo frente a él. Sonrío cuando vio al agua cobrar vida y moverse junto con su mano, para dspués volverse a quedar inmóvil al perder el contacto con su cuerpo.

El chico escupió al frente. El fluido se movió unos dos centímetros antes de perder la velocidad y detenerse en el aire. Soltó una carcajada y se alejó del escupitajo, sólo por precaución. Con una sonrisa en el rostro, le dio un puñetazo a las inmóviles gotas de agua. Accidentalmente, se mojó la cara.

Mientras se limpiaba el agua del rostro, creyó ver un movimiento frente a él. Rápidamente se quitó la mano de la cara e intentó ver al frente, a pesar de que la falsa neblina, provocada por el agua ingrávida, le impedía hacerlo bien.

—¡Ah! —gritó Felix, asustado. Inmediatamente se arrepintió por haber delatado su localización. Hizo lo posible por retroceder sin llamar su atención, aunque en el fondo ya sabía que de todos modos “eso” ya le había visto.

Tenía la forma de un humano, aunque definitivamente no lo era. Medía más de dos metros, pero se encorvaba y flexionaba las piernas, pareciendo así más pequeño. Era completamente negro, tan negro como la misma noche. Y como dos lunas enmarcadas en aquel majestuoso cuadro nocurno, dos rasgados ojos amarillos rompían la oscura monotonía de su inexpresivo rostro. Apenas podría verse la rendija que hacía de boca, si no fuese porque sus dientes eran blancos cual marfil.

Alzó uno de sus dos brazos, los cuales no eran proporcionales a su cuerpo y arrastraban por el suelo, y señaló a Felix con uno de sus dedos. Felix notó que diez largas garras, cuales dagas y negras también, nacían de la punta de sus huesudos dedos.

Miró fijamente y mostró sus dientes, tan afilados como el cuarto creciente. Pese a que se encontraba a unos treinta metros de Felix, el chico no tenía duda de que podría recorrerlos en pocos segundos con sus largas piernas.

Felix dio un paso hacia atrás, intentando alejarse de aquél ser. Sin embargo, resbaló con los charcos de agua, perdiendo así el equilibrio. Cayó sin reparo alguno, y rodó por las escaleras.

Se detuvo en el descanso que estaba en la mitad de la escalinata, y permaneció algunos segundos en el suelo, quejándose. Además de que el cuerpo le dolía tremendamente, ahora se había magullado gran parte de la espalda y las extremidades. Para colmo, su uniforme escolar estaba sucio y lleno de lodo.

Felix miró hacia arriba antes de levantarse, pero antes de hacerlo, el ser se interpuso entre él y el cielo con un salto. Cayó justo al lado de Felix, y le miró con sus amarillos ojos. No había diferencia entre la pupila, el iris o el resto del ojo. Era sencillamente aterrador.

La boca de la criatura se abrió y dejó salir una larga y puntiaguda lengua de color negro, con la cual se relamió los blancos dientes.

Finalmente, el ser decidió atacar al chico. Alzó su mano, con las garras apuntando a Felix, tomando impulso. La sombra la dejó caer con toda su fuerza...

—¡¡¡No!!! —vociferó el chico, cubriéndose el rostro con los brazos. Sin embargo, eso no le impidió ver cómo la mano del ser se detenía a medio camino. Por un momento Felix creyó que la criatura había parado por sí misma, pero se dio cuenta de que había algo más cuando el ser fue despedido por una poderosa corriente de aire, proveniente de la nada. La cosa voló unos diez metros, dando vueltas en el aire como un muñeco de trapo, para finalmente romper las ramas del túnel de árboles y caer en su interior.

A la par que se ponía de pie, lanzó un potente aullido que no presagiaba nada bueno. Miró a Felix, quien ahora también estaba de pie, desde su posición y se movió de una manera bastante conocida para el chico: Balanceando los brazos como péndulos, de modo repugnante. Con asco, Felix aceptó que esas cosas sí eran algo paranormal. Sí estaban allí, y no podría ignorarlo o cambiarlo.

Rápidamente dio la media vuelta y saltó el tramo final de la escalinata. Intentó correr hacia las canchas de fútbol, donde tendría mucho espacio abierto para maniobrar y huir, pero otro ser le bloqueó el paso.

Estaba rodeado. Si se metía por el callejón entre la cafetería y el centro de computación, podría terminar a un lado del teatro o de los dormitorios, pero debido a que era demasiado estrecho, Felix descartó la posibilidad.

También podía volver un poco sobre sus pasos e intentar correr por el costado del gimnasio, pero, además de ser estrecho también, pues colindaba con el la pequeña colina en la que se encontraba la escalera, la otra criatura seguramente sería capaz de darle alcance antes de poder meterse por el callejón.

Con el propósito de buscar una salida, Felix contempló su entorno y notó que, por alguna extraña razón, no había gotas de lluvia en donde él estaba parado. Lo rodeaba una esfera de vacío, que tenía un radio de tal vez tres metros. No importaba a donde mirase, la medida siempre era la misma. Era como estar encerrado en una burbuja.

Escuchó un aullido detrás de él. Era un sonido muy extraño, y ciertamente indescriptible. Era como si un lobo estuviera aullando al mismo tiempo que alguien frotaba dos cuchillos entre sí.

Le estaban advirtiendo. Estaban jugando con él, tal y como el gato juega con el ratón agonizante antes de comérselo de un bocado.

Felix deseó que aquel milagro sucediera de nuevo. Que aquella corriente de aire, fuerza invisible, o lo que fuese, le salvara una vez más. Quería que Dios le ayudara otra vez.

Pensó en Mike, y en el hecho de que se había enfadado con él. Ni siquiera se habían peleado, simplemente habían dejado de dirigirse la palabra. Felix por miedo y Mike a manera de respuesta. Recordó la sonrisa pícara, y a veces burlona, que llevaba en el rostro. Recordó sus exagerados ademanes con las manos y su gesto de chasquear-señalar.

Y luego vino Michelle. Desde que la había conocido (y le había cortado el cabello), Felix había convivido muy bien con ella, tanto en el tiempo libre como en las clases en las que coincidían. Le causaba gracia lo tímida que podía ser en ocasiones, y lo fácil que se avergonzaba, aunque por otro lado era capaz de ser bastante dura, especialmente con Mike.

Y así llegaron más personas. Sus padres, sus hermanos, Joseph y Vanessa, e incluso aquellos compañeros de clase con los que ni siquiera hablaba. Se preguntó qué pensarían cuando encontraran su cadáver, si es que llegaban a encontrarlo.

Por primera vez en mucho tiempo, Felix lloró.

¿Es eso toda tu fuerza? —dijo Mike. Felix alzó la cabeza al escuchar su voz, aunque en el fondo sabía que era producto de su propia imaginación—. Sé que a veces puedes ser el niño bueno, el nerd, el ñoño, y que no sabes ninguna posición de guardia realmente buena... pero me esperaba algo más sorprendente de ti.

>>Venga, F, enséñales. Puedes hacerlo mejor.

Felix extendió los brazos, cada uno apuntando a una de las sombras. No supo qué estaba haciendo, y tampoco supo por qué, pero sí sabía que, desde aquel momento, nada sería lo mismo. Sería el comienzo de una serie de acontecimientos que cambiarían su vida para siempre.

—¡¡Psique!!* —gritó. Sintió de nuevo aquella sustancia fría recorrer sus vasos sanguíneos, pero esta vez, en lugar de caer rendido, la utilizó para beneficio suyo. Redirigió lo que fuese que estaba en su interior hacia sus manos, y lo dejó salir por la punta de sus dedos.

Aquella esfera de vacío que le rodeaba se expandió, logrando una extensión de aproximadamente treinta metros de diámetro, y lanzando a los seres por los aires. Felix pudo ver como el agua cobraba vida en el límite de la burbuja y formaba pequeños ríos, los cuales comenzaron a recorrer toda su superficie en dirección de las agujas del reloj. Le recordaron tremendamente a las gotas que recorrían el parabrisas de un auto en movimiento.

Era aire. No tuvo que comprobarlo; Felix lo sintió dentro de sí mismo. Le rodeaba una esfera de frío y cortante viento.

No tuvo que hacer ninguna especie de esfuerzo para manejar el Psique a su favor. Era como si los nervios transmitieran la orden por sí mismos, como si el poder fuese sólo otra parte de su cuerpo. Así Felix formó un orbe de aire en cada mano, comprimiendo salvajes corrientes de viento en un espacio muy reducido.

Con una agilidad sorprendente, incluso para él, Felix lanzó el orbe izquierdo a la criatura que le gruñía desde el túnel, disparándolo hasta el otro extremo del pasadizo. Dicho ser no había aterrizado siquiera cuando Felix ya había dado un salto giratorio, de manera horizontal y con los brazos abiertos, a manera de catapulta, y lanzando así la otra esfera en dirección a la criatura que seguía en pie, rozando el suelo únicamente con la punta de los dedos de su mano derecha.

El chico corrió hacia el ser que se encontraba a un lado del gimnasio, el más cercano a él, y se paró a un lado suyo. Con la furia embriagándole, Felix lanzó un manotazo, provocando una cortante corriente de aire. La criatura soltó un aullido y se cubrió el vientre con las garras, en intensa agonía.

Felix lanzó más y más manotazos, con sus respectivas corrientes de viento. Éstas cortaron cuales cuchillas la carne de la ahora indefensa sombra. De las heridas manaba un líquido espeso parecido al aceite para coches, pese a que era de color negro obsidiana. Felix supuso que era la sangre del ser.

Con un aullido, la sombra comenzó a derretirse. Sus músculos comenzaron a temblar, hasta adoptar la consistencia de la gelatina, y después la del agua misma. Los órganos internos y huesos se fundieron antes de que Felix pudiera verlos, y se hicieron uno con la carne y sangre de la criatura.

Lo que antes había sido una amenaza para Felix ahora era una simple masa de color negro.

Súbitamente, la esfera de aire que rodeaba a Felix desapareció. Intentó usar su Psique de nuevo, pero se vio incapaz. Su preocupación se intensificó al ver cómo la criatura restante emergía del túnel de árboles, dispuesta a atacarle.

Le pasó por la cabeza la posibilidad de correr, pues ahora sí tenía una vía de escape, pero supo que no podría moverse. Los músculos le ardían por la severa acumulación de ácido, y de todos modos sabía que la criatura era capaz de darle alcance, estuviese cansado o no.

¿Debería quedarse donde estaba? Y si lo hiciese, ¿qué haría después? ¿Emergería su Psique ante el peligro o sería incapaz de invocarlo como lo era en ese momento?

Repentinamente, la criatura estalló en llamas. Felix se quedó atónito ante tal salvación. El ser dejó escapar un agudo y chirriante aullido de dolor, mientras corría entre la ingrávida lluvia para intentar apagar el fuego. La criatura iba dejando un rastro de sangre negra y agua tras de ella, y en algunos lugares dejó caer también trozos de carne chamuscada.

Finalmente su cuerpo fue incapaz de soportarlo y la criatura se desplomó, inerte.

—Estoy a salvo... —murmuró Felix con un enorme alivio, mientras veía como el cadáver de la sombra se convertía en una masa oscura de sangre, carne y huesos fundidos.

—Estoy... a salvo..... —repitió. Lo último que recordó antes de quedar inconsciente fue una súbita flaquedad en las piernas, el suelo acercándose peligrosamente y el sabor a sangre en la boca.


*Con pronunciación Sík.

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Re: Psique // Cuarto capítulo en línea

Notapor Sombra » Mar Jun 01, 2010 9:17 am

Pedazo poderes que tiene! Cuando los aprenda a controlar a la perfección va a ser bueno!

¡Apuestas a que Mike tambien puede ver fantasmas de eses y el club extraescolar secreto tiene algo que ver con lo que Felix hace!
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Re: Psique // Cuarto capítulo en línea

Notapor Habimaru » Mar Jun 01, 2010 10:28 am

Vale, me he puesto al día. Ahora bien, puntualizaciones

- A veces te he visto meter líneas de diálogo consecutivas con guión sin que cambie de personaje.
- En una o dos ocasiones he visto que dabas dos tabulados en lugar de uno.
- Inevitable uso de latinismos (eso ya es algo personal).
- ¿Has considerado cambiar de font en lugar de usar cursiva para esos momentos?
- MUY BUENA narración e historia MUY atractiva.

Por ahora, eso. Ya valoraré giros argumentales y otras cosas más adelante.

Un saludo y sigue así.
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