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Re: Psique // Primer capítulo en línea

Notapor Zee » Lun May 17, 2010 6:20 pm

Primero que nada, tengo que disculparme por la tardanza. Tuve los exámenes finales la semana pasada, y por una suerte del demonio perdí el capítulo no una ni dos, sino cuatro putas veces la semana anterior a ésa.
Finalmente terminé de escribirlo. Lo he escrito estando ya muy desesperado, así que tiene montones de fallos. Aún así, espero que lo disfrutéis, aunque sea un poco.
Espero críticas~~

Versión Escrita (No habrá PDF por ahora):
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Capítulo 2
Cambios radicales


—Necesito que me acompañes —expresó Mike, con una voz amenazante. Tenía tomado a Felix de la coronilla, y le miraba con unos oscuros ojos que reflejaban peligro.

—¡Mike, ¿qué coño haces?! —gritó Felix, intentando liberarse. Como Mike sólo le sostenía con la mano, no fue difícil. En cuanto el chico logró zafarse, se giró y subió los puños, en guardia.

—Oye, oye —dijo Mike, moviendo las manos de un lado a otro—. Sólo estaba jugando, tío, no te pongas así.

Felix bajó los puños, pero sólo un poco. Miró a Mike con desconfianza, pues parecía que iba a decir algo más:

—Además... ¿Qué clase de guardia es ésa, por Dios? Con una simple patada ascendente te rompo por lo menos cuatro dedos.

Felix siguió a su nuevo amigo, Mike, de regreso al túnel de árboles. El par pasó de nuevo frente al centro de computación, el gimnasio y la cafetería. Ésta última tenía ventanas en dos de las paredes, por lo cual se podían ver a las animadas personas disfrutando de sus alimentos. Con lo poco que Félix pudo ver, supuso que cabrían un poco más de 100 personas en el lugar. Aunque el chico no pudo estar completamente seguro, juraría que también había mesas detrás del edificio.

El par de jóvenes subió de nuevo la escalera que llevaba al túnel y caminó unos diez metros antes de detenerse frente a dos columnas que señalaban una división del camino. Dos pinos adornaban los lados de las columnas, y una señal semi-oculta entre las hojas decía “Teatro”. Si girabas por ese camino, podías ver claramente cómo el túnel de árboles era reemplazado por una especie de cerca formada por arbustos.

—¿Cómo es que no lo vi? —pensó en voz alta Felix, admirando los dos árboles que se encontraban al lado de cada columna.

—Estabas bastante ocupado golpeándome con mi libro —respondió Mike, tomándole de los hombros e incitándole a seguir el camino.

Felix observó con sorpresa el lugar donde se alzaba el auditorio de la academia. De ancho, mediría por lo menos setenta metros. No obstante, Felix fue incapaz de calcular el largo del edificio desde su posición.

Pese a que no se podía ver de qué estaban hechos los muros, Felix supuso que eran de concreto sólido, cubiertos por las gigantescas losas de cantera en el exterior, que iban desde el verde césped del suelo hasta la punta del edificio. Lo que más llamó la atención del chico fue que el muro donde se encontraba la puerta no estaba hecho de ningún tipo de piedra. En realidad, estaba constituido por gigantescos trozos de cristal unidos por soportes metálicos, acomodados limpiamente dentro de un marco de la misma piedra que las demás paredes. Hechas de cristal también, cinco puertas dobles estaban abiertas de par en par, como incitando a entrar a cualquiera que pasara por allí.

—Y allí tienes, F, el edificio que más nos enorgullece: El auditorio —expresó Mike, a espaldas del chico. Caminaron los escasos veinte metros que restaban hasta la entrada del teatro, hasta encontrarse dentro del lugar. Felix dejó salir un “Woa...” al ver que el muro de cristal no estaba en una posición de noventa grados, sino que inclinado hacia afuera.

Felix no pudo decidir qué era más impresionante, si el interior o el exterior del teatro. La parte interna estaba hecha, tal y como supuso Felix, de los bloques comúnmente usados para los muros. Sin embargo, lo que lo hacía tan bello era el mural que lucía tanto en las paredes como la cóncava bódeda.

—¿Dionisio? —preguntó Felix, mirando el mural que exhibía al dios griego, montado sobre lo que parecía un burro, con una copa de vino en la mano, y rodeado por decenas de ménades que sostenían racimas de uvas.

—Efectivamente —confirmó Mike, dándole una palmada a Felix en el hombro, e invitándole a continuar. El chico pasó de largo las taquillas y se metió por una de las dos puertas de madera que llevaban a los asientos y al escenario.

Como en la mayoría de los teatros, los asientos se encontraban divididos en tres grupos. Felix supo después que cada grupo estaba constituido por veinte filas de veinte asientos cada una. Los susodichos eran retráctiles y estaban hechos de terciopelo rojo, dándole al lugar una apariencia muy familiar, resaltada por la mullida alfombra del mismo color.

El escenario había sido, lógicamente, construido por madera. Se alzaba dos metros del suelo, sin contar los otros dos de la zanja artificial donde los músicos se alojaban para así tocar durante la función, casi invisibles para el público.

—¿Qué sucede? —inquirió Felix apenas entró al lugar. Había varios grupos de alumnos caminando de un lado al otro, principalmente en el escenario y la parte tras bambalinas.

—Descuida, es cosa de todos los años —comenzó Mike, guiando a Felix, atravesando el teatro, hasta el escenario. Impulsándose con los brazos, el primero subió a la tarima sin usar las escaleras, cosa que el último sí hizo, sin complicarse. Estando ya arriba, Mike continuó—: El club de teatro es uno de los pocos que se reúnen aún sin que las actividades hayan empezado, pese a que comienzan con la escenografía y el vestuario, solamente; el próximo lunes, cuando empiecen las actividades extracurriculares, será cuando comiencen con las audiciones para los papeles de la obra de este semestre.

—¿Sabes de qué irá? —preguntó Felix, interesándose al ver que un chico examinaba con repugnancia unas medias de color negro.

—De una princesa y un sirviente, o algo por el estilo —respondió Mike, a la par que se metía tras bambalinas. Felix le siguió, tropezándose con un par de cables y recibiendo quejas por ello.

El par de chicos le dio la vuelta al lugar, llegando a la parte del teatro que se encontraba tras el telón, donde se encontraban los camerinos, el vestuario y montones de escenografía. Mike se acercó a un chico y le dijo:

—¡Oye, Joseph! —el chico se giró y miró a Mike con un poco de sorpresa. Ambos se saludaron con un entusiasta abrazo, e intercambiaron algunas palabras sobre sus respectivas vacaciones.

—Amigo, ¿no sabrás dónde está Michelle? —preguntó Mike— Verás, necesito su ayuda… Este tío, F, necesita un cambio. ¡F, ven y preséntate!

Felix soltó un “Oh”, antes de caminar en dirección al supuesto Joseph. El chico le ofreció su mano, y recibió una cálida respuesta.

Joseph era un pelín más alto que Felix; y más fornido, además. Como bien se enteró el chico más tarde, solía ir al gimnasio del colegio frecuentemente. Su cabello, de color negro, estaba cortado casi a ras, como suelen llevarlo los militares, lo cual le hacía parecer alguien rudo, contrario a su personalidad. Por otro lado, se encontraban sus ojos vivaces, negros también, que manifestaban lo amigable que era.

—Michelle está en ese camerino de allí —señaló una puerta que estaba detrás de Mike—, haciendo algunas cosas sobre el vestuario. ¿Es él, Michael? —preguntó Joseph, señalando a Felix sin siquiera mirarle, como si simplemente no estuviese allí.
—Mike —corrigió el chico, antes de decir—: Y sí, es él. Sólo mira su cabello —el muchacho tiró de un mechón del cabello de Felix—. Realmente necesita que Michelle le haga algunos cambios.

Fue entonces cuando Felix descubrió a qué se refería Mike: ¡Le iban a cortar el cabello! Mike no había olvidado el asunto, ¡lo había ignorado y había llevado a Felix directamente a la boca del león! Recordó lo que Mike le había dicho sobre su aspecto cuando se encontraban sentados en la biblioteca: “Tengo una amiga en el club de Teatro... Suelo ir con ella a cortarme el cabello, ¿sabes?

—¡Mike, no! —se negó Felix, intentando retirarse del lugar. Pero Mike fue más rápido, poniéndose detrás de él y empujándolo sin reparo alguno al camerino.

—¡Mike, sí! —se burló éste, dándole el último empujón a Felix. Ambos perdieron el equilibrio con el golpe y se precipitaron repentinamente al interior del camerino. Mike se apresuró a cerrar la puerta tras él, sin olvidar poner el pestillo y agradecer a Joseph con un grito:

—¡Muchas gracias, Joseph!

—¡Cuando quieras, Michael!


—¡Michael Johnson! —gritó una voz femenina, que salía desde algún lugar detrás de un largo perchero, del cual colgaban decenas de disfraces para las obras de teatro habidas y por haber. Había ropa moderna, ropa de la edad media, de la revolución francesa… También varios disfraces, como uno de hechicero, uno de caballo y uno que era de un color verde brillante, tanto que Felix consideró la posibilidad de que fuera un disfraz de alguna verdura.

—¿Pero qué crees que estás haciendo? Entrando al camerino sin permiso algu… —la chica que acababa de salir de su escondite se interrumpió al ver a Felix. No era alta, mediría tal vez un metro y sesenta, y tampoco tenía un cuerpo exuberante, aunque seguramente sí atraía bastantes miradas. Se peinó su liso cabello castaño con las manos, pues lo tenía un poco alborotado, y miró apenada a Felix con sus brillantes ojos miel.

—Ah… —balbuceó, al ver al chico que la miraba con incomprensión. Se sonrojó un poco y miró al suelo, frotándose las manos y moviendo su pie izquierdo, manifestando lo apenada que se encontraba.

Mike se acercó a la chica y la rodeó con un brazo cariñosamente. No de una manera íntima, sino tal y como lo hacían los amigos. Le miró sonriente y le dijo:

—Verás, Mi-Mi… —comenzó a decir Mike, pero fue interrumpido inmediatamente por la chica.

—No me llames Mi-Mi si no quieres que te diga Michael —amenazó, apuntándole con el dedo índice. Mike hizo una mueca, se separó de Michelle y se interpuso entre ella y Félix alzando los brazos y dejándolos caer de nuevo, expresando que se daba por vencido. O por lo menos con esa estrategia…

Mike acarició lentamente a Michelle en la barbilla, lo cual provocó que ésta se estremeciera. El chico acercó peligrosamente a los labios de la muchacha, pero se desvió al último momento y le habló en el oído con un susurro un poco sensual, pese a que no era la palabra más adecuada:

—No querrás que lo haga… Y menos frente a él, ¿no…?

Michelle se tapó la boca con la mano, ahogando un grito, a la par que daba varios pasos hacia atrás. Mike se acercó a ella lentamente, acorralándola contra la pared. La chica retrocedió tanto que parecía que estaba sosteniendo el muro con la espalda. Felix, en cambio, aún seguía parado en el mismo lugar desde que había entrado, lleno de curiosidad.

¿Acaso hay algo entre Mike y Michelle?, pensó el muchacho, preguntándose qué era lo que Mike tenía planeado.

—¡Ah, las cosquillas! —exclamó éste entre risas, a la par que comenzaba a picarle a la chica con la punta de los dedos en el abdomen. Ésta comenzó a reír de manera incontrolable, mientras intentaba apartar a Mike por medio de rápidos manotazos.

—¡¡M-Mi-ike!! ¡¡Pa-a-ara yaaaa!! —pedía entre carcajadas, con los ojos cubiertos de lágrimas. Había parado de darle manotazos a Mike, y los había sustituido por puñetazos poco certeros, que el chico podía esquivar fácilmente al agachar la cabeza o arquearse un poco.

Finalmente Felix decidió intervenir. Con una bien calculada zancada, se colocó detrás de Mike y le picó ambos lados del vientre con los índices. Éste dio un respingo e intentó alejarse de su amigo, entre risas; pero al dar el salto hacia atrás, golpeó a Felix en la barbilla con su hombro, y ambos cayeron al suelo con un estruendo.


—¿Estará bien? —preguntó una dulce voz femenina.

—Me parece, no le golpeé tan duro —respondió otra voz, esta vez perteneciente a un chico.

Felix recordó de golpe quién era y qué hacía. Abrió los ojos sólo para encontrarse con el rostro de Mike cercano al suyo. Soltó un grito e intentó moverse, únicamente para darse cuenta de que era incapaz de hacerlo. ¡Lo habían atado a una silla!

—¿¡Qué habéis hecho!? ¿¡Por qué estoy atado!? ¿¡Qué coño pasa!? ¿¡Cuál es el maldito problema!? ¡Desatadme ya! —vociferó desesperado, moviendo la silla de un lado para otro, en un intento de liberarse.

—¡F, tranquilo! ¡F! —intentaba calmarle Mike en vano.

Felix continuaba moviéndose frenéticamente, provocando que la silla se fuese desequilibrando cada vez más. Finalmente, tras un salto extremadamente alto, una de las patas cedió ante el peso y la silla se desplomó, con Felix encima, inevitablemente hacia el frío suelo.

—¿Habéis visto lo que ocasionáis? —reclamó desde su posición— No sé qué coño intentabais al atarme a una silla, pero si no me desatáis…

Felix se interrumpió repentinamente al sentir que se le metía algo a la boca. Al tener las manos atadas, tosió lo más fuerte que sus pulmones le permitían para expulsar lo que se había tragado.

Lo logró. Sintió algo parecido a una pelusa pegado a su lengua. Con un poco de asco, escupió en el suelo.

—¿¡Cabello!? —exclamó, al ver lo que nadaba repugnantemente en su saliva. Y no era sólo ése, había decenas de montones desperdigados por el suelo. Y, peligrosamente, eran del mismo color que el cabello de Felix.

—¡No! ¡¡No!! —vociferó el chico, agitándose de nuevo en la silla— ¡¡No puede ser que sea mi cabello!! ¿¡¡Pero qué habéis hecho!!?

—F, tranquilízate… —intentó decir Michelle, pero se veía interrumpida por los ruidosos gritos de Felix:

—¡¡…haciendo eso sin permiso!! ¡¡Ya quiero saber qué le vais a decir a…!!

Repentinamente, Mike tomó un espejo de mano, se agachó y se lo puso a Felix frente al rostro.

—¡Te ves bien, tío, bien! ¡Así que cálmate! —exclamó, obligándole a mirarse en la superficie reflectora del espejo.

Lo primero que Felix notó fue que tenía sangre seca alrededor de la comisura de la boca, lo cual evidenciaba que Mike le había golpeado fuertemente la mandíbula. También pudo notar que, mientras se encontraba inconsciente, le habían quitado los anteojos y le habían lavado el gran rasguño que tenía en la mejilla, deshaciéndose además de la tirita.

Su cabello estaba cambiadísimo, el volumen había disminuido considerablemente, lo cual también hacía parecer que el color de su pelo era más claro. Apenas le llegaba a las cejas, y lo habían cortado desvanecido, al igual que el cabello que le caía hasta media oreja. También le habían puesto algún líquido brillante, pues su pelo reflejaba la luz como sólo lo hacía cuando se mojaba.

Mike levantó a Felix del suelo, con un poco de esfuerzo, y se ocupó de desatar los nudos que le tenían inmovilizado contra la silla.

—¿Qué... habéis hecho...? —preguntó, incrédulo, una vez que Mike le había liberado. Se puso de pie y se sacudió los restos de cabello de la ropa, especialmente de la parte trasera de la camisa, donde había una alarmante acumulación, pues el pelo cortado había quedado atrapado entre la espalda del chico y la silla.

Fue Michelle la que lo explicó, hablando con una notable emoción en la voz:

—Primero te empapé por completo y me deshice de los nudos con un peine abierto, y luego te cepillé hasta dejártelo completamente liso. Te quité volumen de la coronilla y te corté las puntas con unas tijeras de degrafilado. Finalmente te puse extracto de semilla de uva y te sequé el cabello. El peinado se hizo por sí solo una vez tu pelo estuvo seco.

—¿Qué me dices ahora, F? —intervino Mike— ¿Confías ahora en Michelle?

—No.

—¿Qué?

—Pero aprecio el hecho de que por lo menos lo hizo bien —respondió Felix, tocándose el cabello, aún incrédulo.

Sin previo aviso, el teléfono móvil de Felix comenzó a vibrar en su bolsillo. Tuvo dificultades para sacar el aparato de su bolsillo, pues estaba demasiado apretado. Presionó un botón y la pantalla se iluminó al instante, mostrando la causa del aviso:
23 Llamadas Perdidas

Ver Salir


—¡Veintitrés! —exclamó Felix, atónito. Les dedicó una mirada de disculpa a Mike y a Michelle, y luego expresó—: Tendréis que… perdonarme, pero me parece que mis padres me buscan con desesperación.

—Hasta luego —se despidió Michelle.

—Nos vemos —dijo Mike, agitando la mano.


Felix soltó un gran suspiro una vez se lanzó en su mullida cama. Había tenido mucho para haber sido el primer día.

Había llegado tranquilamente a su casa, después de quince minutos de viaje en autobús, para sólo recibir una regañina por parte de sus padres por haberse cortado el cabello sin permiso y haber perdido sus gafas, además de que no les había respondido las llamadas. Afortunadamente, sus padres prometieron comprarle unas más delgadas o, si lo deseaba, unos lentes de contacto.

La familia de Felix era de lo más normal, excepto por el hecho de que se veían obligados a mudarse cada año. Sus padres rondaban los cuarenta y cinco años; su madre se ocupaba de la casa, mientras su padre trabajaba la mayoría del tiempo, a excepción de las noches y el domingo, además de contar con una pobre hora y media para comer durante el mediodía.

Felix tenía un hermano y una hermana; mayor y menor, respectivamente. Su hermano mayor, Kyle, ya no vivía en casa, pues se había ido a estudiar la universidad. Cuando vivía allí, constantemente competía contra Felix en todo, ya fuesen deportes, resultados académicos, e incluso cosas sin importancia. Por ejemplo, el chico atesoraba un recuerdo de cuando él y Kyle habían competido para ver quién comía más en un buffet. A pesar de todo, los dos hermanos llevaban una buena relación, y sus competencias jamás se convertían en peleas.

Lo contrario sucedía con su hermana menor, Lily, con quien tenía discusiones constantes. La chica, de apenas trece años, pasaba por esa etapa en la que se está en contra de todos. Si no peleaba con sus padres, generalmente por no conseguir lo que quería, se empeñaba en molestar a Felix, a quien solía llamarle “Espécimen”. A Kyle, en cambio, le llamaba simplemente “Neandertal”.

Su casa, por otro lado, no era pequeña, pero tampoco demasiado lujosa. Era perfecta para la familia de cinco personas... excepto por el hecho de que Felix se veía obligado a dormir en una habitación que seguramente había sido construida como una bodega, pues era demasiado pequeña para el chico. Habían tenido que desarmar la cama, meter las piezas y armarla de nuevo en la habitación, pues era imposible maniobrar con ella en el cuarto. Pese a esto, el chico se animaba pensando que, una vez estuviese bien acomodado todo, podría mudarse a la ahora vacía habitación de Kyle.


—Felix, cariño, ¿podrías venir, por favor? —llamó su madre desde otra habitación. El chico solto un bufido, cerró el cuaderno en el cual estaba haciendo sus deberes, y se dirigió a la habitación de sus padres.

—¿Sí? —preguntó una vez que estaba allí. Tanto su padre como su madre le miraron con sus oscuros ojos color marrón, contrariamente a los de Felix, que eran verdes. Toda su familia tenía los ojos del mismo color, incluyendo a Kyle y a Lily. Consideraban a Felix la oveja negra, debido al hecho de que no tenía mucho parecido con sus padres. Muchas veces Lily le decía que era adoptado, pero el chico se consolaba diciendo que era simplemente un gen oculto que se había manifestado sólo en él.

—Hijo... Te tenemos muy malas noticias —expresó su padre. Acompañadas por su serio tono de voz, aquellas palabras no dejaban lugar a otra cosa: algo malo estaba por venir.

—¿Ocurre algo? —preguntó Felix, con un nudo en la garganta que le impedía respirar bien.

—Verás... La mudanza nos ha dicho que...

—...se han perdido varias cajas. Entre ellas tus cosas —terminó su madre.

—¡Qué! —gritó Felix, estupefacto y furioso a la vez— ¿¡Y qué ropa se supone que usaré!?

—La que Kyle no se ha llevado a la universidad —respondió su padre.

—Los de la mudanza nos han dado una compensación, así que este fin de semana, cuando tengamos tiempo, iremos a comprarte la ropa que quieras. ¿Está bien?

—Vale, vale —respondió Felix, enfadado, antes de marcharse a su habitación.


[Nota del Autor: Mientras escribía esta escena, escuchaba ESTE tema. Espero que os ayude a meteros en la historia, tal y como lo hizo conmigo]
—Mi vida es cada vez más desesperante —murmuró Felix para sí, ya más tarde, mientras se preparaba para dormir. Miró por la ventana que estaba al lado de su cama, admirando la tranquilidad de la calle nocturna.

Fue aquella noche cuando les vio por primera vez. Eran negros, negros como la nocturna infinidad que les rodeaba. Y como la misma luna que colgaba en aquella bóveda, decenas de amarillos ojos le miraron. Medirían aproximadamente dos metros y medio, pero debido a que iban encorvados y con las piernas flexionadas, no superaban la altura de un hombre normal.

Le aterraron sus brazos. Eran desiguales al resto de sus cuerpos; los balanceaban como péndulos, de una manera espeluznante y casi asquerosa. El dorso de sus manos rozaba el suelo, y sus oscuras garras al unísono provocaban un chirrido que paralizó a Felix.

Felix observó a las sombras y las sombras observaron a Felix hasta que el chico cayó dormido.

A la mañana siguiente, el joven ya había olvidado todo.


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Carlos Sobera (Habimaru/Reiji).- Estoy muy agradecido contigo por haberlo leído, amigo. Ahora me toca a mí leer Sekai~~
Sombra.- La respuesta está en las preguntas frecuentes.
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Re: Psique // Segundo capítulo en línea

Notapor Sombra » Lun May 17, 2010 9:46 pm

-De una princesa y un sirviente, o algo por el estilo —respondió Mike, a la par que se metía tras bambalinas. Felix le siguió, tropezándose con un par de cables y recibiendo quejas por ello.
Me suena jajaja.

Me gustó el capitulo aunque me da pena que al pobrecillo le pase de todas cosas malas...Es un poco gafe. La única critica es la aparición de aquellas "sombras encorvadas" del final. La acción fué para mi gusto demasiado rapida.
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Re: Psique // Segundo capítulo en línea

Notapor Zee » Mié May 26, 2010 6:58 am

Capítulo 3 - Versión escrita:
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Capítulo 3 – Miedo :

Felix suspiró una vez arrojó su mochila al suelo y se dejó caer en su silla, la cual, como siempre, era la que estaba en la esquina del aula.

Apoyó sus brazos en la mesa de laboratorio, no sin antes hacer a un lado algunos recipientes, y recostó la cabeza entre ellos, intentando descansar un poco. El sonido de los ventiladores de techo le arrulló y le hizo adormecerse.

Aún le quedaban quince hermosos minutos para dormir. El ruido de sus compañeros lo despertaría; y si no lo hacía, seguramente la campana se encargaría de ello. Pero no debía arriesgarse. Sólo descansaría los ojos un momento…


Felix no supo si estaba cayendo o estaba subiendo, pero le agradó la sensación de ingravidez que le rodeaba. Tan envolvente y tan pura, la oscuridad de su alrededor le acogía como los brazos de una madre.

Quería quedarse allí para siempre. No le importaba si se quedaba levitando en la infinita oscuridad eternamente. No saldría jamás.
Un ruido rompió su delgada burbuja de tranquilidad. Enfadado por haber sido arrastrado de su ensimismamiento, Felix se puso de pie. No se dio cuenta de que se había parado sobre una superficie sólida hasta que ya había dado varios pasos; eso le irritó mucho más, pues ahora no podría regresar a su relajante ingravidez.

De nuevo el ruido. Lo primero que se le vino a la mente a Felix cuando lo escuchó fue una piedra de afilar, porque a eso le recordaba el sonido. Era como si alguien estuviese frotando un metal contra otro. Furioso, Felix dio el siguiente paso.

El suelo se resquebrajó. En algún sitio debajo de Felix había algo brillante, pues el chico veía las grietas tan resplandecientes como si fuesen ellas mismas las que emanaban la luz. El joven tuvo miedo de dar el siguiente paso, temeroso de que el piso cedería ante su peso. No obstante, lo hizo, y no hubo resultado alguno.

Soltó un suspiro de alivio. Sin embargo, todavía no había dado el siguiente paso cuando, de la nada, su supuesto suelo se convirtió en líquido, y engulló a Felix por completo. Sorprendentemente, notó que podía respirar bajo la superficie, así que no le importó y se dejó llevar.

Por alguna razón, sintió temor. Intentó ascender, pero por más que agitaba los brazos y las piernas, se veía incapaz. Continuaba descendiendo, lentamente, independientemente de cuánto se moviera.

Soltó un gruñido cuando tocó algo sólido con los pies, perdió el equilibrio y cayó de bruces. Un “Woa” de asombro salió de su boca cuando vio su entorno: Era una cueva; no, una gruta que medía por lo menos cien metros de diámetro. Brillaba con unba fantasmal luz azul que provenía de las paredes, las cuales estaban recubiertas por colonias de hongos que producían bioluminiscencia.

Estaba parado en el borde de una isla de unos cuarenta metros de diámetro, rodeado por el agua más limpia que había visto jamás. Podía ver el fondo, que también estaba cubierto por colonias de hongos, y le llamó la atención una roca del tamaño de la llanta de un auto. Era lo más brillante que se veía en la caverna, a pesar de que no la había tocado ni un solo hongo. La luz venía de su interior y se colaba por diminutos poros de la superficie, se veía refractada por el agua, e iluminaba gran parte del techo de la caverna.

La roca se rompió sin previo aviso. Sin tiempo para poder moverse, Felix vio como una criatura se lanzaba hacia su rostro y…



—Veo que estás cansado, Felix. —le murmuró una chica al oído, a la par que le golpeaba la coronilla con un libro. Felix se sobresaltó y se irguió en su asiento, golpeando fuertemente la mesa con la palma de las manos cuando intentó levantarse.

—¿Una pesadilla? —preguntó la joven. Sin siquiera mirarla, Felix asintió con la cabeza. Respiraba muy agitado, y le temblaban las manos. Se midió el pulso al ponerse dos dedos en el cuello, y notó que estaba bastante acelerado.

Una vez decidió que todo estaba bien, respiró hondo y decidió mirar a quien le había hablado. No se sorprendió mucho cuando vio a una de sus compañeras, Vanessa, sentada en la segunda silla de la mesa.

—Muchas gracias por despertarme. —dijo Felix.

—¿Fue eso sarcasmo? —preguntó Vanessa, un poco ofendida. Felix, apenado, agregó de inmediato:

—¡No, para nada! —desvió la mirada de su compañera, intentando ocultar lo avergonzado que se encontraba. Después de todo, le había encontrado dormido en la mesa del laboratorio—. Te lo agradezco, de verdad. No hubiera sido agradable si la Sra. Jones me hubiera encontrado dormido. —añadió el chico, cuando en realidad le agradecía por haberle sacado de aquella macabra pesadilla.

La Sra. Jones era la maestra de Química de Vanessa y Felix. Era la primera hora de clase de los chicos, a las 7:00 am; una de las particularidades de la academia era que comenzaba las clases una hora más temprano que el resto de las escuelas. Por lo tanto, los alumnos podían salían de clases a las 2:00 pm, dándoles más tiempo para dedicarse a sus actividades extracurriculares.

—A mí tampoco me hubiera gustado. —agregó Vanessa—. Recuerda que compartimos la nota. No me gustaría una “F” en mi tercer día.

Felix se golpeó la frente con la palma de la mano. Había sido irresponsable de su parte el haberse dormido. Si se ganaba una regañina, Vanessa también lo haría, como su compañera de laboratorio.

Desde que los habían puesto en la misma mesa, Vanessa siempre se comportaba amigable con Felix. Tenían las siguientes dos clases, Trigonometría y Gimnasia juntos, además, por lo que su relación estaba muy cerca de convertirse en una fuerte amistad.

—¿Qué hora es? —inquirió el chico, sin esperar ninguna repuesta en realidad, pues miró la hora en su teléfono móvil. No obstante, le llamó más la atención el anuncio que le notificaba de un nuevo mensaje de texto.

—¿Has decidido optativas y clubes? Viernes, último día. Te veo en libre, ahora tengo Sr. Green. Mike —leyó Felix en voz alta.

—Oh, es cierto, yo tampoco me he anotado. —señaló Vanessa—. ¿Te apuntarías conmigo a Arte? —acto seguido, Vanessa se acomodó su lacio cabello de una manera exagerada—. Quién sabe… Tal vez sirva de modelo.

Antes de que Felix pudiese responder al comentario de Vanessa, el alargado Ring de la campana anunció el inicio de las clases. Como si hubiese estado esperando el momento ideal, la Sra. Jones entró al aula justo cuando la campana paró de sonar. Con sumo cuidado, colocó su maletín en su escritorio, se sentó, y tomó un bolígrafo y una hoja de papel.

—Ashwill, John. —llamó la profesora. Una vez obtuvo un “Aquí” por respuesta, hizo una pequeña marca en la lista de asistencia. No tardó mucho en decir el resto de los nombres escritos en la hoja; y en cuanto lo hizo, se puso de pie y dijo simplemente:

—Las instrucciones están en la pizarra. Ya podéis comenzar.


Después de dejar los libros que ya no usaría en el día y de coger los correspondientes para las siguientes clases, Felix cerró su casillero. No lo había abierto en los primeros dos días, pero el creciente peso en su mochila le había obligado a hacerlo.

Apenas iba a dar la vuelta por el pasillo, pues su casillero era el último de la fila y terminaba en el borde del muro, cuando Mike apareció súbitamente detrás de él.

—¿Cómo te va, F? —preguntó, a la par que introducía la combinación en el segundo casillero más cercano a Felix.

—Bien, creo. —respondió, un poco desconcertado por la repentina aparición de Mike—. ¿Tu casillero estaba aquí? —añadió.

—No. Se lo cambié a una chica. —respondió el muchacho, guardando varios libros en la mochila.

—Gracias por reducir mis posibilidades de citas. —expresó Felix, sarcástico. Luego recordó que quería preguntarle algo a Mike, así que agregó—: ¿Por qué no fuiste a Gimnasia? Me parece haberte visto en mi grupo el primer día.

Antes de responder, Mike cerró su casillero y comenzó a caminar por el pasillo. Inseguro, y un poco asustado por quedarse solo, Felix siguió a su compañero.

—Sí, primer día de Gimnasia. En idioma Mike, “último día de Gimnasia”.

—Pero… Eso significa que suspenderás la asignatura.

—Nah. —negó el chico—. Mientras tenga buen desempeño en mi club, Gimnasia es opcional para mí.

De repente, Mike se paró en seco. Chasqueó los dedos y alzó la mano, haciéndole a Felix la señal para que detuviera también.

—Eso me recuerda, F, no te has anotado a nada. Un club y una optativa son necesarios, y si no te apuntas, te inscriben a uno al azar. ¿Conoces a Rick Grisson?

—No, en realidad no.

—Bueno, el punto es que el chico no eligió ningún club, ¿y sabes qué pasó? ¡Lo metieron a Ballet!

—¿Es eso posible?

—Hasta que llegó Rick, no lo era. En fin, vamos a inscribirnos a algo.

El par de muchachos caminó por varios pasillos y bajó dos pisos, hasta llegar donde estaban los tablones de anuncios.

Había una gran multitud de estudiantes, ansiosos por inscribirse, y preocupados por perder la plaza. La gran mayoría se empujaba y gritaba entre ellos, y entre tanto desorden, terminaban por molestar o incluso hacer daño a otras personas que no tenían interés y que sólo pasaban por allí.

Felix y Mike tardaron un poco en llegar al centro, mediante empujones, golpes y codazos. Una vez alcanzaron los bolígrafos, examinaron las decenas de hojas, las cuales se veían sostenidas por solitarias tachuelas.

—El deportivo es obligatorio, F.

—Si el club también lo es, de todos modos, no tengo más elección que entrar a uno deportivo. —acto seguido, el chico escribió, cabe decir que con mucha dificultad, “Felix Flynn” en la lista que leía “Atletismo”.

—Te recomiendo entrar a una optativa simple y de nota fácil de conseguir. Fotografía, por ejemplo. —añadió Mike, viendo con atención una hoja.

—Cocina me llama la atención. —comentó Felix, mirando con curiosidad el pequeño grupo de personas que se había inscrito, compuesto, hasta el momento, únicamente por chicas.

—¿¡Qué!? —exclamó Mike, soltando de golpe su bolígrafo y tomando a Felix por el cuello de la camisa— ¡Cocina es para chicas, gays reprimidos y huérfanos!

Ante este comentario, varias personas miraron a Mike con enfado, otras lo hicieron ofendidas, y algunas con curiosidad, seguramente preguntándose quién era el idiota que había gritado semejante insensatez.

—Tú no tienes respeto... —murmuró Felix, mientras se soltaba de Mike—. Cocina será, pues. —dicho esto, el chico anotó su nombre en la lista.

—¡F!

—Ya, ya, no es para tanto. Ahora... Me gustaría entrar a algo cultural. —pensó Felix en voz alta, mirando las listas en dicha clasificación.

—Con dos clubes no tendrás tiempo de hacer nada. —comentó Mike, mirando con curiosidad también las hojas.

—Me las arreglaré. —tras esto, Felix puso con decisión el bolígrafo sobre la hoja de Teatro. Sin embargo, vio de reojo cómo Mike anotaba algo en una hoja y rápidamente se apartaba de ella. Ante su sospechosa actitud, Felix preguntó¬—: ¿A que te has inscrito?

—¡A nada! —negó Mike, intentando cubrir las hojas con su propio cuerpo. Felix, sin embargo, se las arregló para apartarlo y mirar las listas que intentaba esconder:

—¿Canto? —inquirió Felix, una vez vio el nombre “Michael Johnson” en la hoja correspondiente.

—¡¡No, no, no!! ¡Debí equivocarme de lista! ¡Yo buscaba...! ¡¡Fútbol!!

—Las hojas deportivas están del otro lado, Mike. —señaló Felix, con una sonrisa burlona en el rostro. Mike se ruborizó y desvió la mirada. Felix solamente soltó una risa y se dispuso a anotarse en la hoja que había visto hacía sólo unos segundos.

—Mike, ¿te gustaría entrar a Teatro conmigo?

—No, no creo que se...

—Oh, Michelle está en Teatro, lo había olvidado. —interrumpió Felix, una vez vio su nombre en la lista.

—No dudes en apuntarme.


El par de muchachos apenas se disponía a dejar el lugar cuando Felix, girándose para ver una vez más y comprobar que había elegido bien, notó algo que le llamó la atención, y se detuvo en seco.

Al lado izquierdo del tablón de anuncios más alejado había una vitrina cerrada con llave. Era pequeña, así que no pudo considerarlo un tablero más, pero notó que aún así exhibía una hoja de papel.

Felix, como atraído por semejante curiosidad, volvió a meterse entre la multitud de alumnos y se acercó a la pequeña vitrina. Un estudiante notó a Felix, y se apresuró a decirle:

—Ni lo intentes. Es un club exclusivo, necesitas invitación para unirte.
Y nadie sabe en qué consisten los requisitos, o que se hace en él.

—¿De verdad...? —inquirió Felix. Como supuso, la vitrina estaba cerrada con llave. Moviendo la cabeza un poco para evitar el reflejo de la luz en el cristal, Felix leyó la supuesta lista.

“PP”, era todo lo que decía por título. Tenía muy pocos miembros, pero, al contrario que las demás listas, éstos estaban escritos a computadora, y no con la tinta de un bolígrafo. Felix empezó a leerlos en voz alta:

—James Reynolds, Ethan Parker, Samantha Parker, Vince Miller... ¿¡Michael Johnson!?

Felix se giró de inmediato, sólo para encontrarse con que Mike ya se encontraba detrás de él. Por alguna razón, había cambiado su usual pícara actitud por una increíble serenidad. Una serenidad que Felix ya había presenciado antes, durante la tarde de primer día de clases...

—Ya lo has visto, ese es mi exclusivo club. —expresó Mike, seco. Felix, al no saber cómo reaccionar, se quedó boquiabierto.

—Quién sabe... —comenzó Mike, de nuevo, mirando sospechosamente a todas direcciones—. Puede que seas miembro algún día.

Como si se lo hubiese pensado mejor, Mike volvió a mirar a su alrededor. Súbitamente, tomó a Felix de la coronilla y le obligó a mirarle a los ojos. Felix se asustó de su amigo por segunda vez en los pocos días que llevaban en la academia.

—Pensándolo bien, creo que no lograrías hacerlo —comentó Mike, soltando de golpe a Felix; el cual, de la sorpresa, cayó de sentón al suelo y se quedó allí, mirando atónito a lo que había reemplazado a Mike.

Como si nada hubiese sucedido, Mike chasqueó los dedos, señaló a Felix y le dijo sonriente:

—¿Sabes que hoy en la mañana tuve Química con el Sr. Green? Descubrí las desventajas de no poner atención a las instrucciones... No me pasó nada grave; pero, a mi compañero, Mark, sí.

—Deberías estar un poco arrepentido... —murmuró Felix, poniéndose lentamente de pie, y mirando todavía a Mike con desconfianza.

—Estuve muy arrepentido, pero luego vi cómo funciona el baño químico. ¡Es asombroso! En fin, ¿te apetece ir a la cafetería por algo de comer? Si nos apresuramos, no llegaremos tarde a Idioma... Elegiste Francés, ¿no? Yo entré a Español, sabes...

Felix se frotó la cabeza antes de seguir a Mike. Seguramente a causa del golpe, había empezado a dolerle. Sentía una especie de presión en los oídos, como si estuviese en el fondo de una piscina, o como si alguien le apretara las orejas con fuerza.

También se frotó las pupilas. La luz había comenzado a molestarle en las pupilas y, como si el mundo fuese un caleidoscopio, la iluminación disminuía en algunos lugares y aumentaba en otros, creando así un espectáculo de sombras.

Ignorando la molestia, Felix siguió a Mike hasta la salida del edificio. Ya vería a la enfermera luego.


Tras una reparadora siesta en su casa, Felix tomó un autobús de regreso al colegio, pues tenía la intención de asistir al club de Teatro ese día.

Después de elegir bien su horario extracurricular, Felix había decidido asistir a Teatro los lunes, los miércoles y los viernes, a las cinco. El mismo horario sería para su club de Atletismo, a excepción de que éste sería los martes y los jueves. No obstante, el último iniciaría las prácticas hasta la siguiente semana.

Ahora el chico se encontraba caminando en el túnel de árboles, a punto de girar y caminar por la vereda que lo llevaría al auditorio. Sin embargo, antes de que pudiese hacerlo, la cabeza comenzó a dolerle una vez más.

Se frotó las sienes, en un intento por disminuir la molestia, pero sólo consiguió darse cuenta de lo sensible que se encontraba. Apenas se toco la cabeza, el dolor aumentó tanto que le hizo quejarse en voz alta. No obstante, volvió a disminuir cuando retiró las manos.

Nervioso, el chico emprendió el rumbo hacia el auditorio, que estaba tan activo como lo había estado el primer día. Esperando encontrarse con Mike o con Michelle, abrió una de las puertas de madera y pasó a la zona del escenario.

Se detuvo en seco, pues notó decenas de miradas observándole. Alrededor de cuarenta muchachos, sentados en las primeras filas, se habían girado para ver quién había entrado.

—Emm... —balbuceó el chico, al ver que una mujer de cincuenta y pocos años le miraba a través de unos voluminosos anteojos desde el escenario. Dando por hecho que era la maestra, añadió—: Perdón, ¿llego tarde?

—En absoluto, señor... —dijo la profesora, esperando que Felix terminara la frase por ella.

—Flynn, Felix Flynn. —expresó Felix.

—Tome asiento, señor Flynn. Esperaremos un poco más y comenzaré a darles sus tareas del día, ya que aún no empezamos con las audiciones.

Felix obedeció y caminó hacia las primeras filas, buscando a Michelle con la mirada. Hubiera buscado a Mike, pero después del incidente durante el almuerzo, no tenía muchas ganas de verle. Hubiera ignorado el hecho si hubiese sido la primera vez, pero no lo era; además de que Mike no había dado ninguna explicación, contrariamente a como lo había hecho el lunes.

“Sólo estaba jugando, tío, no te pongas así.”, recordó que había dicho. Sin estar muy convencido de que hubiese sido lo mismo esta vez, tragó saliva y decidió ignorar a Mike. Sólo por ese día.

Finalmente vio a Michelle sentada en la primera fila. Seguramente había sido de las primeras personas en llegar, pues su afición por el teatro era obvia. A sabiendas de que no podría sentarse con ella, ya que no había asientos vacíos, Felix decidió sentarse en el último asiento libre de la segunda fila.

Para su sorpresa, se encontró con Joseph, el chico que había conocido el lunes. Tardó un poco en reconocerle, pero en cuanto lo hizo se apresuró a saludarle.

—Hey, hola, Joseph. —dijo Felix.

—Hola, F. —saludó éste. Felix se sorprendió un poco al darse cuenta que alguien además de Mike y Michelle le llamaba “F”—. Veo que Michelle sí te cortó el cabello, ¿eh?

—Contra mi voluntad, pero sí —rió el muchacho.

—No sabía que te gustara el teatro —opinó Joseph.

—En realidad sólo me llamó la atención cuando vine aquí el lunes. No soy un aficionado, pero sí me gusta un poco...

—Pues te irá “des-gustando”, porque con esta señora...

—Y ahora, veremos qué es lo que mantiene tan viva la conversación entre el Sr. Flynn y el Sr. Robson —expresó la profesora, con un tono de voz bastante alto, lo suficiente para que todos se giraran y miraran con expectación al par de chicos.

Ambos muchachos, apenados, dijeron “Lo siento” al unísono, pero la profesora insistió en que comentaran de que estaban hablando, por lo que no tuvieron más remedio que, o decirlo, o mentir.

—Verá, profesora... —comenzó Joseph— Emm... Estábamos... ¡Felix le dirá!

Felix se sorprendió y dejó salir un fuerte “¿¡Eh!?”. Balbuceó un poco al notar las miradas de todos clavadas en él, pero finalmente pudo decir:

—Estábamos hablando de... de que... me... ¡Me encantaría tener el papel protagónico!

Hubo un incómodo silencio, apenas roto por los susurros, e incluso risillas, de algunos de sus compañeros. Felix no pudo evitar notar la mirada penetrante de su maestra; se había quitado los anteojos para verle mejor, y éstos ahora descansaban sujetos por una delgada cadena que llevaba alrededor del cuello.

—Esto —comenzó la profesora—, esto es lo que quiero de mis alumnos. ¡El Sr. Flynn es, sin duda, un gran ejemplo a seguir! ¡Usted, usted es un estudiante modelo! ¡Sin duda alguna!

El resto del martes transcurrió sin muchos acontecimientos interesantes. Tras la hora del almuerzo, Felix no se volvió a encontrar con Mike. Al igual que en Gimnasia, también estuvo ausente en la segunda hora en la que coincidían, Historia, sin razón aparente. F en el fondo agradecía no habérselo topado, puesto que las cosas se habrían tornado bastante incómodas y difíciles para él. Sospechaba que el extraño comportamiento de “su amigo” tenía algo que ver con el tal Proyecto Psique, pero no podía estar tan seguro. Michael no era aquel tipo de persona que conservaba secretos, sino aquél que los restregaba en la cara para sentirse algo importante.

Felix volvió a casa en autobús a la hora de la comida. Su madre hizo verduras en mantequilla y pollo en salsa de champiñón ese día, algo que sin duda era más apetecible que lo que el cocinero llamaba “Sopa para la resaca”; luego tomó una reparadora siesta de una en el sofá, sin siquiera quitarse el uniforme, para despertar una hora antes de su club de teatro. Sin nada mejor que hacer, el chico pasó el tiempo libre viendo caricaturas en la televisión. De nuevo, recorrió los diez minutos hasta la academia en transporte público.

Después de haber elegido bien su horario extracurricular, Felix había decidido asistir a Teatro los martes y los jueves a las cinco de la tarde y terminar alrededor de las seis y media o siete, para luego volver a casa a cenar y hacer los deberes. El resto de las tardes las dedicaría a su club de atletismo, el cual iniciaría la próxima semana, aunque por un tiempo más corto.

Tras llegar al colegio, el muchacho siguió el camino que lo llevaría al Túnel, sendero que ahora le resultaba extrañamente familiar y cotidiano, a sabiendas de que lo recorrería muy seguido durante todo el año escolar.

Felix se frotó las sienes en un intento por disminuir la pequeña molestia que había tenido desde que había terminado las clases. Pese a que había tomado algo para la cabeza y había dormido una hora y poco más en su casa, el dolor no se había ido por completo. De hecho, ahora que lo advertía, parecía estar más sensible que antes: apenas se frotó la frente, una fuerte punzada lo asaltó, y debido a ello se quejó inadvertidamente en voz alta. Cuando apartó la mano, la molestia disminuyó una vez más.

Intentando restarle importancia al asunto, Felix continuó su rumbo hasta el auditorio, que parecía estar tan activo como lo había estado el día anterior. No tardó mucho en encontrarse en el interior, frente a las puertas de madera. Entusiasmado, mas sin saber por qué, empujó una de ellas y pasó a la zona de butacas.

Se detuvo en seco. Notó decenas de cabezas girarse al mismo tiempo en dirección suya y sus respectivos ojos posarse en él. Alrededor de cuarenta estudiantes, sentados en las primeras filas, se habían volteado, curiosos, para saber quién había entrado.

—Emm... —balbuceó el chico, al ver que una mujer de cincuenta y pocos años le miraba a través de unos voluminosos anteojos desde la parte escenario. Dando por hecho que era la maestra, añadió—: Perdón, ¿llego tarde?

—En absoluto, señor... —negó la profesora, esperando que Felix terminara la frase por ella.

—Flynn, Felix Flynn

—Tome asiento, señor Flynn —ordenó. Luego, como si sencillamente no hubiese ocurrido nada, agregó para los estudiantes—: Esperaremos un poco más y comenzaré a darles sus tareas del día. El resumen y presentación de la obra de éste año será el viernes, y comenzaremos con las audiciones el miércoles.

Felix obedeció a su profesora y caminó hacia las primeras filas, buscando a Michelle con la mirada. Hubiera buscado a Mike, pero después del incidente durante el almuerzo, no tenía muchas ganas de verle. Hubiera ignorado el hecho si hubiese sido la primera vez, pero no lo era; además de que ésta vez el chico no había dado ninguna explicación, contrariamente a como lo había hecho el lunes.

“Sólo estaba... ¡Ay, jugando! No te pongas así...”, recordó que había dicho. Sin estar muy convencido de que hubiese sido lo mismo esta vez, tragó saliva y decidió continuar ignorar a Mike. Sólo por ese día.

Finalmente divisó a Michelle sentada en la primera fila, escuchando atenta a las palabras de la maestra. La chica seguramente había sido de las primeras personas en llegar, pues su afición por el teatro era obvia. Y a sabiendas de que no podría sentarse con ella, a falta de asientos vacíos, Felix decidió sentarse en el último asiento libre de la tercer fila.

Para su sorpresa, terminó sentándose al lado de Joseph, aquél agradable chico que había conocido el día anterior, mientras Mike trataba de cortar su cabello. Felix tardó un poco en asociar su rostro, pero una vez logró reconocerle, decidió ser alguien simpático y saludar:

—Hey, hola, Joseph.

—Hola, F —saludó éste, casi de inmediato y mirándole apensa. Felix se sorprendió un poco al darse cuenta que alguien además de Mike y Michelle le llamaba “F”—. Veo que Mike logró su objetivo, ¿no?

—Contra mi voluntad, pero sí —coincidió el muchacho, advirtiendo que su compañero hablaba del corte de cabello que Michelle le había dado.

—Te queda bien —dijo—. Ah, no sabía que te gustaba el teatro.

—En realidad sólo me llamó la atención cuando vine aquí el lunes —aclaró el otro, ilustrando sus palabras al abanicar con la palma de su mano, abarcando el teatro entero—. No soy un aficionado, pero sí me gusta un poco...

—Pues te irá “des-gustando”, porque con la señora Rivers —Joseph señaló al escenario con su cabeza— vas a tener un semestre memo...

De pronto, el chico se interrumpió y se enderezó en su asiento de golpe como una tabla, mientras miraba al frente con una expresión de terror.

—Y ahora, veremos qué es lo que mantiene tan viva la conversación entre el Sr. Flynn y el Sr. Robson —expresó la profesora, con un tono de voz bastante alto, lo suficiente para que todos se giraran y miraran con expectación al par de chicos.

Ambos muchachos, apenados, dijeron “Lo siento” al unísono, pero la profesora insistió en que comentaran de que estaban hablando, por lo que no tuvieron más remedio que, o decirlo, o mentir.
—Verá, profesora... —comenzó Joseph— Emm... Estábamos... ¡Felix le dirá!

El mencionado se sorprendió y dejó salir un fuerte “¿¡Eh!?” que provocó algunos murmullos entre los presentes. Balbuceó un poco al notar las miradas de todos clavadas en él, pero se las arregló para decir:

—Estábamos hablando de... de que... me... —y a falta de ideas, el chico dijo, estúpidamente, lo primero que se le pasó por la cabeza—: ¿Me encantaría tener el papel protagónico?
Hubo un incómodo silencio, apenas roto por los susurros, e incluso risillas, de algunos de sus compañeros. Felix no pudo evitar notar la mirada penetrante de su maestra; se había quitado los anteojos para verle mejor, y éstos ahora descansaban sujetos por una delgada cadena que llevaba alrededor del cuello.

—Esto —comenzó la profesora—, esto es lo que quiero de mis alumnos. ¡El Sr. Flynn es, sin duda, un gran ejemplo a seguir! ¡Usted, usted es un estudiante modelo! ¡Sin duda alguna!
Felix quiso dejar caer la mandíbula por la sorpresa. ¿Había funcionado? Incrédulo, el ahora comprometido muchacho sólo pudo añadir:

—Confío plenamente en su juicio, madame —aduló. Ahora que tenía la oportunidad, podría por lo menos ganarse a su profesora.

La maestra dejó salir un suspiro antes de continuar:

—Me alegra que queden alumnos comprometidos con el arte. ¡Bien!, debido a que no parece que tendremos más miembros hoy, comencemos con las tareas asignadas.

*

7:18 pm

O al menos eso decía el reloj que el teléfono de Felix tenía integrado. Había salido del club hacía sólo un rato, y esperaba el autobús que pasaba frente a la academia. Tenía muchas ganas de volver a casa; muchas más que el primer día de clases: Estaba a punto de anochecer, estaba cansado, no había hecho los deberes y su malestar no había cesado.

Durante su estadía en el auditorio, el dolor de cabeza y la presión en los oídos no cedió en absoluto. Sus compañeros debieron notar que le sucedía algo, porque la gran mayoría le preguntó si estaba enfermo o si le pasaba algo —y también que no podría conseguir el protagónico en ese estado.

A todos les había respondido que estaba bien. En aquellos momentos se encontraba pintando de color negro lo que se convertiría en una cortina para la obra, por lo que no dijo nada. Realmente disfrutaba el hacer algo para el club, por lo que ignoró sus molestias y siguió trabajando.

Mientras se encontraba sentado solo en la fría banca de aquella marquesina, el juego de luces y sombras comenzó a irritarle de nuevo. Estuvieron allí, molestándole, durante tanto tiempo que el joven empezó a dar forma a las danzantes apariciones: creía ver gente. Se movían sin ritmo ni orden alguno, y caminaban balanceando unos largos brazos.

Felix soltó una carcajada. Su mente le jugaba trucos, eso era todo. Era prácticamente imposible que fueran personas. Después de todo, tenían que ser personas intangibles, invisibles e inaudibles para que realmente existieran.

Tenían que ser monstruos para poder estar allí.

Súbitamente, en su mente hubo un destello de un monstruo negro de brazos largos que lo perseguía durante las noches. Inmediatamente notó cómo su cuerpo se acelaraba por el miedo e inconscientemente se puso de pie y echó a correr, mientras el sol se ponía en el horizonte.
Sentía la presión en sus oídos aumentar y vio a las sombras volverse más nítidas, aunque no dejaban de ser transparentes. Le miraban con sus amarillos ojos y algunas le señalaban con sus desproporcionados brazos.

Eran ellos: los monstruos de sus pesadillas. Y, por alguna razón, lo estaban siguiendo en el mundo físico.

No paró de correr. Recorrió varias calles, oscuras y vacías, en busca de compañía. Le importaba un bledo si se encontraba con un perro, un vagabundo o un drogadicto, y tampoco sabía de qué le serviría estar con alguien en caso de que los seres le atacaran. Pero no le importó, corrió y corrió buscando personas, a quien fuera. Comenzó a sentir una comezón en la mano derecha, que muy pronto se vio convertida en un ardor tremendo. Sin para su carrera, se llevó la otra mano a la palma y empezó a rascarse.

Llegó a un parque, el cual apenas se encontraba iluminado por unas cuantas farolas. Pese a que no podía respirar bien y a que sentía en el corazón en la garganta, Felix continuó corriendo hasta llegar a lo que parecía una piscina sin agua, la cual seguramente muchos jóvenes en patineta o bicicleta usaban para sus beneficios. Sin soltarse la mano, el chico dio un gran salto e intentó caer de pie en el fondo del “tazón”. No obstante, el llevar las manos en otro lugar le hizo perder el equilibrio, por lo que se dobló el tobillo y cayó al suelo sobre su hombro, para luego deslizarse hasta el fondo del tazón por la inclinación de éste.

Con un gruñido, Felix intentó levantarse, pero se detuvo en seco de inmediato. Todas las farolas, absolutamente todas, se habían apagado, convirtiendo al parque en un aterrador bosque nocturno.

F gimió de dolor cuando se hizo una cortada en la mano, resultado de haberse rascado durante un largo tiempo. Se llevó la herida a la boca, en un intento de disminuir el ardor, pero terminó mordiéndose para evitar la comezón.

—No... Largo... ¡Largo! —gritó el chico, mirando con temor hacia todas direcciones y agitando la mano libre al aire. Ya no estaba seguro si las sombras lo habían seguido, pero por precaución, tomó una sucia y húmeda tabla de madera que descansaba sobre un charco de agua negra.
Fue entonces cuando Felix notó que, bajo su herida, la palma de su mano brillaba con un débil resplandor azul. La luz dibujaba una figura, pero debido al miedo y a la sangre impidiéndole ver bien, no supo definirla.

El viento comenzó a soplar, moviendo las hojas y ramas de los árboles, y provocando así un perturbante murmullo. Allá donde el aire era cortado por algo, parecía que alguien aullaba. Mezclado con la impenetrable oscuridad y con la extraña luz que manaba de su mano, aquel sonido aterró a Felix.

Y continuó corriendo.


Capítulo 2 y 3 - Versión PDF:


Que aproveche~~~ :3

Respuestas:
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Sombra: Sí, que la obra te suene es natural... ¡Yo soy el autor! >:D Cabe decir que tengo planeado un capítulo (de aquellos de relleno) en el cual la obra provoca varios problemas entre Felix, Mike, Michelle y un personaje que aún no aparece.


Extra:
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Presentador: ¿Te gusta leer Psique?
Niño: Síiii =DDD
Presentador: ¿Estás harto del relleno?
Niño: Síiii =DDD
Presentador: ¿Estás cansado de ver a Mike joder a Felix en cada cap?
Niño: Síiii =DDD
Presentador: ¿Dudas cuando ves a un hombre desnudo?
Niño: ¿=D?
Presentador: ¡Pues ya no más! ¡Tú! ¡Sí, tú, ese perdedor que no se despega del monitor! ¡La solución está aquí en... Capítulo 4! Por un económico y justo precio, podrás finalmente ver al poder del Psique en acción. ¡Llama ya y recibirás gratis una...! ¡¡CAAAAJAAAA SOOORPREEEESAAAA!!

Se me va la olla :3
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Re: Psique // Tercer capítulo en línea

Notapor Sombra » Mié May 26, 2010 1:37 pm

Buen capitulo (Además de largo) ¿Cuantas paginas de Word te a llevado?
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Re: Psique // Tercer capítulo en línea

Notapor Zee » Mié May 26, 2010 5:05 pm

Sombra escribió:Buen capitulo (Además de largo) ¿Cuantas paginas de Word te a llevado?

Once páginas en Tamaño 12. Aunque yo no lo considero largo, pues la gran mayoría es diálogo.
Gracias por tu comentario~~
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Re: Psique // Tercer capítulo en línea

Notapor Zee » Mar Jun 01, 2010 4:23 am

Y tenemos al capítulo cuatro aquí:


Versión escrita:
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Capítulo 4 - Comienza todo:

Felix cruzó corriendo el pasillo vacío del colegio. Como nunca antes lo había hecho, pues era muy respetuoso con las reglas, resbaló al intentar dar la vuelta, por lo que cayó al suelo de bruces. Sin poder detenerse, se estrelló con la pared y se quemó la rodilla por la fricción de su piel contra la tela de su recién comprado pantalón, parte del uniforme de la academia.

Se levantó y ni se molestó en sacudirse, ya que si había resbalado tan limpiamente, el suelo debería estar más que pulcro. Continuó su carrera, intentando ser indiferente a las sombras que andaban por los pasillos.

Desde el día anterior, sus ojos habían captado algo que estaba más allá de lo que podía ver el humano. Durante algunos momentos, la luz le parecía más brillante, y los objetos en sombra se tornaban oscuros.

En aquel aterrador caleidoscopio de luz se movían unos extraños seres que parecían existir en otro plano espacial. Eran intangibles, inaudibles y, excepto para Felix, también invisibles. El chico apenas era capaz de verlos, pues eran casi transparentes, y se perdían en el laberinto de luces. Y sin embargo, era capaz de localizarlos por sus brillantes ojos amarillos, que resaltaban como un faro en el nocturno océano.


Felix estaba más que susceptible. El día anterior, o más bien noche, había tenido un extraño incidente con dichas sombras. Aterrado, pensó que le seguían, por lo que corrió una considerable distancia antes de buscar refugio en un solitario parque. Extrañamente, todas las luces se apagaron, y Felix fue incapaz de encontrar la luna o estrella alguna.

El chico descubrió que su mano despedía un brillo azul, lo cual le espantó aún más. Por dicho motivo, se había llevado puesta a la escuela una guanteleta que su hermano Kyle solía usar para andar en bicicleta.

Aquella noche Felix se las arregló para llegar corriendo a su casa, sólo para descubrir que la distancia que recorría en quince minutos en autobús la había recorrido en escasos cinco minutos corriendo. No pudo dormir casi nada; el sueño le ganó al miedo alrededor de las dos de la mañana. Para empeorar las cosas, olvidó que los martes y los jueves entraba una hora más tarde a la academia, por lo que perdió otra hora de sueño.


—¡Oye! —llamó un hombre que vio a Felix pasar corriendo por un cruce de pasillos. El muchacho, obediente, regresó sobre sus pasos.

—¿Sí? —preguntó. Luego dejó salir un “oh” de comprensión al notar la banda que decía “Hall Monitor” y que el hombre llevaba alrededor del brazo derecho.

—Tengo pase. —aclaró Felix, sacando la tarjeta de su bolsillo.

En su cara se dibujó una expresión de odio al ver que una sombra iba detrás del hombre.

Como supuse. —pensó el chico—. Por alguna razón, los humanos parecen atraerles... excepto yo.

—Ése no es el problema. —señaló el individuo—. Está estrictamente prohibido correr en los pasillos.

—Iba a la enfermería, llevo un poco de prisa. —respondió Felix, sin apartar sus fulminantes ojos de la sombra.

—Te lo dejaré pasar esta vez, pero que no te vuelva a ver hacerlo. ¡Y no me mires así, sólo hago mi trabajo!

Felix sólo asintió con la cabeza. Se alejó del vigilante y de su fantasmal acompañante, y continuó su camino rumbo a la enfermería, la cual se encontraba justo enfrente de las oficinas de administración, en el primer piso del edificio.

La enfermería era, sin duda alguna, bastante grande. Tenía espacio para diez camas, lo cual algunos veían excesivos, además de tener tres baños y una gran variedad de medicamentos. Como siguiendo una especie de requisito, tanto las paredes como las camas, con sus respectivas sábanas y cortinas, eran de color blanco.

Esto hizo que a Felix le ardieran los ojos. La luz se veía intensificada por la visión del chico, por lo que una habitación blanca no era precisamente sombría.

Felix tocó la puerta abierta, recibiendo un “Adelante” por respuesta, y entró al lugar. Sentados en sus correspondientes escritorios, se encontraban una enfermera y el doctor de la academia.

—Explícame, ¿qué es lo que te molesta? —preguntó el hombre, sin levantar la vista del ordenador de su escritorio, en el cual se encontraba tecleando Dios sabría qué.

—Esto... Me molestan los ojos. Bastante. —dijo Felix. Prefirió dejar de lado la presión en su cabeza, la cual había disminuido tremendamente desde la noche anterior, y apenas era perceptible—. ¿Tendréis gotas o algo...?

—Sí, tenemos. —respondió el médico—. Anne, dale un frasco de gotas de manzanilla al muchacho, por favor.

—En realidad, esperaba que me examinaran primero. No es una molestia común...

—Anne, examina al muchacho, por favor.

Pues vaya médico. —pensó el chico. La enfermera le pidió que le explicara lo que le sucedía.

Felix relató cómo había comenzado su extraña visión, dejando de fuera a los seres fantasmales, y pasando por el hecho de que había cambiado sus gafas por lentes de contacto.

La enfermera le pidió que se sentara en la cama más cercana, y Felix obedeció. Tomó una pequeña linterna y apuntó al ojo del chico. Chasqueó los dientes y dijo:

—Si voy a examinarte los ojos, deberías quitarte los contactos primero.

—No los traigo puestos. —explicó Felix, sin comprender. Acto seguido, sacó el pequeño estuche de uno de sus bolsillos, lo abrió, y mostró el contenido.

—Pues yo puedo vértelos. —señaló la enfermera. Felix notó que el doctor había dejado de escribir en el ordenador y había alzado la cabeza, escuchando con atención.

La enfermera le pasó un espejo de mano. El chico se lo acercó al rostro y miró el interior de su ojo.

La mujer tenía razón. Tal vez no eran sus lentes de contacto, pero allí definitivamente había algo. Una delgada y casi invisible línea delimitaba una especie de membrana que recubría el iris y la pupila.

—Anne, yo me encargaré del chico. —expresó el doctor, levantándose de su asiento—. He tenido casos como estos. ¿Te importaría... dejarnos solos?

La enfermera Anne asintió con la cabeza y desapareció por la puerta.

—Buenos días. Soy el doctor Robinson, mucho gusto. —se presentó el hombre, tendiéndole una mano al muchacho.

Robinson tenía la misma estatura que Felix, y poseía un cabello de color chocolate oscuro que ya empezaba a teñirse de plateado alrededor de las sienes. Le dedicó al chico una sonrisa radiante y amigable, mostrando unos blancos dientes. Tal vez sonreía con la boca, pero sus ojos color miel no manifestaron lo mismo.

Felix dudó un poco al corresponder al gesto de Robinson.

—Soy Felix...

—Flynn, lo sé. —interrumpió Robinson. El chico tragó saliva, nervioso.

—¿Cómo... lo sabe...? —inquirió el chico. Sin embargo, no recibió respuesta alguna, pues Robinson expresó:

—Por lo que has dicho, tu visión se ha hecho más sensible a la luz, intensificando el brillo y tornando las cosas oscuras en... más oscuras, vaya. ¿Estoy bien?

Felix sólo asintió con la cabeza. Robinson tomó la pequeña linterna y le ordenó al muchacho que mirara la luz.

—Mmm... Ya veo... ¡Ah...! Ajá... — era todo lo que el doctor decía mientras continuaba examinando los dos ojos del chico.

El doctor finalmente apagó la linterna. La dejó con sumo cuidado en la mesilla de noche de la cama en la que Felix estaba sentado. Caminó hasta una repisa y tomó una pequeña bolsita de plástico.

—Felix, ¿te importa mostrarme tu mano? —pidió Robinson, una vez se había puesto los guantes que estaban en la bolsa.

¡Lo sabe! —notó de inmediato Felix. Sin embargo, podría ser su única oportunidad de recibir ayuda, por lo que se quitó la guanteleta y obedeció.

Robinson le tomó la mano apenas la tendió.

—Nadie te dijo que me dieras la derecha. —apuntó el médico. Felix simplemente explicó que era diestro—. ¿Qué te has hecho en la mano? —preguntó, una vez notó la sangre seca.

Felix no contestó. El doctor tomó una pequeña toalla, se dirigió al baño, y mojó la punta con el agua del lavabo.

—Son marcas de uñas. —dijo Robinson, una vez había vuelto y le había limpiado la mayoría de la sangre con la toalla húmeda.

Felix notó que estaba sudando. No supo si por nervios o por miedo. Tal vez por ambos.

—Dime, Felix... ¿Has tenido..... alucinaciones?

Felix sintió como si alguien le hubiera arrojado agua fría encima. Ya no había duda alguna: Robinson lo sabía. Muchas preguntas pasaron por la cabeza del chico. ¿Me ayudará? ¿Está en contra mía? ¿Tiene explicaciones? ¿Es uno de ellos disfrazado? ¿Puede ver lo mismo?

Robinson le soltó la mano, a la par que dejaba salir un gemido de comprensión. Caminó hacia su escritorio y tomó una hoja de papel, la cual puso en una tablilla para apoyar.

—Bien, quiero que me expliques to...

Robinson se detuvo. Felix estaba de pie, con las piernas separadas y flexionadas, preparado para escapar. Sin embargo, el doctor se encontraba parado entre los dos escritorios, bloqueando la única salida.

Pero eso no pensó Felix, pues recorrió el pequeño espacio entre la cama y Robinson con una zancada y saltó por encima del escritorio más cercano, utilizando las manos como apoyo. El doctor dejó caer su tablilla e intentó tomar a muchacho por el saco del uniforme, pero Felix se retorció y se liberó de él.

La campana anunció el fin de clases al mismo tiempo que Felix salía por la puerta principal del edificio escolar. Era definitivo. Robinson lo había visto.

Su mano estaba brillando.



Felix recorrió todo el túnel de árboles en su extensión, y saltó la escalinata entera. Al caer, rodó sobre su hombro para reducir el impacto. Se sorprendió ante su logro, pero se puso de pie y continuó corriendo.

Sin importarle las miradas de los curiosos, Felix entró al centro de computación. Pagó dos dólares en la entrada y se apresuró a sentarse en el ordenador más alejado de la puerta.

Una vez la computadora había encendido, Felix inició el navegador, que al instante le mostró un buscador como página de inicio.

Sin dudar, Felix tecleó dos palabras en el buscador: “Universo” y “Paralelo”.

Al instante se mostraron miles, tal vez millones de resultados, en la pantalla del ordenador. Felix entró al que tenía el título y descripción más llamativos para él.


La teoría de las cuerdas, el multiverso, la antimateria... Felix estuvo un par de horas leyendo documentos, pero no estuvo seguro de ser capaz de explicar a aquellas sombras que acechaban en cada momento.

El centro de computación, al estar repleto de personas, estaba también lleno de aquellas criaturas. Muchas de ellas se conformaban con estar sentadas o de pie al lado de su humano correspondiente, otras se subían a las mesas o a las sillas, y algunas parecían flotar por encima de la gente.

Felix se alegró, pues ninguna se acercaba a él.


Finalmente, el chico se ocupó de apagar el ordenador y de guardar sus pertenencias en la mochila. Luego salió del edificio, no sin antes buscar a Robinson con la mirada. Emprendió el rumbo hacia la salida, esperando tomar un autobús a su casa.

Sintió una minúscula gota de agua caer en su mano derecha, que ahora mantenía la mochila en su lugar al agarrar el tirante. Muy pronto le golpearon más gotas, tanto en el rostro, como en los brazos y ropa.

Muy pronto llovía a cántaros. Felix se encontró empapado. Corriendo para no mojarse, lo cual de hecho ya no le servía de nada, el chico buscó refugio bajo las ramas del túnel de árboles. Rezó para que un rayo no se viera atraído hacia él, pues siempre le habían dicho que no se parara bajo un árbol mientras llovía.

De nuevo sintió un ataque. Maldijo en voz alta, pues sintió una vez más la presión en la cabeza, como si le apretaran los oídos con las manos.

Casi sin pensarlo, Felix se miró la mano, esperando verla despedir luz. Pero, para su alivio, continuaba igual que antes.

Pum. Pum. Pum.

Era capaz de escuchar la sangre recorrer su cuerpo y los latidos de su corazón rebotando en sus oídos. Era la peor sensación que había sentido en toda su vida. Sentía que en cualquier momento su cráneo cedería a la presión y aplastaría su cerebro.

Pupum. Pupum. Pupum.

Tanto su ritmo cardíaco como respiratorio se aceleraron. Su vista y su mente comenzaron a nublarse. Las piernas le temblaron y, sin previo aviso, fueron incapaces de sostenerle.

Felix cayó al suelo de costado. Soltó un grito y se hizo un ovillo, en un vano intento de disminuir el dolor.

A la par que las pulsaciones aumentaban de velocidad, Felix sintió como si le estrujaran el corazón. Se apretó el pecho en un acto de desesperación, pero no le sirvió en absoluto.

Algo en su interior se rompió con un chasquido, como si de una minúscula cápsula se tratase. En unas milésimas de segundo, algo frío recorrió su cuerpo entero, como si agua fría se hubiese liberado en su torrente sanguíneo de golpe.

Y Felix perdió la conciencia.


Felix Flynn supo que estaba despierto cuando sintió el fuerte dolor en su cuerpo. Sus músculos tenían ácido láctico acumulado, como si hubiera pasado horas haciendo ejercicio.

Abrió los ojos. La presión en sus oídos ya no era tan fuerte, pero seguía allí. Aún veía un poco nublado, pero se sorprendió al ver que la molestia en sus pupilas ya había cedido considerablemente. La luz ambiental ya no era fulgurante, pero los objetos en sombra seguían siendo oscuros. A pesar de que habían disminuido de tamaño, habían aumentado muchísimo en cuanto a cantidad. Eran pequeñas como alfileres, pero las sombras recorrían todo el espacio desde la nariz de Felix hasta la punta del cielo.

Las criaturas fantasmales habían desaparecido.

Movió un poco la cabeza y descubrió que las sombras y reflejos se movieron de sitio, y algunos cambiaron de intensidad. Un poco curioso, regresó su cabeza a la posición anterior. La luz se movió de nuevo.

Finalmente, el chico decidió ponerse de pie. Levantó la parte superior de su cuerpo, quedando así sentado. Se sorprendió al sentir cómo se mojaba el torso y la cabeza, como si al levantarse hubiese activado una ducha invisible. Temblando de miedo, Felix se puso lentamente de pie, mojándose aún más.

¡Eran gotas de lluvia!

Aquellos reflejos que Felix había tomado por su extraña visión fantasmal eran en realidad producto de la luz solar pasando a través de las inmóviles gotas de agua. La presión en su cabeza, en cambio, no era la que le había molestado los últimos días, sino el charco de agua presionando su oído interno.

Sí, era real. Estaba solo, con un mundo detenido a su alrededor.


Felix movió lentamente el brazo frente a él. Sonrío cuando vio al agua cobrar vida y moverse junto con su mano, para dspués volverse a quedar inmóvil al perder el contacto con su cuerpo.

El chico escupió al frente. El fluido se movió unos dos centímetros antes de perder la velocidad y detenerse en el aire. Soltó una carcajada y se alejó del escupitajo, sólo por precaución. Con una sonrisa en el rostro, le dio un puñetazo a las inmóviles gotas de agua. Accidentalmente, se mojó la cara.

Mientras se limpiaba el agua del rostro, creyó ver un movimiento frente a él. Rápidamente se quitó la mano de la cara e intentó ver al frente, a pesar de que la falsa neblina, provocada por el agua ingrávida, le impedía hacerlo bien.

—¡Ah! —gritó Felix, asustado. Inmediatamente se arrepintió por haber delatado su localización. Hizo lo posible por retroceder sin llamar su atención, aunque en el fondo ya sabía que de todos modos “eso” ya le había visto.

Tenía la forma de un humano, aunque definitivamente no lo era. Medía más de dos metros, pero se encorvaba y flexionaba las piernas, pareciendo así más pequeño. Era completamente negro, tan negro como la misma noche. Y como dos lunas enmarcadas en aquel majestuoso cuadro nocurno, dos rasgados ojos amarillos rompían la oscura monotonía de su inexpresivo rostro. Apenas podría verse la rendija que hacía de boca, si no fuese porque sus dientes eran blancos cual marfil.

Alzó uno de sus dos brazos, los cuales no eran proporcionales a su cuerpo y arrastraban por el suelo, y señaló a Felix con uno de sus dedos. Felix notó que diez largas garras, cuales dagas y negras también, nacían de la punta de sus huesudos dedos.

Miró fijamente y mostró sus dientes, tan afilados como el cuarto creciente. Pese a que se encontraba a unos treinta metros de Felix, el chico no tenía duda de que podría recorrerlos en pocos segundos con sus largas piernas.

Felix dio un paso hacia atrás, intentando alejarse de aquél ser. Sin embargo, resbaló con los charcos de agua, perdiendo así el equilibrio. Cayó sin reparo alguno, y rodó por las escaleras.

Se detuvo en el descanso que estaba en la mitad de la escalinata, y permaneció algunos segundos en el suelo, quejándose. Además de que el cuerpo le dolía tremendamente, ahora se había magullado gran parte de la espalda y las extremidades. Para colmo, su uniforme escolar estaba sucio y lleno de lodo.

Felix miró hacia arriba antes de levantarse, pero antes de hacerlo, el ser se interpuso entre él y el cielo con un salto. Cayó justo al lado de Felix, y le miró con sus amarillos ojos. No había diferencia entre la pupila, el iris o el resto del ojo. Era sencillamente aterrador.

La boca de la criatura se abrió y dejó salir una larga y puntiaguda lengua de color negro, con la cual se relamió los blancos dientes.

Finalmente, el ser decidió atacar al chico. Alzó su mano, con las garras apuntando a Felix, tomando impulso. La sombra la dejó caer con toda su fuerza...

—¡¡¡No!!! —vociferó el chico, cubriéndose el rostro con los brazos. Sin embargo, eso no le impidió ver cómo la mano del ser se detenía a medio camino. Por un momento Felix creyó que la criatura había parado por sí misma, pero se dio cuenta de que había algo más cuando el ser fue despedido por una poderosa corriente de aire, proveniente de la nada. La cosa voló unos diez metros, dando vueltas en el aire como un muñeco de trapo, para finalmente romper las ramas del túnel de árboles y caer en su interior.

A la par que se ponía de pie, lanzó un potente aullido que no presagiaba nada bueno. Miró a Felix, quien ahora también estaba de pie, desde su posición y se movió de una manera bastante conocida para el chico: Balanceando los brazos como péndulos, de modo repugnante. Con asco, Felix aceptó que esas cosas sí eran algo paranormal. Sí estaban allí, y no podría ignorarlo o cambiarlo.

Rápidamente dio la media vuelta y saltó el tramo final de la escalinata. Intentó correr hacia las canchas de fútbol, donde tendría mucho espacio abierto para maniobrar y huir, pero otro ser le bloqueó el paso.

Estaba rodeado. Si se metía por el callejón entre la cafetería y el centro de computación, podría terminar a un lado del teatro o de los dormitorios, pero debido a que era demasiado estrecho, Felix descartó la posibilidad.

También podía volver un poco sobre sus pasos e intentar correr por el costado del gimnasio, pero, además de ser estrecho también, pues colindaba con el la pequeña colina en la que se encontraba la escalera, la otra criatura seguramente sería capaz de darle alcance antes de poder meterse por el callejón.

Con el propósito de buscar una salida, Felix contempló su entorno y notó que, por alguna extraña razón, no había gotas de lluvia en donde él estaba parado. Lo rodeaba una esfera de vacío, que tenía un radio de tal vez tres metros. No importaba a donde mirase, la medida siempre era la misma. Era como estar encerrado en una burbuja.

Escuchó un aullido detrás de él. Era un sonido muy extraño, y ciertamente indescriptible. Era como si un lobo estuviera aullando al mismo tiempo que alguien frotaba dos cuchillos entre sí.

Le estaban advirtiendo. Estaban jugando con él, tal y como el gato juega con el ratón agonizante antes de comérselo de un bocado.

Felix deseó que aquel milagro sucediera de nuevo. Que aquella corriente de aire, fuerza invisible, o lo que fuese, le salvara una vez más. Quería que Dios le ayudara otra vez.

Pensó en Mike, y en el hecho de que se había enfadado con él. Ni siquiera se habían peleado, simplemente habían dejado de dirigirse la palabra. Felix por miedo y Mike a manera de respuesta. Recordó la sonrisa pícara, y a veces burlona, que llevaba en el rostro. Recordó sus exagerados ademanes con las manos y su gesto de chasquear-señalar.

Y luego vino Michelle. Desde que la había conocido (y le había cortado el cabello), Felix había convivido muy bien con ella, tanto en el tiempo libre como en las clases en las que coincidían. Le causaba gracia lo tímida que podía ser en ocasiones, y lo fácil que se avergonzaba, aunque por otro lado era capaz de ser bastante dura, especialmente con Mike.

Y así llegaron más personas. Sus padres, sus hermanos, Joseph y Vanessa, e incluso aquellos compañeros de clase con los que ni siquiera hablaba. Se preguntó qué pensarían cuando encontraran su cadáver, si es que llegaban a encontrarlo.

Por primera vez en mucho tiempo, Felix lloró.

¿Es eso toda tu fuerza? —dijo Mike. Felix alzó la cabeza al escuchar su voz, aunque en el fondo sabía que era producto de su propia imaginación—. Sé que a veces puedes ser el niño bueno, el nerd, el ñoño, y que no sabes ninguna posición de guardia realmente buena... pero me esperaba algo más sorprendente de ti.

>>Venga, F, enséñales. Puedes hacerlo mejor.

Felix extendió los brazos, cada uno apuntando a una de las sombras. No supo qué estaba haciendo, y tampoco supo por qué, pero sí sabía que, desde aquel momento, nada sería lo mismo. Sería el comienzo de una serie de acontecimientos que cambiarían su vida para siempre.

—¡¡Psique!!* —gritó. Sintió de nuevo aquella sustancia fría recorrer sus vasos sanguíneos, pero esta vez, en lugar de caer rendido, la utilizó para beneficio suyo. Redirigió lo que fuese que estaba en su interior hacia sus manos, y lo dejó salir por la punta de sus dedos.

Aquella esfera de vacío que le rodeaba se expandió, logrando una extensión de aproximadamente treinta metros de diámetro, y lanzando a los seres por los aires. Felix pudo ver como el agua cobraba vida en el límite de la burbuja y formaba pequeños ríos, los cuales comenzaron a recorrer toda su superficie en dirección de las agujas del reloj. Le recordaron tremendamente a las gotas que recorrían el parabrisas de un auto en movimiento.

Era aire. No tuvo que comprobarlo; Felix lo sintió dentro de sí mismo. Le rodeaba una esfera de frío y cortante viento.

No tuvo que hacer ninguna especie de esfuerzo para manejar el Psique a su favor. Era como si los nervios transmitieran la orden por sí mismos, como si el poder fuese sólo otra parte de su cuerpo. Así Felix formó un orbe de aire en cada mano, comprimiendo salvajes corrientes de viento en un espacio muy reducido.

Con una agilidad sorprendente, incluso para él, Felix lanzó el orbe izquierdo a la criatura que le gruñía desde el túnel, disparándolo hasta el otro extremo del pasadizo. Dicho ser no había aterrizado siquiera cuando Felix ya había dado un salto giratorio, de manera horizontal y con los brazos abiertos, a manera de catapulta, y lanzando así la otra esfera en dirección a la criatura que seguía en pie, rozando el suelo únicamente con la punta de los dedos de su mano derecha.

El chico corrió hacia el ser que se encontraba a un lado del gimnasio, el más cercano a él, y se paró a un lado suyo. Con la furia embriagándole, Felix lanzó un manotazo, provocando una cortante corriente de aire. La criatura soltó un aullido y se cubrió el vientre con las garras, en intensa agonía.

Felix lanzó más y más manotazos, con sus respectivas corrientes de viento. Éstas cortaron cuales cuchillas la carne de la ahora indefensa sombra. De las heridas manaba un líquido espeso parecido al aceite para coches, pese a que era de color negro obsidiana. Felix supuso que era la sangre del ser.

Con un aullido, la sombra comenzó a derretirse. Sus músculos comenzaron a temblar, hasta adoptar la consistencia de la gelatina, y después la del agua misma. Los órganos internos y huesos se fundieron antes de que Felix pudiera verlos, y se hicieron uno con la carne y sangre de la criatura.

Lo que antes había sido una amenaza para Felix ahora era una simple masa de color negro.

Súbitamente, la esfera de aire que rodeaba a Felix desapareció. Intentó usar su Psique de nuevo, pero se vio incapaz. Su preocupación se intensificó al ver cómo la criatura restante emergía del túnel de árboles, dispuesta a atacarle.

Le pasó por la cabeza la posibilidad de correr, pues ahora sí tenía una vía de escape, pero supo que no podría moverse. Los músculos le ardían por la severa acumulación de ácido, y de todos modos sabía que la criatura era capaz de darle alcance, estuviese cansado o no.

¿Debería quedarse donde estaba? Y si lo hiciese, ¿qué haría después? ¿Emergería su Psique ante el peligro o sería incapaz de invocarlo como lo era en ese momento?

Repentinamente, la criatura estalló en llamas. Felix se quedó atónito ante tal salvación. El ser dejó escapar un agudo y chirriante aullido de dolor, mientras corría entre la ingrávida lluvia para intentar apagar el fuego. La criatura iba dejando un rastro de sangre negra y agua tras de ella, y en algunos lugares dejó caer también trozos de carne chamuscada.

Finalmente su cuerpo fue incapaz de soportarlo y la criatura se desplomó, inerte.

—Estoy a salvo... —murmuró Felix con un enorme alivio, mientras veía como el cadáver de la sombra se convertía en una masa oscura de sangre, carne y huesos fundidos.

—Estoy... a salvo..... —repitió. Lo último que recordó antes de quedar inconsciente fue una súbita flaquedad en las piernas, el suelo acercándose peligrosamente y el sabor a sangre en la boca.


*Con pronunciación Sík.

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Re: Psique // Cuarto capítulo en línea

Notapor Sombra » Mar Jun 01, 2010 9:17 am

Pedazo poderes que tiene! Cuando los aprenda a controlar a la perfección va a ser bueno!

¡Apuestas a que Mike tambien puede ver fantasmas de eses y el club extraescolar secreto tiene algo que ver con lo que Felix hace!
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Re: Psique // Cuarto capítulo en línea

Notapor Habimaru » Mar Jun 01, 2010 10:28 am

Vale, me he puesto al día. Ahora bien, puntualizaciones

- A veces te he visto meter líneas de diálogo consecutivas con guión sin que cambie de personaje.
- En una o dos ocasiones he visto que dabas dos tabulados en lugar de uno.
- Inevitable uso de latinismos (eso ya es algo personal).
- ¿Has considerado cambiar de font en lugar de usar cursiva para esos momentos?
- MUY BUENA narración e historia MUY atractiva.

Por ahora, eso. Ya valoraré giros argumentales y otras cosas más adelante.

Un saludo y sigue así.
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Re: Psique // Cuarto capítulo en línea

Notapor Zee » Mié Jun 09, 2010 9:00 am

Actualizo con el capítulo 5. Finalmente se desvela qué son las sombras, en qué está metido Mike, y de dónde provienen los poderes de Felix.

Versión escrita:
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Capítulo 5 - Project “Psique”

Felix respiraba un aire frío y demasiado limpio. A lo lejos podía escuchar un rítmico pitido, y un sonido que le pareció una conversación de varias personas hablando en un susurro.

Abrió los ojos lentamente. El aire frío provenía de dos tubos de plástico que entraban por sus fosas nasales, y que estaban conectados a un tanque plateado con un anillo de color verde, el cual seguramente contenía oxígeno. Por otro lado, el pitido era producto de un aparato que le medía el pulso por medio de una pequeña pinza que llevaba en el dedo corazón.

Felix no tenía ganas de ser molestado, así que fingió seguir dormido mientras contemplaba su entorno.

Primero miró hacia arriba. Una solitaria pero brillante lámpara le hizo retirar la mirada y girar su cabeza hacia un lado, cosa que no pasó desaparecibida, pues dos de los individuos voltearon para ver si le sucedía algo. Felix cerró inmediatamente los ojos y les ignoró.

Ahora que estaba de costado, se dedicó a contemplar otros aspectos de la habitación. Su cama era blanca, al igual que la almohada y manta, muy parecida a las que estaban en la enfermería. El cuarto, en cambio, no se parecía en nada a la enfermería, pues era individual y las paredes, en lugar de estar pintadas de blanco, eran de color durazno suave.

A un costado de la cama había una pequeña mesa de noche. En ella descansaban sus pertenencias: Su billetera, algunas monedas, su teléfono, y algunas cosas sin importancia, como un par de vendas, un vaso de agua... ¿Un revólver?

Indudablemente, había un arma sobre la mesa. Era distinta a las demás, pues el armazón, cañón y cilindro parecían estar hechos de cristal. Los mecanismos del arma quedaban al descubierto, al igual que las cámaras del cilindro. Dentro de éstas no había ninguna bala, sino una sustancia líquida de color verde que Felix no pudo reconocer.

—¡Ah, ya ha despertado! —señaló alguien, al ver que Felix se sentaba sobre la cama para examinar mejor el revólver. Dicho esto, cinco individuos se acercaron al muchacho, rodeándole por doquier.

—¿Cómo te encuentras, Felix? —preguntó uno de ellos. El chico no respondió; solamente le fulminó con la mirada. Era el doctor Robinson.

Y no era el único conocido. Del lado contrario al doctor, quien era el más cercano a Felix por la derecha, se encontraba un hombre que todos los alumnos conocían: El director Reynolds. Frente a Felix, al pie de la cama, se encontraba Mike. El chico no se sorprendió en absoluto al verle metido en aquella habitación.

—Felix, ¿te acuerdas de lo que pasó ayer por la tarde? ¿Recuerdas cómo quedaste inconsciente? —preguntó Reynold.s

Por supuesto que lo recordaba. El tiempo se había detenido, finalmente había visto a las sombras, y había luchado contra ellas usando... usando su...

Psique... —susurró Felix. La habitación se llenó con un silencio un poco incómodo. Mike, sin embargo, lo rompió con una carcajada.

—¡Anda, éste sí que ha sido directo! —rió el chico—. Si hasta el nombre sabe. Se ve que has estado un buen rato escuchando, ¿eh, F?

—Michael. —cortó el director. Mike se disculpó y retomó su actitud seria—. Felix... ¿Qué me dirías si te digo que hay dos planetas Tierra?

—Diría que parece algo sacado de una mala película de Hollywood. —respondió el chico, mientras observaba a los otros dos desconocidos.

El primero, a la derecha de Felix, era un chico con cabello rubio. Lo llevaba peinado hacia los lados, a manera de cascada, y le caía hasta media nuca. Sus ojos eran de color azul y, a conjunto con su pequeña boca, formaban en su rostro una mueca de indiferencia.

El segundo individuo se encontraba a la izquiera de Reynolds. Tenía el cabello largo, alborotado y completamente negro, con brillos de color azul en algunos sitios, especialmente en el largo mechón que le cubría el ojo izquierdo por completo. El otro, que sí era visible, era de color verde.

—¡Pues entonces comienza a estudiar actuación, Felix! —bromeó el doctor Robinson, para luego reírse de su propio chiste. El resto de la habitación lo miró con un poco de lástima.

—Como bien te ha dicho ya el director, hay dos... No Tierras, sino dos Port Lagune’s. —explicó el rubio, con una voz casi mecánica. Casi parecía que había ensayado lo que le estaba explicando a Felix.

—En una de ellas, claro, vivimos nosotros. —continuó Mike—. Pero en la otra... Bueno, seguro que ya lo has visto.

—Aquellas sombras con las que te enfrentaste, ¿las recuerdas? —sentenció el chico con el cabello teñido. Tenía una voz un poco gruesa, que denotaba seriedad y autoridad el mismo tiempo. Por otro lado, podía ser que también expresara apatía e indiferencia.

—Sí, las recuerdo. —respondió Felix.

—Son habitantes del otro universo, el otro Port Lagune. Las llamamos Corrupted’s.

—Los Corrupted’s son incapaces de entrar a nuestra dimensión, al igual que nosotros, que no podemos penetrar a la suya. —explicó Reynolds.

—En cambio, dividen sus moléculas. Al ocurrir dicha división, la mitad de sus componentes viajan a nuestro universo. —señaló Robinson, mostrando sus dos manos, una separada de la otra. Después las entrelazó y continuó—: Las moléculas no se vuelven a juntar, pero sí ocurre una conexión. Con esto, los Corrupted’s entran a una especie de limbo, al que solemos llamar la zona.

—Y allí es cuando hacen de las suyas. —apuntó Mike—. Se dedican a seguir humanos, y a comerse sus sentimientos.

—¿¡Se los comen!? —exclamó Felix, incrédulo.

—En realidad, no sabemos si en realidad se alimentan de ellos, puesto que es físicamente imposible. Pero también lo es el Psique, ¿no? Muchas cosas no tienen explicación, Felix. —señaló el director.

—Pero hemos comprobado que sentimientos fuertes, como el amor verdadero o la furia extrema, les atraen más.

—¿También el amor? —preguntó Felix, un poco atónito.

—No sólo los sentimientos negativos los atraen. Esto no es un videojuego o una película, aunque bien podría serlo. —respondió el rubio—. Una persona con sentimientos poderosos suele atraer a más de un Corrupted.

—Y allí es cuando viene lo malo. —dijo el chico del cabello teñido—. Una persona puede pasar toda su vida con un Corrupted a su lado sin que le suceda nada. Pero si un individuo entra en contacto con dos o más Corrupted’s durante cierto periodo de tiempo, desarrolla algo llamado “Lagune” Syndrome.

—Alucinaciones y delirios. Comportamiento agresivo, tendencias suicidas, esquizofrenia crónica... —enlistó Robison—. Y lo que desconcierta a los médicos: El iris de color amarillo.

—No hay cura, no hay porqué... Excepto para nosotros. —dijo Mike, y luego guiñó su ojo—. Una vez el síndrome comienza desarrollarse, no para jamás. Y la última fase es... el viaje. Los pacientes desaparecen y nadie les encuentra jamás.

—Se van al limbo, la zona. Allí los Corrupted’s les atrapan y les convierten en uno más.

—Y esa es nuestra misión. —explicó el director Reynolds—. Como Project “Psique”, o PP, estamos encargados de detenerles... y a largo plazo, deshacernos de ellos para siempre. También solemos rescatar a los desaparecidos, aunque la única manera de curarles es vencerles cuando se encuentran en la transformación de humano a Corrupted.

Felix se tiró en la cama. Ya no sabía qué pensar.

En resumen, las sombras venían de otra dimensión a un limbo desde el cual se alimentaban de sentimientos. Desde dicho lugar, podían influir en una persona y arrastrarla hasta convertirla en un Corrupted más. Y ese extraño club de elite, Project “Psique”, se encargaba de combatirles.

—Nos encantaría tener tu ayuda, Felix. —dijo el director—. Puedes aprovechar tu poder, te enseñaremos a usarlo...

Felix miró a todos los presentes. Le sonreían, especialmente Mike.

—Mike... ¡Tú estabas metido en todo esto! —acusó Felix, señalándole con el dedo.

—¡Pero claro que lo estaba! ¡No puedes culparme por no revelar nada! ¿Cómo iba a decírtelo sólo así? ¡Es un secreto internacional!

—Es cierto, Felix. No puedes culparle. —expresó el doctor Robinson.

—De acuerdo, de acuerdo... Antes quiero que me respondáis algunas preguntas. —pidió Felix.

—Bien, pregunta lo que quieras. —aceptó Reynolds.

—¿Qué es el Psique? —comenzó el chico, expresando así la pregunta que había rondado en su cabeza durante toda la reunión.

—Es una representación física de tu alma. Por lo tanto, varía entre cada individuo. Por ejemplo, según Mike, tu Psique es de aire, mientras que el de él es de fuego. El de estos dos —señaló a los dos chicos desconocidos— son de electricidad y oscuridad.

—Y supongo que es lo único que daña a los Corrupted’s. —terminó Felix. Reynolds asintió con la cabeza—. ¿Hay más miembros del PP?

—Sí. —respondió el rubio—. Mi hermana Samantha y un chico llamado Vince. Sonido y tierra, respectivamente. Por si te lo preguntas, el director y el doctor no pueden usar un Psique, aunque lo hicieron alguna vez.

—Muy cierto. Gracias por apuntarlo, Ethan. —concordó Robinson—. Con los años se pierde la habilidad de manifestar el Psique. Generalmente nadie pasa de los veintiún años con su Psique intacto. El poseedor más viejo que conocemos tenía veintitrés años, y lo perdió unos meses después.

—Sin embargo, la habilidad para ver a los Corrupted’s jamás se pierde. —interrumpió el director—. Puede dañarse, como cualquier parte del ojo y oído, pero continúa allí hasta el fin de nuestros días.

—¿Como otra parte del ojo? —inquirió Felix.

—La habilidad de ver y oírles es producto de una evolución de tu sistema. —respondió Robinson—. El ojo desarrolla un segundo párpado compuesto de tejido membranoso y transparente que te permite captar otro tipo de luz. Empieza como una membrana, como ya lo he dicho, tal y como la que tienes en los ojos.

Felix recordó la pequeña capa transparente que se había visto en el ojo cuando le revisaron en la enfermería.

—Seguirás notando cómo crece y crece. —continuó Robinson—. Dentro de unos días, tal vez el domingo, el músculo ya estará completo, y podrás abrir y cerrar la membrana como cualquier párpado.

—O sea que puedo dejar de ver a los Corrupted’s... o bueno, todavía no.

—Efectivamente. Por otro lado, no podrás hacer lo mismo con el nuevo componente de tu tímpano. Aunque no les veas, siempre les escucharás.

—Por suerte no son muy ruidosos. —apuntó Mike—. Sólo aúllan cuando algo sucede, como cuando uno de nosotros entra a la zona, o cuando se da una desaparición.

Felix tardó un poco en plantearse la siguiente pregunta. Finalmente, levantó su mano derecha y preguntó:

—¿Qué con la marca de luz?

—Ésa es natural, nadie la crea. Empieza a aparecer cuando el Psique latente comienza a despertar. —explicó el chico de cabello teñido—. Tiene forma de triángulo con un círculo en la punta, no sé si lo hayas visto... Generalmente es invisible, pero comienza a brillar si expones tu Psique o si entras en contacto con otro poseedor... o ex-poseedor. Cuando estés en la zona no parará de brillar.

—Cuando sospechamos que alguien tiene un Psique latente, solemos hacer lo posible por tocarle. —dijo Mike—. Luego nos miramos la mano, y si brilla, es que lo tiene. Por desgracia, eso sólo sucede cuando al Psique le falta poco para aparecer, alrededor de una semana.

Felix se miró la mano, y sólo por curiosidad, jugueteó un poco con el aire. Tal y como le habían dicho, la marca comenzó a brillar con una tonalidad azul. Como si fuese una cicatriz, podía verse la figura en su piel. Era un triángulo equilátero, y en el vértice superior tenía un círculo. Era, en realidad, bastante simple.

—¿Y que gano yo? —preguntó el joven, un poco pícaro—. ¿Me pagan? ¿Me dan premios? ¿O se supone que tengo que hacer esto por la caridad?

Los chicos se miraron entre ellos. El doctor y el director, en cambio, solamente sonrieron.

—Bueno, eso es algo nuevo. —sentenció Robinson—. Generalmente los muchachos están ansiosos por ser héroes y probar sus poderes, y no les interesa lo demás... ¿No, Mike?

El nombrado soltó una risa nerviosa.

—Pero supongo que el PP tomará mucho de mi tiempo. —manifestó Felix—. ¿Qué hay de las clases? No pueden culparme si bajo mi promedio de la nada, o si falto a clase más veces que los estudiantes comunes.

—Tenemos todo arreglado, Felix. —dijo el director—. No podemos descuidar los estudios, por lo que te daremos una beca. Cubre al 100% los pagos por el colegio y el material, incluido el uniforme. También te damos una cuenta personal en el centro de computación, préstamos extendidos en la biblioteca, tu límite de faltas a clase se extiende... Sin embargo, nada de puntos extra en tus asignaturas.

—Si el PP te llama en medio de una clase, es tu obligación ir. —señaló Mike, con una sonrisa pícara—. Por supuesto, será un poco inoportuno que estés en tu casa, a equis minutos de distancia, mientras un tío con el síndrome intenta matar a su esposa en medio de la calle.

—Por eso es tu obligación vivir en la academia, en la sección A de los dormitorios. —manifestó el rubio, supuestamente llamado Ethan—. Aunque no lo creas, la escuela está en un punto estratégico de la ciudad.

—¿Otra pregunta, F? —inquirió Mike.

Felix negó con la cabeza, pero pidió un poco de tiempo para pensar. Por un lado, estaba el hecho de que no quería descuidar los estudios, además de que le parecía demasiado riesgoso. Por el otro, tenía muchas ganas de controlar su poder, y la beca del 100% era el sueño de la mayoría de los estudiantes.

—Acepto, pero sólo porque mi habitación es pequeña. —acto seguido, le dio un apretón de manos al director Reynolds. Repitió el gesto con el doctor Robinson, y luego con el chico de cabello teñido.

—James Reynolds. —dijo, un poco seco, tendiéndole la mano. Una vez Felix le respondió, el joven se apresuró a dejar la habitación, junto con el director y el médico.

—Y yo soy Ethan Parker. Es un placer tenerte de compañero. —se presentó el rubio, dándole un amistoso apretón de manos a Felix. Acto seguido, le dio la bienvenida a Felix, se disculpó y dejó la habitación también.

Felix y Mike chocaron las palmas, entre risas. Felix le dio espacio a su amigo para que se sentara en la cama; el chico entendió el gesto y aceptó.

—Mira qué coincidencia. El pequeño nerd novato que refugié bajo mi ala es un poseedor de Psique. Ahora ya sabes el porqué de mi comportamiento sospechoso, F.

—Supongo que me probabas. —dijo Felix.

—Ajá. El primer día fue sólo para tocarte, y funcionó, la marca brilló. Cuando nos inscribimos a los clubes simplemente quise guardar el secreto del PP, pero soy un poco malo para eso. Digo, ¿a quién no le gustaría gritarle al mundo que puede hacer fuego y que pelea con seres de otra dimensión?

—E intentaste ver mi segundo párpado, ¿no? —inquirió el chico. Mike le felicitó por su teoría y asintió.

—Después... Cuando terminamos la reunión de teatro, te seguí hasta el parque. Estando allí, vi que entraste a la zona, pero para cuando yo lo noté y entré, tú ya habías recorrido todo el camino hasta tu casa.

—Es cierto... Cuando alguien entra a la zona, ¿no ha pasado mucho tiempo en ella para cuando vosotros entráis? —preguntó el chico.

—Sí, pero para eso tenemos tecnología. El padre de James, el director, está forrado de dinero. Tenemos una... una cosa que detecta cuando se abre un agujero... ¿Cómo le decían? ¿Espaciador... tiemporal...?

—Espacio-temporal. —corrigió Felix.

—Sí, bueno. Esa cosita, que generalmente llevamos en el antebrazo como muñequera, detecta el agujero en cuestión de nanosegundos, y obliga a nuestro sistema a entrar a la zona mediante una sustancia con un nombre bastante largo. Aún así, ya han pasado por lo menos cinco minutos en la zona cuando entramos.

—Entonces... Si me quedo el tiempo suficiente en la zona, el tiempo avanzará para mí también, aunque muy lento, ¿no?

—Sí. Pero... ¡Oh, no te lo dijimos! Supongo que notaste que con apenas moverte tu cuerpo arde con el ácido. Si te quedas durante mucho tiempo, tu sistema desarrolla secuelas muy graves. Incluso puedes llegar a morir.

Felix tragó saliva. No lo había dicho, pero ciertamente su cuerpo le seguía doliendo. Y mucho. Era como si hubiera pasado horas haciendo ejercicio.

—Duramos alrededor de diez minutos... ¡Oh! Y agradece que resistes la fricción. Si una persona sin Psique o sin el síndrome llegara a entrar a la zona, se derretiría al echar a correr.

Felix imaginó la escena y no pudo evitar sentir pena por el pobre hombre imaginario que había entrado a la zona.

El chico volvió a mirar en dirección a la mesilla de noche, y pudo ver el revólver transparente. Había olvidado preguntar por él cuando le habían dado la oportunidad, por lo que dijo:

—Mike, ¿qué con ese revólver? Tiene... algo raro dentro.

El chico miró hacia donde Felix estaba señalando. Lo tomó con la mano y se lo dejó a Felix en el regazo.

—Pruébalo, es tuyo. Eso sí, apunta a aquella parte de la habitación. —Mike señaló al lado izquierdo de la cama, donde no había nada más que una pequeña y solitaria ventana.

Felix apuntó y, con la emoción recorriendo su cuerpo, apretó el gatillo.

Una fuerte corriente de aire sacudió a los muchachos. Felix hizo lo posible para no caerse de la cama, mientras que Mike solamente dejó salir un “¡¡Wujúuu!!”.

—¿¡Pero qué ha sido eso!? —preguntó Felix, entre sorprendido y asustado.

—Es tu Psique, colega. Te lo hemos sacado mientras dormías, es algo de rutina. Tenemos que extraer una muestra con un aparatito cada miércoles, y meterlo en un revólver vacío. Ya ves, la magia del dinero.

—Entonces se puede usar como arma, supongo.

—Exacto. Por ejemplo, imagina que te encuentras con un Corrupted enorme, uno de ésos que parecen La Mole, y tú sólo tienes energía para hacer tu esfera de aire. Con eso no les matas, ¿verdad?

—¿Hay distintos tipos de Corrupted’s? —inquirió Felix. Sin embargo, Mike le detuvo con un movimiento de la mano y continuó:

—Entonces imagina que tienes un revólver con muestras de mi Psique dentro. ¡¡¡Bum!!! —Felix se sobresaltó—. Ahora gozas con seis oportunidades de prenderle fuego a tu enemigo. Lamentablemente, el grupo de científicos no se las ha arreglado para que mi pistola lance bolas de fuego. Funciona a manera de lanzallamas; es muy triste, la verdad.

—¿Y se encierra de todo aquí? Quiero decir, ¿todo de todo? Hablando del Psique, claro. —Felix levantó el revólver. Con un poco de miedo a activarlo de nuevo, le puso el seguro y lo dejó en la mesa de noche.

—Hmm... El de James, de oscuridad, lanza una especie de onda que deja ciegos a los Corrupted’s, pero no es oscuridad en sí. El de Sammy, la hermana de Ethan, de sonido, produce un chillido que los paraliza. Oh, el de Vince, de tierra, lógicamente no tiene polvillo adentro. Con el de él apuntas al suelo y se forma un pozo, es genial. El de Ethan es un poco inútil, es lo mismo que una pistola de choques, en realidad...

—¿Sólo tenéis de esos?

—Claro que no. ¿Para qué crees que nos los sacamos? ¡Para la posteridad! Y eso mismo pensaban los viejos poseedores de Psique. Tenemos revólveres de miembros muy antiguos, y algunos no tan antiguos. A ver... Tenemos de agua, de plantas (aunque éste es ciertamente inútil a menos que estés en un parque, o algo), de luz, de hielo, de vapor... Hmm... El de gravedad es un tanto interesante, pero sólo tenemos tres revólveres de ése. ¡Ah, claro! ¿Cómo pude olvidarme? El más importante de todos: El revólver de memoria.

—¿De memoria?

—Sí, hay Psique’s así de raros. Hubo uno de voluntad una vez, según el director, pero no había manera de encerrar eso en un revólver. En fin...

>>En dado caso de que aparezca un miembro con un Psique de memoria, no se le manda a misiones demasiado difíciles, y todo lo que hace es descansar. ¿Y para qué? Para pasarse toda su estadía rellenando revólveres con su poder. Es un poco esclavizante, sí, pero muy útil. Con eso le borramos la memoria a terceros; un disparo equivale a unos quince minutos de memoria, por lo que generalmente damos dos disparos por persona para una misión.

—Por cierto... Mencionaste que había otro tipo de Corrupted’s.

—No, no lo mencioné... Lo mencionaste tú. Pero sí, los que has visto son los más comunes, pero no los únicos. Por ejemplo, hay unos con seis brazos, aterradores y muy difíciles de derrotar...

—Uh... Creo que les iré estudiando. —señaló Felix

—Bueno, F, será mejor que descanses mientras puedas. Dentro de nada tus padres vendrán a verte, para ver qué tan grave ha sido el accidente. Después de todo, te has quedado toda la noche en el cole. —Mike le guiñó el ojo y dejó la habitación, cerrando la puerta tras de sí.


Felix les dedicó una gran sonrisa a sus padres y hermana. Éstos últimos se encontraban sentados en un sillón de tres plazas, en la recepción del dormitorio en el que Felix se había quedado toda la noche.

El lugar no tenía apariencia de dormitorio estudiantil. Parecía más bien un hotel, con elegante pintura, ostentosos muebles y un aura casi profesional.

En las paredes lucía un papel tapiz de color verde oscuro, muy parecido al marrón, con separados y escasos, pero magníficos detalles en dorado. El suelo, en cambio, lucía una mullida alfombra de color rojo vino, mientras el techo solamente había sido pintado con un color perla.

La recepción contaba con dos sillones de tres plazas, uno frente al otro, con una mesa de centro de madera sosteniendo un pequeño florero de cristal entre ellos. Entre los dos sofás, y aún lado de la mesa, había un pequeño sillón de una plaza. Todo el conjunto era de color marrón, con las gruesas costuras de color dorado. Detrás estaba la doble puerta principal.

Frente a la pequeña sala había un largo televisor plano, colgado de la pared. A la derecha había una puerta de cristal, la cual daba a un largo pasillo. Felix aún no sabía a dónde iba, pero sí sabía que la del lado izquierdo iba al comedor. Entre el televisor y el acceso al comedor estaban las escaleras, que eran de caracol y poseían dos brillantes barandales de caoba.

—Queremos saber qué le sucedió a nuestro hijo. —comenzó la Sra. Flynn, mirando al director.

—Seguro que se ha caído y se ha desmayado por el golpe. Mi hermano llega ser muy torpe. —se burló Lily, la hermana pequeña de Felix. Por primera vez en mucho tiempo, el chico no se sintió ni ofendido ni provocado; simplemente soltó una carcajada.

Si supieras, hermanita... —pensó el chico, observándole con una sonrisa en el rostro.

El director le devolvió la mirada a la familia con sus profundos ojos verdes, se agitó un poco el cabello, que ya se había tornado gris en las sienes, entrelazó las manos, y empezó:

—Su hijo ha quedado inconsciente por cansancio extremo. —dijo simplemente. Miró a Felix, quien estaba sentado a su lado y le dedicó una sonrisa—. Ha sido nuestra culpa, lo lamentamos. El joven se ha esforzado mucho en su club de atletismo, eso sí debo hacérselo notar, madame.

—¿Y por qué no nos llamó usted? ¿Por qué? —inquirió el Sr. Flynn.

—Su compañero, Michael, ya les había avisado del incidente. Supuse que no sería necesario. Me disculpo.

—Lo lamento mucho, señor y señora... —intervino Mike—. Perdonadme si os he hecho preocuparos, no pensé que sería importante para vosotros que un profesor os contactara. Soy muy ingenio...

—¿Y por eso nos has prohibido verle? —continuó el Sr. Flynn.

—¡Oh, no, no, señor, en absoluto! Mis disculpas si ha parecido eso, seguramente no elegí bien mis palabras. Como le comenté por teléfono anoche, Felix despertó, con una ligera deshidratación, cabe decir, y me comentó: “Mike, llámales a mis padres y avísales... Éste es su número”. Luego Felix me dijo: “Que no vengan, no quiero preocuparles. Además, no creo que les dejen entrar a estas horas”. Como buen amigo, le hice caso. Por supuesto, fue una equivocación; como buen amigo, debí haberle desobedecido. Mis disculpas.

El Sr. Flynn contempló a sus interlocutores. El director del colegio sentado en el sofá, con un doctor que parecía no haber acabado sus estudios, y su hijo, que había pasado toda la noche deshidratado. Parados detrás del sofá, estaban tres muchachos. Un “emo”, como solía llamarles su hija Lily, un rubio que no parecía tener interés en absoluto, y el supuesto Michael.

—Háblenos de la dichosa beca... —pidió el hombre, dándose por vencido y dejando detrás el tema del accidente.

—Verá, Sr. Flynn, su hijo tiene un enorme talento para el estudio y los deportes. Su examen de admisión nos sorprendió, al igual que todos sus trabajos y deberes de esta semana. Es un excelente corredor, me parece que es capaz de romper el récord del colegio, y tiene la intención de obtener el papel protagónico en la obra de la academia. Además, posee un gran talento para las artes marciales.

¿¡Artes marciales!? —se sorprendió Felix, aunque se quedó callado.

—¿Y cómo descubrieron su... talento? —preguntó Lily—. Quiero decir, Felix no se ha inscrito a ningún club de karate, o algo por el estilo.

—Lily, no te metas en asuntos de los adultos... —le regañó su madre.

—Bueno... No sonará muy bien, pero sorprendimos a su hijo luchando con un alumno. —explicó el doctor Robinson. Felix tragó saliva. Jamás, en toda su vida, se había metido en ningún pleito, ¿y ahora esperaban que le creyeran tal excusa?

—Felix es un muchacho que evita la violencia, ¿por qué se pelearía? —preguntó el Sr. Flynn, tornando así los temores de Felix en una realidad.

—Los adolescentes son así, Sr. Flynn. Suelen tener cambios repentinos de humor y, en el caso de los varones, una afición por la violencia. Felix está en una etapa en la que tanto su personalidad como su cuerpo están evolucionando y...

—El chico ya tiene dieciséis, ¡por Dios! —exclamó el Sr. Flynn—. Me parece que ya es lo suficientemente mayor para tener esos cambios de humor, ¿no?

—No, señor, es algo completamente normal a esta edad. Créame, lidio con jóvenes a diario.

—Pero no nos desviemos del tema, señores... —intervino Reynolds—. Hablemos de la beca del muchacho. La escuela está dispuesta a otorgarle una beca completa, incluyendo los materiales y el uniforme, con la condición de que participe en el club.

—¿Club de... artes marciales? —preguntó la Sra. Flynn. Su voz tembló un poco cuando lo dijo.

—Así es. Todo el material lo tenemos aquí, y su hijo puede practicar en el gimnasio cuando lo desee. Sin embargo, tenemos una condición...

—Su hijo debe permanecer en el dormitorio. —explicó Robinson—. Por supuesto, no le retendremos. Podréis visitarle cuando queráis, y el no está obligado a pasar todo el día aquí. Sin embargo, sí le necesitaremos durante las tardes y los sábados

Los padres de Felix se miraron, como manteniendo una conversación inaudible. Lily no parecía estar muy interesada, el techo parecía llamarle más la atención que la reunión que se llevaba a cabo.

—Michael... ¿Tú que opinas? ¿Te gusta vivir aquí? —preguntó la madre de Felix. Mike no dudó ni un segundo, y asintió con la cabeza.

—Tenemos todo lo necesario aquí, y es una experiencia sin igual. No tenemos que pagar en la cafetería, y tenemos servicio de lavandería, por lo que todo está cubierto. Además, tenemos al alcance la biblioteca, el centro de computación... Oh, y estando tan cerca, nunca llegamos tarde a clase.

—¿Y tus padres?

—Papá y mamá vienen a visitarme dos días cada semana, durante la tarde. Siempre tenemos el domingo libre, por lo que suelo quedarme con ellos ese día. Oh, y muchas veces me salto la hora de comer y voy a casa con mi familia.

Una vez más, los padres de Felix se miraron. Asintieron, y se levantaron de sofá, seguidos por su hija.

—Si es lo que quieres hacer, hijo... —dijo su madre.

—¿Te... quedas, Felix...? —preguntó el Sr. Flynn, un poco inseguro. Después de todo, estaban dejando a su hijo, y probablemente casi no le verían.

A Felix se le pasó por la cabeza la probabilidad de irse, pero pensó en aquellas sombras que le habían atacado.

[i]Corrupted’s...[/i] —pensó el muchacho, con furia. Dios no quisiera que las siguientes personas con “Lagune” Syndrome fuesen sus padres y hermana. Completamente seguro, el chico dijo en voz alta—: Me quedo.


Felix cerró su segundo párpado. Tres Corrupted’s, semi-transparentes, rondaban por el pasillo del colegio.

Ya era lunes. El tercer día desde que Felix se había unido al PP. Tal y como se hacía cada semana, al chico se le encomendó una limpieza de los primeros dos pisos del edificio escolar, mientras que Ethan se encargaba de los superiores.

Recordando su posición, el muchacho entró a la zona. Sintió una breve distorsión del espacio, pero desapareció en unos momentos. Los Corrupted’s soltaron un aullido al verle en el limbo.

Felix saltó, a la par que soltaba una corriente de aire para tomar impulso extra. Pasó por encima de las criaturas, dio una voltereta, y volvió a caer de pie. El muchacho formó un orbe de aire y se lo lanzó a uno de los seres. Otro saltó e intentó rasguñarle, pero el poseedor de Psique formó una esfera de viento y repelió el ataque.

Sacó el revólver de Psique de fuego del cinturón , apuntó a los dos Corrupted’s que estaban en el suelo y disparó. De la punta del arma brotó una lengua de fuego, que redujo a las sombras en cenizas.

Felix dio media vuelta y le dio una patada circular a la criatura restante, tal y como James le había enseñado el sábado anterior en el gimnasio privado del dormitorio. El Corrupted saltó, intentando llevarse al chico de encuentro, pero éste último formó un orbe de aire y se lo lanzó al pecho, haciendo que el ser se desviara y fuese a estrellarse contra el techo.

Recuerda que son la contraparte humana. Son básicamente lo mismo que nosotros.. Por lo tanto, tienen las mismas debilidades. —le había dicho James durante su sesión de entrenamiento el sábado.

Felix le clavó su pequeño puñal en el corazón al Corrupted, terminando así con la limpieza del piso.

Regresó a su posición inicial, y luego salió de la zona.

—¡Felix! —saludó una voz femenina desde el final del pasillo. El chico se limpió el sudor y notó que no se había guardado el puñal, por lo que rápidamente lo deslizó al interior de su manga.

—¡Ah, Vanessa! —exclamó Felix, al ver como la chica se acercaba para saludarle.

—De verdad, no sé qué es lo que haces para sorprenderme. —expresó la chica—. Siempre hay algo nuevo en ti... o acerca de ti.

—-¿Ah, sí? —inquirió el chico, sonriente.

—¡Acabo de enterarme que entraste al PP! Ahora podré saber qué hacen y el porqué de ese nombre tan... Bueno, PP, no hace falta decirlo.

—Pues no. Tengo prohibido decir lo que se hace en el club. Por eso es exclusivo. —acto seguido, Felix guiñó su ojo y echó andar hacia la salida, con Vanessa siguiéndole.

PP
Septiembre 2010.


James Reynolds.

Ethan Parker.

Samantha Parker.

Vince Miller.

Michael Johson.

Felix Flynn.


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Re: Psique // Capítulo 5 en línea

Notapor Habimaru » Mié Jun 09, 2010 12:02 pm

*Aplauso*.

Historia más que interesante, unas bases sólidas y muy llevadero de leer.

Por cierto, Project es con J y menuda casualidad que el lunes sacara un especial de Sekai donde hablaba de Proyecto Psych.
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Re: Psique // Capítulo 5 en línea

Notapor Sombra » Mié Jun 09, 2010 3:09 pm

Que chulo el capitulo. Me encantó eso del grupo megaexclusivo PP (Sabía que ese grupo tenía que ver con los Corruptos...o al menos me lo imaginaba xD)

EDIT: Creo que con cambiar solo Psique a Psych ya es suficiente
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Re: Psique // Capítulo 5 en línea

Notapor Zee » Mié Jun 09, 2010 7:34 pm

Habimaru escribió:*Aplauso*.

Historia más que interesante, unas bases sólidas y muy llevadero de leer.

Por cierto, Project es con J y menuda casualidad que el lunes sacara un especial de Sekai donde hablaba de Proyecto Psych.

FUUUUUUUU
Ahora sí la he cagado, sabía que algo no me cuadraba, pero no fui lo suficientemente listo para buscar un puto traductor xD
Corrijo la escrita, la PDF después.

EDIT: Por curiosidad ante lo que has dicho, Habi, he investigado y... Pues sí, Psique en inglés sería distinto: Psyche. Así que... Dos opciones.

1.- Cambiar todas las palabras Psique, incluido el título, por la palabra Psyche.
2.- Deshacerme de la idea de poner los nombres propios y ponerlos en castellano: Puerto Laguna, Psique, Corrompidos, Proyecto "Psique", Síndrome "Laguna", etc. (Aunque en realidad ya he enlistado todos xD).

Así que... Os agradecería un montón si editarais vuestros mensajes con la respuesta, gracias :3

EDIT2: Acabo de perder más de 700 platines al editar. Y seguro que con este Edit pierdo otros pocos FUUUU.
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Re: Psique // Capítulo 5 en línea

Notapor Zee » Lun Jun 14, 2010 8:06 am

Capítulo 6:

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Capítulo 6 - Un día libre con lluvia, combate y tarros de mayonesa

Mike examinó el tablero con atención, al igual que las tarjetas que reposaban a un lado suyo, muy cerca del borde de la mesa de cristal.

Las circunstancias les habían llevado a meterse a un callejón sin salida. Felix sí que se la había puesto difícil.

Michael Jonhson contempló a sus contrincantes: Felix Flynn, quien acababa de terminar su turno, uno de los chicos nuevos en la academia y que se había unido al club hacía una semana, era ahora su mayor preocupación.

Luego dirigió su vista hacia su compañero, James Reynolds, hijo del director de la escuela, estudiante de undécimo grado y miembro del PP desde hacía seis años. Era éste quien ahora era pareja de Mike, y quien menos empeño ponía en el juego.

Finalmente, miró a Vince Miller, la pareja de Felix. Como jugador estrella de fútbol, Vince poseía una altura y complexión arriba de la media. Tenía un cabello de color marrón, bastante corto, casi a lo militar, y sus pequeños pero vivaces ojos de color negro no apartaban la vista de Mike.

—Me tienen, James... —murmuró el chico, mirando el tablero por el última vez.

Ya que había comenzado a llover afuera, el PP decidió quedarse en el dormitorio. Mientras Ethan ayudaba a su hermana pequeña, Samantha, comúnmente llamada Sammy, a controlar su Psique, el cuarteto de muchachos disfrutaba un juego de mesa en la recepción del dormitorio.

Tras una pequeña discusión, debido a que no sabían qué juego elegir, Ethan les prestó uno de su habitación. El juego consistía en formular teorías para descubrir al culpable de un asesinato, en una mansión completamente cerrada. Un bando, formado por dos personas, se encargaba de crear las circunstancias del siniestro, además de decidir al culpable y a las víctimas (la cantidad de éstas últimas se decidía mediante un dado). Esto por supuesto, no se le revelaba al otro bando, que hacía lo posible para descubrir al asesino, formulando teorías y destrozando las coartadas de los personajes, ayudándose con tarjetas que les otorgaban ciertos privilegios de vez en cuando.

—En ese caso, es mi turno. —expresó James, tomando una de las tarjetas del bando investigador—. “Teoría y verdad”. —leyó el muchacho, mostrando su carta. Dicha carta les concedía la oportunidad de formular una teoría, y obligar al equipo contrario a decidir si era falsa o no. En caso de que estuviese equivocada, el bando asesino debía de destacar los puntos en los que fallaba. Lo bueno de dicha tarjeta es que la teoría no tenía limitaciones, podía ir desde investigar cómo fue cerrada una puerta, hasta intentar adivinar el nombre del asesino.

—Guárdala. —pidió Mike, viendo que necesitaban más datos.

Vince y Felix habían elegido asesinar a la víctima en un cuarto cerrado. Esto quería decir que las puertas y ventanas habían sido cerradas por dentro, con la llave dentro de la misma habitación. Sin embargo, los dados habían estado de la suerte del bando asesino, que decidió crear una masiva habitación cerrada con seis víctimas. Esto quería decir que en la primer primer pieza estaba la llave de la segunda, y en ésta la de la tercera. El ciclo se repetía hasta llegar a la sexta habitación, que tenía la llave de la primera.

—Entonces... Es mi turno. —manifestó Vince, tomando una tarjeta para el bando del asesino—.

—Oh, mirad... “Una hora menos”. Eso quiere decir que estáis más cerca de perder. —expresó Felix.

Para hacer el juego un poco más divertido, el bando investigador se veía presionado por un reloj de veinticinco turnos. Si dichos turnos pasaban y el equipo era incapaz de resolver el misterio, la imaginaria policía les arrestaría a todos. Pero, debido a que estaban muy aburridos, los muchachos decidieron tornar su juego en algo más difícil y competitivo al reducir el número de turnos a quince.

—Eso os deja con... dos turnos, oh. —se burló Felix.Vince añadió:

—Ninguna otra acción.

—Y ahora yo. —dijo Mike, imitando a sus compañeros y tomando una tarjeta. El delgado trozo de cartulina leía “Dato extra”, y mostraba una huella digital de sangre en una esquina.

—Venga, haz lo tuyo. —sonrió James, mientras le daba la tarjeta de “Teoría y Verdad” a Mike.

—¡Bien! Entonces, Vince y Felix, estáis obligados a decirnos un dato que desconozcamos del asesinato.

Felix y Vince murmuraron algo, intentando que James y Mike no les oyeran. Tras asentir con la cabeza, Vince volvió a mirar a sus oponentes y dijo:

—El culpable tenía la llave para una de las habitaciones.

—¿Un duplicado? —inquirió Mike, a sabiendas de que no iban a responderle—. Bien, entonces... ¡Combo! ¡”Teoría y verdad”!

—¿Hago yo los honores? —preguntó James.

—Por supuesto. Incluye el duplicado en la teoría.

James negó con la cabeza, recibiendo una queja por ello. Sin embargo, miró a sus contrincantes y comenzó:

—¿No es obvio? El culpable es una de las víctimas.

Felix y Vince se quedaron quietos como estatuas ante la declaración del chico. Sin embargo, éste aún no había formulado su teoría, por lo que no dijeron absolutamente nada.

—El culpable tenía la llave de una de las habitaciones, sí... Pero eso implica que no tuviese las otras. En la quinta habitación, por decir alguna, asesinó a una de las víctimas y dejó la llave de la sexta, que aún estaba abierta. Cerró el cuarto con su llave y repitió el proceso con la habitación número cuatro, dejando la llave de la quinta pieza esta vez. Hizo lo mismo hasta llegar a la primera habitación, donde dejó la sexta llave. Finalmente, fue al sexto cuarto, llevándose la primera llave consigo. Cerró las puertas y ventanas desde adentro, y después se suicidó.

Felix tragó saliva. Contempló a James y manifestó:

—Correcto.

Mike dejó salir un grito de victoria.

—Para tu tren, Johson. —Mike se quejó—. Aún no hemos dicho al culpable...

—¿No es obvio ya? —dijo Vince, cabizbajo.

—Sí. Para que el culpable haya tenido todas las llaves, tuvo haberlas robado. Sin embargo, sabemos por el dato dado por Vince hace varios turnos que ningún personaje cometió un robo.

—¿Entonces...? —inquirió Mike, cada vez más emocionado.

—¡El culpable es... nada más y nada menos que...! —James golpeó la mesa con las manos (moviendo un poco el tablero y tarjetas, cabe decir), se puso súbitamente de pie y señaló a sus oponentes con el dedo índice.

—¡Dilo ya, coño! —pidió Mike.

—¡El mayordomo Abraham, el único sirviente involucrado! Siendo un sirviente, no cometió ningún robo al tomar todas las llaves, ¿no es así? ¿¡Es él el verdadero culpable!?

Un ambiente lleno de suspenso se apoderó de la recepción. Nadie articuló palaba, ni siquiera un leve sonido se pudo escuchar. James bajó el brazo y tomó asiento, esperando la respuesta.

—Sí... —susurró Felix.

Mike se levantó del sillón de un salto, dejó salir un grito de victoria y lanzó el tablero por los aires. Empezó a hacer lo que parecía un baile, mientras canturreaba “Derrotados, derrotados, derrotados”.

—¡Arriba esos cinco, James! — exclamó, mostrándole la palma de su mano. Sin embargo, el nombrado volvió a su serena e indiferente actitud y tomó asiento de nuevo.

—Vaya que te has inspirado, James. —comentó Felix, mientras se ponía a gatas para recoger las tarjetas arrojadas por Mike.

—Te ha entrado el sentimiento, ¿eh? —coincidió Vince, sonriente.

James sólo se acomodó el flequillo, se recargó en el sofá y cerró los ojos (o por lo menos el que era visible) en actitud apática. No dijo palabra alguna, ni tampoco hizo algún gesto que pudiera interpretarse como una respuesta.

—¿Y ahora qué? —preguntó Mike, al ver cómo las gotas de lluvia se estrellaban contra el cristal de las pequeñas ventanas de la recepción. Ya habían pasado cerca de media hora jugando, sin contar lo que habían tardado en decidir qué hacer, y la tormenta no había cesado.

—Podríamos ir al gimnasio; después de todo, está completamente cerrado. —apuntó Vince. Al escuchar las palabras del chico, Mike se tiró en el sofá y hundió su rostro en uno de los cojines. Golpeó la mullida superficie del asiento con su puño, levantando un poco de polvo.

—¡No quiero entrenar! —exclamó, intentando evitar que el almohadón ahogara su voz y alargando las palabras como quien hace un berrinche—. ¡Los entrenamientos son sólo de lunes a viernes!

—Pero un sábado al año no hace daño. —señaló Felix, levantándose del sofá, seguido por Vince. James prefirió ir a entrenar un poco, en lugar de quedarse junto con Mike, quien, a regañadientes, decidió acompañar a los muchachos.

Antes que nada, debían cambiarse en ropas más cómodas. Los cuatro muchachos llevaban pantalones de mezclilla, de distintas tonalidades y diseños (Mike juró que los pantalones de James eran los más ajustados que había visto en su vida).

Mientras James subía al tercer piso, Vince, Mike y Felix permanecieron en el segundo. Vince abrió la primer puerta con su llave, y desapareció tras ella. Sobre la mirilla colgaba una pequeña pizarra, que tenía “Ethan & Vince” escrito con tiza de color blanco, que evidenciaba que compartía la habitación con el rubio.

Por otro lado, Mike abrió la segunda puerta (“Never forget: Mike ‘n F for the win”), y dejó pasar a Felix antes que él. Ambos muchachos compartían la misma habitación, pese a que al miembro más reciente no le agradaba mucho la idea.

—Mike, no has recogido tus zapatos. —señaló Felix, abriendo el largo armario de color gris, colocado en un hueco en la pared construido precisamente para eso.

La pieza era grande, pues debía alojar a los dos adolescentes. Probablemente mediría unos ocho metros por otros ocho, y de altura un poco menos de tres metros, más que suficiente para dar cabida a la litera en la que dormían los dos chicos.

Las paredes estaban pintadas de color verde espárrago, como el de la recepción. Al suelo lo cubría una alfombra de color azul, con detalles que cambiaban de tonalidad. Finalmente, en el techo sólo había una solitaria lámpara, aunque en ciertos lugares había luces más pequeñas para facilitar la vista: Encima del escritorio, sobre el armario, y en la pared donde estaba la litera, una para cada cama.

Las dos camas estaban hasta el fondo de la habitación, pegadas hacia la pared contraria a la puerta. A su lado estaba la puerta que daba al baño, y a un lado de ésta, el armario. En el otro extremo, a la izquierda de quien entraba, había un escritorio con un ordenador, una televisión, un pequeño frigorífico, y una amplia ventana con cortinas azules.

No había muchas cosas colgadas de las paredes, aunque Mike le dijo a Felix que ya las llenaría. Mike ya había puesto algunas cosillas, como un póster de una modelo descansando junto a un deportivo plateado, varios percheros que sostenían algunas gorras, un calendario, y una diana para dardos.


Mike tomó unos pantalones de algodón de color negro, y una camisa sin mangas de color blanco. Se puso las zapatillas deportivas negras que solía utilizar para su uniforme.

Felix, por otro lado, tomó una descolorida camisa de algodón, que anteriormente había sido de color negro, pero ahora tenía una tonalidad parecida a la de una rata gris. Recordó que al día siguiente debía ir a comprarse ropa nueva con la compensación que le había otorgado la mudanza. También tomó un holgado pantalón del mismo material, de color azul marino, y las zapatillas deportivas del colegio.

Una vez se hubo cambiado y puesto suficiente desodorante, Mike decidió abandonar la habitación, dejando a Felix solo. Bajó la escalera hacia la recepción, que estaba completamente vacía. Pensando que James y Vince ya podían haberse adelantado, continuó hacia el gimnasio.

La puerta estaba a unos pasos del chico, al lado del televisor, en la parte derecha de la habitación. Era de cristal, y dejaba ver un amplio pasillo en el que no había nada más que una mesa de madera, con un florero y algunas velas decorativas, y un mueble de madera con varios cajones, de donde Mike tomó una pequeña toalla. Empujó la puerta que estaba al final del pasillo, y entró al gimnasio.

Para ser un lugar al que sólo tenían acceso seis muchachos, era bastante amplio. Fácilmente mediría lo mismo que el gimnasio del colegio, y tenía el mismo tipo de equipo.

En el centro, siendo así lo que destacaba más, había un ring en el cual Ethan y Samantha se encontraban luchando, utilizando sus respectivos Psiques como armas. Ambos muchachos tenían movimientos muy similares: Ágiles, rápidos, y con ataques débiles, pero veloces y certeros.

A la derecha del ring había varias máquinas para ejercitarse. Caminadoras, elípticas, de remo, y varios artefactos más. También había una gran variedad de pesas, en las cuales Vince solía invertir gran tiempo de su hora obligatoria de entrenamiento.

Atrás del ring, en el fondo del gimnasio, había una pequeña piscina. Sólo cabía una persona a la vez, y no era capaz de dar muchas brazadas. Sin embargo, había un pequeño canal poco profundo, en el cual los muchachos corrían con la resistencia del agua presionando sus piernas.

Por otro lado, a la izquierda tenían varias cosas para practicar la flexibilidad y la fuerza de manera gimnástica. Un par de aros, dos caballos, y dos largas barras. No obstante, los muchachos aborrecían esta sección y no la usaban para nada, a menos que el director estuviese evaluándoles.

Finalmente, entre el ring y Mike había varios muñecos de variados materiales. De paja, de arena, y varios de concreto. Los muchachos practicaban el cuerpo a cuerpo con los de arena, el uso de armas blancas con los de paja, y el Psique con los de concreto. Cabe decir que los muchachos también practicaban con armas de fuego pequeñas, las cuales usarían sólo en caso de emergencia, y con los revólveres de Psique en un cuarto independiente, cuya puerta se encontraba del lado izquierdo del gimnasio.

—Muévete, que paso. —dijo James, apartando a Mike de la puerta con el brazo. Llevaba unos largos shorts de color negro, y una camisa de baloncesto del mismo color. Inmediatamente se acomodó frente a un muñeco de arena y comenzó a golpearle con los puños.

Detrás de él llegó Felix, ya cambiado, que inmediatamente pasó a las máquinas. Lo mismo hizo Vince, quien venía detrás de él.

—¡Mikey, relévame! —exclamó Samantha, sonriente, desde el ring. Sin esperar una respuesta, dejó a Ethan con la guardia en alto y corrió hacia donde estaba Mike. Le tomó de la muñeca y, sin siquiera preguntarle, lo guió hasta su hermano.

Era, sin duda alguna, la más joven del grupo. A sus trece años cursaba séptimo grado, y estaba en la etapa entre la niñez y la adolescencia, lo cual se veía evidenciado por las curvas que comenzaban a resaltar bajo su ropa. Aunque tenía repentinos cambios de humor, y no podían culparle por ello, generalmente era risueña y muy agradable con todo el grupo.

—Vale, vale... Ya estoy, Sammy. —dijo Mike, poniéndose frente a Ethan. Samantha le guiñó uno de sus ojos azules y retrocedió.

—Ya sabes, Mike. Llamas pequeñas. —recordó Ethan.

—Y tú ya sabes. Choques eléctricos no-mortales. —respondió el chico.

Ambos muchachos se colocaron en guardia, esperando la señal que daría inicio a su combate. Súbitamente, unos gruesos muros de cristal se alzaron del suelo mediante un mecanismo y rodearon el ring por completo. Cuando llegó al PP, Mike pensó que no resistirían los Psiques del grupo, pero se equivocó, pues los veinte centímetros fueron más que suficiente. Sin embargo, con el paso de los años se habían hecho varios raspones que dificultaban la vista para los espectadores.

Samantha silbó fuertemente, gracias a su Psique de sonido, llamando la atención de los otros miembros. Felix interrumpió su actividad para ver a Mike y a Ethan en acción, pues, si bien había entrenado con ellos los últimos días, jamás les había visto usar sus Psiques.

Mike lanzó un orbe de fuego contra su contrincante, quien solamente se agachó para esquivarlo. Antes de que pudiera levantarse, sin embargo, otra esfera de fuego ya venía hacia él. Ethan rodó como un tronco para alejarse del ataque, y se levantó utilizando el mismo movimiento que utilizaba para hacer planchas.

El rubio frotó sus manos, sin parar de moverse, y luego aplaudió. Un delgado rayo cruzó el aire y se estrelló contra el cristal, a unos centímetros a la derecha de Mike.

—¡Eh, te dije que de baja energía! —gritó Mike.

—Y yo te dije que llamas pequeñas, pero no escuchas, ¿no? —respondió Ethan, intentando embestir al chico, con la mano al frente, seguramente cargada de energía. Mike se apartó al último momento, a la par que el rubio daba dos pasos verticales en la pared, y luego daba una voltereta hacia atrás, cayendo de pie de nuevo.

—¡Eh, tranquilo! —vociferó Mike, volviéndose a apartar del Ethan que ya no parecía escucharle. Levantó un muro de fuego, lo cual le supuso gastar gran parte de su energía, aunque estuvo seguro que eso detendría a Ethan lo suficiente para que se calmara un poco.

Pero Ethan lo ignoró y lo atravesó rápidamente, sin dañarse ni un poco. Le dio un fuerte manotazo a Mike en el pecho, antes de que pudiese moverse, y dejó salir su Psique por su mano.

Una especie de sacudida recorrió a Mike en milisegundos. Sintió que su cerebro temblaba, al igual que todos sus músculos. Intentó apartarse de Ethan, pero se vio incapaz. Tal y como había visto decenas de veces en los dibujos animados, sintió como si su cabello se hubiese puesto de punta. Muy pronto sus terminales nerviosas dejaron de responder...

Ethan le soltó. El rubio le dio un fuerte empujón que le hizo caer al suelo. Mike se quedó tirado, temblando, sintiendo la electricidad abandonar su cuerpo. Vio cómo los muros descendieron, dejando que Ethan pasara. Vince, James, Felix y Samantha corrieron hacia el chico, que aún no podía mover los músculos.

—¿Mike? ¿¡Mike!? —llamó Vince, sacudiéndole.

—Y-ya... Es-toy... Estoy bi-bien... —intentó decir Mike, soltándose de Vince. Intentó ponerse de pie, pero los músculos le fallaron. Volvió a recostarse sobre el tatami, y cerró los ojos con furia—. ¡Ah, esa cabrona! —exclamó.

—¡No le llames así! ¡Tú lo iniciaste! —defendió Samantha.

—¡Sí, vale, yo lo inicié, pero él se ha pasado! —gritó Mike, finalmente pudiéndose sentar.

—Tiene razón, Samantha. —concordó James. Mike siempre se preguntó por qué Sammy era la única que tenía el privilegio de ser llamada por su nombre cuando hablaba con James; aunque probablemente era porque no podía referirse tanto a ella como a su hermano con el apellido “Parker”—. Si tu hermano no se mide, puede terminar haciendo daño.

—¿¡Terminar haciendo daño!? ¡Tío, estoy tirado en el suelo con medio cuerpo dormido! —exclamó Mike, pero James le ignoró.

—Vámonos... No hemos tenido ni diez minutos de entrenamiento. —dijo James.

—Mike, yo te ayudo. —dijo Felix, tomando al chico por las axilas y obligándole a levantarse. Una vez el joven estuvo de pie, su compañero le pidió que se recargara en él y le rodeara con un brazo, para mantener el equilibrio.

Caminaron hasta la recepción, donde Mike explicó que sus piernas ya habían recuperado el movimiento. Continuaron hasta la cocina, donde Felix ofreció preparar algo de comer para el grupo, haciendo alarde de que había elegido esa clase como optativa.

El lugar estaba cubierto por pequeños mosaicos de color blanco. Frente a la puerta estaba una barra en donde dos personas podían comer, también cubierta por el mismo tipo de mosaico. La barra continuaba hasta la pared del lado izquierdo, y giraba para dar cabida a una pequeña estufa y a varios estantes, donde seguramente estaban guardados los platos y vasos, junto con algunos utensilios. Volvía a girar y se convertía en una superficie pegada a la pared, con suficente espacio para colocar los ingredientes y algunos recipientes. A la derecha de la barra estaba el refrigerador, de doble puerta y de color plateado, donde ahora Felix buscaba algo para comer.

Mike se sentó en un banquillo frente al desayunador, junto con Vince, que tomó asiento en el otro. James se quedó de pie, mientras Samantha prefirió sentarse en la barra misma.

—Hacen falta varias cosas para hacer una cena decente. —dijo Felix, con la cabeza dentro del refrigerador—. Pero me las arreglaré para hacer algunos emparedados. ¿A nadie le molesta?

El grupo dijo “No” al unísono.

—Que alguien tome el pan de la alacena. —pidió Felix—. ¡Mike, atrapa! —exclamó, lanzando un paquete de rebanadas de jamón hacia el chico. Le siguieron varios trozos de queso amarillo, dos tomates, y una cabeza de lechuga.

—¡Eh, no tengo tantos brazos! —apuntó Mike, atrapando el frasco de mostaza que Felix acababa de lanzar, y dejándolo sobre la barra.

—¿Dónde está la mayonesa? —preguntó el muchacho, sacando finalmente la cabeza del frigorífico.

La gran mayoría se encogió de hombros.

—Puede que haya un poco en la bodega. —señaló James, sacando un llavero de su bolsillo. Se lo lanzó a Mike, que lo atrapó con una sola mano—. Enséñale a Flynn el lugar.

Mike, a regañadientes, se levantó de su asiento y salió de la cocina, cruzando el comedor hasta llegar a la recepción, seguido por Felix. Caminaron hasta la escalera de caracol, pero en lugar de subir por ella, se desviaron hacia un lado y se detuvieron en el pequeño hueco que había entre la pared y el borde de la escalinata.

Mike contempló la diminuta puerta de metal que sobresalía de la escalera antes de introducir la pequeña llave en la cerradura. La giró, y al instante se escuchó un pequeño chasquido, y la puerta se levantó de su sitio.

Ambos muchachos entraron a la oscura habitación. Mike presionó un interruptor que se encontraba al lado de la entrada, provocando que se encendieran varios tubos fluorescentes.

El par de chicos estaba en la cima de una escalera, la cual no tardaron en recorrer hasta el final. Una rejilla les impidió el paso, pero Mike la jaló de una esquina, provocando que se doblara sobre sí misma y se pegara a la pared.

Mike recordó la primera vez que había entrado a la bodega. Había sido, indudablemente, sorprendente para él; y aparentemente Felix tenía la misma impresión. En lo que antes había sido un sótano, ahora se guardaban decenas de estanterías de metal, repletas de diversos objetos: Comida enlatada, mantas, agua embotellada, bombillas, papel y toallas higiénicas... Además, allí también se guardaban los revólveres de Psique y algunas armas blancas y de fuego, junto con los materiales utilizados para reemplazar a los muñecos y a las dianas del gimnasio. También tenían, en caso de emergencia, la entrada a un refugio nuclear, el cual también se utilizaría si un tsunami o un huracán atacara la costa.

Mike caminó tranquilamente hacia la estantería más cercana, a su izquierda, y comenzó a examinar las decenas de latas y frascos que allí reposaban.

—Mayonesa, mayonesa... —murmuraba.

—Mike. —llamó Felix—. La encontré. —Mike miró hacia su compañero. El chico señalaba un frasco de plástico, de color blanco, que se encontraba, solitario, en la cima de la estantería. Michael dejó que su amigo utilizara los descansillos como escalones y subiera para alcanzar el tarro.

Y luego recordó lo que había en ese frasco. Un viejo experimento de Vince, que Felix no debía abrir para nada.

—¡Felix, espera, eso es...! —gritó, pero el chico ya había alcanzado el frasco. Como era de suponer, al estirarse excesivamente, perdió el equilibrio y cayó de la estantería, llevándose consigo el tarro. Una vez Felix cayó, cuan largo era, en el suelo, el frasco se golpeó fuertemente contra el concreto, liberando su contenido por el lugar.

—¿¡Pero qué es esto!? —vociferó Felix, con asco, al verse cubierto por una sustancia parecida al agua, pero que apestaba tremendamente.

—Formol. —respondió Mike. Su voz sonaba ligeramente nasal, pues se había apretado la nariz para no tener que soportar el penetrante olor del líquido.

—¿¡Formol!? ¿¡Con eso no se conservan...!? —comenzó Felix, pero su amigo le interrumpió:

—Sí, fetos, órganos y otras cosas.

—¿¡¡Guardáis fetos aquí!!?

—¡No, no!

—¿¡Qué sucedió!? —preguntó Vince, alarmado. El joven venía corriendo por la escalera, seguido por James, Ethan y Samantha.

—¡Felix se ha caído con Mario! —respondió Mike, bastante agitado.

—¿¡Mario quién!? —preguntó Felix, moviendo sus brazos hacia atrás para levantarse. Al intentar apoyarse en el suelo, sin embargo, tocó algo pequeño y poroso, con una textura muy parecida a la de una esponja. Con una mueca de asco, giró su cabeza para contemplar el objeto.

—Ése es Mario. —señaló Mike.

Era un emparedado. No quedaba casi nada de lo que antes había sido el pan, pues el líquido lo había humedecido hasta desprenderlo. Sin embargo, podía notarse que llevaba jamón, queso, lechuga, y varias aceitunas, ya muy deterioradas por el formol.

—¿Cómo...?

—Intentaba romper un récord mundial. —explicó Vince, tomando a “Mario” y volviéndolo a meter al bote de plástico—. Por idiota, me olvidé del pan, pero ya lo había echado al frasco para cuando me di cuenta.

—¿Un... récord mundial...? —repitió Felix, atónito, poniéndose de pie. Y sacudiendo los brazos para quitarse la sustancia de encima.

—Al emparedado mejor preservado.

—Será mejor que te laves, Felix. Y rápido. —aconsejó James.

—Ya... Esto es ridículo... —murmuró el chico, mientras comenzaba a caminar hacia la recepción—. ¡Y no voy a hacer ningún puto sandwich ahora! —terminó, una vez hubo salido de la bodega.

—¡Ah, este novato tiene mucho para dar! —exclamó Mike, saltanto el charco de formol y emprendiendo rumbo a su habitación.

—¿Debo recordarte, Johson, que antes de que Flynn llegara, el novato eras tú? —se burló James.

Mike solamente sonrió.

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Re: Psique // Capítulo 6 en línea

Notapor Jeanne24 » Sab Jun 19, 2010 1:18 pm

¡Por fin pude terminar de leer los capítulos!

En serio,me ha entrado cosa cuando ha dicho "Mario",he pensado: No fastidies...no puede ser...están locos,pero no tanto...¿no?
Creo que locos no,lo siguiente xDDDDDDDDDDDD

En cuanto a la historia...me fascina,me encanta,¡es buenísima! Mike es un cachondeo constante, me encanta su caracter tan extrovertido, ya que los más extrovertidos suelen ser lo que más tienen que ocultar. No se, me gusta como lo estás llevando, y espero pronto nuevos capítulos, aunque sin prisas, ¿eh? :3

Y yo voto por la primera opción, ya que traducir todas las letras es muy pesado. Lo otro es más facil.

¡Saludos!
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Demyx escribió:Llegaré a ser el mejor
el mejor que habrá jamás
mi causa es ser moderador
tras mucho postear~~
Postearé a cualquier lugar
floodearé en cualquier rincón
al fin podré desentrañar,
el poder que hay en KHWorld
Son platines, hazte con todos, siiii~~
es mi destino, mi misión,
es KHWorld.
Mentos mi amigo fiel
nos debemos defender

HollowRiku escribió:Pues que mal, ¿no? =(

HollowRiku escribió:Omg, ¡muchas gracias por el primer puesto en User invisible! No me esperaba algo así :cry: En realidad he trabajado duro para conseguirlo, creo que me lo merezco xD

Demyx escribió:Todos locos

Demyx y Jeanny escribió:Demyx: What?
Jeanny: No sé, what tú
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Re: Psique // Capítulo 6 en línea

Notapor Sombra » Sab Jun 19, 2010 1:22 pm

Este capitulo a sido un cachondeo. Sobretodo lo del feto xD Al pobre Felix le pasa de todo. Es un poco gafe
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