Primero, el capítulo 7. Los muchachos del PP se ven obligados a cumplir una misión de rescate.
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Capítulo 7 - Misión de rescate:
—¡Ya!
El sudor no se hizo esperar; muy pronto sus ropas se vieron empapadas. Las minúsculas gotas se acumulaban en la punta de sus oscuros mechones, y se precipitaban una vez eran demasiado pesadas para luchar contra la gravedad.
—¡Aaa... Ya!
Volvió a golpear a otro inmóvil muñeco relleno de arena. Sintió la formidable fuerza de su ataque activar sus terminaciones nerviosas y mandar la señal de dolor a su cerebro. Su propio cuerpo reclamaba, le advertía desesperadamente que no se hiciese daño.
—¡¡¡Aaaaaaaah-ya!!!
Con lo que muy pronto se convirtió en su último golpe, rasgó el tercer saco; pero la arena no se dejó arrastrar por la gravedad, y se quedó allí, inmóvil.
El joven no pudo resistir las señales que le enviaba su cuerpo, por lo que decidió sentarse en el tatami antes de perder la fuerza en las piernas.
James Reynolds se quitó la venda que recubría su espinilla. Como siempre, no le había servido de nada, y se había echo jirones con los escasos golpes que había asestado. Contempló con orgullo, aunque con un poco de miedo, la herida que se había abierto en ambas piernas.
Tres golpes con cada una y aún no era capaz de deshacerse de la gran desventaja llamada dolor. Por un momento, intentó tomar las vendas limpias que había dejado en el tatami, pero recordó que debía desinfectarse las heridas, sólo por si las dudas.
Se giró al sentir cómo alguien llegaba caminando a la habitación.
Felix Flynn le dirigó una mirada desaprobatoria y sacudió la cabeza en un gesto de negación.
—No le veo sentido. No le veo sentido alguno. —dijo—. A este paso vas a terminar destrozándote los nervios.
James se levantó con dificultad. Hizo una mueca de dolor al sentir cómo la piel de sus heridas se estiraba, provocando que las espinillas le ardieran tremendamente.
—Ése es el plan. —respondió, devolviéndole una mirada retadora a su compañero.
—Sigo sin entender el propósito de no sentir nada. —Felix se frotó los brazos, en un intento de disminuir el dolor.
Una vez un poseedor de Psique entraba a la zona, su cuerpo hacía todo lo posible para mantenerle vivo. Los músculos se llenaban de ácido láctico al cabo de unos minutos, en el caso de James; pero con Felix, quien apenas había entrenado o luchado en el limbo entre las dos dimensiones, la acumulación de dicha sustancia ocurría en sólo unos segundos.
—¿No lo entiendes? El golpear desde la zona a alguien de nuestra dimensión supondría un ataque mortal. En caso de enfrentarnos con humanos...
—James, esos humanos no existen.
El chico guardó silencio de golpe. Agachó la cabeza, avergonzado, y desvió la mirada. Para Felix, eso era una muestra de sentimientos de lo más dramática cuando se trataba de James.
—Sólo recuerda: Si te rompes la pierna durante tus entrenamientos, te darán de premio unos bonitos clavos y, hala, no más Corrupted’s por ocho semanas.
Acto seguido, Felix abandonó la zona, dejando a James solo.
30 de septiembre... Dos semanas exactas desde que Felix Flynn había sido reclutado como miembro del exclusivo club paranormal PP, Project Psique.
Las razones eran fáciles de explicar, pero difíciles de creer. Port Lagune estaba dividido en dos dimensiones; en una vivimos nosotros y en la otra viven nuestras contrapartes, nuestros reflejos, nuestras sombras: Corrupted’s, como les llamaba el PP.
Los Corrupted’s necesitan alimentarse, como cualquier ser vivo. Pero nada les satisface más que un alma humana. No obstante, no son capaces de penetrar por completo a nuestra dimensión, por lo que se conforman con entrar a un limbo para nutrirse de nuestros sentimientos.
Pero no son los únicos. La evolución siempre hace su trabajo. De vez en cuando, un individuo de Port Lagune puede tener una anomalía genética que le permite controlar un elemento o sustancia a su gusto, ver a los Corrupted’s, y entrar al limbo, comúnmente llamado la zona.
Y Felix era uno de ellos.
—Por lo consiguiente, Vous puede ser usado tanto para objeto directo como para objeto indirecto. Oui? —explicaba la profesora de Francés.
Felix respondió Oui inconscientemente, pero no tenía interés absoluto en su clase de idioma. Estaba más ocupado haciendo garabatos en su libreta.
Era, seguramente, la primera vez que no ponía atención en clase. No obstante, su nueva idea le había absorbido por completo: una bitácora de Corrupted’s. Seguramente los futuros miembros del PP le agradecerían cuando escribiera información sobre las criaturas. Sin embargo, apenas tenía dos míseras entradas escasas de información.
—Corrupted común, Corrupted alado... —leyó, en voz baja. Estuvo seguro que el alumno a su derecha se giró para ver qué había dicho, pero volvió a sus apuntes una vez notó no era importante.
Se escuchó un leve gruñido detrás de él. Al escucharlo, sintió una diminuta, casi imperceptible, molestia en su oreja, señal de que el causante había sido un Corrupted.
Cuando un individuo se encuentra en la zona, el tiempo se ralentiza, a tal grado que parece que no avanza. Un microsegundo en nuestra dimensión equivale a un segundo del limbo, hablando de manera exacta. Por lo tanto, desde nuestra dimensión, lo que ocurre en el limbo no debería poder ser visto o escuchado, pues ocurre con demasiada velocidad.
Sin embargo, el nuevo componente del oído de Felix captaba las veloces ondas de sonido y las manipulaba hasta adaptarlas a la dimensión que atravesaban. El ojo, por otro lado, no era capaz de hacer eso, por lo que Felix sólo distinguía a los Corrupted’s como sombras muy desenfocadas. Por suerte, preferían quedarse la mayor parte del tiempo inmóviles, junto a su humano correspondiente; si fuesen más activas, serían prácticamente invisibles.
Felix giró su cabeza, y pudo ver un Corrupted bastante agitado: sólo era una masa imprecisa, desenfocada y sin forma alguna, señal de que la criatura se hallaba muy excitada. Demasiado, tal vez.
El chico alzó la mano, pidiendo la palabra.
—Oui? —preguntó su profesora.
—Ehhh... Je peux... sortir de... la classe? —preguntó Felix, dudando un poco de sus palabras; después de todo, no era muy bueno en francés. El chico tomó su billetera del bolsillo del pantalón, sacó de ella una pequeña tarjeta y se la mostró a la profesora—: C’est... un... affaire... du PP .
—¿Del PP? —preguntó la mujer, esta vez en inglés.
—Ajá. —respondió Felix, volviendo a guardar su carnet—. Agradecería mucho que me dejase salir de clase.
El joven notó las miradas de todos sus compañeros ir de él a su profesora, y de regreso. Muchos de los presentes estaban impresionados, otros celosos, y algunos simplemente se hallaban curiosos por saber qué derechos tenía el alumo para ser capaz de salir del aula con tanta comodidad.
La profesora obvió la respuesta al encogerse de hombros.
—No tiene sentido ir contra del director, ¿no? —añadió, con un asomo de sonrisa burlona en el rostro.
—Merci beaucoup . —agradeció el chico, tomando, con evidente apuro, sus pertenencias y emprendiendo rumbo a la única puerta y, por consiguiente, salida del aula.
Antes de salir, cabe decir, el chico pudo oír a un compañero suyo preguntar:
—¿Qué es lo que hacen en ese club?
Felix no pudo evitar que una sonrisa llena de orgullo hiciera aparición en su hasta ahora impasible rostro. Sin mirar atrás, comenzó a caminar por el pasillo. Era más que incuestionable que los Corrupted’s se encontraban alterados: para Felix, el lugar no era más sino un espectáculo de sombras y turbias tinieblas.
El chico se apresuró a dejar todas sus cosas en su casillero, no sin antes obligarse a detenerse por la clase de Español de Mike y comentarle sus sospechas.
—No hay duda, algo les molesta o les emociona. —concordaba el chico, a la par que se apresuraba a guardar sus pertenencias—. ¿Un nuevo poseedor, tal vez?
Felix contempló a su amigo. Extrañamente, el brillo de sus ojos se había ido; era como si un Mike más serio le hubiese reemplazado, con la mera intención de prepararle para la batalla.
Recordó que haber visto esos ojos anteriormente. Eran los mismos que Mike había tenido cuando había probado a Felix. Denotaban seriedad, frialdad y, tal vez, un poco de autoridad.
Felix sonrió.
—¿Pasa algo? —preguntó su compañero, tomando un llamativo y grueso libro de su casillero. Felix miró con incomprensión el enorme ejemplar; era demasiado para alguien como Mike. Pero, para su sorpresa, el joven súbitamente lo abrió por la mitad, mostrando así un hueco en su interior, hecho al haber cortado el centro de la mayoría de las hojas.
—Es útil y nadie sospecha... —se defendió Mike, tomando un revólver de tierra del interior del improvisado compartimiento.
—¿No es mejor que vayamos al dormitorio por más...? —Felix se interrumpió al notar que Mike levantaba una mano para detenerle.
—Tenemos el tiempo en nuestra contra. Y por mucho, al parecer. —explicó Mike, impasible—. No podemos desperdiciarlo. Tendremos que arreglárnoslas con esto. Ah, y toma.
Mike le lanzó un lapicero de color negro a Felix. El chico hizo un gesto para comunicar que no entendía la situación, por lo que Mike se apresuró a aclársela mientras cerraba el libro.
—Es un transmisor. Comunicador, radio. Como quieras llamarle. Presiona el botón... Sí, ése que usualmente se usa para sacar la punta. Los lapiceros de los demás miembros les avisaran con una luz parpadeante.
—¿Y qué tiene eso de comunicador? —preguntó Felix, sin perder tiempo en presionar el botón.
—El gancho que se usa para colgarlo de la ropa. Hálalo y actuará como un teléfono. Solamente tienes que ponértelo en la oreja; no es nada complicado, y no levanta sospechas. Ah, para que funcione, el otro o los otros lapiceros deben estar activados también.
Felix prefirió probarlo otro día, por lo que se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Se quitó los zapatos y los cambió por sus deportivos lo más rápido que pudo, para luego guardárlos en su casillero y, finalmente, cerrarlo.
—Bien, rápido. A la zona. —manifestó Mike. Sin embargo, todavía no había terminado la frase cuando tomó a Felix del brazo y le obligó a entrar con él al limbo.
—¿Nos separamos? —sugiró Felix, pero Mike negó de inmediato.
—Lo peor que puedes hacer en caso de un rescate es separarte del grupo. Si te hayas solo con el infectado, puede que te machaque en pocos segundos. Los ya transformados son mucho —Mike alargó la palabra, enfatizando— más fuertes que los Corrupted’s normales.
Felix tragó saliva, nervioso. Consideró sacar su pequeño puñal, pero se lo pensó mejor y prefirió ignorarlo; podría ser más un estorbo que una ayuda.
Mike se puso el dedo índice sobre la boca, pidiendo silencio. Sin hacer ruido alguno, gesticuló con los labios:
—Intenta correr con la punta de los pies. No hagas ruido.
Acto seguido, el joven se colocó en el frente. Sin siquiera girarse, hizo un gesto con los dedos, esta vez para pedirle a Felix que le siguiera.
Se adentraron en la desconocida y ahora aterradora academia. Pese a que la luz era más brillante en la zona, los objetos en sombra eran aún más oscuros, por lo que la zona adoptaba un ambiente estremecedor.
Mike no articulaba palabra alguna. De vez en cuando hacía un gesto para indicarle a Felix, quien corría a unos pasos detrás de él, que iba a detenerse o que debían girar. Si veían o escuchaban a un Corrupted, los muchachos se ocultaban detrás de casilleros o botes de basura, o utilizaban las aulas, abiertas de par en par, como refugio.
—Debemos evitar enfrentamientos innecesarios. —explicaba el chico—. Aunque debo admitir que eso va en contra de mi estilo.
En lugar de ir armados, llevaban sus Psiques “desenfundados”. La mano derecha de Mike siempre se encontraba cubierta por una brillante capa de fuego, aunque el chico lo apagaba en cuanto veía a un Corrupted acercarse. Felix, por otro lado, mantenía un orbe de viento girando en la palma de su mano izquierda.
Los muchachos se encargaron de revisar el primer piso. Omitieron los pasillos por los que Felix y Mike ya habían recorrido antes de entrar a la zona, lo cual les ahorró un valioso tiempo. No tardaron mucho en ir a la siguiente planta, donde cruzaron corriendo cada pasillo y aula.
—Mierda, nada en el segundo piso, tampoco... —sentenció Mike, jadeante, una vez el par de chicos había llegado a la segunda escalinata, en el centro del edificio.
—¿Estás seguro que el infectado está aquí? —preguntó Felix, con dificultad para respitar, mientras se ponía las manos en las rodillas y las usaba como punto de apoyo para descansar
—Llevamos dentro... Cuatro minutos. —agregó el líder, mirando su reloj digital de muñeca que, sorprendentemente, parecía funcionar dentro del limbo. Felix notó que tenía el cronómetro activado. —¡Mierda, F, tú no duras nada! ¡Seguro que ya vas a la mitad...!
—¿¡Johnson, me copias!? —inquirió una conocida voz, proveniente del mismo reloj.
—¡James! ¿Cómo es que...?
—Acabo de entrar. ¿Cuánto tiempo lleváis dentro?
—Cuatro con veinte.
—Salid y descansad. Os relevaré.
Felix no pudo evitar notar que sus compañeros se apresuraban al hablar, intentando ahorrar tiempo. El chico jamás imaginó que unos pocos segundos serían tan valiosos para su club.
—¿Tú solo?
—Arrastraré a Miller y a Parker conmigo. ¿Qué pisos habéis revisado?
—Primero y segundo. Supongo que estás en el segundo, también.
—Afirmativo. ¿Está Flynn contigo?
—Sí. Ha entrado al mismo tiempo que yo.
—De acuerdo, salid pronto. Buen trabajo.
—Suerte.
—Mucha suerte, James. —se apresuró a agregar Felix.
Sin aviso alguno, Mike salió de la zona, convirtiéndose en una inmóvil estatua para su compañero. Con un suspiro de alivio, Felix también abandonó el limbo.
Algo salió mal.
Felix estaba seguro que apenas había pisado su dimensión, cuando experimentó una sensación jamás vivida: supo que había entrado a la zona de nuevo, pero esta vez había sido definitivamente en contra de su voluntad.
Sintió como si alguien estuviese tirando de su estómago, desde adentro, en dirección a su espalda. Después le sobrevino una arcada, pero no pudo expulsar el vómito; también sintió una fuerza invisible que halaba sus extremidades, como si las hubiesen atado a un instrumento de tortura. Intentó gritar, pero la voz simplemente no salía.
Su tormento duró menos de un segundo; tan rápido como llegó, se fue.
Estaba parado en el pasillo del colegio, dentro de la zona una vez más. Mike estaba a su lado, pero no parecía haber experimentado la misma situación que Felix. O eso, o el chico había resistido el dolor.
—James... Cabrón. —se quejó Mike, presionando un pequeño botón de su reloj de muñeca. Sin embargo, el enfado le duró poco, pues sabía que James no les habría arrastrado si no se tratase de una emergencia. El chico, bastante preocupado, no tardó en gritarle al reloj de muñeca—: ¿¡Pero qué ha sucedido!? ¿¡James!?
—Estamos bien. Los tres. —respondió la voz del joven, al otro lado del comunicador.
—Ah, me alegro... —dejó escapar Felix. Muy seguramente, su compañero le había escuchado, puesto que su siguiente frase fue:
—Nosotros no. Encontramos al infectado. Ya se ha transformado.
—¡¡Mike!! ¡¡Nunca había visto algo parecido!! ¡¡Tienes que venir ahora!!
—¿¡Vince!?
—Johnson, Flynn, escuchad. Primero que nada, permaneced siempre tranquilos. No llaméis a Samantha; está en Gimnasia y no sería capaz de llegar antes de que su límite...
Se escuchó un grito. Felix se estremeció al oír a Ethan dejar salir algo parecido a un aullido. Rápidamente, creó un orbe de viento en su mano derecha. Su marca, resplandeciente como un farol, oculta bajo su piel, comenzó a brillar con más intensidad de la normal.
—¡La azotea! ¡Estad preparados! —advirtió James. Su voz denotaba dolor, aunque también parecía ahogada. No, ahogada no; parecía como si algo estuviese apretándole la garganta o el vientre....
—Pero Felix... Sabes que su límite es muy cort...
—¡¡¡Entonces os quedan tres minutos!!!
Mike dejó el comunicador encendido, por si James comenzaba a dar más explicaciones o datos sobre la criatura.
Por suerte, el par de muchachos ya se encontraba al pie de la escalera, por lo que no tardaron mucho en subirla corriendo, y llegar a la azotea, sobre la cuarta planta.
Felix no había visto nada más horrible y espeluznante en su vida. Tenía el mismo color y, a la vista, la misma textura que un Corrupted común. Pero, definitivamente, era mucho peor que estos:
Medía por lo menos tres metros de alto. Era muy delgado como para tener semejante estatura, y su cuerpo, que sostenía sólo un alargado cráneo, se tambaleaba con cada movimiento. Felix no estuvo seguro si la criatura era sólida o líquida, o si se encontraba en un estado intermedio.
No tenía brazos, y en lugar de piernas tenía largos y musculosos apéndices muy parecidos a los tentáculos de un pulpo, a excepción de que estos no tenían ninguna ventosa.
Felix no se molestó en contarlos. Pero estaba muy seguro que superaban los seis, mas no llegaban más allá de los diez. Esto, por supuesto, incluía a los tres tentáculos que mantenían prisioneros a sus compañeros James, Vince e Ethan .
—¡Chicos! —vociferó Felix, delatando así su posición. El infectado le miró con sus aterradores ojos. El iris era de color amarillo, como en un Corrupted cualquiera, pero el resto era rojo sangre. Parecía la mirada de un demonio.
La criatura abrió su boca para dejar salir un rugido. Era una hendidura vertical, como si la hubiesen girado en noventa grados, y exhibía un largo grupo de blancos y delgados dientes.
—¡F, aún podemos traerle de vuelta! —gritó Mike—. ¡Aunque generalmente no son rojos pero... los ojos deben ser completamente amarillos; si no lo están, significa que aún no se ha transformado por completo! —tras mirar de nuevo su reloj, Mike agregó—: Dos minutos cuarenta. ¿Cómo te sientes?
—Mal, ¿qué más puedo hacer? ¿¡Cómo se supone que le mate, rescate a los chicos, tome al infectado y salga de la zona en menos de dos minutos!?
—¡No sé, coño! ¡Tú eres más estratega que yo!
Felix tragó saliva. El tiempo se le escapaba como agua entre los dedos. Necesitaba asestar el golpe final antes de comenzar siquiera. ¿Pero cómo...?
El cerebro de Felix intentó recopilar toda la información y ordenarla en el menor tiempo posible: Dos minutos. Un Corrupted. Tres rehenes, inconscientes. Un compañero. Psiques de aire y fuego. Revólver de tierra. Ocho tentáculos; cinco libres, tres ocupados... Azotea, cuatro pisos, una cerca de dos metros de alto.....
¡Eso era!
Felix se armó de valor y echó a correr. Con las fuerzas que le quedaban, embistió uno de los tentáculos libres. Dejó salir todas sus reservas, moviendo el viento a su alrededor y concentrándolo en un punto. Sólo en un punto.
Se alzó en el aire, llevándose el tentáculo consigo. En un intento de quedarse en el suelo, el infectado soltó a los tres chicos inconscientes y utilizó sus apéndices libres para sostenerse de la barandilla.
—¡¡Mike, dispara a las tuercas!!
Felix no necesitó repetírselo. Mientras su compañero aún avanzaba en el aire, Mike tomó el revólver de tierra, apuntó...
Un click, acompañado de un estruendo y una sacudida. El suelo golpeándole con fuerza, o tal vez él estrellándose contra éste. El más horrible rugido de agonía jamás oído. Felix lo comprendió al instante: ¡La bestia había caído, y nunca mejor dicho!
—¡F! —gritó Mike—. ¡Sal de la zona ahora, yo despertaré a los chicos y traeré al infectado!
El chico asintió con la cabeza. Sin rechistar siquiera, puesto que los músculos le pesaban y le ardían más que nunca, abandonó la zona. No le sorprendió ver a Mike y al resto de sus compañeros a un lado suyo, puesto que, si bien ellos habían permanecido más tiempo en la zona, la distorsión dimensional había hecho ese tiempo imperceptible para Felix.
Jadeante, empapado en sudor, completamente exhausto, Felix se dejó caer al suelo. Se quitó el saco de su uniforme y lo arrojó sin siquiera ver a dónde.
—Le tenemos. —sentenció James. Felix notó que Vince llevaba a alguien cargado en brazos. Su cuerpo era pequeño y delicado, y cabía fácilmente en el hueco entre las extremidades de Vince. Por lo tanto, el chico no se sorprendió cuando Mike corrigió:
—La tenemos.
Mike se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. La sacudió para deshacerse de las minúsculas gotas, y emprendió camino a las escaleras, siguiendo a James, Ethan y Vince.
—Dios, qué cansancio... No me acostumbro. Debí haber entrenado durante las vacaciones, también. —expresó, mientras caminaban. Se quitó el saco y se desabrochó la corbata, además de abrir algunos botones de su camisa.
—¿Cuándo te uniste? —preguntó Felix, con curiosidad.
—Primero de julio; de este mismo año. Pero las clases terminaron unos días después, y salí de la ciudad en el verano.
—Así que... Llevas entrenando lo mismo que yo... —señaló Felix.
—Te llevo dos semanas. Volví antes, ¿sabes? —apuntó Mike, un poco pícaro—. Aunque debo admitir que eres fuerte, F. Sin duda alguna, me superas. Lo que te deja mal parado es tu resistencia.
Felix dejó escapar un suspiro. Mike tenía mucha razón. El tiempo era muy importante cuando se trataba de misiones de rescate, y Felix no contaba con el suficiente. Supuso que Samantha también poseía el mismo problema, así que decidió entrenar con ella una vez el rescate hubiese acabado por completo.
El grupo continuó su descenso hasta llegar al primer piso, donde caminaron en dirección a la enfermería. Varios alumnos se giraban para ver, desde el interior de sus aulas, a los miembros del PP, sudados, con la ropa y cabello desordenado, y con una chica inconsciente en brazos. Felix no podía culparles.
James adelantó a Vince, y se apresuró a llamar a la puerta de la enfermería, lo cual en realidad no hacía falta, pues, como siempre, estaba abierta de par en par.
—Doctor Robinson, soy James. Asunto del PP. —expresó James, haciéndole señas al grupo para que pasara.
—El lugar está vacío, podemos hablar con tranquilidad. —manifestó el médico, quien salía desde la parte de atrás de una de las cortinas—. Que alguien cierre la puerta.
Felix, que iba al final, fue quien obedeció al hombre. No se olvidó de poner el pestillo.
—Ha sido muy extraño, Robinson. —explicó Ethan—. Era más fuerte que los demás infectados. Por suerte, Felix se las arregló para vencerle en unos segundos.
—¿Segundos? Vaya, Felix, te felicito. —dijo Robinson, dedicándole una sonrisa a chico. Este no pudo evitar sonrojarse al ver a sus compañeros mirarle con orgullo y alegría.
—No era una infectada común. Su esclerótica era roja. —subrayó James—. Sabemos que la sangre de los Corrupted’s es negra, ¿así que qué le daba esa tonalidad?
—¿Roja, dices...? —murmuró Robinson. Se frotó la barbilla y cerró los ojos, en profunda meditación.
—¿Sabe algo sobre ese fenómeno, doctor? —preguntó Vince.
Robinson no respondió a la pregunta del chico. En cambio, decidió decir:
—James, llama a tu padre. Vince, deja a la alumna en la cama.
Felix se sorprendió un poco. ¿Era compañera suya? Se preguntó si la conocería, o si por lo menos había coincidido en alguna clase con ella. Decidió acercarse a la cama en la cual Vince la había recostado con suma delicadeza.
Indudablemente era una compañera del colegio, pues llevaba el uniforme puesto: Una delgada chaqueta, siempre cerrada, del mismo color que el saco de los muchachos, con el emblema de la academia, y una falda a las rodillas, también de color azul oscuro.
Vince le acomodó el cabello a la chica, ya que se le había pegado a la piel por el sudor y le cubría gran parte de la cara.
Felix sintió un terrible peso en el estómago. Estuvo seguro que Mike también le había reconocido, pues tenía la misma cara de estupefacción que él. Los chicos no pudieron moverse al ver a su amiga recostada en la cama. Con un hilo de voz, ambos murmuraron al mismo tiempo:
—Michelle...
—¡Ya!
El sudor no se hizo esperar; muy pronto sus ropas se vieron empapadas. Las minúsculas gotas se acumulaban en la punta de sus oscuros mechones, y se precipitaban una vez eran demasiado pesadas para luchar contra la gravedad.
—¡Aaa... Ya!
Volvió a golpear a otro inmóvil muñeco relleno de arena. Sintió la formidable fuerza de su ataque activar sus terminaciones nerviosas y mandar la señal de dolor a su cerebro. Su propio cuerpo reclamaba, le advertía desesperadamente que no se hiciese daño.
—¡¡¡Aaaaaaaah-ya!!!
Con lo que muy pronto se convirtió en su último golpe, rasgó el tercer saco; pero la arena no se dejó arrastrar por la gravedad, y se quedó allí, inmóvil.
El joven no pudo resistir las señales que le enviaba su cuerpo, por lo que decidió sentarse en el tatami antes de perder la fuerza en las piernas.
James Reynolds se quitó la venda que recubría su espinilla. Como siempre, no le había servido de nada, y se había echo jirones con los escasos golpes que había asestado. Contempló con orgullo, aunque con un poco de miedo, la herida que se había abierto en ambas piernas.
Tres golpes con cada una y aún no era capaz de deshacerse de la gran desventaja llamada dolor. Por un momento, intentó tomar las vendas limpias que había dejado en el tatami, pero recordó que debía desinfectarse las heridas, sólo por si las dudas.
Se giró al sentir cómo alguien llegaba caminando a la habitación.
Felix Flynn le dirigó una mirada desaprobatoria y sacudió la cabeza en un gesto de negación.
—No le veo sentido. No le veo sentido alguno. —dijo—. A este paso vas a terminar destrozándote los nervios.
James se levantó con dificultad. Hizo una mueca de dolor al sentir cómo la piel de sus heridas se estiraba, provocando que las espinillas le ardieran tremendamente.
—Ése es el plan. —respondió, devolviéndole una mirada retadora a su compañero.
—Sigo sin entender el propósito de no sentir nada. —Felix se frotó los brazos, en un intento de disminuir el dolor.
Una vez un poseedor de Psique entraba a la zona, su cuerpo hacía todo lo posible para mantenerle vivo. Los músculos se llenaban de ácido láctico al cabo de unos minutos, en el caso de James; pero con Felix, quien apenas había entrenado o luchado en el limbo entre las dos dimensiones, la acumulación de dicha sustancia ocurría en sólo unos segundos.
—¿No lo entiendes? El golpear desde la zona a alguien de nuestra dimensión supondría un ataque mortal. En caso de enfrentarnos con humanos...
—James, esos humanos no existen.
El chico guardó silencio de golpe. Agachó la cabeza, avergonzado, y desvió la mirada. Para Felix, eso era una muestra de sentimientos de lo más dramática cuando se trataba de James.
—Sólo recuerda: Si te rompes la pierna durante tus entrenamientos, te darán de premio unos bonitos clavos y, hala, no más Corrupted’s por ocho semanas.
Acto seguido, Felix abandonó la zona, dejando a James solo.
30 de septiembre... Dos semanas exactas desde que Felix Flynn había sido reclutado como miembro del exclusivo club paranormal PP, Project Psique.
Las razones eran fáciles de explicar, pero difíciles de creer. Port Lagune estaba dividido en dos dimensiones; en una vivimos nosotros y en la otra viven nuestras contrapartes, nuestros reflejos, nuestras sombras: Corrupted’s, como les llamaba el PP.
Los Corrupted’s necesitan alimentarse, como cualquier ser vivo. Pero nada les satisface más que un alma humana. No obstante, no son capaces de penetrar por completo a nuestra dimensión, por lo que se conforman con entrar a un limbo para nutrirse de nuestros sentimientos.
Pero no son los únicos. La evolución siempre hace su trabajo. De vez en cuando, un individuo de Port Lagune puede tener una anomalía genética que le permite controlar un elemento o sustancia a su gusto, ver a los Corrupted’s, y entrar al limbo, comúnmente llamado la zona.
Y Felix era uno de ellos.
—Por lo consiguiente, Vous puede ser usado tanto para objeto directo como para objeto indirecto. Oui? —explicaba la profesora de Francés.
Felix respondió Oui inconscientemente, pero no tenía interés absoluto en su clase de idioma. Estaba más ocupado haciendo garabatos en su libreta.
Era, seguramente, la primera vez que no ponía atención en clase. No obstante, su nueva idea le había absorbido por completo: una bitácora de Corrupted’s. Seguramente los futuros miembros del PP le agradecerían cuando escribiera información sobre las criaturas. Sin embargo, apenas tenía dos míseras entradas escasas de información.
—Corrupted común, Corrupted alado... —leyó, en voz baja. Estuvo seguro que el alumno a su derecha se giró para ver qué había dicho, pero volvió a sus apuntes una vez notó no era importante.
Se escuchó un leve gruñido detrás de él. Al escucharlo, sintió una diminuta, casi imperceptible, molestia en su oreja, señal de que el causante había sido un Corrupted.
Cuando un individuo se encuentra en la zona, el tiempo se ralentiza, a tal grado que parece que no avanza. Un microsegundo en nuestra dimensión equivale a un segundo del limbo, hablando de manera exacta. Por lo tanto, desde nuestra dimensión, lo que ocurre en el limbo no debería poder ser visto o escuchado, pues ocurre con demasiada velocidad.
Sin embargo, el nuevo componente del oído de Felix captaba las veloces ondas de sonido y las manipulaba hasta adaptarlas a la dimensión que atravesaban. El ojo, por otro lado, no era capaz de hacer eso, por lo que Felix sólo distinguía a los Corrupted’s como sombras muy desenfocadas. Por suerte, preferían quedarse la mayor parte del tiempo inmóviles, junto a su humano correspondiente; si fuesen más activas, serían prácticamente invisibles.
Felix giró su cabeza, y pudo ver un Corrupted bastante agitado: sólo era una masa imprecisa, desenfocada y sin forma alguna, señal de que la criatura se hallaba muy excitada. Demasiado, tal vez.
El chico alzó la mano, pidiendo la palabra.
—Oui? —preguntó su profesora.
—Ehhh... Je peux... sortir de... la classe? —preguntó Felix, dudando un poco de sus palabras; después de todo, no era muy bueno en francés. El chico tomó su billetera del bolsillo del pantalón, sacó de ella una pequeña tarjeta y se la mostró a la profesora—: C’est... un... affaire... du PP .
—¿Del PP? —preguntó la mujer, esta vez en inglés.
—Ajá. —respondió Felix, volviendo a guardar su carnet—. Agradecería mucho que me dejase salir de clase.
El joven notó las miradas de todos sus compañeros ir de él a su profesora, y de regreso. Muchos de los presentes estaban impresionados, otros celosos, y algunos simplemente se hallaban curiosos por saber qué derechos tenía el alumo para ser capaz de salir del aula con tanta comodidad.
La profesora obvió la respuesta al encogerse de hombros.
—No tiene sentido ir contra del director, ¿no? —añadió, con un asomo de sonrisa burlona en el rostro.
—Merci beaucoup . —agradeció el chico, tomando, con evidente apuro, sus pertenencias y emprendiendo rumbo a la única puerta y, por consiguiente, salida del aula.
Antes de salir, cabe decir, el chico pudo oír a un compañero suyo preguntar:
—¿Qué es lo que hacen en ese club?
Felix no pudo evitar que una sonrisa llena de orgullo hiciera aparición en su hasta ahora impasible rostro. Sin mirar atrás, comenzó a caminar por el pasillo. Era más que incuestionable que los Corrupted’s se encontraban alterados: para Felix, el lugar no era más sino un espectáculo de sombras y turbias tinieblas.
El chico se apresuró a dejar todas sus cosas en su casillero, no sin antes obligarse a detenerse por la clase de Español de Mike y comentarle sus sospechas.
—No hay duda, algo les molesta o les emociona. —concordaba el chico, a la par que se apresuraba a guardar sus pertenencias—. ¿Un nuevo poseedor, tal vez?
Felix contempló a su amigo. Extrañamente, el brillo de sus ojos se había ido; era como si un Mike más serio le hubiese reemplazado, con la mera intención de prepararle para la batalla.
Recordó que haber visto esos ojos anteriormente. Eran los mismos que Mike había tenido cuando había probado a Felix. Denotaban seriedad, frialdad y, tal vez, un poco de autoridad.
Felix sonrió.
—¿Pasa algo? —preguntó su compañero, tomando un llamativo y grueso libro de su casillero. Felix miró con incomprensión el enorme ejemplar; era demasiado para alguien como Mike. Pero, para su sorpresa, el joven súbitamente lo abrió por la mitad, mostrando así un hueco en su interior, hecho al haber cortado el centro de la mayoría de las hojas.
—Es útil y nadie sospecha... —se defendió Mike, tomando un revólver de tierra del interior del improvisado compartimiento.
—¿No es mejor que vayamos al dormitorio por más...? —Felix se interrumpió al notar que Mike levantaba una mano para detenerle.
—Tenemos el tiempo en nuestra contra. Y por mucho, al parecer. —explicó Mike, impasible—. No podemos desperdiciarlo. Tendremos que arreglárnoslas con esto. Ah, y toma.
Mike le lanzó un lapicero de color negro a Felix. El chico hizo un gesto para comunicar que no entendía la situación, por lo que Mike se apresuró a aclársela mientras cerraba el libro.
—Es un transmisor. Comunicador, radio. Como quieras llamarle. Presiona el botón... Sí, ése que usualmente se usa para sacar la punta. Los lapiceros de los demás miembros les avisaran con una luz parpadeante.
—¿Y qué tiene eso de comunicador? —preguntó Felix, sin perder tiempo en presionar el botón.
—El gancho que se usa para colgarlo de la ropa. Hálalo y actuará como un teléfono. Solamente tienes que ponértelo en la oreja; no es nada complicado, y no levanta sospechas. Ah, para que funcione, el otro o los otros lapiceros deben estar activados también.
Felix prefirió probarlo otro día, por lo que se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Se quitó los zapatos y los cambió por sus deportivos lo más rápido que pudo, para luego guardárlos en su casillero y, finalmente, cerrarlo.
—Bien, rápido. A la zona. —manifestó Mike. Sin embargo, todavía no había terminado la frase cuando tomó a Felix del brazo y le obligó a entrar con él al limbo.
—¿Nos separamos? —sugiró Felix, pero Mike negó de inmediato.
—Lo peor que puedes hacer en caso de un rescate es separarte del grupo. Si te hayas solo con el infectado, puede que te machaque en pocos segundos. Los ya transformados son mucho —Mike alargó la palabra, enfatizando— más fuertes que los Corrupted’s normales.
Felix tragó saliva, nervioso. Consideró sacar su pequeño puñal, pero se lo pensó mejor y prefirió ignorarlo; podría ser más un estorbo que una ayuda.
Mike se puso el dedo índice sobre la boca, pidiendo silencio. Sin hacer ruido alguno, gesticuló con los labios:
—Intenta correr con la punta de los pies. No hagas ruido.
Acto seguido, el joven se colocó en el frente. Sin siquiera girarse, hizo un gesto con los dedos, esta vez para pedirle a Felix que le siguiera.
Se adentraron en la desconocida y ahora aterradora academia. Pese a que la luz era más brillante en la zona, los objetos en sombra eran aún más oscuros, por lo que la zona adoptaba un ambiente estremecedor.
Mike no articulaba palabra alguna. De vez en cuando hacía un gesto para indicarle a Felix, quien corría a unos pasos detrás de él, que iba a detenerse o que debían girar. Si veían o escuchaban a un Corrupted, los muchachos se ocultaban detrás de casilleros o botes de basura, o utilizaban las aulas, abiertas de par en par, como refugio.
—Debemos evitar enfrentamientos innecesarios. —explicaba el chico—. Aunque debo admitir que eso va en contra de mi estilo.
En lugar de ir armados, llevaban sus Psiques “desenfundados”. La mano derecha de Mike siempre se encontraba cubierta por una brillante capa de fuego, aunque el chico lo apagaba en cuanto veía a un Corrupted acercarse. Felix, por otro lado, mantenía un orbe de viento girando en la palma de su mano izquierda.
Los muchachos se encargaron de revisar el primer piso. Omitieron los pasillos por los que Felix y Mike ya habían recorrido antes de entrar a la zona, lo cual les ahorró un valioso tiempo. No tardaron mucho en ir a la siguiente planta, donde cruzaron corriendo cada pasillo y aula.
—Mierda, nada en el segundo piso, tampoco... —sentenció Mike, jadeante, una vez el par de chicos había llegado a la segunda escalinata, en el centro del edificio.
—¿Estás seguro que el infectado está aquí? —preguntó Felix, con dificultad para respitar, mientras se ponía las manos en las rodillas y las usaba como punto de apoyo para descansar
—Llevamos dentro... Cuatro minutos. —agregó el líder, mirando su reloj digital de muñeca que, sorprendentemente, parecía funcionar dentro del limbo. Felix notó que tenía el cronómetro activado. —¡Mierda, F, tú no duras nada! ¡Seguro que ya vas a la mitad...!
—¿¡Johnson, me copias!? —inquirió una conocida voz, proveniente del mismo reloj.
—¡James! ¿Cómo es que...?
—Acabo de entrar. ¿Cuánto tiempo lleváis dentro?
—Cuatro con veinte.
—Salid y descansad. Os relevaré.
Felix no pudo evitar notar que sus compañeros se apresuraban al hablar, intentando ahorrar tiempo. El chico jamás imaginó que unos pocos segundos serían tan valiosos para su club.
—¿Tú solo?
—Arrastraré a Miller y a Parker conmigo. ¿Qué pisos habéis revisado?
—Primero y segundo. Supongo que estás en el segundo, también.
—Afirmativo. ¿Está Flynn contigo?
—Sí. Ha entrado al mismo tiempo que yo.
—De acuerdo, salid pronto. Buen trabajo.
—Suerte.
—Mucha suerte, James. —se apresuró a agregar Felix.
Sin aviso alguno, Mike salió de la zona, convirtiéndose en una inmóvil estatua para su compañero. Con un suspiro de alivio, Felix también abandonó el limbo.
Algo salió mal.
Felix estaba seguro que apenas había pisado su dimensión, cuando experimentó una sensación jamás vivida: supo que había entrado a la zona de nuevo, pero esta vez había sido definitivamente en contra de su voluntad.
Sintió como si alguien estuviese tirando de su estómago, desde adentro, en dirección a su espalda. Después le sobrevino una arcada, pero no pudo expulsar el vómito; también sintió una fuerza invisible que halaba sus extremidades, como si las hubiesen atado a un instrumento de tortura. Intentó gritar, pero la voz simplemente no salía.
Su tormento duró menos de un segundo; tan rápido como llegó, se fue.
Estaba parado en el pasillo del colegio, dentro de la zona una vez más. Mike estaba a su lado, pero no parecía haber experimentado la misma situación que Felix. O eso, o el chico había resistido el dolor.
—James... Cabrón. —se quejó Mike, presionando un pequeño botón de su reloj de muñeca. Sin embargo, el enfado le duró poco, pues sabía que James no les habría arrastrado si no se tratase de una emergencia. El chico, bastante preocupado, no tardó en gritarle al reloj de muñeca—: ¿¡Pero qué ha sucedido!? ¿¡James!?
—Estamos bien. Los tres. —respondió la voz del joven, al otro lado del comunicador.
—Ah, me alegro... —dejó escapar Felix. Muy seguramente, su compañero le había escuchado, puesto que su siguiente frase fue:
—Nosotros no. Encontramos al infectado. Ya se ha transformado.
—¡¡Mike!! ¡¡Nunca había visto algo parecido!! ¡¡Tienes que venir ahora!!
—¿¡Vince!?
—Johnson, Flynn, escuchad. Primero que nada, permaneced siempre tranquilos. No llaméis a Samantha; está en Gimnasia y no sería capaz de llegar antes de que su límite...
Se escuchó un grito. Felix se estremeció al oír a Ethan dejar salir algo parecido a un aullido. Rápidamente, creó un orbe de viento en su mano derecha. Su marca, resplandeciente como un farol, oculta bajo su piel, comenzó a brillar con más intensidad de la normal.
—¡La azotea! ¡Estad preparados! —advirtió James. Su voz denotaba dolor, aunque también parecía ahogada. No, ahogada no; parecía como si algo estuviese apretándole la garganta o el vientre....
—Pero Felix... Sabes que su límite es muy cort...
—¡¡¡Entonces os quedan tres minutos!!!
Mike dejó el comunicador encendido, por si James comenzaba a dar más explicaciones o datos sobre la criatura.
Por suerte, el par de muchachos ya se encontraba al pie de la escalera, por lo que no tardaron mucho en subirla corriendo, y llegar a la azotea, sobre la cuarta planta.
Felix no había visto nada más horrible y espeluznante en su vida. Tenía el mismo color y, a la vista, la misma textura que un Corrupted común. Pero, definitivamente, era mucho peor que estos:
Medía por lo menos tres metros de alto. Era muy delgado como para tener semejante estatura, y su cuerpo, que sostenía sólo un alargado cráneo, se tambaleaba con cada movimiento. Felix no estuvo seguro si la criatura era sólida o líquida, o si se encontraba en un estado intermedio.
No tenía brazos, y en lugar de piernas tenía largos y musculosos apéndices muy parecidos a los tentáculos de un pulpo, a excepción de que estos no tenían ninguna ventosa.
Felix no se molestó en contarlos. Pero estaba muy seguro que superaban los seis, mas no llegaban más allá de los diez. Esto, por supuesto, incluía a los tres tentáculos que mantenían prisioneros a sus compañeros James, Vince e Ethan .
—¡Chicos! —vociferó Felix, delatando así su posición. El infectado le miró con sus aterradores ojos. El iris era de color amarillo, como en un Corrupted cualquiera, pero el resto era rojo sangre. Parecía la mirada de un demonio.
La criatura abrió su boca para dejar salir un rugido. Era una hendidura vertical, como si la hubiesen girado en noventa grados, y exhibía un largo grupo de blancos y delgados dientes.
—¡F, aún podemos traerle de vuelta! —gritó Mike—. ¡Aunque generalmente no son rojos pero... los ojos deben ser completamente amarillos; si no lo están, significa que aún no se ha transformado por completo! —tras mirar de nuevo su reloj, Mike agregó—: Dos minutos cuarenta. ¿Cómo te sientes?
—Mal, ¿qué más puedo hacer? ¿¡Cómo se supone que le mate, rescate a los chicos, tome al infectado y salga de la zona en menos de dos minutos!?
—¡No sé, coño! ¡Tú eres más estratega que yo!
Felix tragó saliva. El tiempo se le escapaba como agua entre los dedos. Necesitaba asestar el golpe final antes de comenzar siquiera. ¿Pero cómo...?
El cerebro de Felix intentó recopilar toda la información y ordenarla en el menor tiempo posible: Dos minutos. Un Corrupted. Tres rehenes, inconscientes. Un compañero. Psiques de aire y fuego. Revólver de tierra. Ocho tentáculos; cinco libres, tres ocupados... Azotea, cuatro pisos, una cerca de dos metros de alto.....
¡Eso era!
Felix se armó de valor y echó a correr. Con las fuerzas que le quedaban, embistió uno de los tentáculos libres. Dejó salir todas sus reservas, moviendo el viento a su alrededor y concentrándolo en un punto. Sólo en un punto.
Se alzó en el aire, llevándose el tentáculo consigo. En un intento de quedarse en el suelo, el infectado soltó a los tres chicos inconscientes y utilizó sus apéndices libres para sostenerse de la barandilla.
—¡¡Mike, dispara a las tuercas!!
Felix no necesitó repetírselo. Mientras su compañero aún avanzaba en el aire, Mike tomó el revólver de tierra, apuntó...
Un click, acompañado de un estruendo y una sacudida. El suelo golpeándole con fuerza, o tal vez él estrellándose contra éste. El más horrible rugido de agonía jamás oído. Felix lo comprendió al instante: ¡La bestia había caído, y nunca mejor dicho!
—¡F! —gritó Mike—. ¡Sal de la zona ahora, yo despertaré a los chicos y traeré al infectado!
El chico asintió con la cabeza. Sin rechistar siquiera, puesto que los músculos le pesaban y le ardían más que nunca, abandonó la zona. No le sorprendió ver a Mike y al resto de sus compañeros a un lado suyo, puesto que, si bien ellos habían permanecido más tiempo en la zona, la distorsión dimensional había hecho ese tiempo imperceptible para Felix.
Jadeante, empapado en sudor, completamente exhausto, Felix se dejó caer al suelo. Se quitó el saco de su uniforme y lo arrojó sin siquiera ver a dónde.
—Le tenemos. —sentenció James. Felix notó que Vince llevaba a alguien cargado en brazos. Su cuerpo era pequeño y delicado, y cabía fácilmente en el hueco entre las extremidades de Vince. Por lo tanto, el chico no se sorprendió cuando Mike corrigió:
—La tenemos.
Mike se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. La sacudió para deshacerse de las minúsculas gotas, y emprendió camino a las escaleras, siguiendo a James, Ethan y Vince.
—Dios, qué cansancio... No me acostumbro. Debí haber entrenado durante las vacaciones, también. —expresó, mientras caminaban. Se quitó el saco y se desabrochó la corbata, además de abrir algunos botones de su camisa.
—¿Cuándo te uniste? —preguntó Felix, con curiosidad.
—Primero de julio; de este mismo año. Pero las clases terminaron unos días después, y salí de la ciudad en el verano.
—Así que... Llevas entrenando lo mismo que yo... —señaló Felix.
—Te llevo dos semanas. Volví antes, ¿sabes? —apuntó Mike, un poco pícaro—. Aunque debo admitir que eres fuerte, F. Sin duda alguna, me superas. Lo que te deja mal parado es tu resistencia.
Felix dejó escapar un suspiro. Mike tenía mucha razón. El tiempo era muy importante cuando se trataba de misiones de rescate, y Felix no contaba con el suficiente. Supuso que Samantha también poseía el mismo problema, así que decidió entrenar con ella una vez el rescate hubiese acabado por completo.
El grupo continuó su descenso hasta llegar al primer piso, donde caminaron en dirección a la enfermería. Varios alumnos se giraban para ver, desde el interior de sus aulas, a los miembros del PP, sudados, con la ropa y cabello desordenado, y con una chica inconsciente en brazos. Felix no podía culparles.
James adelantó a Vince, y se apresuró a llamar a la puerta de la enfermería, lo cual en realidad no hacía falta, pues, como siempre, estaba abierta de par en par.
—Doctor Robinson, soy James. Asunto del PP. —expresó James, haciéndole señas al grupo para que pasara.
—El lugar está vacío, podemos hablar con tranquilidad. —manifestó el médico, quien salía desde la parte de atrás de una de las cortinas—. Que alguien cierre la puerta.
Felix, que iba al final, fue quien obedeció al hombre. No se olvidó de poner el pestillo.
—Ha sido muy extraño, Robinson. —explicó Ethan—. Era más fuerte que los demás infectados. Por suerte, Felix se las arregló para vencerle en unos segundos.
—¿Segundos? Vaya, Felix, te felicito. —dijo Robinson, dedicándole una sonrisa a chico. Este no pudo evitar sonrojarse al ver a sus compañeros mirarle con orgullo y alegría.
—No era una infectada común. Su esclerótica era roja. —subrayó James—. Sabemos que la sangre de los Corrupted’s es negra, ¿así que qué le daba esa tonalidad?
—¿Roja, dices...? —murmuró Robinson. Se frotó la barbilla y cerró los ojos, en profunda meditación.
—¿Sabe algo sobre ese fenómeno, doctor? —preguntó Vince.
Robinson no respondió a la pregunta del chico. En cambio, decidió decir:
—James, llama a tu padre. Vince, deja a la alumna en la cama.
Felix se sorprendió un poco. ¿Era compañera suya? Se preguntó si la conocería, o si por lo menos había coincidido en alguna clase con ella. Decidió acercarse a la cama en la cual Vince la había recostado con suma delicadeza.
Indudablemente era una compañera del colegio, pues llevaba el uniforme puesto: Una delgada chaqueta, siempre cerrada, del mismo color que el saco de los muchachos, con el emblema de la academia, y una falda a las rodillas, también de color azul oscuro.
Vince le acomodó el cabello a la chica, ya que se le había pegado a la piel por el sudor y le cubría gran parte de la cara.
Felix sintió un terrible peso en el estómago. Estuvo seguro que Mike también le había reconocido, pues tenía la misma cara de estupefacción que él. Los chicos no pudieron moverse al ver a su amiga recostada en la cama. Con un hilo de voz, ambos murmuraron al mismo tiempo:
—Michelle...
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Un pequeño extra:
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Felix Flynn con el uniforme de la academia puesto. (Pose dibujada con personaje guía).
Respuestas al lector:
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Jeanne24: ¡Oh, Jeanne ha terminado! Es bueno que te guste la personalidad de Mike, le pongo mucho empeño, y me esfuerzo para convertirle en un personaje cómico.
Sombra: No era un feto, era un emparedado/sandwich. Es un guiño entre un amigo y yo xD (Sí, Mario es un personaje REAL, aunque no fue conservado en formol).
Sombra: No era un feto, era un emparedado/sandwich. Es un guiño entre un amigo y yo xD (Sí, Mario es un personaje REAL, aunque no fue conservado en formol).