Capítulo 1 - Día 1:
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Aquel chico con gafas rotas y cabello maltratado se levantó de la silla de una manera torpe, tambaléandose un poco y logrando que algunos de los muchachos que se encontraban en el aula soltaran varias risas burlonas.
—Esto… Me llamo Felix (1) Flynn —expresó tímidamente—… Nací aquí en Port Lagune, hace dieciséis años. He vivido en otras ciudades, entre ellas Seattle, Denver, New York, Chicago y Detroit... Soy hijo único y… Me gusta el atletismo. M-Me parece que es todo...
—Muy bien. Gracias, Felix —expresó la anciana mujer que se encontraba sentada frente a los treinta y un alumnos de la clase de Lengua de las 2 pm. Uno de estos alumnos era Felix, el chico que recién se había presentado, y que se disponía a tomar asiento en la última silla de la hilera pegada a la puerta, quedando así en el rincón del aula. Su posición lo había convertido en el último en presentarse, por lo que los ansiosos alumnos, quienes esperaban desesperadamente la campana, no habían dejado de mirarle.
Felix Flynn era un adolescente de 16 años que se había mudado a una ciudad nueva hacía sólo tres días atrás, debido al trabajo de su padre, el cual le obligaba a él y a su familia a cambiar de residencia. Las mudanzas se llevaban a cabo cada año por lo menos. Sus padres lo inscribieron en la escuela más prestigiosa de Port Lagune: ALA, Atlantic Lagune Academy, la cual había iniciado las clases ese mismo día.
En realidad, el nombre de la academia era incorrecto. Port Lagune no colindaba con el mar directamente, sino con una enorme laguna salina, que había sido conectada al Atlántico de manera artificial hacía unas tres décadas. Por lo tanto, la Academia no estaba en una Laguna del Atlántico. O por lo menos, eso pensaba Felix mientras la profesora intentaba repetir los nombres de todos sus alumnos.
Finalmente, el alargado Ring de la campana le puso fin a aquellos 45 minutos que antes parecían interminables. Tras esto, el primer día de clases había terminado finalmente. Los alumnos no tardaron en tomar sus pertenencias y salir del aula; incluso la profesora se apresuró a dejar el lugar. Pero Felix se quedó allí, pues al contrario que sus compañeros, no había guardado sus materiales de antemano.
Cuando tuvo todo listo, el chico salió al pasillo con su mochila en el hombro. El lugar estaba lleno de estudiantes que, o conversaban con otros compañeros, o se encontraban en sus casilleros; incluso ambas. Las conversaciones, los sonidos de puertas abriendo y cerrando, los clicks de las cerraduras, y alguna que otra canción reproducida en un teléfono móvil... Todos esos sonidos por sí solos no eran desesperantes; pero unidos, hicieron que a Felix le rechinaran los dientes de la desesperación. Por lo tanto, el chico se dirigió a los jardines, sin siquiera pasarse por su casillero.
Felix cruzó caminos de concreto y tramos de césped, adornados por verdes árboles, pequeños arbustos y coloridas flores. Les tendría que admirar después, pues ahora tenía que tomar prestado un libro de historia de la biblioteca para sus deberes. Al caminar, se cruzó con algunos estudiantes, pero no les hizo mucho caso, a pesar de que muchos le señalaban y soltaban algunas risas.
Era su aspecto. Y él lo sabía. No era feo, pero tenía unas pintas que atraían muchas miradas. Primero que nada, su cabello castaño estaba completamente alborotado y maltratado de las puntas, haciendo parecer que le crecía hierba seca en lugar de cabello. Por otro lado, sus voluminosos anteojos de color negro resaltaban por la cinta adhesiva que llevaban en el puente, y por la grieta que recorría uno de los cristales; además, tenía una gran bandita en la mejilla, pues se había hecho un enorme rasguño mientras ayudaba en la mudanza. En cuanto a su ropa, Felix llevaba un enorme suéter color verde oscuro cubierto por pelusas y que le ocultaba las manos. Sus pantalones de lino color marrón clarito estaban rasgados de las rodillas y de los tobillos, y una extraña mancha verde nacía de uno de los bolsillos. Su calzado, por otro lado, era tal vez lo único normal que llevaba puesto: unos sencillos deportivos de color blanco con detalles en gris. No obstante, los cordones sucios y desatados rompían la poca armonía que tenían.
—¡Caminando con un nerd! —cantó un alumno que caminaba con un grupo mixto de estudiantes. Se rieron a carcajadas del pobre Felix mientras éste entraba a la biblioteca por la puerta giratoria. Incluso dentro del edificio, podían escucharse las risas de los jóvenes, pero finalmente se hicieron débiles a la par que el grupo se alejaba, hasta que dejaron de oírse.
“’Historia de la Europa Moderna’, éste servirá”, pensó Felix, examinando un libro de la sección D de la biblioteca escolar. Lo metió en su mochila y se dirigió a la salida. Pero en cuanto dio la vuelta en uno de los pasillos, sintió un fuerte empujón que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo.
—¡Ay! —exclamó el chico con el cual Felix se había estrellado.
—¡Lo lamento! —se apresuró a disculparse Felix, mientras observaba al desconocido desde el piso de la biblioteca. El chico se frotaba el brazo, mientras hacía una ligera mueca de dolor. El joven se levantó y se sacudió los pantalones más por costumbre que por nada, mientras que el otro muchacho finalmente se dignó a mirarle.
Era unos cuantos centímetros más bajo que Felix, pero un poco más fornido. Tenía los ojos de color miel, casi marrón, al igual que su cabello rizado, el cual llevaba perfectamente peinado hacia atrás, dividido por el centro hacia ambos lados. No llevaba mochila, pero llevaba puesto el uniforme escolar de invierno: saco y pantalones de color azul oscuro, casi negro, una camisa color blanco. Iba muy a su estilo, con el saco sin abrochar y la camisa fuera del pantalón, no llevaba corbata y, además, llevaba zapatillas deportivas de color negro en lugar de calzado formal. A Felix le sorprendió la vestimenta del estudiante, pues recordó que la Academia era muy estricta en cuanto a las reglas de presentación. De hecho, el joven tenía un permiso especial para llevar ropa informal durante una semana, mientras compraba el uniforme.
—Deberías ver por dónde vas —dijo el chico, mirando a Felix con casi repulsión. Sin previo aviso, los ojos le brillaron con picardía. El desconocido se puso la mano en el mentón, como pensando, y comenzó a mirar al joven estudiante desde todos los ángulos accesibles. Cuando parecía que finalmente había terminado, chasqueó los dedos y señaló a Felix mientras decía:
—Novato, ¿no?
Felix se quedó completamente callado. La reacción del chico realmente lo había sorprendido. Había sabido que era nuevo en el colegio con sólo mirarle. ¿Conocería acaso su expediente, o era simple sentido común? Tal vez había notado que no llevaba uniforme. Sí, sería eso.
—Soy Michael, pero puedes llamarme Mike, mucho gusto —expresó el muchacho, con una sonrisa pícara, mientras le tendía la mano a Felix. Éste último le miró con incomprensión, pero finalmente decidió responder a su gesto.
—Me llamo Felix... Felix Flynn...
—¡Ah, doble efe! —exclamó Mike, haciendo el mismo gesto de chasquear—señalar que había hecho unos momentos antes—. ¿Puedo llamarte F (2)?
—S-Supongo... Bueno, me tengo que ir...—respondió Felix, rápidamente, mientras comenzaba a caminar hacia la salida. Sin embargo, una mano le tomó por el hombro, a la par que la voz de Mike decía a sus espaldas:
—¿A dónde crees que vas, F? —inquirió el chico, con un burlón tono de voz, mientras giraba a Felix tomándole de los hombros.
—A mi casa. Ya tengo lo que quería, así que...
—¿Pero quién te crees eres? —sollozó Mike, cubriéndose el rostro con el brazo, fingiendo tristeza—. Yo te diré qué eres: Eres cruel, Felix Flynn. Después de haberme arrollado de una manera tan horrible, ahora te vas como si no hubiese sucedido nada.
—Esperaba ir a comer algo —respondió Felix, haciendo caso omiso a los gestos de Mike.
—¡Ya sé! —Mike volvió a señalarle mientras chasqueaba los dedos, a la par que dejaba atrás su mala actuación de tristeza— Tenemos muy buena comida en la cafetería, ¿te parece quedarte a comer a...?
—No —interrumpió Felix, tajante.
—Hoy tienen pastel de carne con...
—No —volvió a cortar el muchacho.
—Podríamos ir al centro de computación después para...
—Definitivamente no.
Mike se giró, dándole la espalda a Felix. Alzó la cabeza hacia el techo y dijo con un solemnte tono de voz:
—Tienes razón.
Felix le agradeció y le dio una leve palmadita en el hombro. Sin mucho entusiasmo, se despidió de su compañero y se dirigió a la salida. Pensaba que Mike ya no le molestaría; y sin embargo...
—... Creo te verías ridículo al andar por el campus con esas pintas...
Felix ya había tenido suficiente con un día entero de burlas y carcajadas; no soportaría que se burlaran más de él. Pero a pesar de todo, era un chico muy paciente, así que se tragó el orgullo y decidió explicar a Mike las razones de su aspecto.
—Mira, generalmente no luzco así… —dijo Felix—. En cuanto a mi cabello: no lo he cortado desde hace meses, y las puntas se me han maltratado por el poco cuidado que le doy. Y las gafas: eran de mi abuelo. Mis antiguas gafas se rompieron durante el movimiento. Por último, mi ropa: Acabo de mudarme a la ciudad hace tres días. Todas mis cosas están en un camión que vendrá desde Seattle. Sólo encontré estas viejas cosas de mi padre. ¡A mí tampoco me gusta traer esta basura puesta!
Mike se frotó el mentón en señal de meditación. Caminó por uno de los pasillos hasta encontrarse con tres pequeños sillones, en los cuales ambos muchachos tomaron asiento. El primero continuó pensando en lo que fuese que estaba pensando, mientras Felix le observaba, intentando adivinar qué había dentro de su cabeza.
—¡Ya lo tengo! —exclamó Mike, chasqueando los dedos por enésima vez, y ganándose varios Shhh por parte de los lectores. Felix le observó con un poco de entusiasmo, por más que tratara de disimularlo.
—¿Uh? —balbuceó Felix, volviendo a mirar a su compañero con incomprensión. Deseó que no fuese nada tonto o ridículo.
—Tengo una amiga en el club de Teatro... Suelo ir con ella a cortarme el cabello, ¿sabes? —expresó Mike, lanzándole una mirada traviesa.
—¿¡Qué!? ¡Ni lo pienses, no iré a que...!
—¡Venga, sólo las puntas!
—¡No!
—¡Venga, F!
—¡Suelta! ¡Oye, no, mi mochila...! —exclamó Felix, al ver que Mike recogía ésta del suelo, se levantaba del sillón y se metía corriendo por uno de los pasillos.
—¡La quieres, me sigues! — pronunció el joven desde algún lugar no muy lejano.
—¡Mike!
—Me sorprendes, Mike —dijo Felix. Ambos muchachos caminaban por el campus, siguiendo un camino de baldosas irregulares; éste tenía árboles a las orillas, por lo que se formaba una especie de túnel con las entrelazadas copas de los árboles. Según Mike, dicho camino llevaba a la parte no-escolar del instituto. Allí se encontraban las canchas, la cafetería, la piscina, el centro de computación y los dormitorios para estudiantes con privilegios especiales.
—Quiero decir —continuó Felix—, apenas me has conocido y tienes el valor de arrancarme la mochila y hacerme perseguirte. Por tu culpa nos han echado de la biblioteca y no he podido sacar el libro.
—Eres un novato, ¿qué podrías hacerme? —respondió Mike, mientras abría su mochila. Ésta tenía un solo tirante, por lo que se llevaba colgando de un lado, teniendo así su contenido siempre accesible.
—En fin... Supongo que necesitarás esto —expresó Mike, mientras sacaba un libro de entre los contenidos de su mochila.
—“Historia de la Europa Moderna”... —leyó Felix, tomando el ejemplar con su mano derecha. Miró a Mike en silencio, mientras éste le dedicaba una sonrisa pícara.
—Nunca temas, Mike está aquí (3) —expresó, chasqueando los dedos y señalando a Felix, como un gesto de complicidad
—Mike... —susurró Felix.
—No tienes que agradecer, F.
—¿¡Pero qué pollas te pasa!? —gritó Felix, golpeando a Mike con el libro en la cabeza—. ¡Sacando un libro de la biblioteca sin permiso! ¿¡Sabes lo grave que es eso!?
Mike soltó un grito de dolor, a la par que Felix continuaba golpeándole. Intentaba decir algo, pero las palabras se veían ahogadas por la lluvia de golpes.
—Es... Libr... ío...
—¿Qué? —inquirió Felix, parando de golpear a Mike por un momento.
—Ese libro es mío...
Felix se detuvo de inmediato, sin saber que decir. Hubo unos segundos de incómodo silencio, en los cuales los muchachos se miraron a los ojos. Felix con un poco de vergüenza y Mike con algo de rencor.
—Ah... Perdona... —balbuceó Felix, mientras Mike se enderazaba y se frotaba la coronilla.
—No hay cuidado, F...
Aunque Mike era prácticamente un desconocido, Felix le sonrió como si le conociera de toda la vida. Tal vez fuese su amigable personalidad, o tal vez el simple hecho de que era el primero que se acercaba a Felix. Había sido muy amable de su parte en cederle el libro; y finalmente había dejado el tema del corte de cabello de Felix. Desde ese momento, Felix le consideró su amigo.
Tras caminar unos cuantos metros más, el túnel de árboles desapareció para dar paso a una escalinata en su lugar. Descendía unos tres metros, y llegaba a un camino de baldosas, que mediría unos cinco metros de ancho. Éste seguía derecho hasta toparse con un largo edificio de cuatro pisos. Antes de llegar a él, el camino tenía cuatro ramificaciones: tres daban a edificios de variados tamaños, pero que no superaban la primera planta; mientras el último se perdía detrás de una de las dichas estructuras.
Mike saltó los primeros siete escalones, aterrizando en el descanso de la escalinata. Tomó un poco de impulso y saltó los siete restantes, cayendo limpiamente en el ancho camino de baldosas. Mike se giró y le hizo un gesto a Felix, pidiéndole que le siguiera. Felix, al contrario que su nuevo amigo, bajó la escalera completa tranquilamente.
Ambos muchachos continuaron su camino hasta la cuarta división del camino, no sin antes conocer de vista los otros edificios.
—Verás —le había dicho Mike a Felix—, el primero que hemos pasado es la cafetería. Generalmente comen allí los que quieren pasar tiempo con sus amigos o aquellos que viven en los dormitorios. Aunque los últimos no pagan; entra dentro de su beca.
>>Este edificio, el segundo que pasamos, es el gimnasio. Dentro de él hay caminadoras, bicicletas, elípticas, pesas, cuerdas para escalar, tres paredes de rapel, costales de arena, un ring... En fin, todo lo que un buen deportista necesita. Oh, y no tenemos canchas interiores.
>>Este tercero es el centro de computación. Te cobran sólo un dólar la hora. Claro, las impresiones y los programas profesionales cuestan extra. Cabe decir que una vez cierras la sesión de tu ordenador, no se guarda ninguna información. Así que es mejor llevar una USB siempre contigo —el chico se sacó una de éstas del bolsillo y se la mostró a Felix—.
>>Y finalmente, ese edificio alto que ves a lo lejos... Bueno, allí están los dormitorios. Muchas habitaciones están vacías, pues generalmente sólo sirven para los que tienen beca especial o que vienen de intercambio. Puedes solicitar una habitación, pero debes pagar un buen monto y tener una buena razón para pedirlo. Se divide en las secciones B, C, D y E, una por cada piso.
—¿Y la sección A? —preguntó Felix.
—Dormitorio especial —fue lo único que respondió Mike, impasible—. En fin, éste último camino por el que giraremos lleva a...
No hizo falta decirlo. En cuanto el par de muchachos se giró, ante su vista se desplegó un gigantesco campo de pasto artificial. A la derecha de éste, había dos campos de baloncesto; y a la izquierda, dos canchas de tenis, una pista para correr y otro edificio pequeño. Todo rodeado por gradas de color blanco.
—Ya lo ves —expresó Mike, sonriente—. Somos muy flexibles en cuanto a los deportes. Dos canchas de fútbol, que a veces sirven para el soccer; dos de baloncesto, dos de tenis, que muchas veces se usan para el voleyball con simplemente subir la red... Y ese edificio que ves allá... Bueno, es la piscina.
—Tenéis pista —balbuceó Felix, admirando la magnitud del área deportiva.
—Sí, tenemos pista, también —le dijo Mike, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡En fin, F...! —Felix finalmente reaccionó— No sé si recuerdes una desviación que había en el túnel de árboles, pero...
Mike tomó fuertemente a Felix de la coronilla y le miró con unos ojos sombríos, unos ojos que Felix jamás hubiese esperado ver en él. El chico le obligó a regresar por donde habían venido, aún sin soltarle. Miraba a todos lados de una manera sospechosa; Felix notó que miraba con atención algo sobre su cabeza, aunque no sabía qué era. Con una voz fría, Mike finalmente dijo:
—Necesito que me acompañes.
(1) Al desarrollarse la historia en los Estados Unidos de América, el nombre Felix no lleva tilde, a pesar de que su pronunciación señala lo contrario: Félix.
(2) Mike se refiere a Felix como ef, fonéticamente; es decir, el nombre en inglés de la letra F. Sin embargo, el autor ha preferido llamarle simplemente por la letra F a lo largo de la historia.
(3) Forma traducida al español de la rima Never fear, Mike is here.
—Esto… Me llamo Felix (1) Flynn —expresó tímidamente—… Nací aquí en Port Lagune, hace dieciséis años. He vivido en otras ciudades, entre ellas Seattle, Denver, New York, Chicago y Detroit... Soy hijo único y… Me gusta el atletismo. M-Me parece que es todo...
—Muy bien. Gracias, Felix —expresó la anciana mujer que se encontraba sentada frente a los treinta y un alumnos de la clase de Lengua de las 2 pm. Uno de estos alumnos era Felix, el chico que recién se había presentado, y que se disponía a tomar asiento en la última silla de la hilera pegada a la puerta, quedando así en el rincón del aula. Su posición lo había convertido en el último en presentarse, por lo que los ansiosos alumnos, quienes esperaban desesperadamente la campana, no habían dejado de mirarle.
Felix Flynn era un adolescente de 16 años que se había mudado a una ciudad nueva hacía sólo tres días atrás, debido al trabajo de su padre, el cual le obligaba a él y a su familia a cambiar de residencia. Las mudanzas se llevaban a cabo cada año por lo menos. Sus padres lo inscribieron en la escuela más prestigiosa de Port Lagune: ALA, Atlantic Lagune Academy, la cual había iniciado las clases ese mismo día.
En realidad, el nombre de la academia era incorrecto. Port Lagune no colindaba con el mar directamente, sino con una enorme laguna salina, que había sido conectada al Atlántico de manera artificial hacía unas tres décadas. Por lo tanto, la Academia no estaba en una Laguna del Atlántico. O por lo menos, eso pensaba Felix mientras la profesora intentaba repetir los nombres de todos sus alumnos.
Finalmente, el alargado Ring de la campana le puso fin a aquellos 45 minutos que antes parecían interminables. Tras esto, el primer día de clases había terminado finalmente. Los alumnos no tardaron en tomar sus pertenencias y salir del aula; incluso la profesora se apresuró a dejar el lugar. Pero Felix se quedó allí, pues al contrario que sus compañeros, no había guardado sus materiales de antemano.
Cuando tuvo todo listo, el chico salió al pasillo con su mochila en el hombro. El lugar estaba lleno de estudiantes que, o conversaban con otros compañeros, o se encontraban en sus casilleros; incluso ambas. Las conversaciones, los sonidos de puertas abriendo y cerrando, los clicks de las cerraduras, y alguna que otra canción reproducida en un teléfono móvil... Todos esos sonidos por sí solos no eran desesperantes; pero unidos, hicieron que a Felix le rechinaran los dientes de la desesperación. Por lo tanto, el chico se dirigió a los jardines, sin siquiera pasarse por su casillero.
Felix cruzó caminos de concreto y tramos de césped, adornados por verdes árboles, pequeños arbustos y coloridas flores. Les tendría que admirar después, pues ahora tenía que tomar prestado un libro de historia de la biblioteca para sus deberes. Al caminar, se cruzó con algunos estudiantes, pero no les hizo mucho caso, a pesar de que muchos le señalaban y soltaban algunas risas.
Era su aspecto. Y él lo sabía. No era feo, pero tenía unas pintas que atraían muchas miradas. Primero que nada, su cabello castaño estaba completamente alborotado y maltratado de las puntas, haciendo parecer que le crecía hierba seca en lugar de cabello. Por otro lado, sus voluminosos anteojos de color negro resaltaban por la cinta adhesiva que llevaban en el puente, y por la grieta que recorría uno de los cristales; además, tenía una gran bandita en la mejilla, pues se había hecho un enorme rasguño mientras ayudaba en la mudanza. En cuanto a su ropa, Felix llevaba un enorme suéter color verde oscuro cubierto por pelusas y que le ocultaba las manos. Sus pantalones de lino color marrón clarito estaban rasgados de las rodillas y de los tobillos, y una extraña mancha verde nacía de uno de los bolsillos. Su calzado, por otro lado, era tal vez lo único normal que llevaba puesto: unos sencillos deportivos de color blanco con detalles en gris. No obstante, los cordones sucios y desatados rompían la poca armonía que tenían.
—¡Caminando con un nerd! —cantó un alumno que caminaba con un grupo mixto de estudiantes. Se rieron a carcajadas del pobre Felix mientras éste entraba a la biblioteca por la puerta giratoria. Incluso dentro del edificio, podían escucharse las risas de los jóvenes, pero finalmente se hicieron débiles a la par que el grupo se alejaba, hasta que dejaron de oírse.
“’Historia de la Europa Moderna’, éste servirá”, pensó Felix, examinando un libro de la sección D de la biblioteca escolar. Lo metió en su mochila y se dirigió a la salida. Pero en cuanto dio la vuelta en uno de los pasillos, sintió un fuerte empujón que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo.
—¡Ay! —exclamó el chico con el cual Felix se había estrellado.
—¡Lo lamento! —se apresuró a disculparse Felix, mientras observaba al desconocido desde el piso de la biblioteca. El chico se frotaba el brazo, mientras hacía una ligera mueca de dolor. El joven se levantó y se sacudió los pantalones más por costumbre que por nada, mientras que el otro muchacho finalmente se dignó a mirarle.
Era unos cuantos centímetros más bajo que Felix, pero un poco más fornido. Tenía los ojos de color miel, casi marrón, al igual que su cabello rizado, el cual llevaba perfectamente peinado hacia atrás, dividido por el centro hacia ambos lados. No llevaba mochila, pero llevaba puesto el uniforme escolar de invierno: saco y pantalones de color azul oscuro, casi negro, una camisa color blanco. Iba muy a su estilo, con el saco sin abrochar y la camisa fuera del pantalón, no llevaba corbata y, además, llevaba zapatillas deportivas de color negro en lugar de calzado formal. A Felix le sorprendió la vestimenta del estudiante, pues recordó que la Academia era muy estricta en cuanto a las reglas de presentación. De hecho, el joven tenía un permiso especial para llevar ropa informal durante una semana, mientras compraba el uniforme.
—Deberías ver por dónde vas —dijo el chico, mirando a Felix con casi repulsión. Sin previo aviso, los ojos le brillaron con picardía. El desconocido se puso la mano en el mentón, como pensando, y comenzó a mirar al joven estudiante desde todos los ángulos accesibles. Cuando parecía que finalmente había terminado, chasqueó los dedos y señaló a Felix mientras decía:
—Novato, ¿no?
Felix se quedó completamente callado. La reacción del chico realmente lo había sorprendido. Había sabido que era nuevo en el colegio con sólo mirarle. ¿Conocería acaso su expediente, o era simple sentido común? Tal vez había notado que no llevaba uniforme. Sí, sería eso.
—Soy Michael, pero puedes llamarme Mike, mucho gusto —expresó el muchacho, con una sonrisa pícara, mientras le tendía la mano a Felix. Éste último le miró con incomprensión, pero finalmente decidió responder a su gesto.
—Me llamo Felix... Felix Flynn...
—¡Ah, doble efe! —exclamó Mike, haciendo el mismo gesto de chasquear—señalar que había hecho unos momentos antes—. ¿Puedo llamarte F (2)?
—S-Supongo... Bueno, me tengo que ir...—respondió Felix, rápidamente, mientras comenzaba a caminar hacia la salida. Sin embargo, una mano le tomó por el hombro, a la par que la voz de Mike decía a sus espaldas:
—¿A dónde crees que vas, F? —inquirió el chico, con un burlón tono de voz, mientras giraba a Felix tomándole de los hombros.
—A mi casa. Ya tengo lo que quería, así que...
—¿Pero quién te crees eres? —sollozó Mike, cubriéndose el rostro con el brazo, fingiendo tristeza—. Yo te diré qué eres: Eres cruel, Felix Flynn. Después de haberme arrollado de una manera tan horrible, ahora te vas como si no hubiese sucedido nada.
—Esperaba ir a comer algo —respondió Felix, haciendo caso omiso a los gestos de Mike.
—¡Ya sé! —Mike volvió a señalarle mientras chasqueaba los dedos, a la par que dejaba atrás su mala actuación de tristeza— Tenemos muy buena comida en la cafetería, ¿te parece quedarte a comer a...?
—No —interrumpió Felix, tajante.
—Hoy tienen pastel de carne con...
—No —volvió a cortar el muchacho.
—Podríamos ir al centro de computación después para...
—Definitivamente no.
Mike se giró, dándole la espalda a Felix. Alzó la cabeza hacia el techo y dijo con un solemnte tono de voz:
—Tienes razón.
Felix le agradeció y le dio una leve palmadita en el hombro. Sin mucho entusiasmo, se despidió de su compañero y se dirigió a la salida. Pensaba que Mike ya no le molestaría; y sin embargo...
—... Creo te verías ridículo al andar por el campus con esas pintas...
Felix ya había tenido suficiente con un día entero de burlas y carcajadas; no soportaría que se burlaran más de él. Pero a pesar de todo, era un chico muy paciente, así que se tragó el orgullo y decidió explicar a Mike las razones de su aspecto.
—Mira, generalmente no luzco así… —dijo Felix—. En cuanto a mi cabello: no lo he cortado desde hace meses, y las puntas se me han maltratado por el poco cuidado que le doy. Y las gafas: eran de mi abuelo. Mis antiguas gafas se rompieron durante el movimiento. Por último, mi ropa: Acabo de mudarme a la ciudad hace tres días. Todas mis cosas están en un camión que vendrá desde Seattle. Sólo encontré estas viejas cosas de mi padre. ¡A mí tampoco me gusta traer esta basura puesta!
Mike se frotó el mentón en señal de meditación. Caminó por uno de los pasillos hasta encontrarse con tres pequeños sillones, en los cuales ambos muchachos tomaron asiento. El primero continuó pensando en lo que fuese que estaba pensando, mientras Felix le observaba, intentando adivinar qué había dentro de su cabeza.
—¡Ya lo tengo! —exclamó Mike, chasqueando los dedos por enésima vez, y ganándose varios Shhh por parte de los lectores. Felix le observó con un poco de entusiasmo, por más que tratara de disimularlo.
—¿Uh? —balbuceó Felix, volviendo a mirar a su compañero con incomprensión. Deseó que no fuese nada tonto o ridículo.
—Tengo una amiga en el club de Teatro... Suelo ir con ella a cortarme el cabello, ¿sabes? —expresó Mike, lanzándole una mirada traviesa.
—¿¡Qué!? ¡Ni lo pienses, no iré a que...!
—¡Venga, sólo las puntas!
—¡No!
—¡Venga, F!
—¡Suelta! ¡Oye, no, mi mochila...! —exclamó Felix, al ver que Mike recogía ésta del suelo, se levantaba del sillón y se metía corriendo por uno de los pasillos.
—¡La quieres, me sigues! — pronunció el joven desde algún lugar no muy lejano.
—¡Mike!
—Me sorprendes, Mike —dijo Felix. Ambos muchachos caminaban por el campus, siguiendo un camino de baldosas irregulares; éste tenía árboles a las orillas, por lo que se formaba una especie de túnel con las entrelazadas copas de los árboles. Según Mike, dicho camino llevaba a la parte no-escolar del instituto. Allí se encontraban las canchas, la cafetería, la piscina, el centro de computación y los dormitorios para estudiantes con privilegios especiales.
—Quiero decir —continuó Felix—, apenas me has conocido y tienes el valor de arrancarme la mochila y hacerme perseguirte. Por tu culpa nos han echado de la biblioteca y no he podido sacar el libro.
—Eres un novato, ¿qué podrías hacerme? —respondió Mike, mientras abría su mochila. Ésta tenía un solo tirante, por lo que se llevaba colgando de un lado, teniendo así su contenido siempre accesible.
—En fin... Supongo que necesitarás esto —expresó Mike, mientras sacaba un libro de entre los contenidos de su mochila.
—“Historia de la Europa Moderna”... —leyó Felix, tomando el ejemplar con su mano derecha. Miró a Mike en silencio, mientras éste le dedicaba una sonrisa pícara.
—Nunca temas, Mike está aquí (3) —expresó, chasqueando los dedos y señalando a Felix, como un gesto de complicidad
—Mike... —susurró Felix.
—No tienes que agradecer, F.
—¿¡Pero qué pollas te pasa!? —gritó Felix, golpeando a Mike con el libro en la cabeza—. ¡Sacando un libro de la biblioteca sin permiso! ¿¡Sabes lo grave que es eso!?
Mike soltó un grito de dolor, a la par que Felix continuaba golpeándole. Intentaba decir algo, pero las palabras se veían ahogadas por la lluvia de golpes.
—Es... Libr... ío...
—¿Qué? —inquirió Felix, parando de golpear a Mike por un momento.
—Ese libro es mío...
Felix se detuvo de inmediato, sin saber que decir. Hubo unos segundos de incómodo silencio, en los cuales los muchachos se miraron a los ojos. Felix con un poco de vergüenza y Mike con algo de rencor.
—Ah... Perdona... —balbuceó Felix, mientras Mike se enderazaba y se frotaba la coronilla.
—No hay cuidado, F...
Aunque Mike era prácticamente un desconocido, Felix le sonrió como si le conociera de toda la vida. Tal vez fuese su amigable personalidad, o tal vez el simple hecho de que era el primero que se acercaba a Felix. Había sido muy amable de su parte en cederle el libro; y finalmente había dejado el tema del corte de cabello de Felix. Desde ese momento, Felix le consideró su amigo.
Tras caminar unos cuantos metros más, el túnel de árboles desapareció para dar paso a una escalinata en su lugar. Descendía unos tres metros, y llegaba a un camino de baldosas, que mediría unos cinco metros de ancho. Éste seguía derecho hasta toparse con un largo edificio de cuatro pisos. Antes de llegar a él, el camino tenía cuatro ramificaciones: tres daban a edificios de variados tamaños, pero que no superaban la primera planta; mientras el último se perdía detrás de una de las dichas estructuras.
Mike saltó los primeros siete escalones, aterrizando en el descanso de la escalinata. Tomó un poco de impulso y saltó los siete restantes, cayendo limpiamente en el ancho camino de baldosas. Mike se giró y le hizo un gesto a Felix, pidiéndole que le siguiera. Felix, al contrario que su nuevo amigo, bajó la escalera completa tranquilamente.
Ambos muchachos continuaron su camino hasta la cuarta división del camino, no sin antes conocer de vista los otros edificios.
—Verás —le había dicho Mike a Felix—, el primero que hemos pasado es la cafetería. Generalmente comen allí los que quieren pasar tiempo con sus amigos o aquellos que viven en los dormitorios. Aunque los últimos no pagan; entra dentro de su beca.
>>Este edificio, el segundo que pasamos, es el gimnasio. Dentro de él hay caminadoras, bicicletas, elípticas, pesas, cuerdas para escalar, tres paredes de rapel, costales de arena, un ring... En fin, todo lo que un buen deportista necesita. Oh, y no tenemos canchas interiores.
>>Este tercero es el centro de computación. Te cobran sólo un dólar la hora. Claro, las impresiones y los programas profesionales cuestan extra. Cabe decir que una vez cierras la sesión de tu ordenador, no se guarda ninguna información. Así que es mejor llevar una USB siempre contigo —el chico se sacó una de éstas del bolsillo y se la mostró a Felix—.
>>Y finalmente, ese edificio alto que ves a lo lejos... Bueno, allí están los dormitorios. Muchas habitaciones están vacías, pues generalmente sólo sirven para los que tienen beca especial o que vienen de intercambio. Puedes solicitar una habitación, pero debes pagar un buen monto y tener una buena razón para pedirlo. Se divide en las secciones B, C, D y E, una por cada piso.
—¿Y la sección A? —preguntó Felix.
—Dormitorio especial —fue lo único que respondió Mike, impasible—. En fin, éste último camino por el que giraremos lleva a...
No hizo falta decirlo. En cuanto el par de muchachos se giró, ante su vista se desplegó un gigantesco campo de pasto artificial. A la derecha de éste, había dos campos de baloncesto; y a la izquierda, dos canchas de tenis, una pista para correr y otro edificio pequeño. Todo rodeado por gradas de color blanco.
—Ya lo ves —expresó Mike, sonriente—. Somos muy flexibles en cuanto a los deportes. Dos canchas de fútbol, que a veces sirven para el soccer; dos de baloncesto, dos de tenis, que muchas veces se usan para el voleyball con simplemente subir la red... Y ese edificio que ves allá... Bueno, es la piscina.
—Tenéis pista —balbuceó Felix, admirando la magnitud del área deportiva.
—Sí, tenemos pista, también —le dijo Mike, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡En fin, F...! —Felix finalmente reaccionó— No sé si recuerdes una desviación que había en el túnel de árboles, pero...
Mike tomó fuertemente a Felix de la coronilla y le miró con unos ojos sombríos, unos ojos que Felix jamás hubiese esperado ver en él. El chico le obligó a regresar por donde habían venido, aún sin soltarle. Miraba a todos lados de una manera sospechosa; Felix notó que miraba con atención algo sobre su cabeza, aunque no sabía qué era. Con una voz fría, Mike finalmente dijo:
—Necesito que me acompañes.
(1) Al desarrollarse la historia en los Estados Unidos de América, el nombre Felix no lleva tilde, a pesar de que su pronunciación señala lo contrario: Félix.
(2) Mike se refiere a Felix como ef, fonéticamente; es decir, el nombre en inglés de la letra F. Sin embargo, el autor ha preferido llamarle simplemente por la letra F a lo largo de la historia.
(3) Forma traducida al español de la rima Never fear, Mike is here.